
- 290 páginas
- Spanish
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eBook - ePub
Descripción del libro
El autor propone una reflexión en una perspectiva distante y abarcativa (telescópica) que atienda la especificidad única de la especie humana inserta en forma indisociable en su hábitat: la heterogénea realidad humana, construida por esa especie. Intrincación del hombre y su medio solo posible por la existencia del psiquismo. Partiendo de la enumeración que Freud hace en
El Malestar en la Cultura acerca de las fuentes del padecimiento humano, el autor plantea su irremediable imperfección constitutiva como el motor que dinamiza el alucinante avance alcanzado en nuestro tiempo. Avance que si bien brinda mayor seguridad, eficiencia y confort no hace más que poner en evidencia el irreductible padecimiento al que el psicoanálisis atiende e intenta mitigar. Fiel a la perspectiva propuesta, hace un recorrido evolutivo del hombre y de los hitos más visibles que nos llevaron a la muy variada realidad humana actual.
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Información
Categoría
PsychologyCategoría
Psychoanalysis1
KARL ABRAHAM
SUS PRINCIPALES IDEAS ACERCA DEL DESARROLLO PSICOSEXUAL
SUS PRINCIPALES IDEAS ACERCA DEL DESARROLLO PSICOSEXUAL
Karl Abraham nació en Bremen, Alemania, en 1877 y murió en 1925 a los 48 años. Pertenecía al círculo más próximo a Freud, a quien conoció en 1907. Dice E. Jones (p. 11)1: “Las relaciones personales así establecidas florecieron en una amistad que permaneció sin sombras hasta el fin”. En el Octavo Congreso de 1924 fue elegido presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional y reelegido el año siguiente en el Noveno Congreso. Fue maestro analítico de figuras de gran prestigio como Helen Deutsch, Eduard Glover, Melanie Klein, Sándor Radó y Theodor Reik, entre otros. Su obra se considera como un jalón imprescindible entre las conceptuaciones de Freud y los desarrollos de la llamada Escuela Inglesa que responde a los lineamientos teóricos de Melanie Klein. Partiendo de las ideas fundamentales del creador del psicoanálisis, y junto con otros pioneros como Sándor Ferenczi, Viktor Tausk y Ernst Jones, entre otros, contribuyó al diseño teórico de las llamadas organizaciones pregenitales de la libido como consecuencia de la ampliación del abordaje del campo clínico y psicopatológico tributario del psicoanálisis, más allá de las neurosis clásicas.
Para los fines propuestos en el título, este artículo se basará fundamentalmente en su célebre trabajo “Un breve estudio de la evolución de la libido, considerada a la luz de los trastornos mentales” de 1924. Se trata de uno de los últimos y más representativos exponentes de su pensamiento, en el cual se integran, además, gran parte de sus aportes previos al tema, entre los que pueden citarse “Notas sobre la investigación y tratamiento de la locura maníaco-depresiva y condiciones asociadas” de 1911, “La primera etapa pregenital de la libido” de 1916, siguiendo los pasos de la edición de 1915 de “Tres ensayos sobre una teoría sexual” de Freud, “La valoración narcisística de los procesos excretorios en los sueños y en la neurosis” de 1920, su breve “Contribución a una discusión sobre el tic” de 1923, o finalmente su clásico trabajo de 1919 titulado “Una forma particular de resistencia neurótica contra el método psicoanalítico” en el cual se plantean las dificultades de abordaje de los ahí llamados “pacientes narcisistas”.
Karl Abraham era un agudo observador clínico, con una sólida formación médica, amalgamada con extensos intereses humanísticos como la filología y la antropología, especialmente con los aportes de Roheim; influencias que se evidencian elocuentemente en sus extensos escritos.
