Mujeres con poder en la historia de España
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Mujeres con poder en la historia de España

  1. 304 páginas
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Mujeres con poder en la historia de España

Descripción del libro

Mujeres con poder en la historia de España es un ensayo que visibiliza la gran labor de las mujeres en el mundo. A pesar de no permitírseles ocupar ciertos cargos, ellas demostraron ser las adecuadas, las más preparadas, y por ende, las merecedoras de desempeñarlos en sus momentos históricos.
En estas páginas encontramos mujeres lugartenientes, gobernadoras y validas, pero también reinas que fueron reinas de verdad, no esposas de reyes. A lo largo del libro acudiremos a momentos en los que normalmente no nos dicen que la balanza fue inclinada por una gran mujer que no estaba a la sombra, con el tiempo se las ocultó, y eliminaron sus hazañas de los libros de historia, pero aquí van a encontrar restituido el honor que merecen.

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Información

Editorial
Nowtilus
Año
2018
ISBN del libro electrónico
9788499679426

REINAS

Capítulo 4

Doña Toda Aznárez. Una reina fascinante y la más casamentera de la historia

Durante los últimos años los investigadores han estudiado, cada vez con más éxito, si bien aún hay grandes lagunas, los orígenes de los reinos cristianos, entre ellos con especial interés el de Navarra.
Estos reinos nacen como tales en la llamada Alta Edad Media. Al antiguo Reino de Navarra se lo conoce también como Reino de Pamplona por razones obvias, pues fue a partir del núcleo pamplonés que el reino creció y se extendió por otras tierras circundantes, agrandándose territorialmente.
Es de conocimiento común que en esa zona geográfica los primeros mandatarios conocidos con auctoritas son Sancho Íñigo Arista (835-857) y sus descendientes; su hijo, García Íñiguez (857-882) y su nieto Fortún Garcés (882-905). Hay que recalcar que Sancho Íñigo Arista, además del mencionado García Íñiguez que le sucedió en el trono, tuvo dos hijas (ambas estudiadas por el investigador Armando Cotarelo en su libro Alfonso III, el Magno), una, cuyo nombre no ha trascendido a la posteridad, que se casó con García el Malo alrededor del año 814; y otra de nombre Ausona, la cual, como dicen las crónicas, hizo matrimonio principal, pues se casó con Muza I (jefe de la familia Beni Casi, linaje este de origen hispano aunque islamizado y que ostentaba un gran poder en el Pirineo). Los Beni Casi ostentaron a nivel popular el título de «el tercer rey», considerando primer rey (o poder) al califa; el segundo, el rey emperador, y el tercero, el linaje de los Beni Casi, lo que los calificaba por encima de los reyes de Asturias.
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Doña Toda Aznárez
De este parentesco y vecindad se beneficiaron varias veces los reyes navarros, de manera que a través de ellos estaban en buenas relaciones con el califato. Cuando las relaciones con los Beni Casi se deterioraron, a los reyes de Pamplona no les quedó más opción que bascular hacia el occidente de la península y buscar allí apoyo para la continuidad de su pequeño reino.
La dinastía íñiga tuvo que luchar contra los musulmanes en repetidas ocasiones, muchas veces con éxito, pero no siempre, pues Fortún Garcés, el hijo de García Íñiguez, cayó en poder de los musulmanes y estuvo preso nada menos que veinte años. Cuando fue liberado y pudo reinar, era ya de edad avanzada y en su ausencia la dinastía Jimena, compuesta por sus parientes, había logrado socavar su prestigio a tal punto que él terminó sus días en un monasterio y sus hijos no heredaron el trono.
Muerto Fortún Garcés en el año 905, la dinastía íñiga fue reemplazada por la dinastía Jimena: subió al trono Sancho Garcés I (905-925). Algunos autores sostienen que este rey era hermano del anterior e hijo, por lo tanto, de García Íñiguez. Otros lo hacen hijo del magnate García Jiménez y de su esposa Dadildis. En caso de que esto fuera cierto, el origen de los Jimeno no sería menos incierto que el de los Íñigo.
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Orígenes del reino de Pamplona (s. IX). Fuente: La gestión de la memoria.
