Ética cristiana
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Ética cristiana

Cómo navegar en tiempos turbelentos

Miguel Núñez

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Cómo navegar en tiempos turbelentos

Miguel Núñez

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Información del libro

El exitoso autor y pastor, Miguel Núñez, reúne más de treinta años de experiencia docente en un solo volumen. Este libro tiene el propósito de proporcionar una cosmovisión bíblica para cuestiones éticas difíciles, incluidas cuestiones contemporáneas como la riqueza y la pobreza, el matrimonio y el divorcio, el control de la natalidad, el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, las prácticas comerciales, la administración ambiental, decir la verdad, conocer la voluntad de Dios, entender las leyes del Antiguo Testamento y muchas más. Best-selling author and pastor, Miguel Núñez, puts over thirty years of teaching experience into a single volume. This book has the purpose of providing a biblical worldview for difficult ethical issues, including contemporary issues such as wealth and poverty, marriage and divorce, birth control, abortion, euthanasia, homosexuality, business practices, environmental stewardship, telling the truth, knowing God's will, understanding Old Testament laws, and many more.

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Información

Editorial
B&H Español
Año
2021
ISBN
9781087722733
TERCER PARTE
La Biblia, la imagen de Dios y la bioética
10
La Biblia, la imagen de Dios y los derechos humanos
El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre.(Génesis 9:6)
E n la mayoría de los libros de ética cristiana, hay una sección dedicada a los derechos humanos. Sobre este tópico en particular, nuestro argumento es que los derechos humanos deben estar basados en la imagen de Dios plasmada en el hombre, pues si Dios no forma parte de la ecuación y el hombre es considerado un simple fruto de la evolución de la materia, se hace entonces muy difícil defender los derechos humanos de manera congruente. Trataremos de probar ambas cosas a lo largo de este capítulo.
Cuando hablamos de derechos humanos, nos referimos a aquellos derechos inherentes a cada individuo, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen étnico, color, religión, lengua o cualquier otra condición. De modo que, todos tenemos los mismos derechos, sin discriminación alguna. Ahora bien, piense por un momento que Dios no existe; ¿cuál sería entonces el fundamento para considerar que todos los seres humanos tienen los mismos derechos? Nosotros entendemos que es así, pero lo creemos por una razón íntimamente relacionada con la cosmovisión cristiana, y es que Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza (Gén. 1:27). Somos hechura suya, y el Dios que nos creó nos manda a amar al prójimo como a nosotros mismos. El cristiano tiene razones bíblicas para considerar los derechos humanos como buenos y válidos, pero los que no creen en Dios (como vamos a ver en un momento) no tendrían razones para pensar de esa manera.
Según el artículo primero de la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».
Es interesante que esta declaración de las Naciones Unidas comienza haciendo un llamado al buen comportamiento, es decir, a la buena ética. Asimismo, llama la atención que dice que todos los seres humanos nacen libres, cuando en realidad la Palabra de Dios afirma que el hombre nace esclavo del pecado (Sal. 51:5). Obviamente, ellos se refieren a que, a lo largo de la historia, han existido personas esclavizadas por otras, pero esas personas no nacieron siendo esclavas, sino en un estado de libertad que les fue suprimido por otros individuos, lo cual no corresponde a los derechos humanos.
¿Qué es el ser humano?
Para Sócrates, considerado uno de los más grandes filósofos griegos, el hombre era un bípedo sin plumas. Pero no es así, porque si toma un pollo y le quita las plumas, no puede decir: «¡He aquí un hombre!».105 ¿Se da cuenta del sinsentido de esa declaración? Eso nos permite ver que aun personas sumamente sabias pueden ser capaces de declarar las cosas más ilógicas. Por otro lado, Karl Marx, fundador del marxismo, se refiere al hombre como homo faber, es decir, un hombre que fabrica o un fabricador. Y con esa idea, Marx básicamente convirtió al hombre en un instrumento al servicio del Estado; pues si el hombre era simplemente un fabricador, el Estado debía ponerlo a producir. Con esto, una vez más se evidencia que nuestra cosmovisión determina nuestro accionar, pues anteriormente mencionamos que uno de los componentes esenciales de toda cosmovisión es la antropología, lo cual implica que el concepto que tenemos del ser humano influye en la manera en que valoramos y tratamos a los demás.
