XVIII
De visita a la iglesia de la Caridad un día ocho de septiembre
Unos minutos después nos encontramos en el ascensor, en la entrada tomamos un cocotaxi en la puerta del hotel, este corrió por la calle Neptuno, atravesó el Paseo del Prado (José Martí), dobló a la izquierda al costado del edificio del Muy Ilustre Centro Gallego. Tomamos la calle San José (hoy San Martín), pasamos por delante del antiguo teatro Campoamor, hasta Galiano (Avenida de Italia); hasta llegar a la calle Zanja y Dragones, frente a la antigua Plaza del Vapor (Ese nombre lo recibió porque en unos de los cafés que poseía en unos de los edificios de la plaza existía un bello cuadro con la figura de un vapor), hoy Parque del Curita, nombre que recibió en honor de Sergio González, joven conspirador contra el régimen de Batista.
Nos dejó en fin de cuenta en pleno corazón del barrio chino, porque el tráfico estaba interrumpido por donde va a pasar la procesión. Con pasos rápidos tomamos la calle Dragones y pasamos Rayo, luego San Nicolás y por último Manrique, torcimos por la esquina de la farmacia y la gente ya no nos dejó avanzar hasta la procesión. La vieja ermita del Cristo de la Salud que luego se unió a la de Guadalupe, se convirtió en el siglo XX en la Caridad, como santuario de la ciudad, la restauración de la fábrica se debe a la señora América Arias, esposa de José Miguel Gómez quien fuera el segundo presidente de la República. El templo es de tres naves con una bóveda falsa de cañón, de forma basilical, románica, con un techo de tejas encima de la bóveda de dos aguas y teja roja, con una cúpula en el crucero con pechina, en la cúpula existen varios vitrales hoy sustituidos en su mayoría por cristales blancos y algunos de colores.
Las dos naves laterales culminan en unas pequeñas capillas y la central en el actual presbiterio que esconde uno mayor más antiguo, que se puede ver en sus laterales. En presbiterio también se pueden ver unos vitrales, como en las capillas lateras se pueden ver unos ojos de buey a cierta altura. Tiene un bello retablo en madera revestido de oro bruñido. No pienses que te estoy hablando de oro como metal fundido, sino pequeñas laminillas de papel que tienen miles de puntos de oro, que en realidad a los ojos inexpertos como el mío, parece una pintura color dorado, esta se pega sobre la madera, se cubre con las pinturas se le da calor y después se saca el dibujo que se desea que permanezca el dorado y se bruñe con alcohol y la perrubia le da el acabado.
En el centro del altar como corona del nicho labrado en la pared y que es en forma de concha, tiene el escudo en relieve de la República de Cuba. En un segundo plano debajo de la virgen, aparece el expositor y más abajo un sagrario todo de igual hechura y primor, a los lados, en el retablo aparece los seis escudos de las antiguas provincias que estaban divida Cuba en ese tiempo: Pinar del Río, Habana, Matanzas, el espacio que ocupa el sagrario y el expositor, luego le siguen Las Villas, Camagüey y Oriente.
Entre estos escudos y delante de los mismos seis velas eléctricas con sus dorados candelabros, seis más un poco más arriba sujetas del retablo que desde la nave central dan la sensación de doce velas distribuidas en dos niveles que en el conjunto hace hermoso dicho altar mayor. El resto de la iglesia podría considerarse neoclásico. El antiguo baptisterio que todavía tiene una pintura valiosa de un san Juan vestido, es todo de piedra y con letras doradas y en latín señala el lugar. En contraste con el nuevo baptisterio en la capilla lateral paralela a la calle Salud, donde el color verde sobresale alrededor en zócalo; esta capilla tiene un nicho labrado en la pared con una imagen de Guadalupe.
Esta fue habilitada para baptisterio como consecuencia de la reforma liturgia del Vaticano II por el presbítero Benigno de la Fuente y López. La fuente bautismal es de mármol, divido su concha en dos partes una más amplia que la otra, sirve una para contener el agua y la otra para bautizar esta se encuentra en el centro del piso de la capilla. Dicha pila está enclavada en un nivel más bajo que el resto de la capilla, su costado se puede ver el palio de las procesiones del Santísimo, uno de los más hermosos de la ciudad.
