Los profetas del odio
eBook - ePub

Los profetas del odio

y la yapa (La colonización pedagógica)

Arturo Jauretche

Compartir libro
  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Los profetas del odio

y la yapa (La colonización pedagógica)

Arturo Jauretche

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Jauretche pone en evidencia los factores culturales que se oponen a nuestro pleno desarrollo como nación, a la prosperidad nacional y al bienestar de nuestro pueblo, y los instrumentos que preparan las condiciones intelectuales de indefensión del país. Los profetas del odio y la yapa aborda el tema de "la traición de la intelligentzia", que en países coloniales o semicoloniales suele ser mucho más peligrosa que en otros. Con el lenguaje llano de todos los días, nos ayuda a pensar la forma de salir de la trampa que "nos tienden los expertos en la cultura" divorciados de los intereses nacionales.

Preguntas frecuentes

¿Cómo cancelo mi suscripción?
Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
¿Cómo descargo los libros?
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
¿En qué se diferencian los planes de precios?
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
¿Qué es Perlego?
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
¿Perlego ofrece la función de texto a voz?
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¿Es Los profetas del odio un PDF/ePUB en línea?
Sí, puedes acceder a Los profetas del odio de Arturo Jauretche en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Social Sciences y Essays in Sociology. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9789500532150

MIS PADRINOS 1

Y los pobres ignorantes se encontraron que tenían mejor cosa que aprender; y se prestaron a ello mucho más que sus compatriotas educados, por lo mismo que no tenían nada que desaprender.
G. K. Chesterton, Pequeña Historia de Inglaterra
Qué gente que sabe cosas
la gente de este albardón!;
¡qué gente que sabe cosas,
pero cosas que no son!
R. P. Leonardo Castellani
en Cuentos de Margarita Ofelia
y Cuentos de Fantasmas
Es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas.
José Hernández, Martín Fierro
“¡Libros –decía– ¡libros! Lee uno tantos pero trata con tan pocas personas y conoce tan poco del mundo!” No puede usted figurarse la cantidad de libros que existe. Debo de haber leído veinte o treinta toneladas de libros durante estos últimos cinco años. Veinte toneladas de raciocinios. Y cargado con este lastre lo echan a uno a vivir.
Aldous Huxley, Los escándalos de Crome

NOTA


  1. Como alguien dijo de este libro, cuando su primera aparición, que era un elogio del analfabetismo, para redomonearlo, ahora me he buscado padrinos –el cura y el gaucho– que van al medio de estas citas y paleteándolos, traigo dos gentlemen riders.
    Como no hay que confundir gordura con hinchazón, tampoco hay que confundirla con empacho, que es el que viene de leer mucho sin digerir. Este libro trata precisamente del empacho. Y como los “doctores”, en esta materia, suelen cederle la derecha a los curanderos, me atrevo a intentar quebrarlo con unos tironcitos…

PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN DE JUNIO DE 1957

Temed la dureza de corazón de los hombres cultos.
Mahatma Gandhi

EXPLICACIÓN AL LECTOR


Una carta que dirigí a Ernesto Sábato, motivó que algunos amigos, conocedores del texto, me pidiesen su divulgación. 2 Resolví hacerlo comentando al mismo tiempo algunos libros y publicaciones de reciente aparición y de ahí este libro. Quiero poner en evidencia los factores culturales que se oponen a nuestro pleno desarrollo como Nación, a la prosperidad general y al bienestar de nuestro pueblo, y los instrumentos que preparan las condiciones intelectuales de indefensión del país.
Me ha parecido el mejor método utilizar a los escritores que sirven a ese propósito, para ponerlos en evidencia en el comentario de sus propios libros. Ello me llevará a considerar paralelamente, y desde un punto de vista general, cómo y en beneficio de quién actúan nuestros “medios intelectuales”.
Pido disculpas al lector si encuentra agresividad en algunas partes del texto. Considere la actitud de los escritores a que me refiero: yo entré a su lectura de buena fe, conociéndolos adversarios, y prevenido sobre el pensamiento colonialista que representan. No esperé de ellos revelaciones sobre las raíces profundas de los males que nos afligen, pero soy un combatiente, y entre combatientes vivo y fui a su lectura esperando la crítica como el resultado de meditaciones hechas en la serenidad del laboratorio o del gabinete de investigación. Preveía conclusiones falsas, pero contaba con el aporte cierto de muchos datos y la corrección de los erróneos que pueden gravitar en mi pensamiento. Eran además vencedores, y si pude admitir su violencia en el combate –que no fue mucha, cuando lo hicieron–, pude esperar que esta se amenguara en la victoria. Esperaba balances, con su activo y pasivo, compulsa de errores y aciertos, y conclusiones fundadas y útiles para el futuro.
Pero desde la torre de marfil del estilista puro al gabinete de trabajo del ensayista, solo han salido a las puertas los tachos de los desperdicios. La injuria a personas y a íntegros estratos sociales, la incapacidad total, más que para comprender, para ponerse en actitud de comprensión, y un fárrago increíble de analogías disparatadas y asimilaciones imposibles, es el contenido único de esos basureros, volcados sobre el país entero, sobre su pasado, sobre su presente y ¡ay!, sobre su futuro. En el vasto panorama de la Argentina, solo unas pocas figuras de sus congéneres intelectuales y los que impusieron, por la fuerza y con bellos nombres, las distintas variantes de curatela que nuestro pueblo ha padecido: el “despotismo ilustrado”, que intentan restaurar.
En largos años de lucha al servicio de la idea de la emancipación nacional, me fue dado conocer la mentalidad de los hombres que se autodesignan como “intelectuales”, y su absoluto divorcio con la realidad del país, así como los obstáculos que ellos crean a la inteligencia argentina cuando busca su camino. Esperé, sin embargo, que la politización general que ha habituado a nuestro pueblo al manejo de las ideas políticas, sociales y económicas, y que es un fruto de los agitados años que vivimos, hubiera producido sus efectos en ellos. Pero, no han respondido al movimiento general, y esta impermeabilidad es una prueba más de su extranjería: aislados por completo de la realidad nacional, solo les ha afectado lo episódico y adjetivo en reacciones personales –y eso explica la violencia de sus actitudes verbales– que intentan trasladar a sus generalizaciones, uniformemente proyectadas sobre esquemas extraños con la única finalidad de adecuar los hechos nacionales a los cuadros sinópticos confeccionados sobre hechos foráneos, que difunden los slogans de la propaganda internacional. Es este el canevá envejecido sobre el que bordan sus arbitrarias conclusiones, con el apoyo y transcripción constante de libretistas y panfletistas ocasionales, cuya memoria desaparecerá muchísimo antes que la de los acontecimientos que comentan, y a los que pretenden atribuirles autoridad de “clásicos”, cuando ya no lo son ni de la moda que representan, y que les llega tarde.
En realidad es hacerles un favor poner a estos “intelectuales” en la línea de sus congéneres del pasado. Invito al lector a releer los libros que comento y convendrá conmigo en que si el error fundamental es el mismo –el divorcio con lo nacional– no es la misma la actitud. En el pasado, el frenesí por ajustar al cuerpo del país el corset recién importado se cohonestaba por la pasión de hacer y por una imagen, que aunque deformada, era la imagen de la Patria; verá en cambio, en estos lamentables ecos solo la sórdida irritación de los “incomprendidos” y el desprecio por un país al que se sienten desterrados desde otro, perfecto e indeterminado, al que ni siquiera hay esperanzas de pertenecer.
Vuelven a moverse sobre el consabido tema de Civilización y barbarie, pero el estilo es otro. La anatomía y la fisiología de aquellos libros –digamos Facundo, para el caso– son expresiones nuestras; nuestro es el apóstrofe, nuestro es el relato y la forma de la pasión, y nuestros son el tema, la evocación, los hechos; se siente correr por las páginas de aquellos libros la misma sangre del Facundo de carne y hueso –uno “agarró” para los libros, como el otro “agarró” para el caballo, he dicho alguna vez–, y si el lector aparta el texto contrariado por la falsedad de los planteos o de las conclusiones, vuelve al mismo conquistado por el encuentro con la propia sensibilidad, por la identidad nacional que reconoce en la factura de quienes ejemplifican con hechos propios del país, por los modos de decir, que son los de sus paisanos, y por las analogías, referidas siempre al paisaje, los hombres y los hechos que le son familiares.