Algunos filósofos existencialistas definieron al hombre como el homo volens, es decir, el hombre con voluntad o con la capacidad de decidir por sí mismo. De manera que el hombre podía hacer todo cuanto quisiera, porque en el existencialismo no hay un Dios al que debemos rendir cuentas. Por lo menos así sucede en el existencialismo materialista, pues Søren Kierkegaard, filósofo existencialista y teólogo danés, lo veía de otra manera. Por su parte, Friedrich Nietzsche, en su obra Así habló Zaratustra, habló del hombre como el Übermensch, o el superhombre en alemán, un ser capaz de no depender de nada ni de nadie; capaz de crear sus propios valores y de controlar su propio destino.
Para Nietzsche, uno de los grandes peligros de la sociedad eran los débiles, los oprimidos, y de eso habla en su libro La genealogía de la moral.106 Lamentablemente, esa idea de que los débiles representaban un peligro para la sociedad fue abrazada por Adolf Hitler, quien defendió arduamente el principio de la superioridad de la raza aria y, según ese concepto, eliminó a seis millones de judíos. Algo similar ocurrió en China con Mao Tsé-tung, en Rusia con Joseph Stalin, y en Italia con Benito Mussolini. Esto nos da una idea de que realmente lo que el hombre cree y, en particular, lo que cree acerca del ser humano, determina cuál será el trato que le dará a los demás. La siguiente historia ilustra muy bien lo que estamos tratando de explicar:
En una ocasión, Stalin quiso explicar por qué trataba a las personas tan brutalmente. Cuenta la historia que pidió un pollo vivo, lo agarró y procedió a arrancar todas sus plumas una por una, a pesar del dolor que el pollo parecía experimentar. Luego colocó al pollo en el suelo. Según la historia, el pollo parecía estar aterrado y se pegó de sus pantalones. Stalin le arrojó un puñado de granos. El pollo siguió a Stalin en la medida que él caminaba por la habitación. Stalin se detuvo un momento y dijo a los presentes: «Esta es la forma de gobernar a la gente. ¿Notaron cómo ese pollo me siguió para comer, después de todo el dolor que le causé? La gente es como ese pollo. Si le infliges un dolor excesivo, te seguirá por comida el resto de su vida».107
Una vez más, lo que creemos acerca del hombre determina la manera en que lo tratamos.
Por otro lado, Sigmund Freud entendía que el hombre era básicamente un ser sexual que pasaba por diferentes etapas del desarrollo sexual y que muchas de sus patologías psicológicas en la edad adulta dependían de dicho desarrollo. Tristemente, Sigmund Freud observó un comportamiento en los seres humanos que ocurre como fruto de la caída del hombre, y que corresponde a una completa distorsión del diseño original de Dios para el sexo, y eso lo hizo llegar a la conclusión de que el hombre era básicamente un ser sexual, que tendía a definir todo y a tomar decisiones de acuerdo a su entendimiento de la sexualidad.
Peter Singer, catedrático estadounidense y uno de los filósofos más destacados de hoy en día, establece en su libro, Practical Ethics, que el hombre es básicamente otro animal más, con los mismos derechos que el resto de los animales. Es más, ha dicho que el hombre probablemente tiene menos derechos que algunos animales porque, por ejemplo, un infante no tiene conciencia de sí mismo y los animales sí la tienen. «Por tanto —dice Singer—, la vida de un recién nacido puede ser menos que la vida de un cerdo, de un perro o de un chimpancé». Singer agrega que sería razonable esperar un período de unos 28 días antes de suponer que un recién nacido tiene los mismos derechos que otros.108 Esa es la razón por la que él opina que si un padre tiene un hijo con síndrome de Down, el Estado debiera concederle el derecho de quitarle la vida hasta la edad de tres años, pues con eso probablemente aliviaría su dolor. Obviamente, Peter Singer es completamente ateo y el concepto que tiene del hombre es igual al que tiene de cualquier animal. Y, ¿qué hacemos nosotros con los animales? Los usamos, los matamos y los comemos como alimento. Ese es el poco valor que Singer le da a la vida humana. Y por eso nosotros necesitamos recordar una vez más que el concepto que tenemos del ser humano es vital para nuestro diario vivir y determina nuestro accionar frente a los demás.
El valor y la dignidad del ser humano
Si vamos a la Biblia para ver cómo Dios mira al hombre y cuál es el valor que la Palabra de Dios le da a la vida humana, nos encontramos a David haciendo la siguiente pregunta: «¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides?» (Sal. 8:4). En el Salmo 8, el salmista está reflexionando sobre lo insignificante que es el hombre ante la grandeza del Creador. La expresión «el hijo del hombre» es en la opinión de algunos académicos un título mesiánico, pues apunta a que Cristo vendría y se encarnaría, pero a la vez contempla al ser humano común y corriente. Y la respuesta a la pregunta de David se encuentra en el mismo Salmo 8, cuando David escribe: «¡Sin embargo, lo has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronas de gloria y majestad!» (Sal. 8:5). Para Dios, el hombre es la coronación de su creación; un concepto completamente diferente al de estos pensadores y filósofos que acabamos de citar. Por tanto, bajo la cosmovisión cristiana, el trato que se le da a la vida humana es totalmente distinto a lo que observamos en cualquier otro sistema religioso.
