
eBook - ePub
Al amparo del feminismo
Conversaciones entre Amparo Rubiales y Octavio Salazar
- 230 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Al amparo del feminismo
Conversaciones entre Amparo Rubiales y Octavio Salazar
Descripción del libro
A través de una larga conversación, Amparo Rubiales y Octavio Salazar hacen un recorrido por la memoria feminista de este país, por las grandes cuestiones en materia de igualdad y por algunos de los retos pendientes en democracias que todavía no son paritarias. Todo ello a partir de la experiencia y de la trayectoria –personal, profesional y política– de Amparo: una mujer pionera en muchos espacios públicos, comprometida feminista y socialista, una "joven mayor" que se resiste a dejar de tener voz y presencia como ciudadana. A través de sus experiencias próximas y distantes, y desde la complicidad que como un don les ha regalado el feminismo, la autora y el autor de este singular diálogo repasan cómo dicha propuesta emancipadora penetra en las vidas, en la política, en el Derecho y en la cultura. Un apasionante viaje que es también un recorrido por la historia reciente de nuestro país y por la lucha por la igualdad de las mujeres.
"Conversemos, pues, querida Amparo, para que el final nos pille ilusionados y eternamente jóvenes. Hagámoslo sobre la realidad y el deseo, sobre lo vivido y lo por vivir, cobijados siempre por el feminismo que es, para ti y para mí, una forma de vida. Hagamos, como dice Amelia Valcárcel, que lo cotidiano se haga político. Y así, mujer y hombre, con algunos años entre medias, con biografías tan distintas y tan distantes, nos encontraremos en un puente capaz de sumar orillas. Si te atreves a cruzarlo, empiezo a recorrerlo para encontrarte a mitad de camino".
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Al amparo del feminismo de Amparo Rubiales,Octavio Salazar en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Social Sciences y Feminism & Feminist Theory. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
LAS ESCLAVAS DEL SEÑOR
«Si Dios es varón, el varón es Dios».
Mary Daly
Este curso he debatido con mi alumnado la sentencia que hace unos meses dictó el Juzgado de lo Penal número 10 de Sevilla sobre el caso tan mediático del «Coño Insumiso». En ella se absolvió a las tres mujeres que fueron juzgadas el 3 de octubre de 2018 por participar en la llamada «procesión del coño insumiso» el 1 de mayo de 2014. El juez consideró que la finalidad de las tres investigadas «no era ofender los sentimientos religiosos». Pese a lo rotundo de la sentencia, no te puedes imaginar lo complicado que me resulta convencer a mi alumnado de que no tiene sentido que sigamos teniendo en nuestro Código Penal un delito que recuerda a la antigua blasfemia y que castiga algo, tan penalmente impreciso, como la «ofensa de sentimientos religiosos». Resulta tremendamente complicado, por no decir imposible, la tarea de probar la ofensa y, sobre todo, medir su intensidad: los sentimientos ¿de quién?, ¿de todos los que practican esa religión, de quienes denuncian, de un grupo, de un individuo particular? Es evidente el riesgo que este tipo de normativa supone para libertad de expresión, en todas sus manifestaciones, ya que, aplicándolo de manera estricta, nos llevaría a cuestionar cualquier expresión política, o artística, o personal. Yo todos los días veo o leo cosas que chocan con mis convicciones, con mi sentido de la justicia, pero no por eso pienso en articular una respuesta penal del Estado. Seguimos teniendo pues el lastre de un marco normativo, y de toda una cultura diría yo, que ha sido y es deudora del catolicismo, que impregna el Derecho, los hábitos y las costumbres, y que todavía hoy, en 2019, hace tremendamente complicado organizar un espacio común de acuerdo con criterios y principios universalistas, compartidos por todas y por todos, mientras que las convicciones –religiosas o no– de cada cual han de ser por supuesto respetadas, reconocidas, pero no convertidas en vara de medir de lo que afecta a lo que podríamos llamar casa común. Porque, fíjate, eso es lo que decía un clásico constitucionalista español, Pablo Lucas Verdú: la Constitución es el hogar de la ciudadanía.
En este país que tiene tantas transiciones pendientes, entre ellas la de abandonar el catolicismo oficial y abrazar al fin el laicismo –que no solo es un modelo de relación del Estado con lo religioso sino también una manera de entender la ética cívica–, me sigue sorprendiendo especialmente que haya tantas mujeres practicantes, fielmente católicas, tan poco críticas con una estructura de poder que durante siglos os ha negado vuestra autonomía y subjetividad. No me cabe duda de que las religiones en general, y la católica en particular, han sido aliadas esenciales del patriarcado. Como bien ha analizado mi amigo Juan José Tamayo, o teólogas feministas como Margarita Pintos, las religiones han construido un modelo de masculinidad que ha contribuido a mantener nuestro dominio y, entre otras cosas, a legitimar la violencia.
