INTRODUCCIÓN
Querido lector, es con gran alegría y satisfacción que veo llegar este libro a sus manos. Él es el resultado de años de estudios y prácticas clínicas y psicopedagógicas. Como creador de la Terapia Comunitaria Sistémica Integrativa y formador de terapeutas comunitarios en Brasil y en el exterior; asociado a la docencia, a la atención clínica individual y grupal (Terapia Familiar - Cuidando del Cuidador - Rescate de la Autoestima), y en mi práctica Etnopsiquiátrica, pude observar y conocer muchas cosas interesantes sobre nosotros, los seres humanos, a partir de nuestra multiplicidad de códigos de expresión y nuestra diversidad cultural.
En mi práctica médica, el cuerpo siempre estuvo presente. Sin embargo, mi percepción de ese cuerpo fue modificándose y ampliándose con el tiempo. Percibí que el cuerpo tiene un lenguaje propio que expresa los “no dichos”, las dificultades de relacionamientos y herencias transgeneracionales presentes en las demás dimensiones humanas: psíquica, espiritual y social.
A lo largo del camino constaté que el cuerpo busca cuidados de forma sutil y gradual. Inicialmente como un susurro; por ejemplo, un leve ardor en el estómago que, cuando no es comprendido, puede evolucionar para una gastritis o aún para un cáncer. El cuerpo, ahora, grita. ¿Qué intentó comunicar ese cuerpo y la persona no consiguió decodificar, comprender? Por lo tanto oír lo que el cuerpo dice requiere una atención diferenciada para que nos sumerjamos en nosotros mismos, naveguemos en nuestra historia de vida, e inclusive, en la historia de nuestros antepasados. Todo está en nosotros, en la memoria de nuestras células.
Inicialmente puede llegar a causar extrañeza. ¿Qué es lo que el ardor en el estómago está queriendo decirme? ¿Estoy con dificultad de aceptar o digerir algo? El detalle es que el cuerpo habla en un lenguaje extraño y, como no conseguimos entender el mensaje, tendemos a sofocarlo de mil y una maneras. Para que nuestro cuerpo no necesite gritar, enfermar, necesitamos movilizarnos, invertir nuestra energía en la promoción de la salud, haciendo los ajustes necesarios que interrumpen el proceso generador de patologías. “Más vale prevenir que remediar.” Concentrémonos en una actitud positiva, preventiva, haciendo de nuestro cuerpo un aliado y del síntoma un aporte al cuidado y a la promoción de la salud. Queramos o no, todo lo que sucede en nuestro cuerpo no es algo meramente fisiológico, sino también la manifestación de una dimensión profunda de nuestra vida. Se trata siempre de una manifestación del ser profundo que nos habita y “grita” para que realicemos los cambios que necesitan ser aplicados. Cabe a cada persona descubrir el mensaje secreto del sufrimiento expresado. Una excelente pista para realizar una buena lectura proviene del conocimiento de la función simbólica de cada órgano.
Este libro es una invitación al diálogo con su cuerpo. No vea en el síntoma una señal de debilidad o amenaza a la vida: sí una comunicación inconsciente, alertándonos para los ajustes necesarios. Mi propuesta es acoger el malestar y dialogar con él. Diálogo que será posible si nos disponemos a mirar nuestra historia, nuestros relacionamientos y nos abrimos a otras lecturas, para percibir al hombre en su totalidad e inmerso en su cultura. Es una invitación para aplicar una acción interdisciplinaria, transcultural, navegando entre la Biomedicina y la Etno-medicina, posibilitando a cada uno ser autónomo y responsable por su bienestar, equilibrio y salud.
Ofrezco un instrumento de fácil comprensión, una síntesis de lo que las culturas orientales y occidentales hablan sobre la experiencia milenaria de la comprensión del proceso salud-enfermedad, por medio del lenguaje corporal. Así, fue escrito con la intención
de clarificar y dar sentido a las dolencias y a los sufrimientos vivenciados por una persona en una perspectiva cultural. No tengo la pretensión de proporcionar un manual, retratando las enfermedades desde la biomedicina sino bajo la mirada del lenguaje simbólico, de la sintomatología de las diversas enfermedades. No busco imponer lecturas y verdades irrefutables, sino resaltar pistas que favorezcan el establecimiento del diálogo entre la dolencia y el sufrimiento expresado en el cuerpo y la problemática vivenciada.