El hombre es la obra maestra de Dios, hecho a imagen y semejanza del Creador, y puesto a cargo de la administración de toda la creación como representante de Dios. La palabra traducida imagen proviene del hebreo tselem, y básicamente significa una figura representativa; en este caso, un representante de Dios. En griego, la palabra es eikon, que significa «imagen», «figura», «semejanza», y equivale a la palabra «ícono» en español. Un ícono es una imagen o símbolo que guarda relación con aquello que representa. Asimismo, el hombre es un ícono de Dios, alguien que representa a Dios. Eso es precisamente lo que se suponía que Adán y Eva debían hacer: representar a Dios en la tierra como administradores de toda la creación. El Señor entregó la creación entera a esta pareja, potencialmente hasta más allá del planeta Tierra, para que la administraran y ejercieran dominio sobre ella. Por tanto, cuando Adán y Eva cayeron, la creación entera cayó con ellos porque cayeron sus gobernantes, por así decirlo.
Entonces, la razón por la que vamos a respetar los derechos de los demás es porque esas personas llevan impresa la imagen de Dios, que aún permanece en el hombre a pesar de haber sido manchada por el pecado. Cuando el hombre cayó, la imagen de Dios no quedó obliterada, quedó manchada. La única explicación para que todavía exista en los seres humanos el deseo de hacer cosas morales es que las personas llevan impresa la imagen de Dios, y es esa imagen de Dios en ellos la que permite que todavía tengan deseos de hacer cosas buenas. Esto es parte de lo que muchos teólogos han llamado la gracia común de Dios. Es esa gracia que ha sido derramada sobre todo ser humano y que en ocasiones le permite comportarse como un cristiano, aun sin serlo.
En Romanos 2:14-16, el apóstol Pablo habla de que los gentiles, que no conocen a Dios, tienen los dictámenes de la ley escritos en sus corazones, y su conciencia a veces los defiende y otras veces los acusa. Pero, ¿cuándo es que la conciencia del incrédulo lo defiende? Cuando hace las cosas bien hechas. ¿Y por qué un incrédulo opta por hacer el bien? Porque cumple por instinto los mandatos de la ley, ya que tiene la ley de Dios escrita en su corazón. ¿Y cómo es que tiene la ley de Dios en su corazón? Porque es portador de la imagen de Dios, y Dios mismo la impregnó en los corazones y la conciencia de todo ser humano, creyente o no creyente. Esa es la base bíblica para defender los derechos humanos.
En la revelación de Dios, la dignidad del hombre encuentra su fundamento en Génesis:
Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Gén. 1:26-27).
Observe cuánto Dios valora Su imagen, que en Génesis 9:6, declara: «El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre» (Gén. 9:6). Esa es la base de la pena capital. La teología reformada, donde estamos nosotros, cree en la pena capital porque es un principio que antecede a la ley de Moisés. Cuando la ley de Moisés fue eliminada, ese principio no fue eliminado porque no pertenecía a la ley de Moisés. Ahora bien, la razón por la que Dios dice que aquel que le quita la vida a otro merece la muerte es justamente el alto valor que Dios le confiere a la imagen que esa persona acaba de obliterar. Entonces, la única razón por la que nos espantamos con la pena de muerte es que no valoramos al ser humano como Dios lo valora. Si reconociéramos el valor real que el ser humano tiene ante los ojos de Dios, no nos asombraría en lo más mínimo que si alguien le quita la vida a otra persona de manera intencional, de ese agresor se demande su propia vida en pago por lo que hizo, pues esa persona ha hecho algo horripilante.
Así pues, en la misma Palabra de Dios podemos observar cómo el Señor va revelando el valor que da a aquellos que portan Su imagen. En el Nuevo Testamento, encontramos a Santiago, el medio hermano de Jesús, hablando de cómo la lengua, a pesar de ser un órgano tan pequeño, tiene el poder de causar mucho daño. Por eso debemos tener cuidado con todo aquello que decimos; pues, como dice Santiago, «con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios» (Sant. 3:9). El contexto de este pasaje es el desenfreno de la lengua, el chisme, las ofensas verbales y las falsas acusaciones contra el hombre. Dios, por medio de Santiago, desaprueba el uso de la lengua para tratar a las personas de esa manera, y la razón de su rechazo a tales cosas es que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. De manera que, cuando somos irrespetuosos con nuestro prójimo, no simplemente estamos irrespetando a esa persona, sino que estamos mancillando la imagen de Dios y eso no es poca cosa. Reconocer que las personas son portadoras de la imagen del Dios del cielo y la tierra nos debe llevar a respetar al otro de una mejor manera. Por ejemplo, cuando personas se han acercado a nosotros en consejería para con...

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