15 | Evangelismo es… Seguir el ejemplo de Jesús Dave Earley y David Wheeler |
En una ocasión, Jesús tuvo que ir de Jerusalén, el centro de la vida religiosa de Judea, al norte, a Galilea, su tierra natal. La distancia más corta era atravesar una pequeña sección del territorio conocido como Samaria. Tradicionalmente los judíos despreciaban a los samaritanos por considerarlos híbridos biológicos y religiosos. El prejuicio era tan intenso que los judíos no ponían un pie en aquel territorio, aun cuando era la ruta más directa de Judea a Galilea. Sin embargo, aquella vez Jesús llevó a los discípulos directamente a Samaria.
Una vez ahí los discípulos dejaron a Jesús cerca de un pozo mientras iban a comprar víveres. Fue en aquel lugar que Jesús se encontró con una mujer inconversa. La manera en que la trató es un modelo que nos enseña cómo evangelizar a los demás. En este capítulo señalaremos los aspectos esenciales del modelo de Jesús para evangelizar.
1. Jesús dejó de lado su comodidad y decidió iniciar la conversación
Jesús habló con la samaritana. A pesar de que estaba cansado, no dejó pasar la oportunidad de comenzar la conversación. «Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber» (Juan 4:5-7).
Iniciar conversaciones con los incrédulos no siempre es cómodo ni conveniente, pero debemos hacerlo de todos modos. Debemos darnos cuenta de que si los inconversos van a oír el evangelio, tenemos que decírselos.
2. Jesús cruzó barreras para presentarle el evangelio
En aquellos días, los judíos no cruzaban palabra con los samaritanos, pero Jesús rompió la barrera étnica para conversar con ella. Además en aquel tiempo, los hombres religiosos no hablaban con las mujeres, pero Jesús cruzó la barrera del género para hablar con ella. En esa época, los hombres piadosos no les dirigían la palabra a las pecadoras, y, como veremos, esta mujer tenía demasiada mala reputación, pero Jesús se dirigió a ella. Al hablarle, es evidente que Jesús le produjo una profunda impresión y derrumbó el muro del prejuicio. «La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí» (Juan 4:9).
En un sentido más amplio, es preciso entender que Jesús fue el primer misionero transcultural. Dejó la cultura del cielo para venir a la tierra. Se despojó de la gloria de la Deidad para hacerse hombre. Renunció a la libertad de ser un hombre para nacer en un establo, en el seno de una pobre familia judía.
Los evangelistas eficaces pueden cruzar cualquier barrera y están preparados y dispuestos a llevar la buena noticia de Jesucristo a donde sea. Los prejuicios no cuentan cuando se los compara con la gloria de llevar el evangelio a los inconversos. Cuando es necesario debemos ser misioneros transculturales, dispuestos a cruzar cualquier barrera para llevar la buena noticia a los perdidos que necesitan oírla.
Esto puede significar llevar el evangelio al otro lado de la calle o a nuestros vecinos inmigrantes. También incluye viajar al extranjero para obedecer el mandato de hacer discípulos a todas las naciones, hasta el fin del mundo (Mat. 28:19-20; Hech. 1:8).
3. Jesús dirigió la conversación a los asuntos espirituales
Con una frase de Jesús la conversación cambió de pedirle de beber a la posibilidad de que ella tuviera agua viva; de expresar su necesidad física de agua pasó a señalar la necesidad que ella tenía del agua viva. «Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva» (Juan 4:10). Al igual que con Nicodemo, Jesús usó una realidad física entendida por todos (en el caso de Nicodemo, el nacimiento; en el caso de ella, la sed) para establecer una relación con los asuntos espirituales.
A menudo, cuando conversamos con los demás, surge algo que puede servirnos de trampolín para abordar temas espirituales. Los evangelistas sabios escuchan en oración esperando una oportunidad para convertir un diálogo ordinario en una conversación llena de significado eterno.
4. Jesús la escuchó
Cuando Jesús mencionó el «agua viva», la mujer de inmediato se aventuró a comentar que Jesús carecía de recursos materiales para satisfacer su necesidad. «La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?» (Juan 4:11-12).
Jesús escuchó atentamente las palabras de ella y planeó la respuesta. Oír es una herramienta esencial y poderosa para cultivar una relación. Si queremos que los demás nos escuchen cuando les anunciamos el evangelio, primero tenemos que escucharlos. Nunca subestimemos el papel de la escucha cuando entablamos una relación evangelística.
Como profesor, yo (David Wheeler) siempre pasaba el último período de clases del semestre intercambiando opiniones sobre qué era lo mejor que los alumnos habían obtenido de la clase. Recuerdo a una joven que comentó cómo su hermano fue ganado para Cristo por haber escuchado. Nos contó cómo había sido salva y que era la única creyente de la familia. Al principio, trató de obligar a la fuerza a su familia con el evangelio. Todas sus largas discusiones e interminables presentaciones apologéticas solo consiguieron que su familia se desinteresara por ella y por Cristo.
Luego nos refirió cómo cambió su perspectiva cuando se discutió en clase el poder de saber escuchar. Se convenció de que necesitaba ir a su casa y amar y aceptar a su familia pese a la condición espiritual. También se comprometió a ser una mejor oyente. No pasó mucho tiempo antes de que su relación familiar comenzara a florecer.
Poco después, una noche recibió una llamada telefónica de su hermano. Estaba en problemas y en prisión. No era la primera vez que él se metía en serias dificultades, pero esta era la primera vez que la llamaba. En el pasado siempre se había sentido incómodo cuando la buscaba porque lo último que quería oír era otro sermón. Sentía que en todo momento le predicaba y lo condenaba. Pero esa noche, luego de meses tratando de reparar su relación familiar siendo una buena oyente, su hermano se le acercó en busca de ayuda. Ella pudo presentarle el evangelio. Sus oraciones fueron contestadas cuando él se rindió a Cristo.
5. Jesús no se distrajo y se concentró en la provisión de Di...