Impacto ambiental y paisaje en Nueva España durante el siglo XVI
eBook - ePub

Impacto ambiental y paisaje en Nueva España durante el siglo XVI

  1. 100 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Impacto ambiental y paisaje en Nueva España durante el siglo XVI

Descripción del libro

Una de las dimensiones más relevantes de la conquista y colonización del espacio que hoy denominamos México, que subyace al resto de los procesos políticos, económicos, religiosos y sociales que se desencadenaron a partir de la segunda década del siglo XVI, se asocia al escenariomismo donde se desarrollaron las acciones: la naturaleza. Por ello, es menester conocer el impacto que la conquista produjo sobre el ambiente y el paisaje durante ese siglo, lo cual se expone en este libro a través de tres grandes temas: las transformaciones y continuidades experimentadasen la agricultura, en relación también con el manejo del agua; la introducción de la ganadería y su vínculo con la creación de circuitos mercantiles mediante la arriería, y el establecimiento de reales de minas en el septentrión novohispano y su influencia en las dinámicas productivas y en el cambio ambiental.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Impacto ambiental y paisaje en Nueva España durante el siglo XVI de Marta Martín Gabaldón,Huemac Escalona Lüttig,Raquel Güereca Durán en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Arte y Historia del arte. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Reales de minas y transformación de uso del suelo