García Jiménez fue, al parecer, un magnate de Gascuña, en donde en el año 816 capitaneó junto con otros poderosos una revuelta de vascones ultrapirenaicos contra los francos. A resultas de esto tuvieron que emigrar a la península y prestaron allí apoyo a los rebeldes de Pamplona que lograron imponer a Íñigo Arista en el trono, es decir, que el origen de ambas familias es del mismo tiempo, y el prestigio de los Jimenos solo iba por detrás del de los Arista. En todo caso, la subida al trono de Sancho Garcés I en el año 905 se produjo sin demasiadas tensiones y al parecer estuvo apoyado por el rey de Asturias Alfonso III el Magno.
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Miniatura de los archivos de la Catedral de Oviedo que muestra a Alfonso III de Asturias flanqueado por su reina, Jimena Garcés (izquierda), y su obispo, Gomelo II (derecha).Encima de Gomelo está escrito «GOMELL EPS», una abreviación de Gomellus episcopus (‘obispo Gomelo’).
Aunque don Alfonso estaba casado con doña Jimena, de la dinastía íñiga, no se opuso a que la dinastía Jimena la reemplazase. Es muy posible que el combativo Alfonso III no viese en el heredero de García Íñiguez, ni en sus hijos, cualidades para el trono. Al menos del último de los Íñigos, Fortún Garcés, se ha dicho que no tenía dotes militares, algo sumamente grave en un mundo sometido a continuas guerras con los sarracenos.
Algo que se nos escapa debió de pasar, pues Fortún Garcés, como ya adelantamos, murió en un convento, y a pesar de que dejaba abundante sucesión, ninguno de sus hijos ascendió al trono. No hay ninguna explicación documental, pues hasta hoy no ha aparecido documento alguno que hable de una guerra civil en que unos defendiesen a los Íñigos y otros a los Jimenos en la persona del nuevo rey: Sancho Garcés el Grande. En todo caso, la disputa entre las dinastías parece haber sido incruenta.
A Sancho Garcés I se le conoce como «el Grande» y parte de esa grandeza la obtuvo por la colaboración inteligente de su esposa, nuestra doña Toda: la primera gran reina de la dinastía Jimena.
Seguramente Toda y Sancho Garcés I tuvieron que esforzarse, ante todo, en afianzar su casa y linaje como nuevos reyes de Pamplona. Sancho Garcés I empezó a reinar en el año 905 y lo hizo hasta el año 925. Muerto su esposo Sancho Garcés, la reina Toda empleó su vida en asentar definitivamente a los Jimenos en la persona de sus descendientes y hacer de Navarra una primera potencia en el mundo cristiano. Ejerció el poder, como veremos, largo tiempo y muy inteligentemente, y llenó con su actividad e influencia casi todo el siglo X.
Un primer matrimonio de Sancho Garcés se había realizado con Urraca, hija del conde de Aragón, Galindo Aznárez. Es de suponer que ese matrimonio se efectuó para firmar las paces con el condado, pues Galindo de Aragón, junto con los Beni Casi, señores de Huesca, habían intentado un golpe de mano contra el nuevo rey de Navarra. De este primer matrimonio se sabe poco, es casi inevitable colegir que no tuvieron hijos, pues no los señala la historia y al morir (o ser repudiada) esta primera esposa, el rey, necesitado de un heredero, contrajo matrimonio con otra doncella, Toda Aznárez (sobrina de Aznar Sánchez de Larraún y biznieta de García Íñiguez, de la casa de los anteriores reyes). Con esta unión se intentaba cerrar el paso a las habladurías sobre la legitimidad del nuevo rey.
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Postal de Ordoño I de Asturias
No hay constancia de la fecha del matrimonio de Sancho y Toda, pero debió de haber tenido lugar alrededor del año 910. De la unión nacieron varias hijas y un solo hijo varón, el menor de todos los vástagos habidos. De todos ellos, especialmente de las hijas, se serviría la inteligente política de su madre para ampliar la influencia del pequeño reino y unir —con una red de intereses y dependencias— al reino de Pamplona con Asturias, León, Castilla, Álava, Aragón, Ribagorza, y Córdoba; es decir, todos los reinos y condados, cristianos o no, ella maniobró para ejercer sobre todos ellos una influencia decisiva.
Los nombres de los hijos habidos fueron García Sánchez, Urraca, Onneca, Sancha y Velasquita. A todas casó doña Toda convenientemente, incluso varias veces, siempre en favor de Navarra. Pero iremos por partes y pasaremos revista a los matrimonios que influyeron en los distintos reinos.
Recordemos que Alfonso III de Asturias (866-910) ya se había casado con una infanta navarra, doña Jimena, hija de García Íñiguez. No era difícil que otra navarra se casara con alguno de los hijos o nietos de este rey. Alfonso III al final de su vida fue destronado por sus hijos.
