El medio pelo en la sociedad argentina
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El medio pelo en la sociedad argentina

apuntes para una sociología nacional

Arturo Jauretche

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El medio pelo en la sociedad argentina

apuntes para una sociología nacional

Arturo Jauretche

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Información del libro

Este volumen es probablemente uno de los libros de mayor resonancia en la obra de Jauretche. Como lo hace de manera habitual, aborda dentro del marco de referencia histórico, político y económico, aspectos determinantes de la sociedad argentina. En esta oportunidad le interesa escudriñar un determinado tipo social: el que se desvive por alcanzar una figuración superior a sus posibilidades. Decir que un individuo o un grupo es de medio pelo implica señalar una posición equívoca en la sociedad. La situación forzada de quien trata de aparentar un status superior al que en realidad posee.

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Información

Año
2019
ISBN
9789500531894

EL MEDIO PELO en la sociedad argentina

Anteportada

Arturo Jauretche
EL MEDIO PELO
en la sociedad argentina
(Apuntes para una sociología nacional)
Obras Completas
Volumen 3
Logo Ediciones Corregidor

Tabla de contenidos

Índice

Guía

Paginación equivalente a la edición en papel (978-950-05-3061-3)

Advertencia preliminar

Si bien el tema que voy a tratar en este libro es de sociología debo prevenir al lector que no estoy especializado en la materia, y que solo ando por ella de “bozal y lazo”, como dijo Hernández, un sociólogo nuestro que tampoco era de la especialidad. Guardando las distancias con el autor de Martín Fierro intento colocármele “a la paleta” en el método, proporcionando datos y reflexiones que he recogido como actor y observador apasionado en el curso de una vida lo suficientemente prolongada para que pueda ser testigo de CASI todo lo que va del siglo.
Tal vez lo que resulte sea pura anécdota de “mirón”, pero no es mi propósito, como no fue el de Hernández, hacer obra puramente literaria a través de un personaje de imaginación, que es lo que pretendieron entender durante mucho tiempo los mandarines de nuestra cultura.
Porque los conocía se previno:
Digo que mis cantos son
para los unos… sonidos
y para otros… intención
Nos dejó así, el mejor, si no el único, documento histórico sobre una época de transición en que fue sepultado el pueblo-base de nuestra nacionalidad; de ese drama tendríamos muy escasas noticias, a pesar de lo reciente, por la labor de los informantes documentales y eruditos, sin la presencia de su testimonio poético elaborado en una vida de hombre “comprometido”, y en causas perdedoras.
Con esto se comprenderá porqué he subtitulado este trabajo como “apuntes para una sociología” con la esperanza de proporcionar al sociólogo, desde la orilla de la ciencia, elementos de información y juicio no técnicamente registrados, que suelen perderse con la desaparición de los contemporáneos. Que lo logre o no, dependerá de mis aptitudes que “pido a los santos del cielo” me ayuden a ponerme en la huella de tan ilustre marginal de lo científico.
Al mismo tiempo, pretendo ofrecerle a mis paisanos un espejo donde vean reflejadas ciertas modalidades nuestras, particularmente en la cuestión de los status, de cuya evolución histórica me ocuparé en primer término. Deseo hacerlo amablemente, abusando del escaso humor de que dispongo, para atenerme al castigat ridendo mores, en espera de que la comprensión de la falsedad de ciertas situaciones, y el ridículo consiguiente, contribuyan a liberar a muchos de las celdas de cartón en que se encierran con la aceptación de artificiales convenciones.
El sociólogo apreciará los hechos que refiero, valorándolos según el juicio que surja de su particular inclinación interpretativa. Yo solo pretendo señalarlos y es su tarea determinar causas, lo que no excluye que ocasionalmente me aventure hasta las mismas, cuando lo imponga la descripción de los grupos identificados. Esencialmente aspiro a señalar la gravitación en nuestra historia de las pautas de conducta vigentes en los grupos sociales que la han influido, y solo subsidiariamente referirme a las causas originarias de las mismas.
Con lo ya dicho –la naturaleza de testimonio de este trabajo–, excuso la ausencia de informaciones estadísticas y de investigaciones de laboratorio que pudieran darle, con la abundancia de citas y cuadritos, el empaque científico de lo matemático y al autor la catadura de la sabiduría. Las pocas pilchas que lo visten son las imprescindibles para justificar la presentación del testimonio. 1

Relatividad del dato “científico”

