7 Disciplinas espirituales para el hombre
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7 Disciplinas espirituales para el hombre

  1. 196 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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7 Disciplinas espirituales para el hombre

Descripción del libro

Extraído de la Escritura, 7 disciplinas espirituales para el hombre te guiará a través de disciplinas bíblicas cuidadosamente seleccionadas. Este libro ilustra por qué estas disciplinas son importantes, muestra cómo cada una te ayudará a crecer en devoción y ofrece sugerencias prácticas para cultivarlas. 7 disciplinas espirituales para el hombre te dará la oportunidad única de ser más como Cristo y de crecer en carácter y madurez.

Drawn from Scripture, 7 Spiritual Disciplines for Men will guide you through carefully selected biblical disciplines. By illustrating why the disciplines are important, showing how each one will help you grow in godliness, and offering practical suggestions for cultivating them, 7 Spiritual Disciplines for Men will provide you with a refreshing opportunity to become more like Christ and grow in character and maturity.

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Información

Editorial
B&H Español
Año
2020
ISBN de la versión impresa
9781535997201
ISBN del libro electrónico
9781535997348
Categoría
Religión
silhouette
1
EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR
LA DISCIPLINA DE ESTAR A SOLAS CON EL SEÑOR
«Con todo mi corazón te he buscado;
no dejes que me desvíe de tus mandamientos»
(Sal. 119:10).
El tiempo a solas con el Señor es algo incomparable dentro de nuestra vida cristiana. Cristo es nuestro mejor modelo y durante Su vida y ministerio terrenal buscó constantemente la intimidad con el Padre en las primeras horas del día, en momentos de decisiones importantes, en momentos de angustia y en muchas otras circunstancias. Esta intimidad se manifestó de forma especial a través de la oración y, de ella, Thomas Watson señaló que «la oración es la respiración del alma» y Juan Calvino proclamó que «la oración es el alma de la fe». ¿Qué piensas de la oración?
En el versículo que citamos al comienzo de este capítulo, el salmista buscaba a Dios con todo su corazón, una actitud digna de imitar, aunque no debemos dejar de considerar el propósito de esa búsqueda: «No dejes que me desvíe de tus mandamientos». Él está consciente de lo que es capaz si no busca de manera constante a Dios.
Nuestro tiempo con el Señor debe ser emocionante porque tenemos un encuentro con nuestro Dios y Su grandeza y majestad nos cautivan hasta el punto de querer una y otra vez seguir experimentando una gran intimidad con Él. Este tiempo se convierte en un momento de profunda reverencia que emana de un corazón agradecido que descansa en Su gracia y anticipa lo que Él puede hacer en nosotros. Es un momento en donde la santidad de nuestro Dios nos conduce al arrepentimiento y a una dependencia total de Su dirección para nuestras vidas. Saber que vamos a ir a Su presencia nos lleva a ir a Él con la humildad que le agrada y también con la confianza de que solo Él puede hacer lo que nosotros no podemos y que nos dará la fuerza para obedecer lo que demanda de nosotros. Finalmente, ­llegamos a Él con la confianza de que sus promesas son verdaderas y que se cumplen en la vida de los suyos.
El rey David cantaba: «Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre» (Sal. 16:11). ¿Te imaginas lo que significa «plenitud de gozo»? La plenitud se define como el estado alcanzado en un momento de máxima perfección o desarrollo. Sabemos que de este lado de la gloria eso no es completamente posible, pero es algo digno a lo que vale la pena apuntarle; sabemos que en nuestros tiempos de comunión con Dios tendremos atisbos de ese gozo supremo.
