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EL ATLÁNTICO PACIFICADO
I. LA (IN)DEPENDENCIA ECONÓMICA DEL PERÚ, 1580-1620: CIRCUITOS DEL PACÍFICO, AUTOSUFICIENCIA Y MOVILIDAD PERULERA
“todo el alivio y riqueza de España depende del buen gobierno del Perú” (1629)
Benito Peñaloza, 5° excelencia, XXI, p. 146
“para que las Indias no se pierdan conviene estén pendientes y subordinadas a España” (1605)
Martín Ignacio de Loyola
AGI, Filipinas 35, núm. 47, f. 824.
“Independencia”, “emancipación”, “autonomía”, o sus antagonismos: “dependencia” y “subordinación”, no suelen ser términos que los actuales estudios históricos sobre las sociedades de Antiguo Régimen utilicen. Apuntados en los círculos académicos como anacrónicos, ahistóricos o políticamente incorrectos, estas categorías nos parecen remitir a una escuela historiográfica clásica, más cercana al materialismo histórico, que a un adecuado corpus conceptual que emerge de las propias fuentes históricas. Si su utilización es al menos excepcional en los trabajos ocupados en la historia hispanoamericana, más extraño resulta verlos en ensayos dedicados a periodos tan tempranos como los momentos de conquista y colonización de América.
Sin embargo, al revisar con atención las fuentes oficiales de finales del siglo XVI y de las primeras décadas del siglo XVII, los términos “forzosa dependencia”, “subordinación” o “independencia” son frecuentemente utilizados. Esquivamos el debate historiográfico de aquellas corrientes, de gran vigencia y muy extendidas en los círculos académicos, que consideran estos conceptos ligados a una mirada “ideologizada”, o “colonialista” de la realidad histórica.1 Tomamos el riesgo de que el ensayo sea etiquetado como un estudio “desactualizado”, pero tenemos la certeza de que al colocar los conceptos sobre la mesa y revalorizarlos, somos respetuosos y transparentes con la terminología que utilizan los contemporáneos para explicar la realidad de su momento, al tiempo que ofrecemos una lectura e interpretación desde nuestro presente.
Ahora bien, ¿qué debe entenderse por “dependencia” en los manuscritos de la época? Desde una óptica amplia y general, la dependencia implica la subordinación de un reino indiano al poder central. Sus defensores piensan que el quiebre de la relación de dependencia económica derivaría en la falta de una política “espiritual y temporal”, es decir, en la ausencia de un dominio político de la metrópoli hacia el reino. Otros perciben una concepción organicista del imperio, donde cada reino o espacio cumple una función particular, muy necesaria para la vida y el desarrollo de la unidad del “cuerpo” monárquico. En este sentido, la “dependencia” es una conexión “natural”, al mismo tiempo que minimiza los evidentes conflictos que conlleva la relación económica entre la metrópoli y los dominios americanos. Pero es desde una clara perspectiva comercial-monopólica, desde el axioma mercantilista, donde los significados de “dependencia”, “independencia” o “subordinación” adquieren pleno sentido. El diagnóstico de un estado de debilidad da cuenta de una coyuntura e inestabilidad en el comercio ultramarino y en la estructura fiscal de la Monarquía. Lejos estamos aún del pensamiento fisiócrata, en el que la tierra, la producción agrícola y los recursos naturales cobrarán una particular significancia en la segunda mitad del siglo XVIII.
El caso del Perú para el periodo 1580-1620 es emblemático al respecto, tanto por el discurso oficial que describe su momento, como la realidad que experimenta. Algunos manuscritos de carácter político o económico emitidos en diferentes rincones del imperio acuden a tales calificativos para explicar la situación del Virreinato del Perú, en la posibilidad de que logre abandonar su relación económica “de dependencia” con España. Existen fundados elementos para sostener que estamos en presencia de un momento de máxima tensión entre España y los agentes económicos y políticos del Perú, donde, como dirían las fuentes, la relación de “subordinación” está por quebrarse. El Consejo de Indias, los mercaderes peninsulares, los funcionarios políticos y religiosos del cuerpo monárquico nos hablan del peligro de que se quiebre la “forzada dependencia” que todo reino debería mantener con España. El propio reino del Perú parece estar viviendo en esos tiempos una emancipación económica, alejándose de la órbita peninsular. Puede que estemos en presencia de un escenario económico inédito, que no volvería a repetirse hasta la independencia política acaecida en la tercera década del siglo XIX (1821).
