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Oriente frente a Occidente
Los 10 episodios clave de la historia Antigua y Medieval
- 480 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Oriente frente a Occidente
Los 10 episodios clave de la historia Antigua y Medieval
Descripción del libro
Las grandes incógnitas de la Antigüedad y el Medievo, que desde siempre han despertado nuestra curiosidad más innata, reunidas en un solo libro, en el que estos enigmas serán resueltos de forma amena y tratados con celosa rigurosidad. Diez enigmas de la Historia Antigua y Medieval aparentemente sin conexión entre sí, que se suceden a lo largo del hilo temporal y que, sorprendentemente, los principales hechos narrados en ellos tienen un mismo motor: el anhelo de Occidente por la conquista de Oriente.
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Información
Categoría
HistoryCategoría
European Medieval HistoryCapítulo 1
Del Bronce al Hierro: ¿qué perdió la Humanidad a lo largo de este tortuoso camino?
MARCO HISTÓRICO
Una vez ya superada la Prehistoria, en los albores de la Historia, un metal precioso imperaba en los campos de batalla donde combatían los guerreros de las primeras civilizaciones. Es por ello que en Asia Menor, en Mesopotamia, en Egipto y hasta en el área del Egeo, se hacía la guerra con armas de bronce, una aleación de cobre y estaño que constituía un bien escaso.
Así fue como, entre aproximadamente los años 3000 y 1200 a. C., en torno a este metal giró la prosperidad de los diferentes imperios y culturas que dominaron las regiones geográficas a las que hemos hecho alusión en el párrafo anterior, ya que de esta preciada fundición dependía en buena medida el poderío económico y la fuerza de combate de las superpotencias de la Edad del Bronce. Sería esta también, a su nivel, una época con un marcado carácter globalizado, donde los intercambios comerciales y culturales eran frecuentes, con un mar Mediterráneo que servía para conectar a las diferentes culturas.
Hacia el final del periodo conocido como «Edad del Bronce», el Egipto faraónico, el Imperio hitita, Troya o la Grecia micénica, se encontraban en el cenit de su poder cuando, de forma repentina, todos fueron borrados de la Historia con sorprendente rapidez, a excepción del primero de ellos, que logró sobrevivir con no pocas dificultades. Precisamente el Imperio Nuevo egipcio nos ha legado la que constituye nuestra principal fuente de la época, que aporta algo de «luz» al respecto, dado que el nivel de destrucción del resto de civilizaciones del Bronce Final alcanzó un nivel tal que poca información escrita hemos heredado.

Sarcófago egipcio decorado con una imagen de Anubis (Museo del Cincuentenario, Bruselas, Bélgica). El dios Anubis estaba asociado al profundo culto a la muerte desarrollado por la civilización egipcia. Representado con forma de chacal, como en la fotografía, o con cuerpo humano y cabeza de este cánido, era la divinidad que supuestamente había transmitido a los nilotas el ancestral arte de la momificación.
Los textos egipcios de este periodo nos hablan de unos misteriosos invasores, a los que denominan «Pueblos del Mar», que fueron los causantes de las oleadas de destrucción que pusieron en jaque la estabilidad de la tierra de faraones y que terminaron, a su vez, con el resto de los imperios del Bronce. Concretamente son los escritos de los reinados de Mineptah y Ramsés III, hacia finales del siglo XIII a. C., los que hacen alusión a unos invasores «procedentes de las islas de en medio del mar». Pero... ¿a qué islas y a qué mar se refieren las crónicas egipcias? Sabemos bien poco de esto como para llegar a una respuesta concreta. Conocemos que, entre finales del siglo XIII a. C. y principios del XII a. C., tuvo lugar un amplio movimiento de invasiones de una serie de pueblos de dudoso origen. Acaso casi lo único que conocemos de ellos lo aportan, como ya bien sabemos, sus contemporáneos egipcios. Este fenómeno migratorio provocó, en palabras de J. Alvar (1989), la desaparición del equilibrio político y de la estabilidad económica en el Mediterráneo oriental, es decir, de todas y cada una de las grandes civilizaciones mencionadas anteriormente. De esta forma, los Pueblos del Mar son responsables de la ruptura de la organización territorial del área geográfica descrita, durante el Bronce Final, así como de la aparición de nuevas estructuras estatales que ocuparán el nicho dejado libre por las anteriores, ya enmarcadas en un nuevo periodo histórico, denominado «Edad del Hierro», por ser este el nuevo metal usado a la hora de fabricar herramientas y armas. Con ello los seres humanos pasaron de emplear caros útiles de bronce a manejar utensilios de hierro, un metal más fácil de obtener y de fundir, a la vez que más resistente y versátil, por lo que otorgaba una superioridad manifiesta en el campo de batalla.
