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eBook - ePub
Shock climático
Descripción del libro
En Shock climático, Gernot Wagner y Martin Weitzman analizan las probables repercusiones del calentamiento global, apoyándose en investigaciones que hasta hace poco no eran conocidas.Los autores nos ayudan a comprender que debemos pensar en el cambio climático tal y como pensamos en asegurar nuestra casa o nuestro automóvil: como un problema de gestión de riesgos, sólo que en este caso a escala global.Shock climático insta a afrontar el cambio climático y proporciona los instrumentos para hacerlo —además de describir las consecuencias de no hacerlo—, ofreciendo un análisis profundo y actualizado de la cuestión medioambiental y de política pública más importante de nuestra época.
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Información
Categoría
EconomiaCategoría
Economia ambientaleCapítulo 1
Urgencias
Demos gracias a la corrupción policial rusa por las filmaciones que lograron eludir a la NASA y al resto de agencias espaciales. El 15 de febrero de 2013, un asteroide de veinte metros de ancho explotó sobre el cielo de la ciudad rusa de Chelyabinsk durante la hora punta de la mañana, lo que provocó una explosión más luminosa que el sol. Pronto aparecieron en Internet algunos vídeos espectaculares, la mayoría grabados por las cámaras que muchos conductores rusos llevan en el salpicadero del coche para protegerse del arbitrario comportamiento de los agentes de tráfico. La explosión hirió a mil quinientas personas, sobre todo a causa de los cristales que hizo saltar la explosión. Fue un toque de atención para que las agencias espaciales reforzaran sus medidas de detección de asteroides y de defensa frente a los accidentes que pueden ocasionar.
El dinero para tales iniciativas suele escasear. No obstante, los medios técnicos ya están ahí, o al menos podrían estarlo. Un estudio de la U. S. National Academy calcula que para poner en marcha una primera prueba de cómo desviar un asteroide que fuera camino de colisionar con la Tierra harían falta diez años y alrededor de 2.000 o 3.000 millones de dólares. Puede que no sea tan glamuroso como enviar a un hombre a la Luna, pero posiblemente sea como mínimo igual de importante.
Aunque el asteroide de Chelyabinsk era demasiado pequeño para ser desviado, habría estado bien saber algo de él con antelación. La probabilidad de que un asteroide más grande colisione con nosotros es reducida, pero no es cero. Las estimaciones mejor fundamentadas indican que se trata de un suceso que se produce una vez cada mil años, lo que equivale a una probabilidad del 10% cada cien años. Todavía no hemos invertido el dinero suficiente para saberlo con certeza. Sin embargo, unos cuantos miles de millones de dólares permitirían tanto a la NASA como a otras agencias espaciales no sólo catalogar los peligros, sino también defendernos de ellos. Se trata de una cantidad pequeña cuando se compara con una amenaza capaz de poner fin a la civilización. Hace aproximadamente sesenta y cinco millones de años, un asteroide gigantesco acabó con los dinosaurios y provocó así la quinta gran extinción de la historia del planeta.
No es que el cambio climático se esté precipitando sobre nosotros desde el espacio exterior precisamente. Es absolutamente cosa nuestra. No obstante, el grado de devastación sería similar. En su libro La catástrofe que viene, Elizabeth Kolbert sostiene convincentemente que esta vez «el asteroide somos nosotros». Es más, de acuerdo con una evaluación científica reciente, vamos a experimentar cambios globales a una velocidad al menos diez veces superior que en cualquier momento anterior de los últimos sesenta y cinco millones de años.
***
Cuando el huracán Sandy azotaba el litoral oriental de Estados Unidos, inundando parcialmente Manhattan por debajo del edificio del Empire State y dejando a toda la ciudad sin electricidad, el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, dijo irónicamente al presidente Obama: «Ahora la inundación del siglo se produce cada dos años». En agosto de 2011, el huracán Irene llevó a cerrar por primera vez, como medida preventiva, el centenario sistema de metro y autobuses de la ciudad. Volvió a cerrarse por la misma razón, por segunda vez en cien años, sólo catorce meses más tarde. El huracán Sandy tuvo lugar en 2012. En total, Irene provocó 49 muertes y desplazó a más de 2,3 millones de personas. Sandy mató a 147 personas y desplazó a 375.000.
