Prosa de hacha y tiza
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Arturo Jauretche

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Prosa de hacha y tiza

Arturo Jauretche

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De todos los hombres del movimiento nacional que empuñaron la palabra como arma de combate en la ardua lucha por sus ideales patrióticos y populares, Arturo Jauretche fue uno de los más destacados, quizás por la vigencia que mantiene su pensamiento. Jauretche escribió innumerables artículos para los medios gráficos que intervinieron en el debate político del momento, y que, fundamentalmente, lo profundizaron. Prosa de hacha y tiza es un compendio de algunos de esos textos periodísticos publicados en periódicos y revistas como Mayoría, Santo, y Seña, Qué, y La Gaceta durante fines de la década de 1950 y comienzos de la década siguiente que dan cuenta del profundo conocimiento de la realidad de su país y de su pueblo.

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Información

Año
2019
ISBN
9789500532143

EL “CANSANCIO MORAL”
DEL DOCTOR ORGAZ

El presidente de la Suprema Corte, doctor Alfredo Orgaz, está cansado. No sabemos si su cansancio es pasajero o definitivo. Tal vez a esta hora haya renunciado. O vuelto a sus tareas. Lo mismo da.
Lo que interesa saber es la causa de su cansancio. Y eso es lo que no informa el periodismo. Limitémonos a lo dicho por sus propios labios. El doctor Orgaz está moralmente cansado.
Lo sospechábamos desde hace un tiempo. Un hombre no puede haber sostenido durante 30 años en la cátedra que la Constitución Nacional prohíbe expresamente la confiscación de bienes, para, llegado a la Suprema Magistratura judicial, sostener lo contrario, sin cansarse. Sin cansarse moralmente. El doctor Orgaz ha convalidado la existencia de las comisiones especiales, también expresamente prohibidas por la Constitución Nacional. Ha convalidado la inversión del cargo de la prueba. Ha convalidado la retroactividad de la ley penal. Ha convalidado la prórroga de la jurisdicción del juez Botet hasta Ushuaia. Ha… Para qué seguir. El país conoce lo que el doctor Orgaz ha hecho en la Suprema Corte. No lo ha hecho solo. Lo hizo Galli también. Galli, a quien ya se comieron los gusanos. Y Villegas Basavilbaso, que los tiene a la expectativa. No es esto nada particular, pues a todos nos comerán los gusanos. De todos queda algo, sin embargo, que no se pueden comer los gusanos. Es el nombre. El recuerdo de lo que hicimos, grande o modesto, en nuestra vida, con derechura o sin ella. Y que es más importante según la jerarquía a que se llega.
A veces nos sobrevivimos. Sobrevivimos a la pasión que puede ser la culpa de las desviaciones primeras. Y empezamos entonces a ver lo que hemos hecho con cierta serenidad. Y vemos entonces que nos hemos desviado y que ya no podemos volver a la recta senda, porque el barro en que nos metimos por la pasión nos aprisiona y nos lleva cada vez más hondo. Donde ya no actúa la pasión sino los intereses que nos entierran hasta la verija. Es cuando empezamos a sentir cansancio. Cansancio moral.
Fray Luis de León volvía de la cárcel. Fray Luis de León era maestro. Como Orgaz. Pero este vuelve de la Suprema Corte y no sabemos si volverá al magisterio del derecho. Solo que Fray Luis de León recomenzó su curso, al día siguiente de volver de la cárcel, con estas palabras: “Como decíamos ayer…”.
Pero el doctor Orgaz no puede hacer lo mismo.
¿Ayer? ¿Cuándo ayer? ¿Ayer en la cátedra? ¿Ayer en la Suprema Corte? Porque el doctor Orgaz tiene dos ayeres. Uno que es pasado definitivo. Y otro que es todavía presente. El ayer de la cátedra. Y el ayer de la Corte. Solo que estos dos ayeres se dan de patadas.
Pensar estas cosas provoca cansancio moral. Imaginamos al doctor Orgaz frente a un auditorio de jóvenes discípulos. Y enseguida pensamos que no lo podemos imaginar. También el doctor Orgaz debe encontrarse con esa dificultad. Esto trae cansancio moral.
Al fin y al cabo cada hombre tiene una imagen de sí mismo mejor que la que da el espejo. Pero el doctor Orgaz tiene dos espejos. Cuando quiere mirarse en el espejo del maestro del Derecho se ve en el espejo de la Suprema Corte. Cuando quiere mirarse en el espejo de la Suprema Corte se ve en el espejo del maestro. Dramático. ¡Cómo para no tener cansancio moral!
También en lugar de mirarse en los espejos uno puede mirarse en los otros hombres y la comparación tal vez lo reconforte.
Se busca entre los de la misma especie. El doctor Orgaz podría, por ejemplo, mirarse en Valenzuela, que también fue presidente de la Suprema Corte. Pero también con Valenzuela, Orgaz pierde plata. Porque Valenzuela no era un maestro del Derecho. No tenía detrás de sí largos años de enseñanza, de solemne aparato moral, ni libros escritos, ni millares de discípulos que habían oído sus lecciones. Era dócil. Pero no tan dócil que convalidara la confiscación de bienes, ni la inversión del cargo de la prueba, ni la retroactividad de la ley penal, ni las comisiones especiales… Pero, ¿para qué seguir? Valenzuela no lo hizo. No le sirve como término de comparación para justificarse. ¡Ahora Casares está tan alto que es para Orgaz como mirar una montaña!
Comprendemos el cansancio moral del doctor Orgaz. El país está también moralmente cansado. Demasiados Orgaces.
Santo y Seña, 8 de marzo de 1960

