Con Olor a Te y Caramelos
eBook - ePub
Disponible hasta el 6 May |Más información

Con Olor a Te y Caramelos

  1. 120 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Con Olor a Te y Caramelos

Descripción del libro

Estos tres textos teatrales hablan de mí como mujer, sobre mujeres, para ser interpretados por mujeres. No sé si abarcan en su totalidad el universo femenino, pero sí de personajes complejos, contradictorios, que intentan hacer lo que pueden en el contexto donde se encuentran, como todos, intentando hacer lo mejor que se puede. No pretendo hacer un alegato a la mujer, pretendo poder contar lo que me pasa, de la manera más sincera posible, desde mi mirada, y muchas veces atravesada por una mirada masculina ya que todas estas obras pertenecen al resultado de una labor grupal.

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Información

Año
2021
ISBN del libro electrónico
9789878715483

De Las Mujeres

Estos tres primeros textos hablan de mujer, sobre mujeres, para ser interpretados por mujeres. No sé si abarcan en su totalidad el universo femenino, pero sí de personajes complejos contradictorios que intentan hacer lo que pueden en el contexto donde se encuentran, como todos, intentando hacer lo mejor que puede. No pretendo hacer un alegato a la mujer, pretendo poder contar lo que me pasa, de la manera más sincera posible, desde mi mirada, y muchas veces atravesada por una mirada masculina ya que todas estas obras pertenecen al resultado de una labor grupal.

Caramelos en las tazas

“Hoy me propongo fundarUn partido de sueñosTalleres donde reparar Alas de colibríes”—SILVIO RODRÍGUEZ

1
Encuentro

Es hora de que nos miremos a los ojos, que nos dejemos de escapar del otro. Es hora de que nos toquemos más allá de todas las epidemias que hubo, que hay, que habrá. Es hora que nos permitamos volver al contacto más viejo, que bajemos la guardia, relajarnos, escucharnos.
Los problemas no se van a ir, se quedarán en la puerta, se quedarán esperando. Son fuertes y perseverantes. No hablo de olvidarlos, no hablo de no recordar, hablo de dejarlos descansar un rato, a los viejos, a los nuevos, a los que afectan a todos, a los que son de cada uno. Es hora de que por un rato recuperemos la alegría del encuentro
Hoy tengo ganas de compartir.
Hoy tengo ganas de recuperar por un rato la alegría, aunque suene vacío, hay razones, hay motivos.
Hoy quiero compartir sin intermediarios. Hoy tengo ganas de recuperar un poco de ese tiempo que tenía para mirarme, sentarme, escuchar, hablar, pero necesito tu complicidad. Necesito, por un rato, dejar de pensar si cerré bien la puerta de casa, si le active la alarma al auto, si la crisis mundial es peor cada día, si cuando salga de acá me va a pasar algo terrible, si tome la pastilla, si pagué las cuentas, si después vamos a comer y no tengo plata, si mañana un loco aprieta un botón y dejo de existir, si seguirán apareciendo nuevas enfermedades que nos caguen la vida, si las bolsas de plástico son biodegradables, si apague el celular o lo deje en vibrador por si pasa algo importante, y… ¿Qué es más importante que el encuentro?
El encuentro con olor a transpiración o a perfume, por la cercanía que nos incomoda porque perdimos la costumbre. Con imperfecciones, sin photoshop, sin edición, en crudo, en vivo, en el mismo tiempo y en el mismo espacio. El encuentro sin preservativos, sin cámaras, sin máscaras, ni apodos. El placer de estar denuda… no sin ropa, desnuda. Desnuda y gorda, desnuda y con celulitis, desnuda y con las tetas caídas, desnuda y sola, desnuda y acompañada, desnuda en el mar, desnuda en el colectivo, desnuda en la cola del banco, desnuda en el médico, desnuda y sin barbijo, desnuda y tal como soy totalmente imperfecta, vulnerable y única.
Compartamos.

