Toda buena obra
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Toda buena obra

Conectando tu trabajo con el de Dios

Timothy Keller

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Conectando tu trabajo con el de Dios

Timothy Keller

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Información del libro

¿Consideras un desafío el ser cristiano en un lugar de trabajo competitivo? ¡Descubre como disfrutar tu profesión sin tener que sacrificar tu alma! Animándote a estar firme en tu fe en los espacios de trabajo que quieren "ganar a todo costo", Keller te ayuda a llevar tus creencias de la iglesia al trabajo, a mantenerte fiel a tus valores, a tomar decisiones que honran a Dios y mucho más. Do you find it challenging to be a Christian in a competitive workplace? Discover how to enjoy a successful career without sacrificing your soul! Encouraging you to hold firm to your faith in win-at-all-costs corporate environments, Keller helps you carry your beliefs from church to job, stay true to your values, make God-honoring choices, and more.

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Información

Editorial
B&H Español
Año
2018
ISBN
9781462792764
Parte tres
El evangelio y el trabajo
NUEVE
Una nueva historia para el trabajo
En conclusión, ya sea que coman o beben o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios.
1 Corintios 10:31
Encontrar el sentido del mundo
Las personas no pueden encontrarle sentido a nada sin conectarlo a una historia. Después de los ataques del 11 de septiembre, en el 2001, nadie se referiría al suceso sin colocarlo dentro de algún tipo de estructura narrativa. Algunos expresan: «Este es el resultado del abuso del poder imperialista de Estados Unidos en el mundo». Otros afirman: «Hay mucha gente malvada que anda suelta y que nos odia porque somos un país libre y grandioso». Según la historia que creas te asociarías con los antagonistas o los protagonistas, y tu reacción, tanto las emociones como las acciones, serán completamente diferentes.
En After Virtue [Tras la virtud], el filósofo, Alasdair Mac Intyre, ilustró cómo las historias son necesarias si vamos a darle importancia a algo. Él pide que te imagines en una parada de autobús cuando se te acerca un joven, al que nunca has visto y te dice: «El nombre del pato salvaje es Histrionicus, Histrionicus, Histrionicus». Aunque entiendas la frase, su acción no tendría ningún sentido. ¿Qué significa esto? La única manera de encontrarle sentido es tratar de conocer la historia que hay detrás de sus palabras. Quizás el joven está mentalmente enfermo; eso lo explicaría todo. Otra posible historia es que ayer alguien de tu mismo sexo, edad, altura y apariencia general se le acercó al muchacho en la biblioteca y le preguntó la palabra latina para pato salvaje, y hoy te ha confundido con esa persona. Eso lo explicaría también. O quizás es un espía extranjero «que estaba esperando un encuentro planeado con anticipación y pronuncia el código mal escogido, el cual lo identifica como [tu] contacto». La primera historia es triste, la segunda es cómica y la tercera es dramática. El punto es que, si no existe una historia, no hay manera de entender la importancia de lo que ocurrió y no hay modo de saber cómo responder al joven.146
Si llamaras a la policía cuando es un simple caso de confusión de identidad, sería bastante vergonzoso. Si iniciaras una pelea con alguien que es un asesino entrenado, ¡el resultado sería aún peor! Pero en todo caso, si entiendes la historia de forma incorrecta, tu respuesta será equivocada. Y si entiendes mal la historia del mundo —si, por ejemplo, ves la vida aquí principalmente como realización personal y no ves el amor de Dios— tus respuestas hacia la vida serán equivocadas, lo que abarca la manera en que te acercas al trabajo.
Las historias y las cosmovisiones
¿Cuáles son los elementos de una historia? Aunque hay muchos buenos análisis académicos sobre la estructura narrativa, esta es una forma simple de ponerlo.147 Una historia comienza con algo que desequilibra la vida. Luego la historia avanza, o la trama «se complica», conforme los protagonistas luchan por restaurar el equilibrio y la paz, mientras los antagonistas ponen trabas y ofrecen resistencia. Al final, la historia termina cuando la lucha resulta en la restauración del equilibrio o el fracaso en recuperarlo.
Entonces para que una historia lo sea, debe haber un problema que hace que la vida no sea lo que debería ser. Si expresamos: «la Caperucita Roja llevó algo de comida para su abuela y comieron juntas», podría ser una encantadora descripción, pero es difícilmente una historia, porque no tiene una trama.148 Una historia debe tener además alguna idea y posibilidad de que las cosas sean corregidas. «La Caperucita Roja estaba en la casa de su abuela, pero un lobo irrumpió y se las comió», una serie más dramática de hechos, pero de nuevo, no es una historia. Entonces una historia debe tener una descripción de cómo debería ser la vida, una explicación de cómo se salió de balance y alguna solución para devolvérselo.