Las gotas de sudor calan mi cuerpo mientras el enjambre de gente se agolpa alrededor de la carroza el sudor marca a cada uno de los participantes. El sol ni por un momento deja de brillar produciendo el calor agotador que se acelera por la masa humana que quiere acercarse a la virgen que llega desde el interior de la iglesia. El párroco la coloca en el lugar destinado a la pequeña imagen, el cardenal y algunos sacerdotes le siguen detrás, después de estos el mayor grupo de creyentes que hace hora todos quieren lo más cerca estar de la imagen de la venerada imagen.
Los ciriales y cruz presiden la ceremonia el turiferario le alcanza el incienso al cardenal y este inciensa la imagen de la Virgen; las campanas gritan al vuelo, el canto triunfal dedicado en ese momento a la virgen; todo en el preciso momento, el turiferario junto a sus compañeros que lleva la naveta que contienen los olorosos granos de incienso y mirra, vuelve a su lugar en el principio de la procesión. La banda toca los primeros acordes y comienza a caminar la avalancha de la procesión.
Los estandartes de las distintas cofradías ya emprendieron la marcha, en los balcones se agitan pañuelos, en otros dejan caer flores y otros curiosos salen por la algarabía que forman los perros. La imagen es pequeña, no llega a medir un metro, morena es su cara y moreno es el niño que lleva puesto, él tiene una bola del mundo, su mano derecha y la otra abierta para dar un abrazo al mundo entero, su corona de oro labrada con gran esmero como la de un pequeño rey. Talla esta de vestir del siglo XIX, que fue puesta primeramente por una familia devota el 9 de septiembre de 1838. La madre sostiene en su mano una cruz de piedras de las joyas de abolengo, cada piedra bien engarzada formadas por el número perfecto; ella vestida de blanco y de dorados vuelos que forman complicados adornos y el escudo cubano en su centro. Su pelo negro se deja ver por el manto y los aretes de juego.
Es una princesa, con lindos brocados y su corona da sentido a todo el conjunto de su pequeño cuerpo, más arriba la diadema de doce estrellas con un bello anagrama que en el centro tiene la letra M. El conjunto la hace más bella, la mujer más querida de nuestros campos, la más hermosa en el pueblo, la que cariñosamente se le llama Cachita, la Dulce María de Nuestros Remedios del Cobre.
El templo fue consagrado a la Virgen de la Caridad del Cobre en 1927, ¡qué hermosa es esta! Esa imagen pequeña y de un rostro afable, de una dulce mirada que penetra a los ojos de quien ve la imagen, siempre ataviada con un nuevo vestido cada año, el día de su fiesta.
Siempre en medio de un jardín de flores, entre se destaca los nardos las mariposas y las azucenas, se me olvida señalarte el girasol, flor que se hermosea como rey entre las rosas y demás flores que colorean el paisaje, el olor es suave, agradable, con hechizo tan especial donde el peregrino creé estar en un pedazo del cielo en medio de un reducido espacio terrenal. La imagen de la Virgen Mambisa, como la llamaron nuestros abuelos, esa no dejará de representar a los cubanos, ella los acompaña en cualquier latitud, es todo un símbolo. El otro día fui a una panadería por donde yo resido y enseguida supe que los dueños eran cubanos por la imagen que tenían. Comprenderás lo que significa cuando observas a tu pueblo, allí podrás sentir por aquella imagen particular identifica tu raza, tu cultura, tu forma de sentir y pensar, aquella imagen que resume tu historia, como para los cubanos es esta.
Aquella imagen que salió a la batalla con nuestros mambises, y que los mambises quisieron llevar en su corazón, la que lo identificó como pueblo. La que nuestros veteranos pidieron al obispo de Roma que la nombrase patrona de nuestra nación. Ella es como el escudo o la bandera, es ella un símbolo patrio, no olvides que los cubanos le presentaron sus armas. Esa que cuando en 1898 los soldados norteamericanos no dejaron entrar a nuestros soldados cubanos en la heroica Ciudad de Santiago, fue en Hatos del Cobre donde se cantó el primer “Te Deum”, por la libertad de Cuba. En su Basílica Menor en el Cobre, se guarda desde un lápiz de un estudiante, un premio Nobel, cuantas promesas, y recuerdos cubanos y extranjeros, entre los de época resiente se encuentra hasta la tierra que el primer cosmonauta cubano Arnaldo Tamayo llevó al Cosmos, es ella la que muchos cubanos le llaman La Madrecita del Cobre.
