ACTO 1
Comienza la historia
Todas las historias tienen un comienzo, y el relato bíblico no es una excepción. El principio, en Génesis 1–2, inicia la respuesta bíblica a las preguntas sobre quiénes somos y dónde estamos. En otras palabras, ¿cuál es el origen de todo lo que existe? Las culturas antiguas intentaron responder. Por ejemplo, los babilonios escribieron un relato sobre los orígenes llamado Enuma Elish. Según este mito, basado en una religión politeísta, la creación fue resultado de la unión sexual entre deidades y pícaros dioses. En contraste, la historia bíblica se centra en un Dios verdadero que crea por Su voluntad soberana. A partir de ese momento, todos los sucesos se originan en Dios. ¿Qué encontramos en la historia bíblica de los orígenes?
Dios crea ex nihilo
El relato bíblico narra cómo se originó todo lo que nos rodea (la luz, la oscuridad, la Tierra, el cielo, el agua, el suelo, los peces, los perros, los gatos, nosotros), pero no describe cómo se originó su protagonista: Dios. La Biblia simplemente da por descontada Su existencia. «En el principio Dios» (Gén. 1:1, NBLH). Él simplemente existía: era el único ser que ya existía. Esto nos lleva a una extraordinaria conclusión: si Dios era lo único que existía en el momento de la creación, debió crear todo de la nada. Los teólogos hablan de una creación «ex nihilo». Dios simplemente habló o pronunció las cosas y las hizo existir. Entonces, ¿dónde estamos? Nos encontramos en un mundo creado enteramente por Dios. Esa es la explicación bíblica del principio de la vida y del mundo. La historia de Dios se centra en Él mismo, quien por Su naturaleza y poder, con Su palabra creó todo lo que existe.
¿Qué significa eso para nosotros? En primer lugar, todas las cosas, así como las personas, deben su existencia y la continuidad de su vida a Dios. Esto significa que el Creador es poderoso, rebasa nuestra imaginación. No necesita de nada salvo de Él mismo para crear. Creó todo a partir de Sus propios recursos y voluntad, y todo le pertenece por completo. Él cuida el mundo creado e interviene en él. Con Su palabra creó todas las cosas que existen; se relaciona con la creación, la sostiene y la gobierna.
La Creación
Según la Biblia, el proceso divino de la creación siguió un patrón establecido. En lo que Génesis llama seis días, Dios llevó a cabo Su plan. El relato nos informa que en el primer día, creó la luz donde había tinieblas. Separó la luz de las tinieblas. «Y vio Dios que la luz era buena» (Gén. 1:4). Al segundo día, continuó Su obra y con Su palabra creó la expansión (el firmamento o los cielos). El cielo separó la Tierra de todas las demás entidades del universo. Nuevamente, Dios declaró que Su creación era buena. Al tercer día, creó las extensiones de agua, las superficies secas y la vegetación. «Y vio Dios que era bueno». En el cuarto día creó el sol, la luna, las estaciones y los días. «Y vio Dios que era bueno». Luego creó los peces para vivir en los mares y las aves para llenar los cielos, cada uno según su especie, en el quinto día. «Y vio Dios que era bueno». Llegado el sexto día, creó los animales según su especie y, finalmente, la obra cumbre de la creación: el ser humano. «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree [...]. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gén. 1:26-27). Bendijo al hombre y a la mujer (la humanidad) y les encomendó la misión de llenar la tierra y dominar sobre las demás criaturas. Los puso en el jardín, para que vivieran allí y se alimentaran de las plantas. «Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera». El Señor descansó el séptimo día, después de afirmar que Su obra era buena. Esta descripción corresponde a la primera parte del relato de la creación y la encontramos en Génesis 1:1–2:3.
La obra cumbre de la creación
Génesis 2:3-25 se concentra en una explicación más detallada de los orígenes del ser humano. Dios formó al primer hombre, llamado Adán, del polvo y «y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Gén. 2:7). Puso al hombre en un jardín al oriente, con árboles que daban frutos y que eran agradables a la vista. En medio del huerto había dos árboles excepcionales, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. El Señor le explicó a Adán que podía comer de cualquier árbol excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si llegaba a comer de él, moriría. Aunque Adán hablaba con Dios y cuidada el huerto, era la única criatura humana. No había nada en todo el orden creado que se correspondiera con el hombre, como sucedía con los animales. Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él» (Gén. 2:18). Idónea significa «adecuada o correspondiente». Implica que la mujer sería complementaria, igual y «aun capaz de contestarle y cuestionarlo». ¿Cómo creó a esta mujer? Hizo caer a Adán en un sueño profundo y, de una de sus costillas, formó a la primera mujer, Eva. Como compañeros iguales en humanidad, les ordenó que fueran fecundos y que se multiplicaran. El Señor estableció así la primera unidad social de la creación, la familia. Juntos, Adán y Eva servían a Dios y dialogaban con Él todos los días en el jardín.