Ahora bien, la importancia de las historias es esta: aunque muchas con frecuencia no son más que entretenimiento, las narrativas son en realidad tan fundamentales en nuestro modo de pensar que ellas determinan cómo entendemos y vivimos la vida. El término «cosmovisión», de la palabra alemana weltanschauung, significa la perspectiva completa desde la cual interpretamos toda la realidad. Pero una cosmovisión no es meramente una serie de puntos filosóficos importantes. Es en esencia un gran relato (o metanarrativa), una historia fundamental sobre (a) lo que debería ser la vida humana en el mundo, (b) lo que la ha sacado de equilibrio y (c) lo que puede hacerse para corregirla.149 Nadie puede funcionar en el mundo sin algunas respuestas elementales a esas grandes preguntas, y así, al proporcionarlas, adoptamos una historia del mundo, una narrativa que explica las cosas: una cosmovisión.
Todos saben que las cosas en este mundo están gravemente fuera de control. Ninguno afirma que su propia vida es como debe ser, y mucho menos el mundo. Hay algo que está mal dentro de nosotros. Nada parece hacernos felices o que nos sintamos satisfechos excepto en la forma más fugaz. Hay también algo que está mal entre nosotros. El mundo está lleno de pobreza, guerra, sufrimiento e injusticia. Algo parece haberlo desbalanceado. Pero, ¿qué es? ¿Quién tiene la culpa? Y ¿cuál es la solución? Tan pronto empiezas a contestar dichas interrogantes, arribas a una historia que empezarás a vivir. Estamos diseñados para movernos mediante nuestras vidas hacia la búsqueda y el ensayo de narrativas que prometan un restablecimiento al equilibrio del mundo.
MacIntyre argumentaba que las acciones humanas son «narrativa representada». Todas las personas viven alguna historia mental del mundo que le da sentido a sus vidas.150 Esa historia puede ser sobre la lucha de una causa justa como salvar el medio ambiente, o tu búsqueda personal para encontrar el verdadero amor o ser exitoso pese a los adversos orígenes sociales y las expectativas. O quizás la historia es una de libertad e igualdad, en la cual estás sacando a una familia de una situación opresiva hacia un nuevo país y una nueva vida. Acaso el drama es uno en el cual te forjaste tu propia identidad sexual, cultural o política contra los prejuicios de otros. En cada caso te has colocado dentro de una historia más amplia que da por sentado que el mundo sería un mejor lugar si más personas estuvieran haciendo lo que tú haces. Puedes creer que el mundo mejoraría de manera dramática si todos fueran de espíritu libre, progresistas y estuvieran dispuestos a desafiar las tradiciones opresivas. O posiblemente piensas que el mundo estaría mucho mejor si nosotros apoyáramos comprobados absolutos morales. En cada caso, la persona da por sentado que es la protagonista, una de las buenas personas que contribuyen a como debe ser el mundo.
Sin embargo, las cosmovisiones no son privadas o únicas. Grupos enteros y culturas tienen sus propias historias preferidas del mundo con respuestas generalmente aceptadas a las grandes preguntas e ídolos compartidos que intensifican el dramatismo. El libro clásico de Leslie Stevenson, Seven Theories of Human Nature [Siete teorías sobre la naturaleza humana], enumera las opiniones influyentes sobre la naturaleza humana iniciadas por pensadores prominentes que influyeron sociedades enteras. Platón consideró que nuestro mayor problema era el cuerpo físico y su debilidad; para Marx eran los sistemas económicos injustos; para Freud, los conflictos internos entre el deseo y la conciencia; para Sartre, era no darse cuenta de que somos completamente libres ya que no hay valores objetivos; para B. F. Skinner no darse cuenta de que estamos completamente determinados por nuestro ambiente; y para Konrad Lorenz era nuestra agresión innata debido a nuestro pasado evolutivo.151 Cada una de estas teorías es de verdad una historia, de lo que está mal con nosotros y lo que podemos hacer respecto a eso. Y cada una de esas visiones sobre la realidad ha sido poderosa en gran medida, al influir sociedades y áreas de investigación y trabajo. Cuando una de tales cosmovisiones cautiva la imaginación de una cultura tiene una profunda influencia sobre cómo se vive la vida, incluso para aquellos que no aceptan esa cosmovisión.
Uno de los principales lugares en que vivimos el drama de nuestras narrativas personales y sociales, es en el trabajo diario. Nuestra cosmovisión coloca a nuestro trabajo en el contexto de una historia, una causa, una búsqueda, y un conjunto de protagonistas y antagonistas, y con ello lleva la estrategia de nuestro trabajo a un nivel alto. En el día a día, la cosmovisión personal definirá nuestras interacciones individuales y decisiones.