Lea usted a uno de estos. En él será incidental la referencia a un hecho local, a la geografía, a la economía, a la sociedad en que vive. Citará autores y autores –quinientos o un millar en trescientas páginas– y lo remitirá constantemente a hechos políticos ocurridos a millares de kilómetros, en paisajes y con nombres distintos, bajo circunstancias distintas, cuando no inversas, sin que usted pueda reconocer en el vertiginoso caleidoscopio, una cara conocida por una experiencia vital, una imagen parecida a las que le brinda la naturaleza que los rodea. Nunca pasará ante el lector el retrato, el paisaje, la anécdota, el episodio vivido, la enseñanza de la naturaleza o de los hombres, ese contacto vivo que hace reconocer al combatiente de las letras como un hombre de los bandos argentinos.
El tema que voy a tratar es el ya muy transitado de la “traición de la intelligentzia”, que en los países coloniales y semi-coloniales adquiere caracteres mucho más graves que en los otros, pues a la deslealtad social se suma la deslealtad a la Nación, que es la perdurabilidad del pueblo.
Este constituye mi segundo trabajo después de la revolución de septiembre. En el primero he recurrido al lenguaje esquemático de las cifras para demostrar cómo se adulteraron estas y cómo se deformó su interpretación, para preparar con el Informe Prebisch los fundamentos teóricos destinados a justificar la elaboración de un Plan Económico –que es solo parte de un plan más vasto–, cuya finalidad última es la restauración y consolidación del Coloniaje. 3
Afronto; ahora la tarea de evidenciar los instrumentos de que se vale esa planificación general para oscurecer la inteligencia argentina, ya claramente advertida de lo que se prepara. Aquí los expertos son los artífices de las bellas palabras y los sancochadores del pensamiento foráneo, y su misión en el plano de la cultura es la misma que cumplen los expertos de la economía.
Invito al lector a que los lea, si no los ha leído. Quiero la confrontación de sus dichos con los míos, confiando en que mi debilidad literaria frente a sus plumas consagradas será ampliamente compensada por la validez de mis argumentos que, el lector verá, se encuentran a su vista y a su mano, ofrecidos por la realidad circundante al que está desprovisto de anteojeras intelectuales. Esa lectura servirá también para que el lector me comprenda en los momentos en que la pasión levante su tono sobre la serenidad con que quiero expresarme.
Pocas citas de autores y de acontecimientos exteriores al país se encontrarán en este trabajo. Estoy lejos de ser un erudito. Mis lecturas se han ido, como el caudal de los arroyos que mientras marchan van cavando el cauce y dejando en las orillas el metal de las montañas, que es lo valioso de su arrastre. Lo valioso no es la totalidad del aluvión sino aquello que se decanta y ayuda a la formación del propio pensamiento y el hábito de conocer. Suele ocurrir a los eruditos lo que al improvisado agricultor que fía solamente en los riegos y los abonos, y ve revenirse sus tierras, pues no sabe que aquello que vivifica, mata, si es mal administrado. Lo poco o mucho que he leído no lo retuve para respaldar mis juicios en autoridades, y me repugna también esa ciencia barata que se logra en diccionarios especializados. Así como las ciencias de la economía y las finanzas son totalmente accesibles al hombre común, y la apariencia de misterio de que se las rodea es un arte de prestidigitación, cuyo prestigio desaparece cuando se revela al público el secreto, toda la erudición exhibida es un malicioso esoterismo, destinado a rodear de misterio verdades que están al alcance de cualquiera, con solo el auxilio de un buen razonamiento.
Se trata del lenguaje y del método. Estamos en presencia de una nueva escolástica de anti-escolásticos, que en lugar de ir del hecho a la ley van de la ley al hecho, partiendo de ciertas verdades supuestamente demostradas –en otros lugares y en otros momentos– para deducir que nuestros hechos son los mismos e inducir a nuestros paisanos a no analizarlos por sus propios modelos y experiencias. Pretendo oponerles el método inductivo, que es el de la ciencia, y esclareciendo hechos parciales nuestros, tratar de inducir las leyes generales de nuestra sociedad. Parecería esta una afirmación pretenciosa y debo restringirla. Solo se trata de lograr algunas conclusiones, algunos atisbos, para ir aprendiendo la verdad, según nosotros y para nosotros.
Si el lector me sigue encontrará que mis verdades tienen un origen modesto; son asociaciones de ideas, relaciones de hechos, conjeturas fundadas en la propia observación y en la experiencia propia o de mis paisanos; en la parte de historia nacional que me ha tocado vivir y en la más lejana, pero no tan lejana que casi no la conozcamos por testimonios directos, deliberadamente ocultos muchas veces, pero cuyo rumor no se ha apagado para quien se recuesta, con el oído pegado a la tierra en que nació, y oye el pulso de la historia como un galope en la distancia. 4
En el lenguaje llano de todos los días, hilvanando recuerdos, episodios o anécdotas, diré mis cosas como se dicen en el hogar, en el café o en el trabajo. Seré muy feliz si el lector adquiere en esta modesta lectura, el hábito de someter las suyas a la crítica de su modo de pensar habitual, utilizando la comparación, la imagen, la analogía y las asociaciones de ideas con que se maneja en su mundo cotidiano. Le bastará esto para salir de la trampa que le tienden los expertos de la cultura. En definitiva, estas páginas han sido escritas con el propósito de ayudar a esa tarea, en la confianza de que desprovistos de torcidos andadores, todos aprendamos a caminar derechos. 5

