Una fe lógica
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Una fe lógica

Usando la razón para creer en Dios

Timothy Keller

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Una fe lógica

Usando la razón para creer en Dios

Timothy Keller

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VIVIMOS EN UNA ÉPOCA en que se valora la razón empírica, la evolución del progreso humano y el derecho de todos a elegir su más auténtica expresión del sentido de la vida, de propósito y de gozo. Entonces, ¿tiene sentido la noción de un Dios o de un poder superior? ¿La fe y la religión ofrecen algo de valor?
En este nuevo libro intelectualmente estimulante, el pastor y autor de variosbest seller del New York Times, Timothy Keller, invita a los estudiantes de filosofía secular y a aquellos escépticos en cuanto a la fe y la religión en general a considerar que el Dios cristiano sigue teniendo sentido. ¿Qué pasaría si el cristianismo nos proveyera recursos sin precedentes para responder las preguntas sobre la satisfacción, la libertad personal, la justicia y la esperanza?
Escrito para el que está buscando pero se encuentra indeciso, así como para el escéptico secular, Una fe lógica arroja luz sobre el profundo valor y la importancia del cristianismo, ahora más pertinente que nunca. We live in an age of skepticism. Our society places such faith in empirical reason, historical progress, and heartfelt emotion that it's easy to wonder: Why should anyone believe in Christianity? What role can faith and religion play in our modern lives?
In this thoughtful and inspiring new book, pastor and New York Times bestselling author Timothy Keller invites skeptics to consider that Christianity is more relevant now than ever. As human beings, we cannot live without meaning, satisfaction, freedom, identity, justice, and hope. Christianity provides us with unsurpassed resources to meet these needs. Written for both the ardent believer and the skeptic, Making Sense of God shines a light on the profound value and importance of Christianity in our lives.

