Estudio introductorio
Presentar una obra no es tarea fácil y menos cuando su título es sugerente, su autora conocida y sus referencias parecen hacerla acreedora de una posición relevante en la historia de la cultura. No hay duda de que estos rasgos se dan en El siglo de los niños, Barnets århundrade en el original sueco de 1900.
El siglo de los niños fue un título acertado que apareció en el momento justo, tanto que en sí mismo, más que el propio contenido de la obra, muy poco leída, ha sido utilizado posteriormente en eventos o publicaciones relacionados con la infancia, especialmente justo a comienzos del siglo XXI. En cierto sentido, podríamos decir que el mayor acierto del libro fue su título, un título que podía fácilmente convertirse en slogan.
Ahora bien, si se mira la historia de la infancia desde la perspectiva de la larga duración, fue avanzado el siglo XX, el siglo del niño, cuando se produjo una inflexión en la visión positiva acerca de la historia de la infancia. Hasta los años setenta de ese siglo parecía que la situación de la infancia había mejorado constantemente, mejoraba su educación, su atención médica, su situación en la familia, y sus derechos y la protección de los mismos. La historia de la infancia nos ha enseñado que ha habido épocas donde la vida de un niño, la vida de un ser humano, en general, valía poco. Las tasas de mortalidad infantil eran tan elevadas que la muerte de los niños era casi normal de puro habitual. Los abusos, la enfermedad y la explotación formaban parte de la vida de los seres humanos desde la infancia. Llegó un momento en que esas situaciones empezaron a denunciarse y filántropos decidieron comenzar una cruzada para salvar a la infancia. Había que salvarla de los peligros de la calle, de la explotación laboral, del abandono. Apareció, entre otras instituciones, la escuela primaria obligatoria y la prohibición de trabajar antes de esa edad: escuela y trabajo como cara y cruz de una misma moneda. A medida que aumentó la escolaridad obligatoria, se alejó la edad de actividad laboral. Empezó la legislación protectora de la infancia: un niño delincuente no podía ser tratado como un adulto delincuente y la sociedad comenzó a asumir alguna responsabilidad en que ese niño se hubiera convertido en un peligro en vez de en un “ciudadano de provecho”, y a plantearse su posible reeducación. Aparece la noción de “infancia en peligro”, distinta de la “infancia peligrosa”. Desde todas las perspectivas, la sociedad empezó a mirar hacia los niños, a sentirse culpable del estado en que se encontraban y a tomar medidas para “salvarlos”. En ese contexto apareció El siglo de los niños de Ellen Key.
Por otra parte, si además de mirar hacia el pasado, hacia su contexto, nos fijamos en el presente y en el futuro de la infancia, esa línea de mejora constante en las condiciones de vida de los niños parece haber cambiado de dirección. ¿Qué pensaría Key al ver en las sociedades desarrolladas el bullying, la obesidad infantil, el consumismo o la explotación infantil? Los niños siempre habían formado parte de un grupo, la familia o la comunidad, que les prestaba diversos grados de atención. Tampoco podemos pensar que todos los niños vivían en malas condiciones o eran maltratados. Hay multitud de ejemplos de niños muy queridos, cuidados, mimados, educados en los siglos anteriores al XIX, ya que, si algo sabemos los historiadores, es que las generalizaciones son siempre erróneas. Una relevante aportación en este sentido es la de Linda Pollock, que hacía ver que algunos historiadores apoyaron, a la vista de las obras de Ariès o de Lloyd de Mause, la creencia errónea de que antes del siglo XX (su libro aborda de 1500 a 1900) no había un concepto de infancia, cuando lo cierto es que no podemos analizar siglos pasados con los criterios actuales y que, aunque se viera a los niños de forma diferente a la actual, eso no significa que no fueran vistos como niños. Ahora bien, hoy en día, sin negar la necesidad de proteger a los niños y sus derechos, ¿no los hemos apartado del mundo de los adultos? Se habla de la infantilización de la infancia y de buena parte de la juventud. ¿No es eso el resultado de ese alejamiento? Ellen Key hablaba del príncipe de la casa y se preguntaba dónde estaba el rey. Pues bien, lo que tenemos hoy son muchos niños convertidos en absolutos tiranos. En muchas familias se dice que no quieren que les falte nada a los niños ¿Qué necesitan los niños? Quizás más tiempo, más “cuidado” en el sentido más amplio del término. Y, por otra parte, tenemos a millones de niños pasando hambre, sin educación, sin los cuidados mínimos. Los derechos de los niños siguen siendo un tema pendiente.
En este estudio introductorio intentaremos ofrecer ideas, nociones y argumentos que animen al lector a adentrarse en esta nombrada monografía a la que no ha sido fácil acceder, pues son pocas las bibliotecas que conservan en sus fondos algún ejemplar de El siglo de los niños en la traducción al castellano, editada en 1906 en dos tomos por la editorial Henrich y Compañía, de Barcelona. Existen ejemplares, al menos, en los fondos históricos de las Escuelas Normales de Zaragoza y Málaga. En la Universidad de Málaga están también los dos volúmenes de 1907 y, aunque no hay una referencia explícita a que sea una reedición del original de 1906, puede computarse como tal. En ese caso, la obra, en la versión castellana de Miguel Domenge Mir, contaría con tres ediciones: 1906 y 1907 en Henrich y Compañía, de Barcelona, y en 1945 una versión corregida en la Editorial Albatros de Buenos Aires (Argentina), editada en un volumen, sin la presentación del traductor que figura en las anteriores. También existe un ejemplar de 1907 en el catálogo de la Biblioteca Nacional de ...