Género y sexualidades en las tramas del saber
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Género y sexualidades en las tramas del saber

Revisiones y propuestas

Silvia Elizalde, Silvia Elizalde

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Género y sexualidades en las tramas del saber

Revisiones y propuestas

Silvia Elizalde, Silvia Elizalde

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Información del libro

Este libro se inscribe en el contexto de reflexión-acción sobre los modos de educar desde una perspectiva de género, revitalizado a partir de la sanción de la Ley Nacional de Educación Sexual Integral. Partiendo de la puesta en valor de la sexualidad como dimensión fundamental de nuestras identidades, esta compilación presenta una minuciosa revisión conceptual, metodológica y bibliográfica de la Historia, la Lengua y Literatura, la Educación Artística y la Comunicación tramadas desde los aportes e interpelaciones que formulan los estudios de género y de sexualidad en estos campos. Junto a ello, brinda recursos informativos, sugerencias prácticas y recorridos didácticos para trabajar estas cuestiones en cada materia.¿Qué sabemos de la historia de las mujeres y la diversidad sexual en nuestro país y en el mundo? ¿Tiene género el lenguaje? ¿Cómo interpela la producción artística a las sexualidades? ¿Cómo analizar las marcas del sexismo, la homofobia y la discriminación en los discursos mediáticos? Estas son algunas de las preguntas que este libro invita a hacer a los docentes de la enseñanza media, en su doble papel de educadores y de agentes comprometidos con la educación sexual como derecho humano.