Su primogénito, que fue el primer rey de Asturias y León, le sucedió como García I de Asturias (911-914). A su muerte, le sucedió en el trono su hermano, Ordoño II (914-924), que era a la vez rey de Galicia. Con este, doña Toda logró su primer arreglo político-nupcial, casando a su hija Sancha con el monarca asturiano. No fue fácil, para ello tuvo que esperar un tiempo ya que Sancha hubo de ser, nada menos, que la tercera esposa de Ordoño. Antes de unirse a la hija de Toda, el de Asturias y León estuvo casado con Munia Elvira y Aragonta. Estas no molestaron a Toda mientras su hija era pequeña, pero en cuanto llegó a la pubertad (catorce años, la edad límite que la Iglesia admitía como adecuada para un matrimonio lícito) doña Toda puso a su hija en el trono asturiano.
Al casarse con Sancha, Ordoño II tenía ya dos herederos, nacidos de su primer matrimonio con Munia Elvira: Alfonso IV y Ramiro II. Con el fin de asegurar el trono de Asturias y León para alguien de su estirpe (y su consecuente influencia personal), doña Toda casó a su otra hija, Onneca Jiménez, con el primogénito y heredero de Ordoño, el arriba mencionado Alfonso IV, conocido luego en la historia como «el Monje».
Con este enlace, de momento, ya tenía doña Toda al padre y al hijo de los de Asturias casados con dos de sus hijas: Sancha y Onneca. Alfonso IV reinó apenas cinco años, casi los mismos que Onneca, pues la hija de Toda falleció inesperadamente cuando todo le auguraba una vida feliz junto a su esposo. El rey Alfonso amaba mucho a su mujer, por ello su muerte le sumió en una grave melancolía, lo que desembocó en una enfermedad sin cura conocida en esos tiempos.
No se sabe bien si fue consecuencia de esa depresión producida por la desaparición de Onneca, si fue por devoción o si se vio obligado a ello por unas revueltas civiles, pero Alfonso ingresó como monje en el monasterio de Sahagún en el año 930. Fray Justo Pérez de Urbel se arriesgó a aventurar la tesis de que en el año 931 la reina doña Toda, desde Navarra, hizo llegar al viudo de Onneca, ya monje en Sahagún, una carta instándole a ocupar otra vez el trono y ofreciéndole en matrimonio a otra de sus hijas, Urraca.
Como quiera que fuese, el Rey Monje, bien por propia decisión, bien animado por doña Toda, intentó recuperar el abandonado trono. Para ello se fugó de Sahagún y se dirigió al monasterio de Cardeña. Intentó pasar a Navarra a pedir, previsiblemente, el auxilio de los navarros, es decir, de doña Toda, su suegra, y quizá a aceptar su oferta de casar con su hija Urraca. Pero ya era demasiado tarde: su hermano, Ramiro II, ocupaba el trono de Asturias y León desde el año anterior y no estaba dispuesto a renunciar a él. Aduciendo que Alfonso había sido tonsurado y recibido órdenes sagradas, le hizo prender en Pancorbo, ya cerca de Álava, y para evitar un nuevo intento de este por recuperar el trono, le condenó a la pena de ceguera. Cumplida la pena, lo mandó recluir en el monasterio de Ruiforco. Libre de competidores, el nuevo rey pudo dedicarse a pacificar el reino.
Con este cambio de poderes la influencia lograda por Toda se le había escapado de las manos. Ya no volvería a reinar su yerno Alfonso, destronado definitivamente, ciego y pobre; y muerta su hija Onneca, el intento de mediatizar el Gobierno de Asturias y León había resultado fallido. Ni tan siquiera hubo descendientes nacidos de ese matrimonio.
Una vez más, la industriosa reina navarra empezó a maquinar cómo casar a otra de sus hijas con el nuevo heredero al trono de Asturias y León, Ramiro II. Inasequible al desaliento, no fue obstáculo para Toda que el rey estuviese ya casado. En efecto, don Ramiro había contraído primeras nupcias con doña Teresa Florentina de Navarra, seguramente cuando las infantas, hijas de Toda, aún no estaban en edad de casamiento. Luego se casó con Adosinda Gutiérrez, pero doña Toda maniobró de manera que obtuvo palabra de matrimonio del rey Ramiro II para su hija Urraca. Antes de casarse con ella, el rey tuvo que deshacerse de Adosinda, a la que repudió. Por tercera vez, la reina de Navarra casó a una de sus hijas con un rey de Asturias y León.
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Estatua de Fernán González en la plaza de Oriente, Madrid
También el condado de Álava fue codiciado por doña Toda. Tenía disponible una hija: S...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Índice
  4. Validas
  5. Reinas
  6. Gobernadoras
  7. Virreina
  8. Bibliografía
  9. Contraportada