El estado de autonomía económica que reina en el espacio entre 1580 y 1620 parece comprenderse de manera más cabal si se conecta con el tensísimo clima político que el espacio andino experimenta décadas atrás, particularmente entre 1540 y 1560. A partir de la conquista del Tawantinsuyu, el faccionalismo, el motín, la revuelta y el conflicto son los rasgos dominantes de la vida política y administrativa en el Perú. Las guerras civiles iniciadas en 1537 entre los grupos de Francisco Pizarro y de Diego de Almagro constituyen la chispa de la fragilidad de gobierno que se afinca en la región en las décadas posteriores. El conflicto se agudizará con la controversia sobre la perpetuidad de las encomiendas entre los primeros conquistadores y pobladores, y el poder regio. Los encomenderos mostrarán una fuerte resistencia a cumplir con las Leyes Nuevas de 1542 que intentan suprimir la perpetuidad de las encomiendas. En este contexto se gestan los alzamientos y las rebeliones contra el poder de la Corona. La primera de éstas, y de corte más radical, es la encabezada por Gonzalo Pizarro (1544-1548). Le seguirá la comandada desde el Cuzco por Francisco Hernández de Girón (1553-1554). Hemos mencionado los más sobresalientes acontecimientos que ilustran la dificultad que tiene la Monarquía hispana para subordinar políticamente al reino del Perú. Los encomenderos, con años de haber acumulado grandes riquezas a partir de su dominio sobre los indígenas y el fruto de su trabajo, y de acumular tierras por merced, compra o apropiación directa no muestran disposición de ceder su poder ante el avance de la autoridad real. Entre guerras y violencia permanente, en el Perú se juega la posibilidad de que los encomenderos forjen un régimen político autónomo, independiente del poder monárquico. Si existe un momento histórico donde Perú se encontró muy cerca de independizarse políticamente de la Corona española, no hay dudas que esa coyuntura singular está comprendida entre 1540 y 1560; en el temprano periodo colonial y previo al virrey Toledo.2
En las primeras décadas del proceso de colonización, los encomenderos representan la elite socioeconómica; el poderoso grupo que, como brevemente sintetizamos, busca consagrar su poder político con la posibilidad de independizar políticamente al espacio peruano de la monarquía. El fracaso de la tendencia hacia la autonomía política responde a un abanico de cuestiones que exceden el objetivo del capítulo. Pero hay un factor que vale la pena subrayar: la declinación del poder económico de los encomenderos. Al momento de llegar al Perú para analizar la posible perpetuidad de las encomiendas, los comisarios reales notan su debilidad. La correlación de fuerzas favorece a los intereses reales. Muy pocos encomenderos están en situación de comprar la perpetuidad y esto inclina a los comisarios a convencer a la Corona para dar marcha atrás con la decisión. Hacia la década de 1560, la perpetuidad deja de ser un asunto de primer orden en la agenda del poder real y los propios encomenderos parecen conformarse con el cumplimiento de la ley de sucesión de dos vidas, establecida entre 1535 y 1536.3
Desde entonces, una estabilidad política parece reinar en el espacio y aunque la hacienda real cuenta, de ese momento en adelante, con más ingresos provenientes de los repartimientos de indios en cabeza de su majestad, no logran solventar los apremios financieros de la corona. Para la Corona, el peligro de una independencia política alentada por los encomenderos es sólo un mal recuerdo del pasado. ¿Continúan siendo la elite del Perú en el último cuarto del siglo XVI? La emergencia de un nuevo sector económico comercial viene a reemplazar a los encomenderos. Sobre esta nueva elite económica, que cristaliza su consolidación con la creación del Tribunal del Consulado de Lima en 1593, la Monarquía y los funcionarios reales posarán su atención para no caer en la amarga experiencia que les causó el grupo de los encomenderos. La preocupación se agudizará cuando perciban una segunda posibilidad de quiebre de la sujeción y dependencia del Perú con la península; en este caso una emancipación de corte económica más que política.