Hace también solo unos meses en Córdoba tuvimos un conflicto con una exposición que fue denunciada por la Asociación de Abogados Cristianos, que alegaron también la ofensa de símbolos religiosos. Fue un caso en el que una vez más se puso de manifiesto cómo la religión se convierte en obstáculo para la plenitud de derechos de las mujeres y cómo con frecuencia, todavía hoy, en pleno siglo XXI, la alegación de los dogmas que sigue un parte de la ciudadanía pretende convertirse en canon de la totalidad. En concreto, lo que pasó en mi ciudad en mayo de 2019 fue lo siguiente: un cuadro titulado Con flores a María, de la artista Charo Corrales, que formaba parte de la exposición «Maculadas sin remedio», y que podía verse en la Diputación de Córdoba, sufrió un ataque. La obra, que nos muestra a la propia artista posando como una Virgen semidesnuda y con una mano en la entrepierna, apareció rasgado de arriba abajo. La exposición, en la que participaban más de una decena de mujeres artistas, era un proyecto mediante el que la Delegación de Igualdad de la Diputación pretendía ofrecer una reivindicación de lo femenino en ruptura con los moldes tradicionales. PP, Ciudadanos y Vox habían criticado la exhibición de la obra y pedido abiertamente su retirada de la exposición. Un par de meses después, el Juzgado de Instrucción número 1 de Córdoba admitió a trámite la querella presentada por la Asociación Española de Abogados Cristianos contra la que fuera delegada de Cultura de la Diputación de Córdoba y presidenta de la Fundación Botín en el pasado mandato, por promover la exposición. La querella se presentó además contra la autora del cuadro atacado, así como contra otras tres autoras de obras incluidas en la misma exposición: Lourdes Faratell, Ángeles de la Torre e Inmaculada Rodríguez-Cunill.
Este reciente y lamentable ejemplo es si cabe más significativo que otros muchos que en los últimos tiempos se han sucedido en torno a la supuesta ofensa de sentimientos religiosos, ya que pone en el punto de mira a las mujeres, al imaginario en torno a lo femenino y a vuestro reconocimiento como sujetos libres y creadores. Con voz propia y con capacidad de ser autodesignadas. Todo un desafío difícil de asumir por los dioses masculinos que siempre han preferido que las mujeres fueran perfectas réplicas de aquella que un día dijo aquello de «he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
Justamente lo que pretendía «Maculadas sin remedio» es mostrar la voz y el talento de las mujeres, su imprescindible aportación a la construcción de discursos que nos hagan pensar y que incluso nos incomoden. Es decir, todo lo contrario al imaginario que representa la sumisa y callada Virgen María. Ante esta propuesta, hemos vuelto a comprobar cómo la persecución política y moral de las disidencias ha sido siempre la estrategia cobarde que han usado quienes se resisten a abandonar su hegemonía, en este caso quienes siguen ocupando posiciones de poder al amparo de las fértiles alianzas que siguen alimentando el patriarcado y el fundamentalismo religioso. Una suma que siempre ha pretendido mantener a las mujeres como siervas pacientes, sufridoras y silenciosas. Seres disponibles para satisfacer los deseos y necesidades masculinas. Inmaculadas guardianas de las costumbres.
Por supuesto, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, que es una de las voces más reputadas del integrismo católico y anti-feminista, remató la polémica al señalar en una pastoral que interpretaba la historia humana como «una lucha continua entre el poder de las tinieblas, Satanás, y el poder de Dios». La exposición representaba, para él, el poder de Satanás. Como bien explicó Juan José Tamayo en un artículo publicado en El País, «con tal juicio lo que hace es demonizar el movimiento feminista y el arte surgido de dicho movimiento, demuestra una falta de respeto a la libertad de expresión y juzga la exposición conforme a criterios religiosos, que es lo más contrario a la autonomía de la cultura de toda tutela religiosa».
Cuando pasan cosas como esta, que lamentablemente no son tan raras, mucho menos en una tierra tan devota como en la que tú y yo vivimos, me doy cuenta de lo mucho que nos queda por madurar como sociedad democrática. Y de cómo vosotras seguís siendo las principales víctimas de las alianzas entre patriarcado y fundamentalismo religioso. Es como si nos resistiéramos a aprender las lecciones de un pasado que no es tan lejano.
