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Capítulo 1
Profecías con destinatarios divinos
En la esfera divina no todos los dioses comparten el mismo nivel de conocimiento. Como se ha señalado en la Parte 1, Júpiter es quien tiene la prerrogativa del saber sobre los hados, así como el poder de disponer el modo de su cumplimiento. Por el contrario, las demás divinidades conocen sólo las líneas generales del destino, i. e., que Eneas llegará a Italia, que allí fundará una ciudad, que sus descendientes serán los futuros romanos. No pueden modificar el diseño general del porvenir, aunque tienen la capacidad de interferir en la acción favoreciendo el fatum de un hombre o pueblo en desmedro del de otros y de intervenir para retrasar su cumplimiento.
En ocasiones los dioses desempeñan el papel de receptores de profecías, ya cuando voluntariamente desean conocer un aspecto del destino y lo consultan a otro dios, ya cuando se les comunica porque lo desconocen o lo han olvidado.
Aquí, como en los capítulos subsiguientes, los fragmentos serán tratados de acuerdo con la sucesión del relato, es decir, el orden en que aparecen en el poema.
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Júpiter a Venus (1.223-296)
El diálogo entre Júpiter y Venus en el libro 1 incluye la primera profecía del poema que es, además, uno de los tres pasajes –junto con el desfile de los héroes en el libro 6 y el escudo de Vulcano en el 8– estudiados como anuncios de la futura grandeza de Roma. Su culminación con la imagen del Furor encadenado bajo el gobierno de Fides, Vesta, Remo y Quirino ha sido interpretada como una de las instancias de Eneida en que el ideario augusteo alcanza su máxima expresión.
Ya en el inicio del poema, luego de un momento de tensión debido a la intervención de Juno, se anuncia el éxito de la empresa de Eneas. Júpiter confirma que, a pesar de las adversidades presentes, los troyanos lograrán llegar a Italia que y sus futuros descendientes, los romanos, dominarán un imperio sin fin. Este anuncio detalla el destino de Eneas solamente para el lector; se establece así una doble perspectiva que hay que recordar al analizar las profecías dirigidas a Eneas, no sólo por la información limitada que proveen sino también por el carácter gradual de su revelación. Mientras que al lector se le presenta un relato en el que el cumplimiento del fatum está asegurado desde el principio, en el nivel de la historia Eneas ha recibido hasta aquí los anuncios de Héctor y Creúsa en Troya, y las profecías y signos que surgieron a lo largo del viaje. En este punto, sabe que debe fundar nuevas murallas para los Penates en Italia, tierra de su ancestro Dárdano, pero la reciente tormenta ha causado la pérdida de sus naves y compañeros, y el alejamiento del punto de llegada. Por supuesto, no sabe que ha sido Juno la causante del desastre, la misma diosa que Héleno ha aconsejado venerar en 3.437-439:
Iunonis magnae primum prece numen adora,
Iunoni cane vota libens dominamque potentem
supplicibus supera donis.
Adora ante todo el numen de la gran Juno con una plegaria, a Juno canta gustoso los votos y doblega a la poderosa señora con dones suplicantes.
La profecía de Júpiter aparece en respuesta al reclamo de Venus, quien lo interpela para saber por qué su hijo Eneas sigue errante. Ha sido señalada por numerosos críticos la imitatio del fragmento de Nevio en donde Venus acude a Júpiter en carácter de protectora de Eneas y los troyanos y de ancestro de la estirpe romana: patrem suum supremum optumum apellat: / Summe deum regnator, quianam genus <od>isti? (Barchiesi 1962: 332ss y 494). Pero en Virgilio se multiplican las resonancias, ya que se añade el papel de la diosa como fundadora de la gens Iulia a través de su nieto Ascanio. Como subraya Feeney (1991: 139), la diosa continúa siendo la defensora de los troyanos, pero entre Nevio y Virgilio se ha producido una circunstancia histórica particular: el hecho de que el princeps, Augusto, heredero de Julio César, ambos descendientes suyos, han gobernado y gobiernan Roma.
La diosa demuestra conocer el diseño general del hado (que el destino del viaje es Italia, que de la futura ciudad descenderán los romanos, que la caída de Troya era un paso necesario para dar lugar a esta misión) y, no sin ironía, pregunta si acaso la causa de que el plan no se cumpla es alguna ofensa contra Júpiter cometida por Eneas y los suyos (1.231-232):
quid meus Aeneas in te committere tantum,
quid Troes potuere, quibus tot funera passis
cunctus ob Italiam terrarum clauditur orbis?
¿Qué cosa tan grande pudo cometer mi Eneas contra ti, qué pudieron hacer los troyanos, a quienes, después de haber sufrido tantas muertes, se les cierra frente a Italia el orbe entero de la tierra?
