Geopolítica
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Geopolítica

UNA BREVE INTRODUCCIÓN

Klaus Dodds, Joan Soler Chic

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  1. 237 páginas
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Geopolítica

UNA BREVE INTRODUCCIÓN

Klaus Dodds, Joan Soler Chic

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En nuestro tiempo, la geopolítica se ha convertido en un asunto global que opera, en paralelo, a diferentes escalas: afecta a los organismos internacionales y a los distintos gobiernos, pero también a los ciudadanos de a pie.En este libro, Klaus Dodds describe, con un estilo accesible pero incisivo, desde los orígenes intelectuales de la geopolítica hasta el modo en que todos interaccionamos hoy con asuntos globales en nuestra vida diaria. Analiza temas como el reciente ascenso del populismo y del nacionalismo económico mediante ejemplos como el "Make America Great Again" o el Brexit; dedica un espacio a las múltiples formas, a veces insospechadas, en que los países, las personas y las empresas gestionan en la actualidad los relatos políticos y territoriales; y nos muestra, en definitiva, cómo la geopolítica se convierte en una disciplina clave para entender el mundo de hoy y el sinfín de conexiones que lo articulan.

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Información

geopolítica
Una breve introducción
Klaus Dodds
Traducción de Joan Soler Chic
WWAntoni Bosch editor, S.A.U.
Manacor, 3, 08023, Barcelona
Tel. (+34) 93 206 0730
www.antonibosch.com
Geopolitics. A Very Short Introduction was originally published in English in 2018 (first published 1980). This translation is published by arrangement with Oxford University Press. Antoni Bosch editor is solely responsible for this translation from the original work and Oxford University Press shall have no liability for any errors, omissions or inaccuracies or ambiguities in such translation or for any losses caused by reliance thereon.
Geopolitics. A Very Short Introduction fue originalmente publicada en 2018 por Oxford University Press (primera edición 1980). Esta traducción ha sido publicada de acuerdo con Oxford University Press. Antoni Bosch editor es el único responsable de esta traducción de la obra original, y Oxford University Press no tiene ninguna responsabilidad en caso de errores, omisiones o ambigüedad en los términos de la traducción.
© Klaus Dodds, 2021
© de la traducción: Joan Soler Chic
© de esta edición: Antoni Bosch editor, S.A.U., 2021
ISBN: 978-84-121063-6-7
Diseño de la cubierta: Compañía
Maquetación: JesMart
Corrección de pruebas: Olga Mairal
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
Índice
Prefacio
Agradecimientos
1. ¿Qué es la geopolítica?
2. ¿Veneno intelectual?
3. Arquitecturas
4. Geopolítica popular
5. Identidades
6. Objetos
Epílogo
Referencias
Lecturas recomendadas
Para Theo
(24 febrero 2006 - 22 mayo 2007)
Prefacio
Desde la tercera edición de Geopolítica: una breve introducción, aparecida en inglés en junio de 2019, el mundo ha cambiado debido a una pandemia que tuvo su origen en China a finales de 2019 y principios de 2020. Cabe señalar que esa tercera edición abordaba cuestiones como el Brexit, la crisis de los refugiados, la presidencia de Donald Trump o el cambio climático, si bien no se extendía sobre la salud pública o las consecuencias geopolíticas de una pandemia. La pandemia de la Covid-19 pone claramente de manifiesto el hecho de que una enfermedad vírica está impregnada de ramificaciones y parámetros geopolíticos.
Pero antes de hablar de las ramificaciones geopolíticas de la pandemia de la Covid-19, veamos una cuestión: ¿Qué es la geopolítica? Como palabra compuesta, podemos definir la geopolítica como la relación entre el planeta (la Tierra) y el poder político y su distribución. Esta relación no es estable, y una permanente área de interés es el modo en que el reparto del poder varía a lo largo del espacio y el tiempo. Los países pasan por épocas de apogeo y decadencia. El valor de los recursos cambia, y la transición a un sistema energético bajo en carbono podría provocar una disminución del poder histórico de países productores de gas y petróleo, como Arabia Saudí. Otras regiones también pueden adquirir una importancia estratégica cambiante. En los últimos años, se ha producido un cambio notable en el aumento del nivel del Ártico, de tal modo que al parecer la fusión del hielo provocará una gran lucha por el poder entre Rusia, EE. UU. y China. Como el Ártico tendrá menos hielo, seguramente será más accesible y atractivo para quienes estén dispuestos a explotarlo. En resumidas cuentas, la pérdida de hielo dará pie a una competición geopolítica. Hace cincuenta años, los submarinos nucleares rivales trazaban círculos bajo el casquete del polo Norte, pero nadie pensaba realmente que, en el siglo xxi, el océano Glacial Ártico pudiera llegar a convertirse en una ruta marítima importante.