Anticipando algunas conclusiones, se podría afirmar que si bien este artículo intenta ubicar a Abraham como precursor de las innovaciones teóricas de Melanie Klein, sin embargo no establece como la autora, una neta diferenciación entre un desarrollo temprano y uno más tardío. Postula, en cambio, un punto límite entre las dos subetapas de la organización anal, a las que adjudica las fijaciones de la psicosis (neurosis narcisísticas) y las neurosis de transferencia, por lo cual ese punto límite conforma la frontera entre dichas neurosis y psicosis. En realidad, es con los aportes teóricos que le sucedieron, especialmente los de la misma Klein, Winnicott y Fairbairn, que se establece la distinción del “desarrollo temprano”, que implica presupuestos conceptuales diferentes y adicionales tales como el énfasis en “las relaciones de objeto”, “la fantasía inconsciente” y “los mecanismos de defensa primitivos” frente a las “ansiedades tempranas”. Nuestro autor, más cercano a Freud, mantiene en cambio una concepción evolutiva lineal en una sucesión de organizaciones crecientemente inclusivas más complejas, comandadas y centralizadas por una zona erógena y que culminan en el Edipo. Que se llamen etapas pregenitales (preedípicas) permite seguir destacando al complejo de Edipo como complejo nuclear de las neurosis. Sin embargo, según puede apreciarse de la generosa casuística que brinda en sus trabajos, centró su labor clínica sobre el entonces poco explorado terreno de las neurosis narcisísticas teorizando consecuentemente sobre los estadios pregenitales de la libido. De este modo, como ya se dijo, amplió considerablemente el camino abierto por el propio Freud en esos mismos campos.
Aunque el autor destaca y defiende en todo momento el basamento empírico de sus teorizaciones, concluye, sin embargo, en un paralelismo que podría juzgarse bastante especulativo entre las hipótesis del desarrollo psicosexual que él propone y el modelo provisto por la sucesión de las transformaciones embriológicas. Asimismo, propone una vinculación genética definida entre cada cuadro psicopatológico y el punto de fijación en cierto nivel del desarrollo libidinoso.
Consecuente con esto último, en la primera parte del citado trabajo, “Un breve estudio…”, relaciona los fenómenos patológicos clínicos con los niveles pregenitales de la libido. En la segunda parte, también con abundante material clínico, centra su descripción en la trayectoria que sigue el desarrollo del amor objetal. El desarrollo del yo no es especialmente tratado, excepto en sus comentarios acerca de la doble introyección en el yo y el ideal del yo, y en unos pocos párrafos que dedica a lo que llama “formación de las inhibiciones de los instintos” (p. 377).
Reconociendo “Duelo y melancolía” (Freud, 1915/7) como su más próximo antecedente, nuestro autor arranca con la observación de las semejanzas clínicas entre los cuadros melancólicos y las neurosis obsesivas, especialmente en el llamado intervalo libre de los primeros, en los cuales pueden observarse los rasgos de carácter descriptos como “carácter anal” (Freud, 1908; Abraham, 1921)2. En ambas afecciones destaca la marcada ambivalencia, tanto en lo relacionado al desajuste entre el amor y el odio, como en cuanto a tendencias homosexuales y heterosexuales. Esto le sugiere un vínculo estrecho entre estas afecciones y la misma fase pregenital –la etapa anal– del desarrollo psicosexual. Sin embargo, tampoco dejan de ser notables las diferencias, tanto en su evolución clínica –cíclica en un caso y habitualmente crónica en el otro–, sino también en cuanto a su actitud respecto de la relación objetal: mientras el melancólico abandona (pierde) a su objeto, el obsesivo lo conserva. Por lo cual concluye que “esta etapa contiene elementos heterogéneos, que hasta ahora no hemos podido separar”3.