La minería, es decir, la extracción de todo tipo de minerales, fue una actividad practicada por los mesoamericanos desde la era precristiana, según las informaciones arqueológicas. La metalurgia, en cambio, esto es, el tratamiento de los minerales para extraer de ellos los metales, se desarrolló en Mesoamérica hacia los siglos x y xi d. C. El oro, la plata, el cobre, el plomo y el estaño fueron los minerales metálicos conocidos y empleados por los nativos. El oro era casi todo de origen aluvial: se obtenía de lavaderos en las márgenes de los ríos que atravesaban la vasta geografía mesoamericana, y en menor medida, de algunas vetas superficiales. La plata, por su parte, se extraía de minerales en Taxco y Zumpango, mientras que el cobre abundaba en las sierras del sur que se alzaban frente a las costas del océano Pacífico. Otros minerales no metálicos conocidos y explotados en la minería prehispánica fueron el caolín, el alumbre, la calcita y el cinabrio, este último abundante en diversos sitios de la Sierra Gorda de Querétaro.
Como toda actividad humana, la minería produjo alteraciones en el ambiente y en el paisaje incluso antes de la llegada de los españoles, como han mostrado los arqueólogos. No obstante, la limitada tecnología para la extracción, que echaba mano de técnicas como la excavación de socavones, pozos y tiros de poca profundidad, así como de la construcción de algunas galerías subterráneas de medianas dimensiones, un escaso repertorio de herramientas y un volumen de producción pequeño en comparación con el de otras minas americanas, propició que el impacto ambiental de la minería prehispánica fuera poco y limitado a las zonas aledañas a las minas. Nada comparado con la enorme huella que dejaría la extracción de minerales en el paisaje tras la llegada de los colonos españoles.
La búsqueda de metales preciosos, en particular el oro, fue uno de los motores que impulsaron la exploración y conquista europea de los territorios americanos. Por ello, no extraña que, desde su arribo a la capital mexica, Hernán Cortés haya puesto especial interés en indagar, de boca de Moctezuma, la ubicación de los sitios de los que se obtenía el preciado metal. Todas las informaciones apuntaban hacia el sur: de acuerdo con el tlatoani mexica, en Zacatula, Tamazulapa, Malinaltepec y Tuxtepec se encontraban los placeres de oro más ricos.
Durante los meses de ocupación de Tenochti­tlan, Cortés envió numerosos soldados españoles hacia las minas, guiados por auxiliares indígenas designados por Moctezuma. Logró además que el señor mexica despachara mensajeros a todas las provincias tributarias con la orden de recolectar joyas, tejuelos y hojas de oro y plata. Con esta acción, Cortés consiguió recolectar para el rey poco más de 34 mil pesos de oro, además de piedras, joyas y plumas de valor.
Tras la caída de Tenochtitlan, los soldados conquistadores lucharon para obtener encomiendas redituables, sobre todo aquellas en las que los indios tributaran oro en polvo o en tejuelos. El propio Hernán Cortés reclamó como suya una mina en la región de Taxco. Guiados por las informaciones dadas por sus tributarios indios, o por las leyendas de ricas ciudades que poblaban su imaginación, los españoles financiaron diversas expediciones en busca de metales preciosos, particularmente en las regiones en las que éste ya se extraía por los indígenas: la región de tierra caliente en los actuales estados de Guerrero y Oaxaca. Durante la década de 1520 tales exploraciones condujeron a descubrir yacimientos de plata en Sultepec, Zumpango del Río, Taxco, Zacualpan y Temascaltepec.
Sin embargo, la verdadera riqueza minera de Nueva España se halló al norte de los territorios otrora dominados por los mexicas, en la región que hoy conocemos como El Bajío, y más allá. Se trataba de un territorio fuera de los circuitos comerciales del Posclásico, en el que las formas de vida propias de Mesoamérica se diluían hasta desaparecer a través de una amplia franja fronteriza. Las estructuras organizativas de los señoríos indígenas sobre las cuales se levantó la temprana Nueva España no llegaban a esa tierra pronto conocida como “la Gran chichimeca”, por lo que pasarían algunas décadas antes de que el corazón de plata que guardaban sitios como Guanajuato, San Luis Potosí o Zacatecas reflejara la luz del sol.
Visto desde Mesoamérica, el paisaje más allá de El Bajío se caracteriza por la presencia de vastas regiones áridas o semiáridas franqueadas por dos grandes cadenas montañosas: la Sierra Madre Oriental y la Sierra Madre Occidental. En medio de ambas, el Altiplano Central muestra escasa vegetación: llanos sembrados de cactáceas, magueyes, yucas o arbustos espinosos, bien adaptados y resistentes a las lluvias irregulares y escasas. Esta región era desde tiempos precortesianos una frontera, una amplia franja de transición entre las poblaciones densas, agri­cultoras y sedentarias hacia el sur, y los grupos de recolectores y cazadores nómadas que habitaban las planicies al norte de los ríos Pánuco, Moctezuma y Tula, al oeste de Valles, Zimapán y Xilotepec, al norte de Acámbaro y del río Lerma, y al este del lago de Chapala. A diferencia de los agricultores del centro y sur, los habitantes del septentrión se mostraron esquivos frente a la presencia hispana. Su amplia movilidad por un territorio que conocían a fondo y su negativa a someterse a las formas de vida impuestas por los europeos propiciaron que en esta región la colonización fuera lenta en las primeras décadas, hasta que recibió el impulso definitivo con un hecho que marcó no sólo la historia de estas áridas tierras sino de todo el mundo novohispano: el descubrimiento de las minas de Zacatecas en 1546.