Este relato de la creación de Adán y Eva muestra que todos los seres humanos sobre la tierra están vinculados con estas dos criaturas humanas originales. Dios se vinculó con ellos y los creó, varón y hembra, para establecer relaciones. Los seres humanos forman familias y son una familia en un sentido más amplio. Con la creación de Eva comenzó la primera relación matrimonial y se formó la primera familia: la estructura básica de la sociedad. «Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gén. 2:23-24).
La mujer se convirtió en la ayuda idónea del hombre, en su compañera. Compartía con él la responsabilidad de llenar la tierra y gobernar la creación. La sabiduría de Dios reconoció que dos eran mejor que uno, porque se podían ayudar y relacionarse entre sí (Ecl. 4:7-9). Esta primera pareja se multiplicó y al final sus descendientes llenaron la tierra. De una familia se hicieron nación, y de una nación, naciones.
La imagen de Dios
¿Quiénes son estas criaturas humanas? ¿Por qué eran tan excepcionales y diferentes del resto de los animales creados? Algunos postulan que son simplemente animales más evolucionados, pero el relato declara otra cosa. «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Gén. 1:26). Dios creó a los seres humanos a imagen de Dios, conforme a Su semejanza. ¿Qué podría significar esto? Evidentemente, no se refiere solo a las características físicas, ¿o sí? Juan Calvino argumentaba que «en el cuerpo del hombre brillan “destellos” de la imagen de Dios». Sin embargo, más adelante la historia bíblica afirma claramente que Dios es Espíritu. Algunos eruditos bíblicos distinguen entre «imagen» y «semejanza». Semejanza indica que el hombre no es idéntico a Dios, sino que lo refleja. Hay diversas interpretaciones sobre el significado de la imagen de Dios. ¿Qué sabemos sobre el uso bíblico de imagen y semejanza para describir a la especie humana en el orden creado? Primero, la humanidad funciona como administradora de la creación, la escogida por Dios para ejercer este dominio. Segundo, los seres humanos tienen una relación filial con Dios, son parte de Su familia y, por lo tanto, tienen un aire de familia. Tercero, los seres humanos tienen una dignidad y un valor ligados a su relación excepcional con Dios.
¿Significa algo más la imagen de Dios? Desde un punto de vista más práctico, hay quienes entienden que la imagen está relacionada con las aptitudes propias de los humanos. Razonamos mejor que los demás animales, o somos más inteligentes. Sin duda que estas observaciones son ciertas, pero se trata más de una cuestión de grado que de una característica exclusiva. Imagen tal vez se refiera a la capacidad de diferenciar el bien del mal (la conciencia), mientras que los animales se comportan solo por instinto. Sin embargo, quizás sea posible encontrar una respuesta práctica: de todas las criaturas creadas por Dios, solo los seres humanos anduvieron con Él en el jardín y conversaron con Él. Se relacionaron personalmente con el Señor. Tal vez la mejor manera de entender la imagen de Dios sea esta posibilidad de cultivar una relación personal con Él. El Señor sopló aliento en la nariz del hombre, y este se convirtió en un ser viviente. Dotó a los seres humanos con un espíritu para que pudieran relacionarse con Él, que también es Espíritu. Podemos conocerlo, comunicarnos con Él, alabarlo y servirle. Es posible que la razón y la inteligencia extra que poseemos refuercen esa capacidad. Aquí encontramos también parte del propósito de la creación de Dios: la posibilidad de relación con el Creador. No entender esto podría llevarnos a no comprender para qué fuimos creados.
«El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos» (Hech. 17:24-28).
¿Qué más incluye este concepto de imagen? Si fuimos creados a imagen de un Dios libre, nosotros también tenemos libertad para elegir. ¿Es posible una verdadera relación sin libre albedrío? Puesto que Dios es un agente libre que decide crear y relacionarse con Su creación, los seres humanos son también agentes libres que pueden elegir. No somos marionetas que solo hacen lo que el Creador les indica. Esta verdad será evidente en el siguiente episodio de la historia. Los seres humanos pueden elegir a Dios y relacionarse con Él, o pueden optar por rechazarlo. Fuimos creados a Su imagen y somos libres. Esto es la humanidad.
El dominio
La cualidad especial de los seres humanos es evidente una vez más en la historia. «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (Gén. 1:28). Como obra cumbre de la creación divina, recibimos autoridad para dominar el resto de la creación. ¿Cómo entendemos la idea de señorío o dominio? Si estudiamos el historial humano de los últimos milenios, parecería que podemos disponer libremente de todo lo que encontramos en la creación. Como resultado, la humanidad ha abusado de la creación de Dios: ha agotado los recursos naturale...