Nueva York, por supuesto, está lejos de ser un caso único. En noviembre de 2013, el tifón Haiyan llegó a Filipinas, causó al menos seis mil muertes y desplazó a cuatro millones de personas. Apenas un año más tarde, el tifón Bopha azotó al país, ocasionó más de mil muertes y desplazó a 1,8 millones de personas. La ola de calor europea del verano de 2003 mató a quince mil personas sólo en Francia y a más de setenta mil en toda Europa. La lista continúa, y abarca tanto a los países y continentes pobres como a los ricos.
Nunca antes la sociedad —sobre todo en zonas ricas como Estados Unidos y Europa— ha estado tan preparada como en la actualidad para lidiar con estas catástrofes. Como suele ser habitual, los que más sufren son los pobres. Eso es lo que hace que las recientes muertes y desplazamientos en lugares como Nueva York sean algo tan novedoso.
La semejanza entre estas tormentas y otros fenómenos climáticos extremos con los asteroides reside en que tanto unos como otros tienen un elevado coste, tanto en dinero como en vidas. Las diferencias, importantes y manifiestas, apuntan a que el problema climático va a ser todavía más costoso.
Empecemos por lo obvio: existieron grandes tormentas mucho antes de que los seres humanos comenzaran a añadirle dióxido de carbono a la atmósfera. Ahora bien, unas temperaturas medias más elevadas significan una mayor energía en la atmósfera, lo que a su vez se plasma en tormentas más extremas, inundaciones y sequías. Las aguas próximas a las costas de Nueva York estaban a unos 3 oC por encima de la media en los días anteriores al Sandy. Las aguas costeras de Filipinas estaban a unos 3 oC por encima de la media en el preciso momento en que el Haiyan modificaba su rumbo para penetrar en el interior del país. ¿Casualidad? Quizá. El aumento de temperatura en las proximidades de Nueva York se produjo en la superficie marina. El aumento de temperatura en las proximidades de Filipinas se produjo a cien metros por debajo de ella. Ahora bien, la razón parece estar del lado de aquellos que se preguntan si no existirá un vínculo entre unas temperaturas más elevadas y unas tormentas más intensas.
De hecho, las mejores investigaciones van mucho más allá de demostrar la existencia de vínculos circunstanciales. La ciencia aún no se ha pronunciado de manera definitiva, pero las últimas investigaciones parecen indicar que el cambio climático desembocará en tormentas cada vez más frecuentes e intensas. No obstante, los huracanes se encuentran entre los sucesos climáticos más difíciles de vincular de forma directa con el cambio climático, principalmente debido a su escasa frecuencia. Es más fácil establecer vínculos directos entre el cambio climático y sucesos más habituales, como las temperaturas extremas, las inundaciones y las sequías.
Piense en conducir bajo los efectos del alcohol: el consumo de alcohol aumenta la probabilidad de que se produzca un accidente, aunque se producen muchos accidentes sin que el conductor haya bebido. También se puede comparar con la práctica del dopaje en el deporte: no puede decirse que los jonrones de Larry Bonds o las victorias de Lance Armstrong en el Tour de Francia se deban exclusivamente al dopaje. Bonds seguía teniendo que ser capaz de golpear acertadamente la pelota, y Armstrong seguía teniendo que pedalear de verdad. Sin ...
Índice
- portada
- portadilla
- creditos
- dedicatoria
- indiceSHOCK
- NOTA
- Prologo
- Cap.1
- Cap.2
- Cap.3
- Cap.4
- Cap.5
- Cap.6
- Cap.7
- epilogo
- agradecimientos