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Información

Año
2020
ISBN
9789875993297
Capítulo 4: Comunicación
Genealogías e intervenciones en torno al género y la diversidad sexual
Silvia Elizalde
1. Puntos de partida
A diferencia de otras disciplinas sociales, como la antropología y la sociología, surgidas a fines del siglo XIX y comienzos del XX en tanto intentos de respuesta a una especificidad histórica particular –el contraste entre la cultura occidental y las “culturas otras” (antropología), o la complejización de las relaciones intersubjetivas en la sociedad industrial urbana (sociología)– la tradición investigativa y académica del campo de la comunicación se caracteriza por carecer de un objeto “inaugural” de estudio, y de una preocupación prioritaria o rectora que haya delimitado desde el inicio sus alcances, o trazado su impronta disciplinar de manera más o menos definitoria y distintiva. Más bien, su historia incluye los múltiples recorridos que un conjunto heterogéneo de espacios y tradiciones de análisis –como la filosofía, la historia, la geografía, la psicología, la sociología, la etnología, la economía, la antropología, las ciencias políticas, la biología, la cibernética y las ciencias del conocimiento (Mattelart y Mattelart 1997)– han ido realizando en torno a los procesos sociales de producción de sentido desde diversas perspectivas y con el foco puesto en distintos formatos y “materias primas” (los signos lingüísticos, icónicos y no lingüísticos; las prácticas y relaciones sociales; el contexto histórico y social; la dimensión individual de los intercambios, etc.). De allí que sea un error hacer coincidir el surgimiento de las ciencias de la comunicación con el momento de aparición cronológica de los massmedia,1 desconociendo el itinerario de exploración anterior, así como reducir su objetivo a la indagación exclusiva de estas tecnologías, si bien es cierto que ambas cuestiones han sido y son centrales en la conformación de este ámbito del saber.
En este sentido es preciso decir que, desde las primeras décadas del siglo XX a esta parte, las simultáneas y sucesivas reflexiones sobre los procesos de significación social –incluidos, pero no solamente, los análisis de los medios masivos– han ido conformando diversas aproximaciones teóricas y metodológicas al fenómeno de la comunicación. Estos aportes –sedimentados y agrupados luego en las diferentes “escuelas” y/o “teorías”– han contribuido a consolidar e institucionalizar este campo de estudio. Pese a ello, el horizonte de trabajo en temas de comunicación mantiene aún abierta la interrogación constitutiva sobre las fronteras posibles de sus propósitos, técnicas y objetos; la necesidad de operar desde la transdisciplinariedad y, en algunos ámbitos, la discusión misma sobre su legitimidad científica, todo lo cual suma nuevas tensiones epistemológicas y políticas a su interior.
Una apertura similar atraviesa el terreno de los estudios de género y las sexualidades, en esa extensión oscilante y en permanente desarrollo que incluye desde la historia de las mujeres a las teorías de género, desde los análisis feministas a los estudios queer,2 desde los trabajos sobre sexualidades a la perspectiva de la diversidad LGBT.3 En cualquier caso, ambos territorios del saber han cuestionado en sus propios campos las concepciones tradicionales de la investigación y el análisis cultural en sus búsquedas y debates sobre la especificidad de sus universos de intervención (y en contra de la idea de la autonomización radical de los objetos de estudio como principio garante de la legitimidad académica o científica). Al mismo tiempo, las discusiones en sendos escenarios comparten el interés por historizar los procesos que han acompañado su institucionalización, tanto en las universidades y centros de estudio, como en la industria cultural del presente. En este marco, la defensa compartida de la transdisciplinariedad puede leerse como un intento de ambos ámbitos por zanjar –nunca del todo– las tensiones derivadas de la acusación frecuentemente recibida por el supuesto carácter disperso (comunicación) o extremadamente específico o “guetificado” (género) de sus objetos y materiales de estudio. Pero también, como una sugerente y temprana ruptura respecto de las disciplinas que siguen operando –más o menos solapadamente– a partir de la producción y estabilización de temas y de criterios de “propiedad” de los abordajes y las metodologías sobre el mundo social. La propuesta por el trabajo transdisciplinario –que atraviesa, reiteramos, tanto a los estudios de comunicación como a los de género y sexualidades– constituye una contundente invitación a explorar los posibles cruces entre ambos territorios, teniendo siempre en cuenta el contexto, la historia y sus diversas implicancias políticas y culturales (Elizalde 2007).
Ahora bien, ¿cómo ha actuado la escuela y el saber pedagógico frente a los fenómenos de orden comunicacional y las propuestas mediáticas? La respuesta a esta pregunta se inscribe en un proceso gradual en el que se destacan dos momentos claves. El primero, caracterizado por un hermetismo casi absoluto a todo intento de ingreso al aula de contenidos asociados a los productos de la industria cultural y los medios, por considerarlos triviales, contrarios a la lógica del aprendizaje escolar, debilitadores de la autoridad docente y hasta tergiversadores del estatus científico del conocimiento impartido en el ámbito educativo. El segundo, desplegado en las últimas dos décadas, signado por el reconocimiento del rol estratégico de los materiales mediáticos como configuradores de valores, sentidos sociales y pautas de acción en la vida cotidiana de alumnos/as y docentes. Y, por lo tanto, por la apertura a la inclusión explícita de estos formatos y productos culturales –música, prensa, radio, televisión, lenguajes periodísticos, contenidos de Internet, etc.– como insumos válidos para el aprendizaje, la lectura crítica de la realidad y la necesaria articulación de la escuela con la “vida extraescolar”. Anclada en esta segunda posición se constata la existencia cada vez más notable de manuales, orientaciones programáticas y políticas concretas de estímulo para la utilización de los medios de comunicación y las TIC (tecnologías de información y comunicación) en el aula, tanto por parte de las empresas periodísticas como del propio Estado. De modo destacado en nuestro país, el programa Escuela y Medios, del Ministerio de Educación de la Nación (http://www.me.gov.ar/escuelaymedios/), pero también, por caso, “El diario en la escuela”, programa desarrollado desde 1987 por la Asociación de Diarios del Interior de la República Argentina (ADIRA). Sin embargo, ninguna de estas iniciativas focaliza de manera prioritaria en el uso de los materiales mediáticos para la reflexión sobre las relaciones de género, la desnaturalización de los prejuicios sexistas y homofóbicos, o el análisis crítico de los modelos de sexualidad, ciudadanía y derechos sexuales y de género que los medios formulan y los/as jóvenes luego reapropian (asumen, resisten, transforman) contextualmente, en diálogo con sus experiencias y prácticas cotidianas. Cabe entonces avanzar con paso firme en esta tarea aún pendiente, aprovechando la vía abierta por el Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Estas páginas pretenden, justamente, ser una contribución a ese imprescindible y todavía incipiente trabajo.
Surge así un nuevo interrogante: el hecho de que los medios de comunicación no hayan sido mayormente incluidos en las aulas para explorar el orde...

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