Señala, asimismo, la íntima vinculación entre las excitaciones libidinosas que parten de la zona anal y los impulsos sádicos. De acuerdo al funcionamiento polar, el placer puede conseguirse tanto por retención como por evacuación. Asimismo, las tendencias sádicas pueden expresarse a través de la retención (dominio-propiedad) o de la expulsión (destrucción-pérdida). Para demostrar el vínculo intrínseco entre la defecación y la pérdida del objeto se apoya en observaciones directas de los niños, los mitos, los usos del lenguaje y del folklore. También su aguda observación clínica lo lleva a afirmar que en el “carácter anal” los rasgos no dependen exclusivamente de la formación reactiva o la sublimación de impulsos eróticos-anales, sino también de los sádicos-anales como lo ejemplifica convincentemente a través de la observación habitual acerca de lo torturante que puede ser, por ejemplo, para sus allegados la convivencia con una ama de casa con “compulsión de limpieza”. Finalmente concluye que, desde esta caracterología “anal” el que se desencadene un cuadro y otro, dependerá, en última instancia, de las fijaciones más precisas que se pongan en juego cuando aparece el factor precipitante, o sea la amenaza de la pérdida de objeto. Si triunfan las tendencias anal-sádicas conservadoras –la retención y control del objeto– el resultado será un cuadro obsesivo-compulsivo. Por el contrario, si prevalecen las tendencias opuestas anal-sádicas de destrucción-expulsión, se desencadenará la depresión melancólica. Consecuentemente, establece para esta última un origen más antiguo que las anteriores. Aunque sobre este punto se explaya en la segunda parte del trabajo, anticipa aquí una síntesis sobre el desarrollo de las relaciones de objeto. En términos generales, sostiene que al principio la libido infantil carece de objeto (es autoerótica) y luego toma como objeto a su propio ego, para luego dirigirse a los objetos con una intensa ambivalencia. Sólo tardíamente puede tener hacia el objeto una actitud cordial al superar tal ambivalencia. En el caso del paciente melancólico su grado de regresión lo lleva a la ruptura completa de sus relaciones objetales. En cambio, el neurótico obsesivo conserva sus relaciones objetales, a pesar de la intensa y torturante ambivalencia. Se sigue de esto la posibilidad de discriminar en la etapa sádico-anal dos subniveles: uno más primitivo, punto de fijación de las depresiones melancólicas y uno más tardío en el que se fija el neurótico obsesivo. Como ya se ha anticipado, entre estos dos niveles pasa la línea demarcatoria entre las neurosis, en que se conserva el objeto y las psicosis en que se opera la pérdida del objeto.
Siguiendo a estos esclarecimientos pasa al estudio de la relación entre la pérdida del objeto y la introyección; y sus consecuencias tanto normales como patológicas: duelo normal, melancolía y homosexualidad4. En estos tópicos amplía con probatorios materiales clínicos, lo que Freud había comenzado a esbozar desde la especulación teórica en “Duelo y Melancolía” y en “Psicología de las Masas y Análisis del Yo”. Concluye que luego de la pérdida de objeto, tanto en el pesar normal como en la melancolía se produce la incorporación oral del objeto perdido. “Trataré de demostrar más adelante que la melancolía es una forma arcaica del pesar [...] que también en el individuo sano la elaboración del pesar asume una forma arcaica en los estratos inferiores” (p. 333). En relación con esta cita no puede dejar de evocarse la similitud con los aportes de M. Klein, quien postula que en todo duelo se reactivan los procesos de la posición depresiva del desarrollo. Volviendo a la similitud entre el pesar normal y la melancolía debemos, sin embargo, resaltar también las diferencias. El pesar normal es desencadenado por una pérdida del objeto real y siempre consciente; y la introyección de este objeto como resultado final del proceso de duelo opera como una compensación de dicha pérdida. En cambio en el melancólico el trastorno central radica en una perturbación previa en las relaciones libidinosas con el objeto. Esta perturbación consiste en un serio conflicto ambivalente, que luego se eterniza en el interior del sujeto provocando la penosa sintomatología producto del virulento odio no neutralizado. En síntesis: en el pesar normal la pérdida real del objeto desencadena el proceso de la elaboración dolorosa del duelo, cuyo resultado es la recuperación identificatoria del objeto en el yo a través de la introyección. En cambio, en la melancolía, la alteración de la libido –fragilidad en el ligamen por la intensidad del odio– sería su condición y la pérdida del objeto su consecuencia. Esta pérdida o destrucción del objeto no siempre es consciente, como tampoco es necesaria su desaparición física. Con más frecuencia una trivial decepción basta y es eficaz para que se desencadene el cuadro.
Abraham sostiene que el lenguaje orgánico se conserva en los estratos más profundos del inconsciente como un código primario5. Por consiguiente, a partir del material clínico, con el cual el autor ejemplifica sus postulaciones, sostiene que los procesos orgánicos de excreción y alimentación proveen los modelos para el registro en el inconsciente de la “pérdida” y de la “introyección” del objeto respectivamente. De este material clínico surge la fuerza probatoria de los procesos introyectivos oral sádicos consecutivos a la pérdida-destrucción del objeto (vivenciado como excremento), reconociendo en este proceso una regresión a la etapa oral-canibalística. ...
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