La diferencia de los sexos no existe en el inconsciente
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La diferencia de los sexos no existe en el inconsciente

Sobre un informe de Paul B. Preciado dirigido a los psicoanalistas

  1. 84 páginas
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La diferencia de los sexos no existe en el inconsciente

Sobre un informe de Paul B. Preciado dirigido a los psicoanalistas

Descripción del libro

Ha estallado la tormenta, la crisis trans se nos viene encima". Así indicaba Jacques-Alain Miller hace poco, y no sin cierta ironía, el momento actual del debate sobre lo trans y lo transgénero en la clínica y en la política. Un discurso de Paul B. Preciado, famoso trans, dirigido a los psicoanalistas en la Ecole de la Cause freudienne fue la espoleta que volvió a poner sobre el tapete la posición del psicoanálisis de orientación lacaniana sobre el tema. ¿Heteropatriarcal? ¿Homófobo? Basta con leer como conviene algunas líneas de Freud y de Lacan para dejar estas diatribas fuera de juego. Pero el tema va mucho más allá y toca el lugar de lo sexual, de lo masculino y de lo femenino en el ser humano que habla y goza sin llegar a poder inscribir una relación entre los sexos. ¿Binarismo? ¿Diferencia? ¿De qué pasaje se trata en lo trans desde Un sexo al Otro? Conviene partir de la indicación freudiana: no hay inscripción de la diferencia de los sexos en el inconsciente. Para seguir después con el aforismo lacaniano: no hay relación sexual que pueda escribirse. Y responder desde allí al debate suscitado hoy por el discurso trans.

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Información

Año
2021
ISBN del libro electrónico
9789878372730

Experiencias trans-: “el cambio de sexo no existe”

