Parte 1
Cómo el evangelio logra lo que la religión no puede lograr
Capítulo 1
El evangelio perdido
¿Realmente falta el evangelio? Si es así, ¿a dónde fue a parar?
La mayoría de los cristianos conocen bien los hechos: Jesús nació de una virgen, vivió una vida perfecta, murió en la cruz en nuestro lugar y resucitó de entre los muertos. Todos los que ponen su fe en Él serán perdonados y tendrán vida eterna. Entonces, no falta el evangelio.
No nos precipitemos.
Ser capaz de expresar el evangelio con exactitud es una cosa; que su verdad cautive tu alma es otra muy diferente.
Mencioné en la introducción que hay una diferencia entre saber que la miel es dulce y degustar esa dulzura en tu boca. Ser capaz de expresar el evangelio con exactitud es una cosa; que su verdad cautive tu alma es otra muy diferente.
El evangelio no es simplemente nuestro boleto de entrada al cielo; debe ser un fundamento completamente nuevo para la forma en que nos relacionamos con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Debe ser la fuente de la cual fluye todo lo demás.
Un cristianismo que no tiene como enfoque principal profundizar la pasión por Dios es un cristianismo falso, no importa cuán celosamente busque las conversiones o cuán enérgicamente abogue por un comportamiento justo.
Permíteme poner todas mis cartas sobre la mesa: creo que el evangelicalismo, como un todo, necesita desesperadamente recuperar el evangelio como el centro del cristianismo. Incluso en denominaciones conservadoras como la mía (la Convención Bautista del Sur), el evangelio ha sido eclipsado por un gran número de estímulos secundarios para el crecimiento.
No quiero decir que hayamos corrompido el evangelio, no es así, todavía tenemos bien claros los hechos. Pero la meta del evangelio no es solo que pasemos algún tipo de prueba al describir con precisión la importancia de Jesús. El objetivo del evangelio es producir un tipo de persona rebosante de pasión por Dios y amor por los demás. En verdad no parece que tengamos eso claro.
Un cristianismo que no tiene como enfoque principal profundizar la pasión por Dios es un cristianismo falso, no importa cuán celosamente busque las conversiones o cuán enérgicamente abogue por un comportamiento justo. Convertirse a Jesús no es solo aprender a obedecer algunas reglas. Convertirse a Jesús es aprender a adorar a Dios de una manera tal que con gusto renunciamos a todo lo que tenemos para seguirlo.
En la facultad de postgrado, mi compañero de cuarto tenía en nuestra casa un perro llamado Max. Como el pobre Max estaba lisiado en sus patas traseras, su vida consistía en yacer en nuestra puerta y mirarnos cuando pasábamos. Recuerdo que lo observé un día y pensé: «Según cómo la mayoría de la gente ve el cristianismo, Max sería un buen cristiano: no bebe, no fuma, no maldice, no se enoja; lo hemos castrado para que su vida emocional esté bajo control».
Los discípulos de Jesús no deben ser simplemente perros dóciles y castrados. Los seguidores de Jesús deben estar vivos y llenos de amor por Dios. Cuando amas a Dios y amas a tu prójimo, dijo Jesús, el resto de la vida cristiana comienza a ir bien (Mat. 22:37-39).
¿Cómo aprendemos a amar a Dios?
Entonces, ¿cómo aprendemos a amar a Dios? Ese es el dilema del «mandamiento más importante»: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Mat. 22:37). Pero, ¿cómo se le puede ordenar a alguien que sienta amor verdadero?
Recibir la orden de amar a alguien por quien no sientes ningún afecto natural se vuelve fastidioso. El amor verdadero crece como una respuesta a la belleza. La primera vez que vi a mi esposa, sentí el nacimiento de mi amor por ella. Cuanto más la he conocido a lo largo de los años, y cuanto más he visto su belleza, más he llegado a amarla. Mi amor por ella es una respuesta.
El amor por Dios es un mandamiento en la Escritura, pero solo puede cumplirse verdaderamente cuando nuestros ojos se abren para ver la belleza de Dios revelada en el evangelio. El Espíritu de Dios usa la belleza del evangelio para despertar en nuestro corazón el deseo por Dios. «Nosotros amamos a Dios», expresó el apóstol Juan, «… porque él nos amó primero» (1 Jn. 4:19). El amor por Dios nace luego de experimentar el amor de Dios.
El amor por Dios nace luego de experimentar el amor de Dios.
Cuando nos centramos principalmente en el cambio de comportamiento, estamos ignorando el problema real: un corazón que no quiere amar a Dios. Eso no quiere decir que solo debemos obedecer a Dios cuando lo deseemos; sino que predicar el cristianismo principalmente como un conjunto de nuevas conductas creará personas que actuarán correctamente sin amar nunca lo correcto.1 Esto da lugar a hipócritas, cansados y resentidos con Dios.