Es sorprendente comenzar a investigar sobre la oración en la Biblia. Se nos enseña que Daniel oraba tres veces al día y mantuvo su rutina piadosa a pesar de las amenazas de castigo. Muchos salmos mencionan específicamente la oración matutina (5:3; 55:17; 59:16; 88:13; 92: 2) y también en la tarde (17:1-3; 42:8; 63:5-6; 119:55; 141:2). Estos breves ejemplos nos demuestran que hay mucho que aprender en la Biblia sobre la oración, tanto en su forma como en su contenido. Te recomendaría, por ejemplo, que si estás interesado en orar y tener intimidad con el Señor, te sumerjas en las oraciones de los Salmos. Uno en particular, el Salmo 46, era el preferido de Martín Lutero. La historia señala que cuando estaba deprimido por todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, el reformador llamaba a su asistente Felipe Melanchthon para que cantaran juntos este Salmo. Inspirado por ese salmo es que Lutero compuso el gran himno ­Castillo Fuerte.
Los Evangelios y los Hechos se refieren a la oración practicada por los judíos en la tercera, sexta y novena horas. Esto significa que se oraba con frecuencia unas tres horas después del amanecer, al mediodía y tres horas después del mediodía. El evento del Pentecostés, por ejemplo, sucedió a la tercera hora. Pedro tuvo su visión en la azotea de animales limpios e inmundos mientras oraba a la hora sexta. Juan y Pedro sanaron a un hombre cojo en los escalones del templo mientras se reunían para las oraciones de la hora novena.
Lo más probable es que Jesús haya orado los salmos, al igual que los discípulos (Hech. 4:23-30). Esto significaba que tenían las palabras de las Escrituras cuando las necesitaban para inspirar sus propias oraciones y buscar la voluntad de Dios. Mientras Jesús estaba en agonía en la cruz, gritó la primera línea del Salmo 22: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Fue crucificado a la tercera hora y murió a la novena (Mar. 15:33-38).
Este breve resumen es para que puedas percibir la importancia, la belleza y el poder de pasar tiempo con el Señor. Quisiera que te emociones, que pienses que el tiempo con el Señor de forma personal, con tu esposa y con toda tu familia puede llegar a ser algo emocionante porque vamos a estar delante de la presencia del Señor creador, santo, omnipotente, omnipresente, omnisciente, salvador y soberano. El poder entrar a Su presencia es un gran privilegio que, de nuevo, debe ser emocionante.
Veamos otro momento de oración en la vida de Jesús: «Y aconteció que estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó también a sus discípulos» (Luc. 11:1). Pudiéramos preguntarnos, ¿por qué le hicieron esa petición a Jesús? Quizás sea porque ellos habían percibido que había un vínculo entre Su vida de oración, Su poder extraordinario, Su enseñanza, Su carácter y la misma esencia de Jesucristo. Ellos presenciaron que cuando Cristo ministraba a grandes multitudes, había un momento en donde se apartaba a orar.
¿Por qué debemos orar? ¿A quién oramos?
Después de todo lo que hemos conversado hasta ahora, la respuesta a esta pregunta podría sonar un tanto obvia. Sin embargo, es importante que tengamos muy en claro a quién nos dirigimos en oración y delante de quién tenemos el privilegio de estar. Nosotros creemos que existe solo un Creador supremo y Dios soberano. Él ha establecido que hay un solo camino hacia Él a través de Su Hijo Jesucristo, Dios mismo, quien es nuestro mediador perfecto al ir a la cruz para pagar por nuestros pecados. El Espíritu Santo, quien mora en nuestro corazón, nos guía a toda la verdad y nos permite discernir las realidades espirituales. Ese es nuestro Dios de amor asombroso, de misericordia, y perdón. Veamos algunos ejemplos en la Biblia de la grandeza del Dios al que nos acercamos:
  • Un Dios poderoso: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios porque todas las cosas son posibles para Dios» (Mar. 10:27).
  • Un Dios compasivo y misericordioso: «Inclina tu oído, Dios mío, y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras desolaciones y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre; pues no es por nuestros méritos que presentamos nuestras súplicas delante de ti, sino por tu gran compasión» (Dan. 9:18).
  • Un Dios de amor y perdón: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3:16-17).
¿Por qué debemos orar? ¿Para qué oramos?
La oración es como una llave que abre la puerta del corazón de Dios al orar en el nombre de Jesús. La oración es el gran medio establecido por el Señor para tener una relación real y personal con Él. Entonces, esto es lo que debemos tener en mente al ir en oración:
  • Reconocemos que Él es Dios y que Jesucristo es nuestro Señor y Salvador (Gén. 17:1; Rom. 6:16-18).
  • Confesamos nuestros pecados y aceptamos Su perdón (Rom. 3:23-26).
  • Pedimos que Su voluntad sea hecha en nuestras vidas, que Su Espíritu Santo nos guíe y que seamos llenos con todo lo que Dios tiene para nosotros.
  • Pedimos entendimiento espiritual y sabiduría (Prov. 2:6-8; 3:5).
  • Damos gracias por todas las formas en que Él nos bendice (Fil. 4:6).
  • Pedimos Su protección y cuidado cuando estamos enfermos, solos, en pruebas o intercediendo por otros (2 Cor. 12:9-10; Sant. 5:14-16).
  • Lo adoramos y lo alabamos (Sal. 95:6-7).
No existe nada por lo que no podamos orar. La Biblia nos dice que oremos sin cesar y que en todo demos gracias al Señor (Ef. 5:20; 1 Tes. 5:17). Cuando decidimos tener una actitud hacia la oración que está respaldada por la Biblia, entonces nos damos cuenta de que hemos recibido muchas bendiciones de parte de Dios por las que debemos agradecerle y alabarle.
¿Por qué debemos orar? ¿Cómo oramos?
Jesús les dio a sus discípulos la oración que se conoce como El Padre Nuestro y que nos sirve de modelo para nuestras oraciones, al reconocer que sus diferentes partes nos dirigen a orar de una manera más integral (Mat. 6). Jesús no la enseñó para que simplemente se repitiera, sino para que inspire nuestra oración al entender su profundo significado. Además, el autor de la carta a los hebreos nos exhorta a que oremos con osadía y confianza:
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Heb. 4:14-16, RVR1960).
Debemos orar con sinceridad y humildad ante el Dios todopoderoso. Santiago nos exhorta a orar unos por otros y nos recuerda que «la oración eficaz del justo puede mucho» (Sant. 5:16, RVR1960).
¿Por qué debemos orar? ¿Cómo oramos los esposos y la familia?
La oración en el hogar debe comenzar con el padre, aunque este no siempre es el caso. Las cabezas de la familia tienen la responsabilidad de cuidar la salud espiritual de sus familias. La esposa y los hijos deben saber que su esposo y padre es un hombre de oración y que tiene tiempos a solas con Dios. La oración con la esposa es algo fundamental. Dios dice en Su Palabra que somos una sola carne y, como tal, debemos venir delante de Él unidos en oración.
El matrimonio está diseñado por Dios para mostrar Su gloria de una manera que ningún otro evento o institución es capaz de hacerlo. Para poder observar esta realidad, vamos a unir dos p...

Índice

  1. Pagina del titulo
  2. La página de derechos de autor
  3. PRÓLOGO: UN FUNDAMENTO SÓLIDO: EL EVANGELIO BÍBLICO
  4. INTRODUCCIÓN
  5. Capítulo 1: EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR
  6. Capítulo 2: EN SU PALABRA
  7. Capítulo 3: EN LA ORACIÓN BÍBLICA Y EL AYUNO BÍBLICO
  8. Capítulo 4: EN LA ADORACIÓN BÍBLICA AL SEÑOR
  9. Capítulo 5: EN LA IGLESIA LOCAL
  10. Capítulo 6: EN EL SERVICIO BÍBLICO
  11. Capítulo 7: EN LA EVANGELIZACIÓN
  12. CONCLUSIÓN