En la geopolítica hay dos ideas esenciales. La primera y más tradicional apunta al papel de la geografía física en la configuración de la historia y la política de un país o una región. En el caso de España, por ejemplo, cabría resaltar su ubicación y su emplazamiento estratégico. En el extremo de Europa y cerca del norte de África, el desarrollo histórico y político de España es una mezcla de fragmentación regional, combinación intercultural, conquista y extracción imperial intercontinental y enconada guerra civil que dio lugar al autoritarismo y a la supresión del regionalismo. La historia geopolítica de España es la de un país que, en última instancia, en la década de 1980 decidió formar parte de la UE y la OTAN gracias a un reajuste reflexivo para abandonar su relativo aislamiento y avanzar hacia la integración europea en un sentido amplio. Con independencia de cualquier otro cambio en las geografías políticas españolas, la geografía física del país aún es importante: el estrecho de Gibraltar sigue siendo una concurrida ruta de navegación, además de ruta habitual para el tráfico de drogas y de personas desde Marruecos. Los Pirineos han constituido una vieja frontera natural con Francia. Gibraltar, un vestigio del siglo xviii, se mantiene como fuente de tensión entre el Reino Unido y España. Pese a todos los cambios tecnológicos que han afectado a las sociedades y las economías globales, como internet o un comercio casi sin fricciones, determinados factores geográficos seguirán inspirando la perspectiva y el posicionamiento geopolítico de España. Esto acaso explique por qué España jamás ha aceptado la independencia del País Vasco y Cataluña, regiones situadas junto a la frontera septentrional con Francia. Son territorios de entrada, lo mismo que Gibraltar. La relación de España con Marruecos es crucial debido a su relativa proximidad: este último proporciona a España mano de obra para el sector agrícola, pero es también una fuente de inmigración ilegal.
La segunda percepción de la geopolítica es su condición de instrumento narrativo, incluso interpretativo, es decir, una manera de contar historias sobre cómo se entrecruzan la geografía y la política. Por ejemplo, podríamos considerar cómo la geopolítica de España, más que la geopolítica española, revela y conecta una serie de mapas mentales sobre el lugar que ocupa España en el mundo en general. Estos mapas mentales pueden variar en cuanto a su alcance y sus escalas espaciales. En primer término, podríamos identificar una «España global», que valoraría el modo en que las conexiones de España con el mundo de habla hispana –incluyendo los antiguos territorios imperiales de Latinoamérica, el Caribe y las Filipinas– siguen determinando su conciencia nacional. Los vínculos culturales, religiosos, educativos, científicos, comerciales y estratégicos de España están configurados por estas conexiones globales. Unos 450 millones de personas hablan español, y por ejemplo el venezolano Moisés Naím (además de antiguo director ejecutivo del Banco Mundial) hoy es solo uno de los muchos periodistas (que escribe en inglés y español sobre cuestiones geopolíticas para el periódico El País, y en su caso dirige además Efecto Naím, su canal de televisión. En segundo lugar, como miembro de la OTAN, España ha intentado convertirse, al igual que el Reino Unido y Portugal, en puente estratégico entre EE. UU. y Europa. Durante la llamada «guerra contra el terror», el gobierno español del momento (presidido por Aznar) se alineó estrechamente con los intereses geopolíticos y estratégicos de EE. UU. Las bases aéreas y los puertos militares españoles fueron utilizados por las fuerzas estadounidenses para lanzar sus operaciones ofensivas y llevar a cabo sus ejercicios de entrenamiento. Diversas islas españolas, como las Canarias, han sido identificadas como estratégicamente importantes para ciertos actores externos, en especial la OTAN. En tercer lugar, España se considera a sí misma una potencia del Mediterráneo, de modo que en otoño de 2020 el país llevó a cabo diversos ejercicios navales conjuntamente con Egipto, otra potencia. Ambos países describieron la colaboración como un ejercicio de creación de confianza. En cualquier caso, esto no debería analizarse de forma aislada. España está buscando activamente revitalizar algo que comenzó hace veinticinco años. El inicio del Proceso de Barcelona, en 1995, también conocido como «Iniciativa de Cooperación Euromediterránea», pretendía estimular la cooperación en las esferas de la protección ambiental, la salud, el comercio y el bienestar. Por último, España es una potencia geopolítica dividida. Se trata de un país que continúa forcejeando con la relación entre centralización y descentralización. La pandemia ha revelado de nuevo que el gobierno central de Madrid suele estar enfrentado con las autoridades regionales. Se suele poner de manifiesto que ciertos cismas internos evocan tensiones y recuerdos ligados a la Guerra Civil (1936-1939) y al legado represivo del general Francisco Franco, durante el cual España se vio sacudida por el terrorismo interior y la represión estatal.