La diosa sostiene la legitimidad de su pedido mediante diversos recursos: emplea la historia de Antenor como ejemplo de un troyano que logró fundar su ciudad en Italia; señala que Eneas pertenece a su estirpe y, por ende, a la de Júpiter (1.250: nos, tua progenies); finalmente, observa que el sufrimiento presente es producido por el enojo de una sola divinidad (1.251: unius ob iram). El discurso de Venus constituye una súplica que es, más bien, una argumentación, ya que la presentación de evidencias tiene la finalidad de fundamentar en los decretos del fatum la validez de su pedido, mientras que el accionar de Juno deriva de sus emociones caprichosas.
Júpiter asegura que los hados reclamados por Venus siguen en pie (1.257-258: manent immota tuorum / fata tibi): la ciudad prometida será fundada, Eneas triunfará en las guerras itálicas y al morir recibirá la dignidad de la apoteosis (1.258-264):
cernes urbem et promissa Lavini
moenia, sublimemque feres ad sidera caeli
magnanimum Aenean; neque me sententia vertit.
hic tibi (fabor enim, quando haec te cura remordet,
longius et volvens fatorum arcana movebo)
bellum ingens geret Italia populosque ferocis
contundet moresque viris et moenia ponet.
Verás la ciudad y las murallas prometidas de Lavinio y al magnánimo Eneas lo elevarás sublime hacia los astros del cielo; ninguna opinión me ha cambiado. Éste, para ti (lo anunciaré, pues, más largamente, porque esta preocupación te perturba y, haciéndolos girar, pondré en marcha los arcanos de los hados), enfrentará en Italia una enorme guerra, abatirá a pueblos arrogantes y establecerá para los hombres normas y murallas.
Asimismo, los descendientes de Ascanio reinarán en Alba Longa durante trescientos años (1.267-273):
At puer Ascanius [...]
regnumque ab sede Lavini
transferet, et Longam multa vi muniet Albam.
Hic iam ter centum totos regnabitur annos
gente sub Hectorea.
Entretanto, el niño Ascanio […] llevará el trono de la sede de Lavinio y con mucho poder fortalecerá Alba Longa. Aquí se gobernará trescientos años bajo la estirpe de Héctor.
Finalmente, de Ilia y Marte nacerá Rómulo, el padre de la estirpe romana (1.276-277):
Romulus excipiet gentem et Mavortia condet
moenia Romanosque suo nomine dicet.
Rómulo recibirá la estirpe y fundará las murallas de Marte y los llamará “romanos” con su nombre.
Es claro que, por tratarse de un consuelo, la profecía resalta los elementos positivos: constituye una característica ya observada por Servio, quien señala, entre otras cosas, que es apropiada la frase populos feroces contundet (1.263-264) puesto que pone el foco en el triunfo final y no en el transcurso de la guerra –lo cual no traería tranquilidad al oyente sino todo lo contrario–. Este rasgo ha sido retomado por críticos modernos para evaluar cómo está representado el logro del imperio romano –el triunfo sobre el furor– y cuál es el costo que implica para Eneas y sus descendientes, es decir,los individuos involucrados en la empresa.
R. O. A. M. Lyne señala que la frase imperium sine fine dedi encubre, con la finalidad de consolar a Venus, siglos de lucha y sufrimiento. Las palabras de Júpiter estarían cargadas de un falso optimismo que muestra el desprecio de los dioses por el sufrimiento humano. Resulta fundamental recordar que la lectura de Lyne está teñida de una mirada pesimista y por consiguiente tiende a evaluar toda síntesis u omisión en términos de ocultamiento. Júpiter no disimula los trabajos que implica el establecimiento del imperium; de ser así, no incluiría en su anuncio la mención de las guerras.
Desde un punto de vista contrario, Williams considera que la profecía asegura el carácter pasajero de la oscuridad y confusión atravesadas por Eneas. El objetivo será alcanzado de manera concreta, en la Roma histórica de Virgilio, por lo cual todo el sufrimiento requerido será finalmente recompensado.
En todo caso, se otorgue la valoración que sea a la relación costo-beneficio entre las peripecias de Eneas y el logro romano, lo cierto es que la profecía de Júpiter no consiste en una historia de Roma completa y exhaustiva, sino que abarca una selección de episodios míticos e históricos.
Según O’Hara –quien, como Lyne, se encuadra en los críticos pesimistas de Eneida–, el hecho de que exista una síntesis de hechos históricos amerita la inclusión del discurso en el conjunto de las profecías deceptivas o falsamente optimistas, es decir, aquellas que deliberadamente ocultan toda referencia a la muerte o al dolor para generar en el oyente la idea de un éxito asegurado y fácil de obtener. Lo que para Servio era adecuar el material al contexto consolatorio, para O’Hara (1990: 135) es mentira lisa y llana, puesto que el contenido de la profecía está determinado por lo que el personaje desea o necesita oír, más que por la verdad de la situación. Para este autor, la forma de responder de Júpiter, sonriente ante Venus (1.254: subridens) aunque...