Como leemos en el prólogo, Katherine Alsdorf recibió una nueva historia —el evangelio— que era diferente a la del Valle de Silicio la cual evangelizaba con fervor y optimismo sobre el poder de la tecnología para cambiar el mundo hacia algo mejor. Los ejecutivos de publicidad que mencionamos en el último capítulo, trabajaron en medio de una historia en la cual la expresión personal, el placer sexual y el bienestar económico eran el sentido de la vida, y la supervivencia del más apto era solo la manera en que la vida funciona. Sin embargo, el evangelio enseña que el sentido de la vida es amar a Dios y a tu prójimo, y que el principio operativo es el servicio. Estos contrastes pueden parecer al principio elevados y abstractos, pero se convirtieron en una realidad práctica cuando estos dos ejecutivos diseñaron los mensajes de sus anuncios.
El evangelio y otras cosmovisiones
Hemos afirmado que cualquier cosmovisión consiste en plantear y responder a tres preguntas:
1. ¿Cómo se supone que deben ser las cosas?
2. ¿Cuál es el principal problema con las cosas como están?
3. ¿Cuál es la solución y cómo puede hacerse realidad?
El libro de Stevenson sobre la naturaleza humana, abarca el cristianismo entre sus «teorías», pero el autor señaló cuán diferente es este de las alternativas. Observó que «si Dios ha hecho al hombre para tener comunión con Él, y si el hombre ha rechazado y quebrantado esa relación, entonces solo Dios puede perdonar al hombre y restaurar la relación».152 Es decir, la cosmovisión bíblica excepcionalmente entiende la naturaleza, el problema y la salvación de la humanidad como relacional en su esencia. Fuimos hechos para una relación con Dios, la perdimos porque pecamos contra Él, y puede restaurarse a través de Su salvación y gracia.
Platón, Marx y Freud identificaron alguna parte del mundo creado como el principal problema y la otra parte como la principal solución. Los protagonistas y antagonistas de sus respectivas historias del mundo eran interpretados por cosas finitas. Por eso, el marxismo dio por sentado que nuestros problemas venían de los capitalistas ambiciosos que no compartían los medios de la producción económica con la gente. La solución era un Estado totalitario. Freud, por otro lado, creía que nuestros problemas venían de la represión de deseos profundos por el placer. Los villanos son interpretados por los represivos «guardianes» morales en la sociedad, como la iglesia. La solución era darle rienda suelta a la libertad del individuo. Muchos tienen una cosmovisión que en alguna medida está en deuda con los griegos y Platón. Piensan que el problema con el mundo reside en las personas egoístas e indisciplinadas que no se someten a los valores morales tradicionales y al sentido del deber. La solución es un «nuevo despertar» de la religión, la moralidad y la virtud en la sociedad.
El filósofo, Al Wolters, escribió:
El gran peligro siempre radica en escoger algún aspecto de la buena creación de Dios, en vez de la intromisión ajena del pecado, e identificarlo como el villano en el drama de la vida humana. Tal error equivale a concebir la dicotomía entre el bien y el mal como intrínseca a la creación misma […] algo en la buena creación se identifica como [la fuente] del mal. En el curso de la historia, este «algo» ha sido identificado con […] el cuerpo y sus pasiones (Platón y mucho de la filosofía griega), con la cultura frente a la naturaleza (Rousseau y el romanticismo), con la autoridad institucional, en particular el estado y la familia (la psicoterapia psicodinámica y el anarquismo filosófico), con las fuerzas económicas (Marx), con la tecnología y la administración (Heidegger y los existencialistas) […]. Hasta donde sé, la Biblia es única en su rechazo a todo intento de satanizar alguna parte de la creación como la raíz de nuestros problemas o idolatrar alguna parte de la creación como la solución, [es decir, atribuirle a alguna parte de la creación el papel de villano, y a otra el papel de salvador]. Todas las otras religiones, filosofías y cosmovisiones en un sentido u otro caen en la trampa de [la idolatría], de no mantener la distinción entre la creación y la caída. Y esta trampa sigue siendo un peligro presente para los cristianos [también].153
Considera de nuevo la singularidad del cristianismo. Solo la cosmovisión cristiana atribuye el problema del mundo no a alguna parte del mundo o algún grupo particular de personas, sino al pecado mismo (nuestra pérdida de la relación con Dios). Y atribuye la solución a la gracia de Dios (nuestra restauración de una relación con Dios a través de la obra de Cristo). El pecado nos afecta a todos, así que no podemos, solo dividir el mundo en héroes y villanos. (Y si lo hiciéramos, formaríamos parte tanto de los primeros como de los últimos).
Sin un entendimiento del evangelio, seremos idealistas ingenuos o estaremos cínicamente decepcionados. Estaremos satanizando algo que no es lo bastante malo para explicar el desorden en que estamos metidos; e idolatrando algo que no es tan poderoso para sacarnos de esto. Tal es, al final, lo que otras cosmovisiones hacen.
La ...

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