2
Abuelos

Como la memoria es algo frágil y selectiva, y uno idealiza los recuerdos, Yo prefiero recordar una historia de amor con todas las licencias poéticas que quiera. Un recuerdo prestado. Un recuerdo que no es mío pero me gusta imaginarlo como algo que sucedió. No me importan los detractores, pienso contarlo como quiero imaginarlo, a mi antojo, porque es de este modo como elijo recordarlo.
…Había una vez, en un mundo sin internet, sin teléfonos, sin aviones, sin televisión, donde el correo tardaba meses en entregar una carta, un mundo devastado por una guerra y amenazado por otra, que iba a ser peor, dos familias de igual nivel social: Pobres… Igualmente desesperadas por escapar de la miseria y el dolor. En dos puntos diferentes del mundo, decidían sin saberlo mi destino.
Decidían hacer la América y recorrían un mar azul inmenso, interminable; en la tercera clase de un barco lleno de gente, lleno de horas, lleno de días, lleno de meses, lleno de preguntas. Solo aferrados a un baúl lleno de ropa vieja y gastada y alguna chuchería que valoraban como la joya más preciosa. Decidieron cambiar ese mar azul por un desconocido y prometedor rio marrón, aunque su nombre indicara otro color… y se bajaron en un puerto que parecía la torre de babel. Consiguieron alojamiento en algún conventillo cerca del rio, donde se mezclaban los olores con los sabores, y los idiomas con los dialectos y las tradiciones con las creencias… y vivían, toda la familia, en una pieza, y no eran criollos, pero vivían en “la reina del plata”, en el granero del mundo. Comenzaron a vivir y a tener hijos, a mezclarse, y tener más hijos… y de estas dos familias nacieron ellos.
Él vino en el barco. Realizó la travesía desde Turquía. Era judío, era el mayor de sus hermanos, y cada vez que veía el mar se le llenaba el alma. El era mi abuelo.
Ella nació en Buenos Aires, con la “Madonna Santa”en la cabecera de la cama de su madre. Era la menor de sus hermanos, y escondía caramelos en las tazas. Era mi abuela.
Él estudió, se recibió de tenedor de libros y fabricó zapatos.
Ella se escapaba de la escuela, no le gustaba estudiar y trabajó en una fábrica.
Los dos pasaron hambre. Los dos viajaron en tranvía. Los dos olvidaron el idioma de sus padres.
Se conocieron en esos lugares de música prohibida, de suburbio, de baile porteño, de lunfardo, porque todos los idiomas a esa altura ya se habían mezclado tanto que se habían vuelto uno, confuso, único, inconfundible, musical Esos lugares de barrio donde no faltaba el bandoneón, ni los tacos, ni los sombreros. Donde las medias de seda eran un lujo y los zapatos viejos, pero lustrados, le sacaban brillo a la pista; esos lugares donde a ella no la dejaban ir, pero iba igual.
Se maquillaba los ojos con un pedazo de carbón y se pellizcaba las mejillas para tener color… buscaba complicidad para escaparse y se ponía su ropa más linda.
Él iba con sus amigos y un día sucedió lo que tenía que suceder: se conocieron. Él la vio rara como encendida. Cabeceó y la saco a bailar. Ella dudo y dijo que no.
Pasaron los días y él siguió cabeceando, hasta que un día, un día como cualquiera, ella salió a bailar y bailaron… como si no importara nada más… como si solo hubiesen nacido para eso. Y vinieron los zaguanes, y siguieron bailando; y se opusieron a que bailen pero siguieron bailando; y se casaron a escondidas, y siguieron bailando; y no importaron las diferencias, y siguieron bailando; y tuvieron hijos, y siguieron bailando; y pasaron por todas las crisis y siguieron bailando; y fueron felices y siguieron bailando; y se pelearon y siguieron bailando; y se reconciliaron y siguieron bailando. Y en mi cabeza siguen bailando, siguen bailando ese tango viejo, de pasos cortos sin estilismo. Le siguen sacando viruta al piso, haciendo la sentadita, siguen bailando.

3
Estoy cansada

Estoy cansada.
Cansada de estar cansada, de estar tan en enojada, de culpar a los demás y a mí misma por todo,
de la violencia cotidiana de los intermediarios,
de sentir que hay que encajar en un mundo que se desarma,
de sentir culpa por no ir al gimnasio o comerme un alfajor,
de tener que tomar cinco yogures diferentes al día para ir al baño,
para no enfermarme,
para prevenir los ataques cardiacos,
para tener energía
y para completar el calcio.
De no entender los talles de la ropa,
de no poder estar nunca a la moda,
de fumar,
de todas las enfermedades que me provoca el estrés que me hacen estar más estresadas, aunque el médico indique que debo relajarme.
De los psicoanalistas aunque nunca fui a uno y aunque casi fui una.
De los grupos de whatsapp.
De tener feo el pelo porque está sano y no hay champú para pelo sano, ni enjuague, ni crema de peinar.
De las actualizaciones del teléfono.
De los mensajes de texto que no se dé quien son.
De que me mientan en la cara, sin vergüenza alguna todo el tiempo.
De sentir culpa por ver una película trucha pero no tener plata para comprar la original.
De los postres que no engordan.
Del neo capitalismo
y del neo comunismo.
De la comida de autor.
De los modernos,
los pos modernos,
de los retro.
Del desodorante d...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Índice
  4. Prólogo
  5. Una breve Introducción
  6. De Las Mujeres
  7. Sinopsis