Unos tres siglos antes del colapso, en torno al año 1500 a. C., ya en el Bronce Final, la situación geopolítica en el Mediterráneo oriental era la que describiremos a continuación.
Por esos años en el valle del Nilo aparecía el denominado Imperio Nuevo, tras tener lugar la reunificación del Alto y el Bajo Egipto. Los nuevos faraones se sintieron con fuerza suficiente como para tratar a partir de entonces de ir más allá de su propio territorio, alejando con ello el peligro de su centro de poder con el objeto de defenderse mejor de una posible agresión exterior. Esto ya había sucedido anteriormente con los hicsos, procedentes de Oriente Próximo, la vía de entrada más probable para las invasiones, donde también estaban presentes otras importantes potencias militares, como asirios y babilonios. Es por ello que en esta época Egipto estrechará el cerco sobre las ricas ciudades cananeas de Gaza, Meggido, Damasco, Ugarit o Alepo, cuyo dominio le permitía, además, controlar las principales rutas comerciales marítimas y caravaneras de la región. Pero sin duda que salirse de su esfera tradicional de influencia podía reportarle nuevas complicaciones a Egipto, por más que volviera a ser poderoso, dado que de allí procedían, como bien sabemos, la mayoría de sus potenciales rivales, motivo por el cual pronto chocaría con el primero de ellos: el Imperio hitita.
Esta potencia, en ciernes también por entonces, no poseía capacidad naval, por lo que para ella resultaba clave dominar las ciudades costeras de Oriente Próximo, de forma que esto le permitiera abrir una vía marítima de comercio con el Mediterráneo, llevando a sus habitantes a una especie de vasallaje. De esta forma no solamente se servían los hititas de estos territorios satélite para el intercambio de mercancías, sino que también neutralizaban posibles incursiones procedentes del mar, medio al que, como iremos develando, curiosamente parecían temer, sorprendente dato este, sobre todo si tenemos presente que otro pueblo con el que es muy probable que estuvieran emparentados, es decir, la civilización micénica, a la que nos referiremos en breve, poseía una amplia tradición marinera.
La estrategia defensiva de utilizar «Estados pantalla» para bloquear el contacto directo con posibles invasores, tal y como hemos podido observar en el caso egipcio e hitita, resultaba ser fundamental a la hora de mantener la integridad de los imperios del Bronce.

Fresco minoico en el Museo Arqueológico de Heraclión, en Creta (Grecia), donde se representa una escena con tres damas que al parecer están danzando. Curiosamente en esta civilización de la Edad del Bronce no abundan las representaciones pictóricas bélicas, sino las de tipo ceremonial, como la de la imagen.
El Imperio hitita, o país de Hatti, se extendía por buena parte de Anatolia y por la zona norte de Canaán o Palestina, en la nueva área litoral de expansión egipcia, punto en el que ambos se encontraron y donde pronto colisionaron. Hasta allí llegaban también los barcos micénicos, con amplios intereses a su vez en la zona, ya que más al norte poseía las colonias de Mileto y Halicarnaso.
Entra por lo tanto en escena otro Imperio del Bronce, el micénico, que tras el colapso de la anterior civilización hegemónica de la región del Egeo, es decir, los minoicos, pasaron a dominar no solamente la Grecia continental, sino también todas sus islas. Fue probablemente la catastrófica erupción del volcán de la isla de Tera o Santorini, también hacia el año 1500 a. C. con el que hemos comenzado esta descripción, lo que acabó con el predominio minoico de los mares y con su propia existencia como civilización.
Es muy probable que la capacidad marinera y guerrera de los micénicos les llevara no solo a mantener estrechas relaciones comerciales con el resto de culturas de Oriente Próximo, tal y como nos muestra la arqueología, con una amplia distribución de la cerámica de origen griego hallada en sus costas. Por lo tanto, pudiera ser que sus barcos recorrieran todo lo largo y ancho del Mediterráneo, fundando colonias y provocando que este mar se convirtiera en una especie de Mare Nostrum, un pequeño mundo globalizado para las civilizaciones del Bronce, interconectado por sus aguas a través de esta talasocracia.