De todo ello se desprende que la geopolítica está menos determinada por los factores geográficos y la ubicación que por la interacción de cómo y dónde se dice que lo geográfico es importante. Para el experto francés Dominique Moïsi, la geopolítica se ve fortalecida por un fundamento emocional. Los mapas mentales del mundo usados por la gente funcionan porque están impregnados de implicaciones emocionales. En su libro superventas The Geopolitics of Emotion (2009), el autor sostiene que emociones como el miedo, la esperanza y la humillación son cómplices esenciales de la acción geopolítica. El autor pone en entredicho la idea de que la geopolítica esté necesariamente asociada a la fría racionalidad estratégica. Cuando los países y sus poblaciones actúan en el mundo revelan un popurrí de reacciones emocionales. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington D. C., el presidente George W. Bush puso en marcha una guerra contra el terror concebida para mantener el miedo social bajo control. La acción ofensiva sobre Afganistán e Irak también estuvo motivada por la cólera. Cabría decir que el ascenso de China como potencia global es, en parte, consecuencia de un deseo de vengar lo que se ha conocido como el «siglo de la humillación» (1839-1949). En 2016, la elección de Donald Trump como presidente de EE. UU. estuvo inspirada por la geopolítica de la esperanza, pues estaba firmemente empeñado en que su país «volviera a ser grande». El presidente Putin afirma una y otra vez que Rusia recuperará su posición en el mundo tras la desastrosa desintegración de la Unión Soviética en 1991.
Se podría decir que el populismo es un aliado natural de la geopolítica. El populismo es una ideología que prospera gracias a la división y la separación. Aunque los líderes populistas subrayan la importancia de respetar la «voluntad del pueblo», a menudo se enfrentan no solo a las élites corruptas de sus países, sino también a los forasteros y los extranjeros. La geopolítica populista es distinta de la geopolítica popular (que se refiere al papel de la educación y la cultura popular en la conformación de las construcciones imaginarias y cartografías mentales geopolíticas de los ciudadanos) porque es selectiva. En el Reino Unido, por ejemplo, un dirigente populista como Nigel Farage, en la campaña por el referéndum del Brexit en 2016, convenció a una mayoría de votantes de que la Unión Europea (UE) era perjudicial para los intereses económicos y geopolíticos del país. Se utilizaban expresiones breves como «Bruselas» para hacer referencia a una organización regional a la que se acusaba de pisotear los intereses del pueblo británico. La libertad de movimientos dentro de la UE se manipuló eficazmente para generar opiniones contrarias a los inmigrantes. Se movilizaron diversas emociones, como la indignación, el miedo o la humillación, para persuadir a una exigua mayoría de que votara a favor de abandonar la Unión Europea. Durante y después del referéndum se pusieron de manifiesto dudas sobre cómo la campaña Vote Leave [Vota salir] se había dirigido a sus votantes y quién había financiado la publicidad y el conjunto de la operación. En enero de 2020, el Reino Unido salió formalmente de la UE. Lo que queda por ver es qué relación tendrán los británicos con la Unión Europea en la década de 2020.
La geopolítica es un tipo de análisis que nos ayuda a comprender cómo las diferentes perspectivas y contextos geográficos influyen en la política nacional y global. En el pasado, habríamos podido centrarnos en los países y sus escenarios geográficos, teniendo en cuenta su ubicación, sus recursos o sus relaciones con el resto del mundo. Según estudios más recientes, la geopolítica, además de estar arraigada en factores geográficos físicos, se elimenta de construcciones imaginarias y emociones. Las perspectivas geopolíticas varían, en efecto, de un país a otro. La geopolítica china es seguramente muy distinta de la rusa, la norteamericana, la española o la india. Para entender cada una de estas perspectivas, la historia nacional, la cultura y la geografía son primordiales. Por otra parte, del cambio medioambiental que está desplegándose se deriva que el elemento «geo» de la geopolítica nunca es estable. Ciertas regiones, como la ártica, están experimentando un cambio de estado esencial, hasta el punto de que el océano Ártico dejará de ser considerado un desierto helado. La fusión del hielo está haciendo que el océano Ártico sea cada vez más un espacio de aguas abiertas y, por tanto, accesible a la navegación comercial y militar. En la actualidad, es habitual leer que existe un «Ártico global», una región por cuyo acceso e influencia pugnan las grandes potencias.
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Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) de las Naciones Unidas reconoció como pandemia la emergencia de salud pública de marzo de 2020, los líderes polí...

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