A este respecto debo confesar mi prevención contra los datos de ese género que en muchas ocasiones, con su deficiencia perturban más que ayudan. Creo en la eficacia de utilizar como correctivo del dato numérico la comprobación personal para que no ocurra lo que al espectador de fútbol que con la radio a transistores pegada a la oreja, cree lo que dice el locutor con preferencia a lo que ven sus ojos.
Por vía de ejemplo van pruebas al canto:
La Nación del 6 de marzo de 1966, nos informa sobre el resultado de un relevamiento aerofotográfico realizado en la ciudad de Córdoba, para comprobar la validez del registro de propiedades urbanas de la Municipalidad de esa capital. Dice el ingeniero Víctor Hansjurgen Haar, quien tuvo a su cargo el relevamiento, que la pesquisa ha indicado que solo el 50% de las propiedades se encuentran correctamente registradas, y de ese 50%, si bien cumplen con sus obligaciones al fisco, no han declarado sus propietarios mejoras que se han hecho en sus viviendas.
Esto significa que el 50% de la ciudad de Córdoba no existe estadísticamente, pues los datos sobre la construcción se recogen de los registros municipales. El sesudo investigador que solo se guía por estos datos y no por las empíricas comprobaciones, se encontrará con que la oficina en que trabaja y el techo bajo el que duerme no tienen existencia efectiva, según los datos de la realidad científicamente documentada, si, como es muy probable, ese techo y esa oficina pertenecen al 50% de construcción que para la estadística es inexistente. En cambio, otras informaciones estadísticas le permitían comprobar paralelamente que Córdoba ha crecido varias veces en estos últimos decenios, en población y en actividad, con lo que tendrá que concluir que Córdoba es un fenómeno urbano en el cual la mayoría de la población está indomiciliada y donde no existen las fábricas, los talleres, las escuelas, etc., que resultan de otras estadísticas que no son las de la construcción. ¿A cuáles se atendrá?
(Limitándome a la construcción, ya había hecho mi composición de lugar hace mucho tiempo mediante una somera investigación reducida a la manzana céntrica de Buenos Aires en que resido, y que el lector puede hacer en la suya. Pude comprobar que las modificaciones interiores en las casas de la manzana, hechas en los últimos años sin la correspondiente intervención municipal –presentación de planos, aprobación, permiso de construcción e inspecciones– importaban una inversión muy superior a la de dos o tres edificios nuevos construidos en la misma manzana con el consiguiente registro municipal. Sáquele la punta el lector a este hecho y trasládelo a la crítica general de los datos estadísticos.)
El caso de Córdoba se repite para el Gran Buenos Aires en dos épocas distintas.
Desde las últimas décadas del siglo pasado Buenos Aires y sus alrededores recibieron gran parte del contingente inmigratorio europeo cuando el Hotel de Inmigrantes y el conventillo fueron escalones hacia la casita propia. Es muy posible que el italiano, el español o el turco que las levantaron construyendo una pieza y una cocinita, sin sanitarios, hayan registrado en la municipalidad suburbana esa primitiva construcción. Pero ese hombre ahorrativo que realizaba el sueño de la casa propia fue agregando habitaciones, construidas con la ayuda de un media cuchara, a lo largo del lote que pagaba en mensualidades, pues la casa crecía a medida que crecía la familia. Y estas no las registró.
El fenómeno volvió a repetirse cuando a la ola inmigratoria ultramarina sucedió la migración provinciana hacia los centros industriales. Cualquier inspector municipal del Gran Buenos Aires podrá decir cómo se suceden barriadas y barriadas enteras, no inscriptas en los padrones municipales. (O tal vez no se lo diga, porque allí hay un “rebusque”: sorprender a los vecinos de esas barriadas en plena construcción sabatina y dominical con el aporte voluntario de vecinos y amigos, para paralizarle la obra por falta de planos y llegar, después del susto consiguiente, al “arreglo”. ¡Pero el “arreglo” tampoco figura en las estadísticas! Sin embargo, sería interesante registrar estadísticamente el monto de los mismos que explicarían porqué esos inspectores se resignan al mísero sueldo comunal, que no alcanza para mantener el automóvil que tienen a la puerta y es elemento imprescindible para el descubrimiento abundante de las infracciones al Digesto, que dan origen al arreglo.)
Si a la estadística de la construcción le falla la base, ¿qué puede informar la estadística sobre la mano de obra si el dueño de casa, sus amigos y parientes que colaboran no pertenecen al gremio de la construcción y están registrados en otras actividades? ¿Y qué datos sobre el consumo de materiales de construcción cuando se utilizan restos de demolición, elementos en desuso u objetos de otro destino habitual, que no pasan ni siquiera por el control de producción de la fábrica? ¿Y qué valor tienen los datos sobre el producto bruto del país si los datos sobre la construcción de viviendas en la parte más extensa del Gran Buenos Aires en los últimos veinte años, en que se sumaron millones de habitantes, no figuran en los mismos ni por lo construido, ni por mano de obra, ni por materiales empleados?
La rectificación por la experiencia del dato aparentemente científico exige haberse graduado en la universidad de la vida; por lo menos tener algunas carreras corridas en esa cancha, sin perjuicio de la bastante Salamanca para ayudar a Natura. Porque si el ratón de biblioteca, de hábitos sedentarios y anteojos gruesos, no es el más indicado para corregir el dato con las observaciones, tampoco basta con mirar para ver.

El estaño como método de conocimiento

Tener estaño es una expresión sucedánea de otra tal vez más gráfica pero menos presentable, y se refiere al “estaño” de los mostradores. Recuerdo que Lucas Padilla o el “Colorado” Pearson, no estoy seguro cuál de los dos, que actuaban en los movimientos iniciales del nacionalismo, dijo una vez que la condición de “piantavotos”, calificación atribuida a Perón, provenía de que los fundadores del movimiento eran “niños bien” de “familias bien”, es decir, los juiciosos “hijos de mamá”; que otra cosa hubiera ocurrido si los primeros hubieran sido “niños mal” de “familia bien”, esto es “tenido estaño”.
Tal vez la deficiencia de nuestros datos científicos obedezca al tipo de nuestra economía y sociedad en transición, fluida en sus etapas cambiantes –como ocurrió en Estados Unidos, cuyas técnicas son ahora modelo imprescindible, desde el final de la Guerra de Secesión hasta la primera de las guerras mundiales; que sus métodos solo sean compatibles con la existencia de un capitalismo de concentración muy avanzado, o con el socialismo, que excluyen la presencia del pequeño empresario, del taller patronal que conserva una organización CASI artesanal, de la abundancia de pequeños productores que entre nosotros representan el grueso de las actividades. (Si Ud. tiene alguna duda al respecto, averigüe qué dato estadístico proporciona el tallercito donde arregla su automóvil, el hojalatero que le arregla el balde, el colchonero, el marquero de sus cuadros, etc., etc., las múltiples actividades de empresarios que calculan los costos a ojo, no llevan contabilidad, no están inscriptos, no registran su producción, eluden los impuestos, etc.)
En cambio, el ajuste de los datos es con...

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