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Información

Editorial
B&H Español
Año
2017
ISBN
9781433644733
PARTE DOS
La religión es más de lo que piensas que es
Tres
Un sentido de la vida que el sufrimiento no puede quitarte
Quizás no haya una pregunta más fundamental que ¿cuál es el sentido de la vida? Sin embargo, muchos pensadores considerarían esto una pregunta falaz. Al fin y al cabo, afirmarían, no hablamos de si una cueva tiene sentido o no lo tiene, o si una tormenta de nieve es verdadera o falsa. Quizás nos encante una vista espectacular del mar, pero no esperamos que el mar nos corresponda. «El sentido», se dice, no es una característica de algo en el mundo; es solo cómo los humanos se sienten en el momento. Según esta opinión, cada uno de nosotros decide si un particular objeto tiene sentido para nosotros, pero preguntar cuál es el sentido de la vida es absurdo. La vida no puede tener una razón de ser.
Al final de su libro ¿Qué significa todo esto?, el filósofo Thomas Nagel se preguntaba si esta cuestión del sentido viene de una percepción exagerada de nuestra propia importancia.166 Él proponía que dado que «la tumba es la [única] meta [de la vida], tal vez es ridículo que nos tomemos tan en serio». Debería ser suficiente solo tomar la vida como viene y disfrutarla tanto como nos sea posible. Muchos quieren más que eso. Quieren una razón para creer que su vida «importa desde afuera».167 Es decir, quieren que su vida esté conectada a algo más allá de sus meros placeres y comodidades, que represente algo más elevado. Eso, afirmaba Nagel, es pedir demasiado. ¿Por qué torturarnos?
Sin embargo, lo hacemos. Cuando se les preguntó si pensaban sobre el sentido y el propósito de la vida, cerca de tres cuartos de las personas en todo el mundo indicaron que lo hacían a menudo o a veces. Las diferencias regionales son pequeñas, oscilando del 89 % en África al sur del Sahara al 76 % en Asia.168 Y esta pregunta sobre el sentido de la vida probablemente no disminuya. Martin Heidegger aducía de forma convincente en Ser y tiempo que los seres humanos se distinguen de otros seres vivos «por su capacidad de cuestionar su propia existencia. Son criaturas para quienes la existencia como tal, no solo los rasgos específicos de esta, es problemática».169
Sin embargo, ¿qué estamos preguntando de verdad cuando inquirimos sobre el sentido de la vida? En el uso común el término «significado» tiene dos sentidos que se traslapan. El primer significado tiene que ver con el propósito, es decir hay una intención detrás de ese algo, como, por ejemplo: «¿tuviste la intención de herirla de esa manera?». El segundo sentido tiene que ver con la relevancia, es decir que representa algo, si actúa como una señal que indica algo más allá de sí mismo. Ambas acepciones se traslapan y, sin duda, pueden unirse. Se puede preguntar, «¿estas rocas en el suelo tienen algún significado?». Si fueron puestas allí con el propósito de señalar el camino hacia la siguiente ciudad, la respuesta sería, sí lo tienen; pero si solo se cayeron de la pendiente después de una fuerte lluvia, la respuesta sería, no lo tienen.
Por ejemplo, si las personas afirman que sienten que su vida no tiene sentido, no necesariamente significa que no tienen buenos trabajos, familia y amigos y los medios para vivir cómodamente. Significa que no están seguras para qué se lleva a cabo toda esta actividad. En otras palabras, no están seguras que todo su quehacer realmente importa, que marcan una diferencia o que logran algo más allá de toda esta actividad.
Así que, para que la vida tenga sentido debe tener tanto un propósito general para vivir y la seguridad de que estás marcando una diferencia al traer algún bien más allá de ti mismo.
La necesidad psicológica para esto es indiscutible. El profesor, médico y autor Atul Gawande relataba sobre un doctor que trabajaba en un asilo de ancianos. Este persuadió al administrador para llevar perros, gatos, periquitos, un grupo de conejos e incluso gallinas ponedoras con el fin de que los cuidaran los residentes. Los resultados fueron importantes. «Los residentes empezaron a despertarse y a cobrar vida. Los que habíamos creído que no eran capaces de hablar comenzaron a hacerlo […]. Los que habían estado completamente retraídos y que no caminaban empezaron a acercarse a la estación de enfermeras y decir: “Llevaré al perro a pasear”. Todos los periquitos fueron adoptados y nombrados por los residentes».170 El uso y la necesidad de psicofármacos para la agitación bajó considerablemente, al 38 % del nivel previo. Y «las muertes disminuyeron en un 15 %».
¿Por qué? El arquitecto de estos cambios concluyó: «Creo que la diferencia en las tasas de mortalidad puede trazarse a la necesidad fundamental humana de tener una razón para vivir».171 Gawande preguntaba: «¿Por qué solo existir —tener un techo, alimento, estar a salvo y vivos— nos parece fútil y sin sentido? La respuesta […] es que todos buscamos una razón más allá de nosotros mismos».172
La crisis del sentido de la vida
Heidegger afirmaba que los seres humanos son los únicos seres vivos que se preguntan sobre el sentido de la vida. Aunque la cuestión no fue algo que preocupó a los antiguos como nos preocupa a nosotros hoy. Los escritores y pensadores del siglo xx reconocieron un agujero en el centro de la cultura con la forma de un nuevo significado. Hablaron de temor existencial, la angustia y la desesperación, de lo absurdo y de las náuseas.