En este mar, operaban las grandes naves micénicas de carga, con una capacidad de hasta ciento cincuenta toneladas, como afirma Pilar Pardo (2002), probablemente escoltadas por esbeltos barcos de guerra. Estos últimos eran de hasta treinta y cinco metros de eslora por seis de manga, con altos mástiles de unos doce metros, provistos de velas cuadradas y de unos quinientos remeros, que operarían a máxima capacidad cuando había que entrar en combate y se debía preservar la arboladura. Las proas de estas embarcaciones iban armadas de un espolón para mandar a pique los barcos enemigos o poder barrer sus líneas de remos y que así quedaran inmovilizados. Pero sin duda, el principal objetivo de estas flotas era, más que la labor defensiva descrita, desempeñar una función ofensiva, realizando incursiones en territorios extranjeros con miras a obtener un buen botín. Porque si hay una cosa cierta con respecto a los micénicos es que su sociedad vivía por y para la guerra, al igual que sucedería más tarde con otros pueblos de amplia tradición marinera, tales como los vikingos: grandes navegantes, buenos exploradores, colonizadores, excelentes comerciantes e incluso temidos piratas. Las expediciones de las armadas micénicas extenderían su red de navegación en oriente a través de todas las islas griegas, Anatolia, las costas de levante y Egipto; así como en occidente llegarían al sur de Italia, Sicilia y Cerdeña, presencia que está ampliamente atestiguada por los hallazgos de su cerámica en todos estos lugares. Es por ello que sus vasijas pintadas han sido encontradas en excavaciones arqueológicas ampliamente dispersadas, como las existentes en Sicilia, Cerdeña, la isla de Vivara en la bahía de Nápoles, o incluso en un lugar tan remoto como Montero (Córdoba), en el yacimiento de Llanete de los Moros.
Óscar Martínez García (2015) destaca además el fluido contacto micénico con la Europa central y septentrional, con el fin de obtener suministros del escaso estaño, necesario para fundir la preciada aleación de bronce, metal que proporcionaba todo el prestigio que poseía su élite militar, al frente de la cual se situaba el wanax, título de los soberanos de las ciudades-Estado griegas de la época, unos auténticos señores de la guerra. Los wanax estaban instalados en sus palacios-fortaleza, desde donde controlaban la política y la economía de sus dominios.

Casco de colmillos de jabalí. Este elemento de protección poseía en los laterales carrilleras para proteger las orejas y las mejillas y se utilizaba en combinación con una armadura de placas de bronce, similar a la hallada en Dendra, que estaba formada por gorguera, peto, espaldar, hombreras y escarcelas, así como también solían emplearse brazales y grebas.
Sin duda que las principales rutas comerciales micénicas fueron creadas principalmente para proveerse de estaño, cobre y otros metales, esenciales a la hora de exhibir a sus hord...
Índice
- Portada
- Créditos
- Índice
- Prefacio
- Capítulo 1. Del Bronce al Hierro: ¿qué perdió la Humanidad a lo largo de este tortuoso camino?
- Capítulo 2. Hoplitas griegos: ¿milicia campesina o soldados profesionales?
- Capítulo 3. La gran civilización griega: ¿por qué Grecia nunca constituyó un imperio (estable)?
- Capítulo 4. La pequeña Macedonia de Alejandro Magno: ¿cómo un insignificante y periférico reino logró someter a un inmenso y poderoso imperio como el persa?
- Capítulo 5. El hundimiento del Imperio romano: ¿cuándo y cómo cayó Roma?
- Capítulo 6. El Imperio bizantino: ¿por qué resistió el Imperio romano de Oriente mientras el de Occidente languidecía?
- Capítulo 7. Bárbaros germánicos: ¿cómo un grupo étnico desunido y menos avanzado que Roma acabaría constituyendo el germen de los Estados europeos actuales?
- Capítulo 8. Las Cruzadas: ¿fervor religioso u oportunismo político?
- Capítulo 9. Cátaros: ¿nueva religión o herejía cristiana?
- Capítulo 10. La Corona de Aragón: ¿qué llevó a Aragón a salvarse de su desaparición para hacerse dueño del Mediterráneo?
- Bibliografía
- Contraportada