Quizá la primera alteración significativa del paisaje fue el surgimiento de una ciudad en donde antes no había asentamientos humanos. A su llegada a Zacatecas en 1548, los cuatro fundadores (Baltasar Temiño de Bañuelos, Juan de Tolosa, Diego de Ibarra y Cristóbal de Oñate) llevaron consigo un contingente numeroso de españoles e indios de servicio, con los que establecieron el primer real: un campamento formado seguramente por casuchas de materiales perecederos, en las inmediaciones del arroyo de La Plata. De inicio, establecer una villa en Zacatecas presentaba un sinfín de inconvenientes: las vetas se ubicaban justo en el centro del altiplano semidesértico septentrional, a más de 500 kilómetros de la ciudad de México, la capital virreinal, y a 250 kilómetros de Guadalajara, la capital de la Nueva Galicia. Aunque los bosques cercanos ofrecían algunas especies de árboles maderables, el agua potable era muy escasa en la región. Sumado a ello, la reducida población nativa rehuía el encuentro con los europeos y no estaba dispuesta a dar mano de obra a la explotación minera. Asimismo, la inexistencia de pueblos de indios sedentarios hacía difícil abastecer de alimentos a la creciente población.
A pesar de ello, la noticia sobre la riqueza que escondían las rocas zacatecanas ocasionaría que, de todas las latitudes del virreinato y más allá, hombres y mujeres se lanzaran al real minero buscando beneficiarse, de alguna forma, de la prosperidad generada por el rico mineral. Pasados apenas ocho años del descubrimiento de las primeras vetas, en Zacatecas se contaban ya 300 españoles cabeza de familia con sus respectivas casas, cerca de 1 500 indios de ser­vicio y una numerosa población flotante de españoles y castas que desempeñaban oficios diversos tanto en los socavones como en las haciendas de beneficio que comenzaron a fundarse. La llegada de oleadas de indios que buscaban vender su fuerza de trabajo daría lugar, con el paso del tiempo, al asentamiento de algunos barrios: Chepinque, casi todo conformado por tarascos; Mexicapan, el de los mexi­canos; El Niño, el de los texconanos, y Tlacuitlapan, el de los tlaxcaltecas.
Pronto comenzaron a erigirse también las edificaciones orientadas a resolver las necesidades espirituales y materiales de esa población en crecimiento: cinco iglesias se contaban en Zacatecas para 1550, así como más de 200 casas para los esclavos indios y 82 ingenios de metales. Se delimitaron plazas, se construyeron las primeras fuentes públicas y se asignó un espacio para el mercado público. En el margen derecho del arroyo de La plata se instaló la Parroquia Mayor y, en torno a ella, se levantaron las casas habitación de las más ricas familias mineras. Para ello, se sometieron a explotación intensiva los yacimientos de toba volcánica o cantera rosa que abundaba en las inmediaciones del real de minas, y que se empleó de forma recurrente en las construcciones privadas y en los edificios públicos. Por su alto número de habitantes, en pocos años Zacatecas llegó a ser la tercera ciudad del virreinato, sólo después de las de México y Puebla.
Procesos similares de migración humana y veloz crecimiento de asentamientos fueron inducidos por los hallazgos de yacimientos de plata en Guanajuato en el año de 1548; en Sombrerete, a pocos kilómetros de la ciudad de Zacatecas, en 1555; en Chiametla, en el sur de Sinaloa, en 1565; en Mazapil, en el noreste de la Nueva Galicia, cuyo real de minas de San Gregorio fue fundado en 1568; en Charcas, en 1573; en San Luis Potosí, cuyas minas de oro y plata ubicadas en el cerro de San Pedro se descubrieron en 1586; en las minas de Parral, en la Nueva Vizcaya, en 1631. Aquí y allá surgieron, de forma rápida y a menudo desor­denada, campamentos que pronto se convirtieron en pueblos y villas, con casuchas que se amontonaban en las cercanías de los socavones, en torno a los arroyos o a fuentes de abastecimiento de agua.
Si la explotación minera prosperaba, los dormitorios improvisados se convertían poco a poco en casas habitación más sólidas y con mejores materiales, brotaban iglesias, calles, plazas, acueductos y la infraestructura urbana necesaria para sostener a una población cuyo número crecía o mermaba en función del volumen del metal extraído de la tierra. Y es que la población de los reales mineros estuvo siempre sujeta a las fluctuaciones de la actividad minera. Cuando una veta se agotaba, cosa que ocurrió con frecuencia, innumerables trabajadores indios, mestizos,...

Índice

  1. México 500 Presentación
  2. Introducción
  3. Agricultura en Nueva España: cambios y continuidades
  4. El Mediterráneo en Nueva España
  5. Medio ambiente y colonización animal
  6. Reales de minas y transformación de uso del suelo
  7. Conclusiones
  8. Bibliografía
  9. AVISO LEGAL
  10. Colección México 500
  11. Contraportada