LOS TILINGOS DE LA ECONOMÍA

ACIEL (Acción Coordinadora de las Instituciones Empresarias Libres) envió un mensaje cablegráfico al ministro de Economía e interino de Trabajo y Seguridad Social, ingeniero Álvaro C. Alsogaray, felicitándolo “por sus claros y firmes conceptos en pro de la economía libre en la Argentina”. Al mismo tiempo le sugiere la conveniencia de invitar a nuestro país al ministro de Economía de la República Federal Alemana, doctor Ludwig Erhard “a fin de fortalecer la opinión pública sobre las ventajas de la libre economía teniendo en cuenta la experiencia alemana en la mencionada materia”.
Reproduzco la noticia de un diario de la tarde. Se propone que Ludwig Erhard, el autor del “milagro alemán”, se dé una vueltita por aquí y con tres pases magnéticos les enseñe a los incapaces nativos cómo se arreglan las cosas. Haga memoria el lector e inventaríe el infinito número de expertos arregladores que, de Prebisch en adelante, nos han traído para aplicar sus recetas o dar conferencias, y juzgue de su eficacia por los resultados que tiene a la vista.
Supongo que estos señores de ACIEL en sus negocios propios principian por estudiarlos y conocerlos ellos mismos, y que a ninguno se le ocurrirá contratar un técnico que entre la ida y vuelta del avión, les enseñe lo que tienen que hacer para sacarlos adelante. Piénsese que los negocios del país son bastante más complicados, y júzguese del caletre de estos caballeros. O de su irresponsabilidad. ¡Porque hay que ser completamente irresponsable para proponer para el país lo que se cuidarían muy bien de hacer en sus propios negocios! Pero esto es típico de la mentalidad colonialista: prescindir del conocimiento de la propia realidad para aplicar soluciones ajenas y tener en menos la capacidad de propios, que por lo menos saben algo del país, siempre más que los importados, así sean importados de la calidad de Ludwig Erhard.
Pero vamos a suponer por un momento que Herr Erhard se hiciese un lugarcito, en su no muy disponible tiempo, y aceptase la invitación.
Y por vía de suposición vamos a conjeturar lo que nos diría.
El señor Erhard, que es un buen alemán, pensaría en las soluciones argentinas más convenientes a Alemania, y principiaría por preocuparse precisamente de que Alemania saliera sacando ventaja de sus consejos para nuestras soluciones. No hay que hacer un gran esfuerzo de inteligencia para darse cuenta de que Erhard no es un señor como ese vicepresidente del Banco Central llamado González del Solar –que actualmente es el que arregla nuestras cuestiones con el Fondo Monetario Internacional–, un ciudadano de nacionalidad ubicua, en su carácter de empleado del Fondo Monetario Internacional, que lo mismo adopta la ciudadanía guatemalteca, cuando así conviene al Fondo, que recupera la propia ciudadanía nativa, extrayéndola como un prestidigitador desde su fondo propio.
El señor Erhard, como buen alemán, aconsejaría como aconsejó sir Otto Niemeyer cuando lo contrataron, en la Década Infame, para crear el Banco Central. Sir Otto Niemeyer era inglés e hizo el banco para los ingleses. Porque tanto en los ingleses como en los alemanes no se dan estos ejemplares de la fauna autóctona que creen constituir nuestra clase dirigente. Allá el que es alemán, es alemán y el que es inglés, es inglés.
Pero siempre por vía de suposiciones vamos a plantearnos la hipótesis de lo que nos diría el señor Erhard, si desprendiéndose de su condición germánica resolviera hacernos el favor de darnos unos consejos.
Diría, más o menos:
“Yo no puedo exponerles más que ideas generales, principios abstractos que están condicionados por la realidad de cada país y cada momento. Lo que yo he hecho en Alemania es una conciliación entre el pensamiento económico que profeso en general, y sus posibilidades de aplicación dentro de la realidad alemana de este momento. Porque no hay una realidad alemana abstracta, sino concreta y de cada circunstancia. Para reproducir aquí el “milagro alemán” tendría que reproducir junto con las condiciones adversas creadas por la destrucción de la guerra, las condiciones favorables que Alemania contenía para la política que ha realizado. Como no conozco en nada este país, tendría que averiguar primero si ustedes tienen hierro y carbón en abundancia, por ejemplo sobre el río Paraná y en el trayecto de Rosario a Buenos Aires, en tal caso, ya habría alguna analogía con la cuenca de la Renania y el Sarre. ¿No tienen el hierro y el carbón así colocados? No; pues entonces ya varían bastante las condiciones.