Te contaré la siguiente anécdota sobre el Santuario del Cobre, cuando los mandos del ejército norteamericanos el día 12 de agosto 1898 escamoteando la participación cubana en la contienda no dejando participar al ejército cubano en las capitulaciones, ni que bajara a la Ciudad de Santiago de Cuba; nuestros mambises se congregaron en asamblea constituyente a los pies del Santuario del Cobre y cantaron un “Te Deum”, de acción de gracias a los pies de la Virgen por mandato del general Calixto García el 8 de septiembre de ese año, enviando a su jefe de estado mayor, el general Agustín Cobredo, para participar en aquella misa pública como primer acto solemne en el territorio de Cuba libre.
Aquellos mismos hombres que se reunieron en Asamblea Constituyente el 16 de septiembre de 1895 y en la de 1897, ratificando el propósito firme e inquebrantable de una absoluta independencia son los mismos que no lo dejaron entrar en la ciudad de Santiago; los mismos que tuvieron que aceptar la horrenda y mancilladora Enmienda Platt en 1901. El 10 de mayo de 1910, fue declarada por el papa Benedicto XV patrona del pueblo cubano. Coronada en Santiago de Cuba, como reina y madre del pueblo cubano. El Papa Juan Pablo II; volvió a cortarla en la histórica Ciudad de Santiago cuando este visitó Cuba hace algunos años.
Esa imagen que se puede ver en las casas, que debe ser para ti un símbolo, si no la amas no te llames cubano, aunque Mambí sea tu abuelo, me dijera cualquier extranjero. Le zumba el mango, le rompe el merequeten, que tú seas cubano y no conozca a la virgencita; bueno a cualquiera se le muere un tío. Gran parte del pueblo la celebra y no solo con misas y ruegos, la celebran como mulata hija del oro, la miel y la canela, representa la fecundidad y la sonrisa de los cubanos, la “Ochún”, de nuestra raza, uno de los orichas que trajo la religión del negro.
Los tambores en las casas, los dulces y plegarias en lengua Yoruba, y los cantos desde el gregoriano hasta el popular ritmo en las iglesias todas en fin son plegarias que dice nuestro pueblo, pero no me busque la lengua que no quiero hablar. Pero en las escuelas de elites, esta no fue la devoción que enseñaron al estudiantado, fue la de Lourdes, la de Fátima, la de Aragón con el Pilar de Zaragoza, hasta la de Montserrat. Un caso insólito en la iglesia de Galiano había una imagen blanca que hasta muy poco la tuvieron para no tener la Virgen Negra.
De una de las casas del entorno también se podía escuchar otra música, otro ritmo, nos asomamos a la puerta del solar de la casa vecindad, el viejo caserón perteneció alguna vez a una de las rancias familias cubanas, con el paso del tiempo, cuando las familias se fueron para el vedado y alquilaron la vieja casa solariegas. Para tener más alquileres se fraccionó la casa en diminutos cuartos donde se hacinan los pequeños grupos familiares. La vida del solar es el patio alrededor del cual se desarrolla la vida de vecindad es como un corro español, en él se presenta la zarzuela de la vida, donde todos son espectadores y a la vez actores o actrices.
La puerta de entrada siempre abierta, y en el centro del zaguán, un panel de madera o paraban que sirve para ocultar de los ojos curiosos el amplio patio central. Penetramos el zaguán, y alguien de adentro de los primeros cuartos corrió la cortina, esta era confeccionada de retazos de una multitud de colores porque en los solares siempre las puertas de las habitaciones permanecen abiertas, por ser muchas veces la única fuente de aire para las habitaciones, conjuntamente una ventana que se encuentra cerca. Muy cerca de esta casa en la calle Salud en 1804, en la casa número 122, propiedad de un cabildo de nación Carabalí, con el nombre del Santo Ángel Custodio.
La mujer está ataviada con los elementos propios de la vestimenta del siglo XIX, una mujer de unos cincuenta años de tez morena vestida de blanco. Su chal, mantilla, y en su cuello llevaba un mazo de collares, propios de la religión Yoruba, con un gesto nos invita a pasar.
Ya adentro, nos encontramos con una decena de personas y delante un altar improvisado donde se encontraban varias pequeñas imágenes de los santos católicos distribuidos de forma irregular, en el centro la Carida...