Historia de la literatura española (en español)
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Historia de la literatura española (en español)

Jesús Bodeleón Hurtado

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Historia de la literatura española (en español)

Jesús Bodeleón Hurtado

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Es esta una historia breve, si bien rigurosa y completa, de la literatura española escrita en castellano, desde sus primeros balbuceos hasta las variadas corrientes que apuntan en la actualidad, con análisis de los autores y de las obras más destacables y rompedoras que nos ha dejado. Desde que se descubrieron a mediados del siglo pasado unas pequeñísimas composiciones escritas en el lejano siglo XI que se mostraban en un primitivo dialecto neolatino ?el mozárabe? hasta ahora, en que la información y la creación viajan de manera vertiginosa a velocidades electrónicas, casi mil años de creación literaria nos contemplan.Antes de comenzar el casi milenario recorrido de la literatura española, un capítulo introductorio nos muestra las características fundamentales del texto literario. A partir de aquí, se utilizan los períodos en los que se divide la Historia para hacer este itinerario.

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Información

Año
2015
ISBN
9788415930587
Edición
1
Categoría
Literature
Capítulo VIII
Siglo XX. Hasta la Guerra Civil… nos íbamos pareciendo a Europa
1. La reacción contra el espíritu burgués
A fines del XIX, la tan ponderada fe en el progreso y en la ciencia está en crisis en la Europa industrial. En nuestro país esta situación se ve agravada por la pérdida de las últimas colonias, Cuba, Puerto Rico y Filipinas en el aciago 1898, año del desastre.
En Europa la burguesía rompe definitivamente lazos con el pueblo. Las desigualdades sociales se expresan cada vez de manera más extremada. La lucha de clases está servida.
Este capítulo abre la literatura del siglo XX, periodo complejo donde los haya pues se cruzan tendencias, se solapan corrientes, surgen movimientos a veces efímeros. Los autores de este momento participan en general de la crisis finisecular de valores y su obra se orienta hacia las nuevas sensibilidades que aparecerán en el siglo XX, reaccionando claramente contra el espíritu del realismo.
La literatura que, tras el bache del siglo XVIII, había empezado a dar obras interesantes en los últimos decenios del XIX, continúa su florecimiento en las generaciones que se suceden hasta la ruptura que supone la Guerra Civil, tanto que algunos estudiosos, no dudan en llamar a esta etapa la Edad de Plata de la literatura.
Son importantísimas en este momento las revistas literarias, pues se convirtieron en el medio de expresión más eficaz de las nuevas ideas. Y hubo muchas: Electra, Cervantes, Litoral, Caballo verde para la poesía, Cruz y raya, Revista de Occidente… y, además de en las revistas, las nuevas ideas se discutían, a veces de manera vehemente, en las tertulias literarias.
2. La princesa está triste…: la poesía en los primeros años de siglo
El poeta fundacional del modernismo es el nicaragüense Rubén Darío. Por su permanencia en España y su influencia suele ser habitual estudiarlo en las historias de la literatura de España. Las innovaciones de Darío suponen un aire fresco en el panorama lírico del momento.
Existe un grupo de autores de estos primeros años (o últimos de siglo) que están en la órbita del modernismo de modo poco claro. Son más bien poetas que releen el romanticismo (Salvador Rueda, Manuel Reina) o regionalistas (José María Gabriel y Galán). Otros sí están más claramente situados en la senda de Darío, siendo Ramón María del Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez los poetas que en los comienzos de sus respectivas producciones mejor representan la asunción de algunas características modernistas.
2.1 El modernismo. Rubén Darío
A pesar de su brevedad, unos veinte años, fue el modernismo un movimiento importante pues supone una renovación basal en la arquitectura lírica posterior. A nivel artístico constituye una reacción más contra el prosaísmo decimonónico.
Se buscan, por ende, ambientes mundanos, elegantes y exóticos. El lenguaje, de modo similar al romanticismo, vuelve a llenarse de sonoridad y brillantez. Y, también como en el romanticismo, aparece la tristeza, la melancolía, cuando no la angustia vital. El gusto por la Edad Media lleva a estos poetas a rescatar viejos moldes métricos, como el alejandrino. El autor modernista se pretende mundano y bohemio.