Supongo que si me han llamado es porque cuentan como nosotros con una enorme masa de técnicos y obreros especializados producida por un desarrollo industrial gigantesco y por la eficiencia de las universidades y los institutos técnicos, así como por la experiencia y el trabajo de un siglo. ¿Cómo? ¿Que recién hace quince o veinte años que empezó en este país la producción de técnicos y obreros especializados? Entonces la situación es bastante distinta. ¿Tienen ustedes un sistema de canales, de ríos, de caminos, de ferrocarriles orientados según las necesidades del mercado interno, principalmente, y dispuestos para facilitar fundamentalmente la exportación de la industria pesada? ¿La estructura comercial de los argentinos está hecha en función de su imperio –no importa que momentáneamente esté desorganizada, que los puertos estén hundidos, que falten algunos puentes y que las fábricas se hayan derrumbado–? ¿Los industriales tienen una alta mentalidad industrial, el orgullo de sus creaciones y una tradición de empresa adecuada? ¿Cómo? ¿Me informan que por el contrario los industriales en cuanto ganan plata se compran una estancia porque el industrial es tenido en menos socialmente que el ganadero? Pues esto es al revés de allá, donde un industrial o un banquero miran a un ganadero despectivamente, como si fuera un junta bosta.
La verdad es que honradamente nada les puedo aconsejar sin estudiar previamente este país que es completamente distinto del mío, por no decir inverso. Ustedes son exportadores de materias primas y, no industriales, y como comerciantes son vendedores FOB y no CIF y necesitan que les financien sus exportaciones en lugar de financiarlas.
Comprendo ahora que este es un país subdesarrollado y esta no es una cuestión de pigmentación de la piel. Está determinada precisamente por el carácter de país exportador de materias primas y vendedor FOB, cosa que determina, como se los ha enseñado reiteradamente el mismo Prebisch, que las relaciones del intercambio les sean desfavorables, y ese hecho del subdesarrollo es fundamental para el análisis de una economía. Por la misma razón que un adulto puede consumir whisky y un bebé leche, yo no les aconsejaría llenar los biberones con whisky, y menos importado, también por eso de las relaciones de los términos del intercambio.
En economía hay una cuestión determinada por la naturaleza de los recursos materiales y otra determinada por la inteligencia política. Alemania tuvo también su época del biberón, que no es muy lejana, cosa que ocurría hace apenas un siglo. Desde el origen de los tiempos Alemania tiene carbón y el hierro bajo las verdes montañas y valles y ríos estratégicamente colocados para el transporte. También desde los orígenes de los tiempos los alemanes son alemanes y la alta cultura alemana es varias veces centenaria. Sin embargo, hace cien años Alemania no era una gran potencia; era un país subdesarrollado que producía artesanías y artículos alimenticios y compraba productos industriales. Como no era gran potencia, Alemania fue durante siglos el campo de batalla de los otros. Españoles, franceses, suecos, disputaron sobre el suelo de Alemania sus predominios y Alemania dividida en pequeños y pintorescos principados era el escenario sacrificado de las disputas ajenas.
