Yago
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Yago

Las estrategias del mal

Harold Bloom, Ángel-Luis Pujante

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  1. 156 páginas
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Yago

Las estrategias del mal

Harold Bloom, Ángel-Luis Pujante

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"Fake News". A pesar de estar tan en boga en nuestros días, Shakespeare ya era consciente de la utilidad de este recurso a la hora de destruir destinos y por ello lo empleó como una de las "estrategias del mal" con las que Yago se vengaría de Otelo, y que lo convertirían en el antagonista más despiadado. No en vano rivaliza en importancia con Ricardo III.Harold Bloom analiza la figura de un Yago resentido y envidioso, dolido por no obtener el ascenso del que se creía merecedor. Lo define como "un pirómano que quiere prender fuego a todo y a todos". Sus deseos de venganza no conocen límites y su perseverancia y astucia lo llevarán a desarrollar una serie de estratagemas que en nuestros días se han convertido en mandamientos del maligno arte de la manipulación.Gracias a la traducción impecable de Ángel-Luis Pujante, el lector de habla hispana podrá conocer la infernal interioridad de Yago de la mano de Bloom, el más ávido lector shakesperiano y el mayor revolucionario en el análisis literario que nos ha dado el siglo xx.

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Información

Año
2021
ISBN
9788412329339
Categoría
Letteratura
Categoría
Saggi letterari
Capítulo 1
Envainad las espadas brillantes, que el rocío va a oxidarlas.
No sabemos si William Shakespeare llegó a salir de Inglaterra. Entre 1585 y 1589 no consta en los registros ni da señales de vida. Seguramente estaba iniciándose en los teatros de Londres, pero sólo podemos suponerlo. Recuerdo que, cuando fui a Elsinor (Castillo de Kronborg en Helsingør, Dinamarca) y entré en la Gran Sala, tuve la sensación de que Shakespeare tenía que haberla visto. Hay toda una tradición de representaciones de Hamlet en la Gran Sala, con actores como John Gielgud, Laurence Olivier, Derek Jacobi y David Tennant.
Si es que Shakespeare hubiera viajado al continente, tal vez con una compañía de actores, parece improbable que hubiera visto Venecia. Tanto Otelo, el Moro de Venecia como El mercader de Venecia transmiten el ambiente de esa ciudad-estado, otrora poderosa, cuyo declive era muy evidente en la época de Shakespeare.
Otelo es la más dolorosa de las obras de Shakespeare y en algunos aspectos es elíptica y extrañamente enigmática. La raza de Otelo nunca se explicita. ¿Es el Moro Otelo un africano negro, o es bereber o árabe? En nuestro tiempo se impone el que tenga que ser representado como negro y por un actor negro. En la primera producción de 1604, fue Richard Burbage, el actor principal de Shakespeare, quien encarnó a Otelo, mientras que a Yago lo representó Robert Armin, que en 1600 había sustituido al ingobernable Will Kemp como gracioso o bufón de la compañía. No sabemos si Burbage actuaba con la cara ennegrecida o se presentaba como árabe. En 1604 un «moro» podía ser ambas cosas, y Shakespeare tuvo que observar una pluralidad de razas africanas cuando en 1601-1602 estuvieron en Londres el embajador de Marruecos y su séquito.
Las incongruencias de Otelo son fascinantes y decisivas. Desdémona tendrá unos catorce o quince años como máximo. Otelo tal vez unos cincuenta. Parece más bien distraído o miope y suele preguntar a Yago lo que ocurre. Al ser a la vez un espléndido capitán general de un ejército mercenario y una especie de hombreniño propenso a llorar, no facilita nuestra comprensión.
Como Otelo es evidentemente un cristiano devoto, nos preguntamos si fue bautizado como tal o si se convirtió. Si era un converso, no lo fue desde el islamismo, sino desde el paganismo. Es lo que parece sostener que era un negro africano descendiente de una familia real pagana. Los moros marroquíes se habían sometido al islamismo. La mayoría de los negros africanos de más al sur eran paganos. Según su propio relato, Otelo era de sangre regia y se había convertido en niño guerrero. Tras haber conocido el cautiverio, se había liberado y pudo seguir una larga carrera militar hasta alcanzar el indiscutido liderazgo de las fuerzas armadas de Venecia.
Su amor a Desdémona es más estético que libidinoso. Y el sano deseo de ella por él excede con mucho la apetencia carnal de él por ella. En diferentes momentos de este libro abordaré la controvertida cuestión de si Desdémona muere virgen. Apoyándome en el texto mostraré que ni Otelo ni ningún otro la llevó a la consumación.
Desde hace casi tres cuartos de siglo he estado asistiendo ávidamente a representaciones de Otelo. La primera fue en Nueva York, en noviembre de 1943, con Paul Robeson en el papel de Otelo, José Ferrer en el de Yago y Uta Hagen en el de Desdémona, y bajo la dirección de Margaret Webster, quien además encarnó vigorosamente a Emilia.
Con diferencia, el mejor Yago que he visto fue en la compleja y aterradora actuación de Frank Finlay, que vi en Londres en 1964. Laurence Olivier, con la cara pintada de negro, era un Otelo muy inapropiado, desbancado por Finlay y de hecho por el resto del reparto (Maggie Smith como Desdémona, Joyce Redman como Emilia y Derek Jacobi como Casio).
Más recientemente he visto varios Yagos excelentes, pero ninguno a la altura de Frank Finlay. De diferentes modos, Kenneth Branagh, el estupendo Simon Russell Beale y el actor cómico Rory Kinnear aumentaron mi percepción de Yago, pero ni siquiera Beale igualaba a Finlay. Añadiré que no he visto nunca un Otelo apropiado, salvo quizá el de Orson Welles en su versión cinematográfica (1951).
A lo largo de este libro, Yago. Las estrategias del mal, volveré varias veces a la actuación de Frank Finlay. Poseía una tensa fusión de amor y odio a Otelo. Yago es el alférez o portaestandarte del Moro Otelo, es decir, el soldado portador de la bandera de Otelo que ha jurado morir antes que permitir que le arrebaten los colores de su general. Ha luchado en las batallas de Otelo y ha adorado al Moro casi como a un dios. Antes de que empiece la tragedia, Yago ha sufrido una conmoción que lo ha castrado y le ha arruinado su razón de ser. Se le ha descartado para ascender a teniente de Otelo y padece de lo que el Satán de John Milton, que debe mucho a Yago, llama «un sentimiento del mérito herido».
En tanto que Lucifer aún no caído, Satán era, después de Dios, el segundo de la jerarquía celestial. Cuando Dios, con bastante beligerancia, proclama que acaba de engendrar a Cristo, su hijo unigénito, y que «Quien le desobedezca, Me desobedece», el ofendido Satán comienza su rebelión contra Dios. La progenie de Yago empieza con el Satán de Milton y de ahí p...

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