¿Qué es el crecimiento espiritual «verdadero»?
En el último mensaje que Jesús dio a Sus discípulos, les dijo que el camino a la fecundidad y el gozo —el «secreto» de la vida cristiana—, era permanecer en Él. No darían «frutos abundantes» al leer libros, incrementar su autodisciplina, memorizar la Escritura o participar en grupos de rendición de cuentas o de apoyo. Todas esas cosas tienen su lugar, pero el verdadero fruto proviene solamente de permanecer en Jesús.
«Permanecer en Jesús» puede sonar como una jerigonza espiritual para ti. Siempre me pareció eso. Supuse que cuando uno «permanece en Jesús» camina con un brillo etéreo en los ojos e inexplicablemente se despierta a las 4 a.m. para tocar melodías de pasión en un arpa dorada que uno tiene junto a la cama. Pero la palabra permanecer es mucho más sencilla que eso. La palabra griega méno significa literalmente «hacer tu hogar en». Cuando «hacemos nuestro hogar en» Su amor, y lo sentimos, nos empapamos de él, reflexionamos sobre él, nos sobrecogemos ante él, entonces el fruto espiritual comienza a aparecer naturalmente en nosotros como rosas en un rosal.
Cuando «hacemos nuestro hogar en» Su amor, el fruto espiritual comienza a aparecer naturalmente en nosotros como rosas en un rosal.
Como ves, el «fruto» espiritual se produce de la misma manera que el «fruto» físico. Cuando un hombre y una mujer conciben un «fruto» físico (es decir, un niño), por lo general no piensan en los aspectos fisiológicos de crear ese niño. Por el contrario, quedan atrapados en un momento de intimidad amorosa, y el fruto de esa intimidad amorosa es un niño.
De la misma manera, el fruto espiritual no se obtiene al centrarse en los mandamientos del crecimiento espiritual. No puedes apretar los dientes y decir: «¡Tendré más sentimientos de amor hacia Dios! ¡Seré más paciente! ¡Tendré autocontrol!» Explicaré más adelante el papel de la negación de la carne y las autodisciplinas, pero el verdadero fruto espiritual proviene de dejarse arrastrar a un encuentro íntimo y amoroso con Jesucristo. Su amor es el suelo en el que crecen todos los frutos del Espíritu. Cuando nuestras raíces permanecen allí, entonces la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la dulzura y el autocontrol crecen naturalmente en nuestros corazones.
Entonces, si quieres ver el fruto espiritual en tu vida, no te centres principalmente en el fruto. Céntrate en que Jesús te acepta, y en que esa aceptación se te da como un regalo. Concentrarte en el fruto espiritual por lo general solo te llevará a la frustración y la desesperación, no a la fecundidad.
¿Alguna vez has mirado tu vida y te has preguntado por qué todavía eres tan impaciente? O: «¿Cómo puedo en verdad ser salvo y todavía tener problemas de autocontrol?». A mí me ha ocurrido. En todo caso, cuanto más he caminado con Jesús, más consciente me he vuelto de mi pecaminosidad. Sin embargo, Jesús no me dijo que «permaneciera» en mi fecundidad. Me dijo que permaneciera en Él, en Su aceptación de mí, que se me dio libremente como un regalo.
Si quieres ver el fruto espiritual en tu vida, no te centres principalmente en el fruto. Céntrate en que Jesús te acepta, y en que esa aceptación se te da como un regalo.
Permanecer en Jesús significa entender que Su aceptación de nosotros es la misma independientemente de la cantidad de fruto espiritual que hayamos dado. Paradójicamente, solo cuando comprendemos que Su amor no está condicionado a nuestra fecundidad espiritual es que obtenemos el poder de ser verdaderamente fecundos. Solo aquellos que permanecen en Él dan mucho fruto. En otras palabras, las personas que mejoran son aquellas que entienden que la aprobación de Dios hacia ellos no depende de que mejoren.
Entonces, lo que realmente quiero es ayudarte a permanecer en Jesús. El subproducto de permanecer en Jesús es que serás más paciente en tu matrimonio, mejorarás tu autodisciplina, serás generoso. Permanecer en Jesús producirá todos los frutos del Espíritu en ti, pero no porque te concentres particularmente en ninguna de esas cosas. Te concentras en Jesús. Reposas en Su aceptación y Su amor, que te son dados no por lo que tú has ganado, sino por lo que Él ha ganado para ti.
Sin amor, es totalmente inútil
En mi último año de la secundaria, comencé una relación con una chica maravillosa de quien debía haberme enamorado locamente. En teoría era perfecta. El problema era que cuando estábamos juntos simplemente no había magia, sabes a qué me refiero. Sin embargo, no pude encontrar una razón para dejar de salir con ella, así que continuamos saliendo, incluso después de que me fui a la universidad a 1200 millas (1930 km) de distancia.
Regresé a casa por prim...