Pero un día la inteligencia alemana despertó. Mucho le debemos al pensamiento de un economista llamado List que teorizó en Alemania y también en Estados Unidos la necesidad de una economía nacional. Él nos advirtió que el liberalismo de Adam Smith al propiciar la división internacional del trabajo y el librecambio, lo que quería era aprovechar las momentáneas condiciones de superioridad que Inglaterra había logrado creando una industria y una marina gracias a la protección aduanera y al Acta de Navegación. Y de él aprendimos que Adam Smith, el maestro del liberalismo, «era un conquistador más peligroso que Napoleón». Fue cuando Alemania se unificó, construyó una economía nacional defendiéndose del librecambio, subsidiando la producción y la exportación. En una palabra, organizando una política económica de país subdesarrollado que quiere pasar al frente. Gracias a esa política antiliberal Alemania pasó al frente y ha podido superar dos enormes derrotas en dos guerras y rehacerse de las dos. Es que las materias esenciales estaban a la vista y éramos dueños de la técnica de su aprovechamiento; porque así se organizó nuestro transporte, nuestra banca, nuestros directores, nuestros obreros, todo. Solo cuando pasamos al frente y dejamos de ser un país exportador de materias primas, un país subdesarrollado, comenzamos a aplicar una política liberal. Esta es la esencia de nuestra solución, a las que pueden agregarse que la amenaza rusa ayudó. Esto les va a resultar muy claro: al terminar la guerra los vencedores nos aplicaron el plan Morgentau, que significaba la destrucción de todas las posibilidades alemanas de tener una economía propia. Se nos condenaba a la miseria y al hambre convirtiéndonos en un mísero país de producción agropecuaria, un país subdesarrollado, insuficiente aún para la alimentación de nuestro pueblo. Así veinte o treinta millones de alemanes debían emigrar, corridos por el hambre, ya que destruidas las posibilidades industriales no habría trabajo para ellos, ni divisas provenientes de la industria y el comercio para comprar los faltantes de su alimentación. Pero la amenaza rusa obligó a los vencedores a ponernos el hombro como antemural de Europa, y el plan Marshall sustituyó al plan Morgentau. Los que habían querido eliminar a Alemania de los mercados mundiales tuvieron necesidad de llamarla a ellos, porque aparecía un competidor mucho más peligroso, y todo esto, unido a lo que dije antes, constituyen los puntos de partida de mi política liberal, que de todos modos no lo es tanto, como dicen por aquí.
En una palabra, el tipo de política económica que debe hacer un país es el que determinan sus condiciones, y el liberalismo es el que conviene a aquellos países superdesarrollados que están en condiciones de competencia, para condenar a los otros a mantenerse en el subdesarrollo.”
Aquí podría intervenir algún nativo. Por ejemplo el doctor Arturo Frondizi.
Y decir:
“Precisamente eso es lo que yo he enseñado en un capítulo de un libro mío que tengo un tanto olvidado, llamado Petróleo y política, cuando refiero que el general Grant concurrió a la conferencia librecambista de Manchester en 1897, después de dejar la presidencia de Estados Unidos, e invitado a hacer uso de la palabra, dijo:
«Señores: durante siglos Inglaterra ha usado el proteccionismo, lo ha llevado hasta sus extremos y le ha dado resultados satisfactorios. No hay duda alguna que a ese sistema debe su actual poderío. Después de esos dos siglos, Inglaterra ha creído conveniente adoptar el librecambio por considerar que ya la protección no le puede dar nada.
Pues bien, señores, el conocimiento de mi patria me hace creer que dentro de doscientos años, cuando Norteamérica haya obtenido del régimen protector lo que este puede darle, adoptará libremente el librecambio».”
Ahora el doctor Frondizi se retiraría llamado urgentemente de la presidencia con motivo de algunos de los numerosos “planteos castrenses” que hacen los militares, mientras los economistas andan pidiendo consejos a los economistas de los países que tienen interés en que sigamos dependientes con la misma lógica mental con que una señora de mi relación va a la despensa a comprar con el “manual del perfecto comprador” escrito...

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