NOTAS


  1. “Estimado amigo:
    Acabo de leer en el número de hoy de Marcha de Montevideo una nota sobre las torturas que Ud. publicó como director de Mundo Argentino así como la secuela radiotelefónica y periodística del episodio. (Sábato ha sido revolucionario de 1955 y en función de ello ha llegado a la dirección de una de los periódicos incautados, y desde este, creyendo en la libertad de prensa, informa al público del sistema de torturas inaugurado por los “libertadores”. Se ve obligado a renunciar y ASCUA, la “línea Mayo-Caseros”, y todos los demás grupos intelectuales le dan la espalda, pues se sienten traicionados cuando uno de los suyos cumple con el deber de denunciar el crimen.)
    Quiero ahora comentarle su último libro El otro rostro del peronismo con que Ud. contesta a la última publicación de Mario Amadeo. Debo decirle que por más que supere la adversa posición que tenemos en política, lamento que Ud., que tiene formación dialéctica, haya recurrido a la interpretación, inaugurada en nuestro país por Ramos Mejía, de querer resolver las ecuaciones de la historia por el camino de las aberraciones mentales y psicológicas.
    No, amigo Sábato. Lo que movilizó las masas hacia Perón no fue el resentimiento, fue la esperanza. Recuerde Ud. aquellas multitudes de octubre del 45, dueñas de la ciudad durante dos días, que no rompieron una vidriera y cuyo mayor crimen que lavarse los pies en Plaza de Mayo, provocando la indignación de la señora de Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios. Recuerde esas multitudes, aun en circunstancias trágicas y las recordará siempre cantando en coro –cosa absolutamente inusitada entre nosotros– y tan cantores todavía, que les han tenido que prohibir el canto por decreto-ley. No eran resentidos. Eran criollos alegres porque podían tirar las alpargatas para comprar zapatos y hasta libros, discos fonográficos, veranear, concurrir a los restaurantes, tener seguro el pan y el techo y asomar siquiera a formas de vida “occidentales” que hasta entonces les habían sido negadas.
    Cualquier ensayo de la realidad argentina que prescinda del hecho fundamental de nuestra historia, es solo un arte de prestidigitación que hurta los términos del problema que están dados por la gravitación británica en sus tres etapas: 1º - Tentativa de balcanización, parcialmente lograda; 2º - Promoción del progreso en el sentido del desarrollo unilateral agrícolo-ganadero (para crear las condiciones de la granja) y 3º - Oposición a la integración industrial y comercial de nuestra economía, para mantenernos en las condiciones óptimas de la segunda etapa, con un país de grandes señores y peones de pata al suelo y una clase intermedia de educadores, profesionales y burócratas para su instrumentación.
    Deje, pues, eso del resentimiento y haga el trabajo serio de que Ud. es capaz y que el país merece. No importa lo que diga de nosotros, pero no eluda el problema de fondo o no lo mencione solo incidentalmente. Es Ud. mucho más que Ghioldi o un Sánchez Viamonte, para usar la técnica que esos intelectuales ya utilizaron contra el otro movimiento de masas, también “resentidas”, que acompañó a Yrigoyen, el otro dictador. (Lo remito a la literatura periodística y a los ensayistas de la época.)
    Más lógico hubiera sido en Ud. señalar la coincidencia entre estas dos épocas, las dos grandes guerras y el proceso de industrialización y plena ocupación que, al permitir levantar el nivel de vida de las masas, les dio acceso a la acción política, con sus demandas nacionalistas y de justicia social, fenómeno del que los conductores fueron más efecto que causa. Percibirá también las profundas analogías entre septiembre de 1930 y septiembre de 1955, aunque sus autores momentáneos parecieran en un caso ultramontanos y en el otro jacobinos. El vencedor imperial fue siempre el mismo.
    Deje que los intelectuales, tipo Mayo y Caseros, le metan fierro a los caudillos y a los “negros”. Pero son los negros los que nos volverán a salvar de esa economía pastoril ordenada en inglés.
    ……………………………
    Bromas aparte. Yo le conozco el espíritu de luzbelito que seguramente Erro no le conocía y no creo que Ud. haya escrito en serio ese libro. Hasta me sospecho que lo ha hecho para darse el gusto de contestarse, con el trabajo serio que esperamos de Ud.
    El ochenta por ciento de los argentinos y Ud. entre ellos coincidimos en lo fundamental: la liberación nacional, la justicia social y la soberanía del pueblo. Unos marcan más el acento sobre una de las consignas y otros sobre otras. Nuestras diferencias en este momento dramático son adjetivas con respecto a lo fundamental; pero entretanto, una mano ext...

Índice