Con Rubén Darío (1867-1916), poeta, diplomático, aristocratizante, sensual y vividor, entran en las letras castellanas peninsulares los vientos cosmopolitas (parisinos y americanos mayormente). Darío vivió en París y entró en contacto con la poesía simbolista y parnasiana del país vecino. Aquí bebió de los románticos, pero también de los poetas medievales y clásicos.
Su obra fundamental se reduce a tres títulos: El primero, Azul (1888), inaugura la etapa modernista. Consta de una serie de cuentos de refinado y elegante estilo y unos hermosos poemas finales. Prosas profanas (1896) es la culminación de este nuevo estilo. Los elementos aristocráticos y medievalizantes impregnan los poemas de este libro. Quizás la composición que mejor refleje este movimiento, casi a un paso de lo cursi, sea Sonatina:
“La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor…”
Cantos de vida y esperanza (1905) supone un cambio de rumbo: los hermosos símbolos palaciegos han sido sustituidos por lo hispánico y por la introspección.
Sus siguientes poemarios, El canto errante (1907), Poema de otoño (1910) o Canto a la Argentina (1910), inferiores en su conjunto, contienen sin embargo momentos muy bellos.
2.2 En torno al modernismo
La obra de los poetas regionalistas sigue las corrientes románticas y realistas y su cultivo coincide con la explosión modernista, por lo que comparte algunos elementos con este movimiento. Hubo regionalismo asturiano (Constantino Cabal, José García Peláez), murciano (José Martínez Tornel, Vicente Medina), salmantino (Gabriel y Galán), cacereño (Luis Chamizo), etc.
Un grupo de poetas inicia su obra antes de los aires modernistas y va acogiendo con mayor o menor premura las novedades. Así Salvador Gil (1853-1907), Manuel Reina (1856-1905), Enrique Redel (1872- 1909) Antonio de Zayas (1871-1945), Tomás Morales (1885-1921), etc.
La prolongada vida del malagueño Salvador Rueda (1857-1933) y su prolífica producción (más de treinta poemarios) hacen difícil su encuadramiento. Cultivó la poesía regionalista (Cuadros de Andalucía, 1883) y sensible a lo Campoamor (Fornos, 1895); poesía erótica (Himno a la carne, 1890) y otras que recrean el mundo clásico (Trompetas de órgano, 1907), etc. Su capacidad de trabajo lo llevó a cultivar con asiduidad la narrativa y el teatro.
Tampoco el almeriense Francisco Villaespesa (1877-1936) escribió poco. Más de cincuenta poemarios, novela y teatro. Fue considerado en su momento el mayor de los líricos, aunque no muy bien tratado por la crítica posterior. Sus primeros volúmenes, Intimidades y Flores de almendro, etc. están en la línea decimonónica. La copa del rey de Thule (1899) lo incluye de lleno en el modernismo, que continúa con El alto de los bohemios (1900) o Rapsodias (1901), de estilo más contenido. La muerte de su mujer lo lleva a escribir uno de los más destacables: Tristitia rerum (1906). A partir de ahí, en la abundantísima producción que le siguió, repite las fórmulas de su juventud.
Fue el sevillano Manuel Machado Ruiz (1874- 1947) más mundano, “señorito” y vividor que su hermano Antonio. Trabajó en París (1899), estancia que es de suma importancia en su obra. El golpe de Estado de 1936 lo sorprendió en Burgos. Atacado por su pasado liberal, tuvo que extremar sus adhesiones al franquismo amenazante, convirtiéndose, a su pesar, en el poeta oficial del régimen.
Sin embargo, Manuel Machado es un autor cada vez más reivindicado, de fina ironía, simbolismo depurado, señoritismo sano y menos superficial de lo que se venía considerando hasta hace poco.
Escribió teatro poético, algunas piezas en colaboración con su hermano y de grande éxito (La Lola se va a los puertos, 1930) y un sinfín de artículos, conferencias, ensayos literarios, traducciones, etc.
Sus primeras poesías están bajo el influjo de Bécquer pero ya reflejan su gusto por la poesía popular: seguidillas, coplas, etc. Tras su estancia en París publica el excelente Alma (1901) de tono simbolista y parnasiano; Caprichos (1905), peor tratado por la crítica aunque con aciertos y, sobre todo, Cante hondo (1912), de clara voz popular y flamenca, entre otros.
3. Los regeneracionistas y noventayochistas
El desastre de 1898 avivó la ...

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