En este contexto que los manuscritos de finales del siglo XVI y primeros años del XVII ponen al descubierto, en pos de garantizar la “relación de dependencia” económica, dos condiciones básicas deben cumplirse:
- La apropiación de excedentes en forma de metales preciosos con posibilidad de ser transferidos para su acumulación a la metrópoli. El énfasis sobre la exportación de plata de Potosí, determinada por el fetiche del mercantilismo metálico-comercial, debería asentarse bajo una estricta fiscalización que sólo lo puede otorgar el monopolio concretizado en Panamá; zona de tránsito por excelencia para la celebración de ferias y llegada de las flotas peninsulares.
- Que el mercado consumidor del Perú y del resto de las posesiones indianas estén dispuestos a ingerir de manera exclusiva los bienes elaborados en España o producidos por otras naciones europeas, pero siempre por medio del canal monopólico de las flotas españolas. La circulación mercantil por canales exclusivos es la herramienta principal para la obtención de ganancias de España. Tal objetivo requiere frustrar toda aspiración para el desarrollo de actividades productivas internas, como precisos cultivos agrícolas que abundan en España o de productos industriales elaborados en ella o en Europa. Por lo que la “relación de dependencia” alcanzaría su logro cuando su economía no es capaz de alcanzar un régimen de autoabastecimiento, cuando no puede valerse por sí misma y necesita indefectiblemente surtirse por canales oficiales de bienes desde España.
Los usos interpretativos que los manuscritos de la época hacen sobre los términos “independencia” o “quiebre de dependencia” requieren detenimiento. Lo que en la época se menciona como una suerte de independencia económica del Perú está muy distante del pensamiento moderno del desarrollo económico, o más específicamente de la conocida “teoría de la dependencia”, que corresponde ciertamente a otra circunstancia histórica, donde la producción, la transferencia de capital, de tecnología y de servicios son determinantes para definir el grado de autonomía económica de un determinado espacio. La advertencia sobre el peligro de verse cortada la “relación de dependencia” sólo puede comprenderse en el marco del pensamiento mercantilista. Desde una aproximación circulacionista y no productiva se asientan los argumentos del término. La notable disponibilidad de plata en su economía interna y las salidas de sus excedentes productivos son los argumentos para suponer una economía peruana independiente.4 Sólo así puede comprenderse que el Perú se encuentre al borde de romper su relación con la metrópoli: reteniendo metálico o desviándolo por otros conductos externos que no son los que se inician o finalizan en la Península Ibérica. Perú expande su economía, maximizando su capacidad exportadora y reduciendo al mínimo el ingreso de productos del exterior que proceden desde España por el camino de Tierra Firme.
El diagnóstico de una economía peruana con relativa autonomía no debería suponerse como una situación “normal”, es decir, como el estado natural de un reino de las Indias formando parte de una monarquía policéntrica o compuesta. En este caso, la autonomía económica del Perú no es resultado de una hipotética concesión de la Corona, por un movimiento flexible y delegado. Lo que se vive en el virreinato del Perú entre 1580-1620 no podría inscribirse como una instancia de negociación o pacto político. Visto desde la ventana peninsular, la situación parece más compleja, hasta alarmante: los actores limeños experimentan una “independencia económica” que, según algunos testimonios que veremos enseguida, podría devenir en una “independencia política”.
Pero, ¿cuáles son los argumentos que suponen una gran autonomía económica del Perú entre 1580 y 1620?, ¿qué señales sugieren su ...