Para no caer de nuevo en aquello que queremos sobrepasar, el binarismo, convendría precisamente no poner a todo lo que se llama “trans” en el mismo saco, oponiéndolo después a lo que seria supuestamente una sexualidad normativa o normalizada. La clínica del psicoanálisis se distingue por no poner en un saco casos que descriptivamente pueden parecer iguales, como hace por ejemplo la clínica –hoy ya en declive– de la psiquiatría del DSM a la que se refiere PBP para ponerla en continuidad con el propio psicoanálisis. Veamos qué dice hoy esta clínica descriptiva.
Los especialistas en operaciones trans lo repiten una y otra vez. No es lo mismo un trans que pide ser hormonado que un trans que exige ser operado quirúrgicamente, ya sea para extirparle el pene o para realizarle una faloplastia. No es un dato del psicoanálisis sino del discurso médico actual. Las consultas médicas y las diversas evaluaciones lo observan: no es tan simple confirmar cuándo se trata o no de un “verdadero trans”. ¿Qué sería, sin embargo, un verdadero trans? El proceso es siempre farragoso, y pasa, en los tratamientos médicos habituales, por distintas fases. La primera es el “tratamiento hormonal cruzado”, ya sea con estrógenos y antiandrógenos (para la mujer trans), o con andrógenos como la testosterona (para el hombre trans). Subrayemos que todo este camino sigue el orden binario igualmente: hombre trans / mujer trans. Los cambios físicos no tienen por qué ir acompañados de un cambio en la posición del sujeto y es por eso que se ve la necesidad de introducir una segunda fase, que suele llamarse “test de vida real”, como si hubiera otra vida que esa. Se contabilizan habitualmente dos años para verificar si el sujeto se siente de acuerdo con los primeros cambios físicos. En realidad, se trata de un tiempo subjetivo, imposible de contabilizar con el calendario. Hasta este punto, los cambios son siempre reversibles, como los que indica PBP. La tercera fase, que implica la cirugía y la intervención directa en los aparatos genitales, es irreversible. En el caso de la mujer trans: penectomía y retirada de testículos, con el añadido de prótesis mamarias. En el caso del hombre trans la cosa es más complicada: histeroctomía y retirada de ovarios, masectomía (extirpación del tejido muscular mamario) y faloplastia, consistente en la extracción de tejidos del brazo o del muslo para injertarlos de modo que se intente construir un pene de unos 12 a 13 cm de longitud, “con capacidad de penetración –se añade– gracias a una prótesis”. Son pocos los casos que llegan a exigir una faloplastia, ya que no resulta nada fácil, todavía, obtener un pene funcional de modo artificial. Todo se andará.
Pero cada caso es particular según el momento en que el sujeto decida detenerse o no en las distintas fases del proceso. Hay sin embargo un pasaje, la tercera fase, que es irreversible. Esta particularidad no nos dice nada tampoco sobre lo más singular de cada caso, que solo puede ser situado en el discurso del sujeto, siempre distinto de un caso a otro. Los casos son tan distintos como los resultados en cada paso en cada momento del proceso. Hay quien se siente planamente satisfecho y a gusto, hay quien se siente absolutamente decepcionado, hay quien considera suficiente la primera fase, hay quien exige la tercera como única vía posible, hay quien no soporta el resultado final.
Lo que nos encontramos realmente es un continuum de singularidades que solo por protocolo –más o menos acertado, más o menos cómodo– se pueden ordenar en clases distintas de trans. Y ninguna singularidad puede ser un modelo o una referencia para abordar el tratamiento de otra. PBP, por ejemplo, nos habla de un proceso que según él sería siempre reversible (1):
El proceso de metamorfosis política que acompaña a la transexualidad es una de las cosas más fáciles, bellas y gozosas que he hecho en mi vida […] Por si esto fuera poco, ese proceso de transición del que aquí les hablo no es en modo alguno irreversible. Bien al contrario, bastarían unos meses sin administrarme testosterona y la decisión consciente de “volver” a identificarme como mujer para que pudiera pasar de nuevo por uno de los cuerpos femeninos que habitan el espacio social. La supuesta unidireccionalidad de este viaje es una de las mentiras normativas del relato psiquiátrico y psicoanalítico. En un proceso de devenir trans no solo no es preciso convertirse en hombre, sino que es además completamente posible “volver” a ser mujer, o a ser otra cosa, si fuera necesario o deseado.
PBP pone aquí mucho cuidado en algunas de sus palabras, pero no tanto en otras. Se trata para él de un proceso que sería siempre reversible, es decir, sin llegar nunca a la tercera fase. Se trata de poder identificarse a pedido, con lo que sea, y “poder pasar de nuevo por uno de los cuerpos femeninos que habitan el espacio social”. “Pasar por” es una expresión que tiene tanto el sentido de “hacer apariencia de” como de “transitar por un lugar”, y siempre con la posibilidad de “volver”. La frontera es bidireccional, binaria incluso, porque supone que cada “país”, por decirlo así, es uno para el otro, y el otro es también otro para el uno. Los países pueden reconocerse entonces como pares, con una reciprocidad que asegure el pasaje por la frontera de manera bidireccional, con un pasaje de ida y vuelta. ¡Ah, si todo el mundo funcionara siempre con esta buena lógica de representantes y consulados, de reconocimientos mutuos y recíprocos! Digamos que solo un error de buena fe puede seguir soñando con un mundo así, y siempre será para despertar a una pesadilla, más real sin duda.