Lo explica muy bien Victoria Sendón en su último libro La barbarie patriarcal: «Las religiones monoteístas son las instituciones más perdurables del patriarcado, de las fratriarquías que se disputan la representación del poder divino. No se puede tratar el tema sin referirnos a las religiones, cuya fuerza radica en el miedo y en las falsas creencias de la gente. Dios-Uno constituye, como hemos visto, la metáfora suprema de ese patriarcado, y forma parte de un mundo fractal que se extiende a otras realidades y de las que sin duda conforma el corazón mismo del modelo. Todo patriarca cabal se considera infinitamente sabio, bueno, poderoso, bello y potente. Y para eso están las mujeres, para hacerles sentir como un dios». Algo que, fíjate, tal vez sin pretenderlo, Manuel Vilas lo expresa en su novela Alegría cuando al hablar de su padre dice lo siguiente: «Cuanto más se aleja su muerte (…), mejor comprendo que en mi padre habitaba una forma de dios. Porque Dios (…) se mete en el cuerpo de los padres. Cuando los padres mueren, Dios se visibiliza un poco. Cuando la muerte de los padres se marcha, Dios vuelve a visibilizarse».
A mí me cuesta entender cómo hay todavía mujeres que siguen en una Iglesia que siempre les ha negado la voz, que las ha considerado «esclavas» y que les ha exigido una moral estricta, el ser guardianas de las costumbres. Pienso por ejemplo en mi madre y veo que está muy marcada, desde mi punto de vista de manera negativa, por su vivencia de la religión. Y creo que durante su vida la ha ido limitando, censurado, haciendo que su mente se estreche en muchas cuestiones. Y no puedo evitar el pensar en tantas generaciones de mujeres que se han visto tan condicionadas por un dios, y sobre todo por una Iglesia, dominada por hombres, que las ubicaba en un determinado espacio y de acuerdo con unos roles muy estrictos. De la misma manera que me cuesta entender cómo tantos hombres homosexuales siguen fieles a una Iglesia que los desprecia.
Tú me has contado que fuiste muy religiosa durante años, que incluso llegaste a pensar en hacerte monja. Pero luego afirmas tajante que dejaron de interesarte Dios, el pecado y lo que rodea el sentimiento religioso: «Desde entonces he sido mucho más feliz; para mí la religión es un recuerdo que básicamente me tortura, pero no me interesa».
A. En Murcia hice dos años de bachillerato en un colegio de monjas, por supuesto, como también lo era el colegio de Montoro y lo sería el de Albacete, donde terminé el bachillerato. Todos ellos colegios de pago y muy convencionales, propios de la época y de la situación social de mi familia. Esto sí, terminé completamente harta de monjas y de la educación que me inculcaron: complejo de culpa, miedo al pecado, a la eternidad y zarandajas de esas… Durante el bachillerato empecé a rebelarme contra algunas de las injusticias que se producían en mi entorno. Las peores de todas eran las que me provocaban las monjas con su discurso sobre la moral.
Por poner un ejemplo: Cuando yo era una adolescente, podía tener entre 13 y 16 años, no nos dejaban vestir trajes sin mangas, es decir, de tirantes, ni siquiera servían los que eran hechos por mi madre, mujer profundamente religiosa, de misa y comunión diaria, como toda mi familia, incluida yo misma, hasta más allá de los 21. Pues bien, para ir al colegio, a alguna actividad en la que no tuviéramos que llevar uniforme, me ponía una rebeca encima del traje sin mangas, la levantaban y me decían: «¡Cuántos tizonazos te van a dar en el infierno por un cuarto de metro de tela…!».
Y de bailar no digamos, el solo hecho de acudir a alguno de los bailes de la época, en el casino, o a los guateques en las casas de amigos, era pecado, «porque ponerse en riesgo de pecar, ya lo era», nos decían y se quedaban tan anchas. Y todo esto sin hablar de los ejercicios espirituales, ¡qué espanto! En una ocasión, una compañera y amiga, creo que era María Teresa Gallego, me escribió una estampa de esas que nos dedicábamos de recuerdo al finalizar el «encierro» de los ejercicios espirituales, en la que decía algo así como que mis lágrimas «lo eran de arrepentimiento y amor». ¡Qué horror! ¡De qué me tendría que arrepentir yo con 15 años en aquella época!
Lo peor de todo, porque me marcó mucho y me dejó secuelas, fue lo que me ocurrió con una de las monjas del colegio, que como era coja no podía arrodillarse en la capilla y durante una temporada le dio por hacerlo a pesar de su dificultad mientras oíamos misa para, al salir, decirme al oído que se arrodillaba por mí, «para que yo fuera capaz de devolver a Dios tantos dones como él me había dado». El sentimiento trágico de la vida crecía y crecía en mí y aún se mantiene, aunque ya he aprendido a controlarlo un poco. Siempre he tenido miedo de que me pasara algo a mí, a los míos, en «compensación» a lo mucho que a m...
Índice
- Principio y fin. Dos cartas a modo de preámbulo
- La alegría de conversar
- Genios, musas e insumisas
- Las esclavas del Señor
- Apéndice gráfico