En la obra de Chekhov Las tres hermanas, el personaje de Masha señala que la vida debe tener «sentido» y añade: «Me parece que el hombre ha de tener fe, ha de buscar una fe; de otro modo su vida es vacía, vacía […]. O sabemos por qué vivimos o todo son tonterías, pamemas».173 En el libro de Franz Kafka, El proceso, un hombre es arrestado por una burocracia sin rostro, por un crimen que nunca se nombra. El personaje principal, Joseph K., pregunta: «… ¿cuál es el sentido de esta organización? […]. ¿Cómo se puede evitar, dado lo absurdo del procedimiento, la corrupción general del cuerpo de funcionarios?».174 Jean Paul Sartre, en El ser y la nada, escribió: «El hombre es una pasión inútil».175
Albert Camus es conocido por sostener en El mito de Sísifo que la vida humana es absurda. «Lo absurdo nace de esta confrontación entre el llamamiento humano y el silencio irrazonable del mundo».176 Queremos encontrar sentido en las cosas, pero el universo no coopera. Somos como Sísifo en la mitología griega, que empuja la roca por la colina solo para verla retroceder de manera inevitable. Intentamos hacerle el bien a las personas que amamos, pero lo que hacemos no dura, ni ellas tampoco. Para Camus, la muerte no era la entrada hacia otra vida, sino una «puerta cerrada». Todas nuestras más grandes esperanzas son frustradas por la muerte.177 Entonces, la muerte inevitable hace la vida absurda. Escribió: «Deseamos que el amor dure, y sabemos que no dura; aunque, por milagro, durase toda una vida, seguiría siendo incompleto […]. En el límite, todo hombre devorado por el deseo ardiente de durar y de poseer […] los seres que ha amado…».178 Incluso el duro filósofo Bertrand Russell sostuvo que la visión secular —que todo el trabajo, el amor y el genio humano están «destinados a la extinción final en la muerte del sistema solar»— resulta «de aquí en adelante» en la «desesperación firme» del alma.179
Sin embargo, esta crisis sobre el sentido de la vida que afectó a artistas y filósofos de los siglos xix y xx ha encontrado resistencia entre muchos en el siglo xxi. La gente secular cosmopolita tiende a rechazar la frase «el sentido de la vida» como lo haría con «Dios, país y mamá». El crítico literario Terry Eagleton observaba: «En el pragmatismo, el espabilado clima del avanzado capitalismo posmoderno, con su escepticismo de panoramas globales y grandiosas narrativas […] la “vida” es una entre una serie de sistemas totalitarios desacreditados […]. Incluso el término “sentido” se ha hecho sospechoso a los pensadores posmodernos […]. Asume que una cosa puede representar o sustituir a otra, un supuesto que para algunos está pasado de moda».180 Si el universo es en verdad indiferente y sin sentido, ¿por qué pensar que no deba ser así?
Nagel coincidía que si tienes la expectativa de que la vida debe tener sentido, entonces podrías experimentarla como absurda. Pero, si dejas de recriminar al mundo por solo ser lo que es, la angustia y la falta de sentido desaparecerán. Nagel concluía que la vida no tiene sentido solo si insistes en que lo tenga.181 En realidad, afirman algunos, «solo al despedazar la noción del sentido “profundo”, que siempre nos tentará a perseguir la quimera del Sentido de los sentidos, podremos ser libres».182 ¿Por qué sería liberador renunciar a esta noción? Afirmar que la misma vida tiene sentido es asumir que hay algún estándar moral para «vivir y ser» al que todos debemos conformarnos. Eso significaría que solo hay una manera correcta de vivir y de ser, y significaría la pérdida de nuestra libertad para determinar por nosotros mismos cómo vivir. Si el sentido de la vida existe, entonces no somos libres de crear ese sentido por nosotros mismos. Por tanto, el científico de Harvard Jay Gould escribió que sencillamente la vida no tiene sentido, sino que este hecho, «aunque superficialmente perturbador, si no aterrador, es en última instancia liberador […]. Nosotros debemos construir esas respuestas por nosotros mismos».183
En la era moderna, lloramos la pérdida del sentido de la vida, pero en la era posmoderna, una era de libertad, le decimos adiós y hasta nunca a la misma idea.184
Dios y la moderna falta de sentido
¿Nosotros? Y ¿quién es «nosotros»?
En la segunda temporada de la serie de televisión Fargo, uno de sus episodios titulado «El mito de Sísifo», hizo del pesimismo moderno de Camus sobre el sentido de la vida uno de sus temas. En un episodio anterior una adolescente, Noreen, entonaba: «Camus dice que saber que todos vamos a morir hace de la vida una broma».185 Sin duda para que el argumento coincidiera con la filosofía absurda de Camus, las personas que estaban tratando de hacer lo correcto se vieron amenazadas o frustradas a cada paso. Sin embargo, otro personaje en la serie, Peggy, cayó bajo la influencia de un pensador más posmoderno que el sombrío francés. Y conoció a John Hanley, sénior, el fundador de Lifespring, una compañía dedicada a ayudar a encontrar «lo mejor de ti». Hanley escribió: «No pienses en la persona que quieres ser, solo sé esa persona».186 Es decir, no trates de encontrar el sentido de la vida, solo crea tu propio sentido.
Sin embargo, la aspiración de Peggy por crear una identidad llevó al desastre, y su esposo, Ed, murió al tratar de salvarla a ella y a su sueño de tener una familia. Un buen policía, Lou Solverson, explicó la tragedia a Peggy con una inadvertida referencia de Camus. «Tu esposo dijo que iba a proteger a su familia, sin importar nada, y actué como si no entendiera, pero sí lo entiendo. Es la roca que todos empujamos. Los hombres la llamamos nuestra carga, pero es en realidad nuestro privilegio». Para Lou Solverson, amar a tu familia incluso hasta el dolor y la muerte no es absurdo en absoluto. Es lo que le da sentido a la vida. Para llegar a las raíces de la capacidad de Solverson de encontrar la vida desagradable, brutal y corta, pero a pesar de todo con sentido, consideremos las palabras de la esposa de Lou, Betsy, una joven madre que está muriendo de cáncer. La taciturna Noreen la vio y afirmó: «Camus dice que saber que todos vamo...

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