En todo caso, esta posición “trans” no tiene nada que ver con la llamada “tercera fase” que implica, se mire por donde se mire, un acto irreversible. No es solamente un acto quirúrgico, es también y sobre todo un acto de decisión y de elección subjetiva, una apuesta radical con respecto al cuerpo del goce y al modo de gozar del cuerpo. A partir de este acto, cuando es un verdadero acto, ya no es posible “volver”, pero sobre todo ya no es posible volver a “hacer apariencia de” sin multiplicar el desacuerdo con el propio cuerpo. Y hay casos, no son pocos, en los que este pasaje al acto tiene consecuencias irreversibles, a veces trágicas. Admitamos al menos que cruzar este umbral implica una diferencia importante, si no radicalmente decisiva, pero que parece que PBP no considera de ningún modo en su discurso. Parece, solo lo parece, porque en realidad si se lee bien, su discurso bordea este acto como el litoral del país donde se siente encerrado, el litoral de su jaula (2). Aun ahí, es preciso distinguir bien. Una cosa es “hacer apariencia” –de hombre, de mujer, de trans, de queer…–, otra muy distinta es cruzar una frontera sin vuelta atrás posible: ¡Alea jacta est! Ahí la frontera deja de ser frontera, simbólica o imaginaria. Es una pequeña gran diferencia, una diferencia que no es ya la de los sexos binarios sino una diferencia absoluta, sin vuelta posible al Otro lugar. Es una diferencia de la posición subjetiva ante el goce sexual, ante el cuerpo del goce. Pero aquí el discurso de PBP hace un nuevo viraje y vuelve a endilgar al psicoanálisis una supuesta “mentira normativa”, sin argumentar cuál sería esa mentira, y poniéndolo además al lado de una psiquiatría que tampoco es seguro que la sienta como suya. ¿Por qué?
He atendido, y he conocido también por supervisiones, varios casos de sujetos que se han presentado como “transgénero” al psicoanalista. Cada uno es distinto en su singularidad, con expectativas diversas cuando se ha encontrado en distintos momentos de las tres frases a las que se ven dirigidos por el discurso médico. Nunca los he escuchado siguiendo un protocolo normativo. Sí he escuchado, sin embargo, en cada caso, uno por uno, la importancia de cruzar o no esta frontera que dejaría de serlo al ser irreversible, al no poder ya “volver”. En este pasaje, el Otro lugar recíproco y reversible deja de existir como tal. Y es cierto, hay pocos casos en los que la certeza del sujeto vaya más allá de transitar en el registro del “parecer ser”. Y cuando hay esta certeza, las cosas cambian de modo radical. No es un problema de normas –sociales, ideológicas, patriarcales, homo, hetero, o lo que fuera–, es un problema de la singularidad de cada elección subjetiva, una elección que siempre está fuera de cualquier norma, ya sea legal, estadística o ideológica. Y que hay que escuchar como tal.
Meter en un mismo saco casos tan distintos es, simplemente, una impropiedad conceptual. El resultado es que el adjetivo “trans”, prefijo o sufijo, viene a significar posiciones sexuadas absolutamente dispares. La clínica del caso por caso, la única que puede sostener el psicoanálisis sin pretensiones de universalidad, debe saber escuchar en cada uno la singularidad de este “trans”, sin tener un prejuicio a priori. Finalmente, como también parece indicar PBP, lo “trans” es un rasgo de la época, del sujeto de nuestro tiempo sometido a ser un tránsfuga de las fronteras simbólicas que antaño ordenaban el mundo, o el menos lo hacían parecer. Y las fronteras entre géneros, razas, colectivos, han sido y siguen siendo una forma de organizar las segregaciones y violencias más abyectas. Convengamos, sin embargo, que en cada caso lo “trans” significa algo distinto, y para algunos casos algo radicalmente distinto, confrontados con una diferencia absoluta en el propio cuerpo, sin Otro al que “volver”. Y tal vez estos casos nos dicen algo todavía más real de lo que es el goce del cuerpo, el goce del cuerpo como el verdadero Otro, la verdadera alteridad tal como se presenta para cada ser humano, un Otro sin Otro posible con el que encontrar y situar “la diferencia”, siempre relativa en esta perspectiva.
Cuando no hay ningún Otro del Otro posible para establecer una reciprocidad, cuando no hay ningún Otro para el Otro como sucede en la reciprocidad de los géneros y sus fronteras reversibles –el cis es cis para el trans y el trans es trans para el cis– , entonces nos encontramos con la soledad del Otro, sin Otro más que lo acompañe, entonces nos encontramos con el Uno del goce del cuerpo, entonces nos encontramos, cada uno de un modo absolutamente singular, con la soledad del cuerpo. Y el cuerpo se nos revela, así, como el único y verdadero Otro, como el Otro único, el Uno en su goce. Entonces entendemos que no somos ese cuerpo, y que nunca llegamos a identificarnos plenamente con él. Entonces entendemos que solo te...

Índice

  1. Portadilla
  2. Legales
  3. Antecedentes
  4. El discurso del monstruo
  5. Freud y la homosexualidad
  6. La diferencia de los sexos
  7. “Numero Deus impare gaudet”
  8. El sexo es diferencia absoluta: Uno sin Otro
  9. No hay una estética del goce
  10. Experiencias trans-: “el cambio de sexo no existe”
  11. Desde el binarismo sexual hacia el unarismo del goce
  12. Un discurso sin fragmentos amorosos
  13. Baile de máscaras
  14. Entrevista a Paul B. Preciado
  15. Coda de François Ansermet y Omaïra Meseguer