En ese sentido, la enfermedad puede ser entendida como un “grito de alerta”; es el cuerpo haciendo un aporte para que nuestros comportamientos, actitudes y valores sean vistos y revisados y, con eso, podamos tener una vida más autónoma y generadora de salud.
Este libro no propone contraponer los conocimientos científicos y los avances de la biomedicina, tan necesarios, sino traer elementos que nos permitan comprender la dolencia como un proceso “bio-psicosocial-espiritual”. La propuesta es agregar diversas lecturas culturales para entender el proceso de enfermarse, con sus subjetividades y sutilezas.
En la perspectiva que adopto, el sufrimiento y el síntoma son considerados como el lado visible de un proceso invisible que influencia todo comportamiento humano. La enfermedad, aunque se manifieste como una disfunción biológica, tiene valor de comunicación. Quiero compartir con usted, querido lector, algunas pistas para que pueda decodificar esa comunicación inconsciente, de manera que establezca un diálogo entre el cuerpo y la mente.
A los profesionales, espero que puedan beneficiarse de este libro, aprovechando las pistas y los atajos disponibles, para ampliar la comprensión de las enfermedades, agregando valor a su acto de cuidar, así como un instrumento que los ayude en la relación profesional con su paciente.
Me gustaría clarificar que, aunque en algunos momentos utilizo la palabra dolencia, siempre me referiré a la enfermedad. La diferencia consiste en lo siguiente: enfermedad se refiere a la explicación científica y universal de las enfermedades estudiadas en la Academia, de dominio biomédico; mientras la dolencia (illness1) es la percepción que el individuo tiene sobre su enfermedad a partir de su cultura y valores, cuyos síntomas envuelven todas las dimensiones constituyentes del ser humano (física, psíquica, espiritual y social), situadas en el campo de la subjetividad.
En esa perspectiva, un mismo síntoma puede ser leído de varias formas, en función de la historia de la persona y de los diversos contextos en que vive. Decodificar el mensaje inconsciente contenido en esos síntomas nos permite extraer de la dolencia y del sufrimiento alertas, lecciones, aprendizajes, para obtener mejor calidad devida.
En estos últimos años, busco comprenderlos mensajes inconscientes del lenguaje corporal que mis colaboradores, curanderos del Proyecto Cuatro Varas, manejan con maestría. Durante este tiempo recolecté informaciones, investigué en otras culturas y sistematicé esos datos. Este libro fue escrito en un lenguaje simple, accesible, con la intención de compartir ese saber acumulado, pues ha sido muy útil en el trabajo de salud comunitaria que desarrollo.
Mi deseo es auxiliar a quienes buscan ampliar la comprensión del proceso salud-enfermedad en una perspectiva holística donde los síntomas, más allá de señalar una disfunción bio-ecológica, son portadores de mensajes fundamentales para nuestro desarrollo.
La fuente de esta información son los conocimientos construidos a lo largo de los años, la observación minuciosa de las dolencias y del sufrimiento humano contenido en libros de psicosomática, en la práctica clínica y pedagógica, y en los saberes recolectados en diversas culturas y bibliografías que, hoy, confirmo en mi cotidiano.
Quiero resaltar que la lectura simbólica de los síntomas no anula otras explicaciones sobre el proceso salud-enfermedad, tales como las bioquímicas o mecánicas, sino considera una mirada diferente, integrativa y complementaria, recordándonos que un síntoma es más que la expresión de una disfunción orgánica.
La lectura simbólica revela la información contenida en el síntoma y nos invita a mirar más allá de aquello que caracterizamos como enfermedad. El síntoma alerta que necesitamos entrever los sutiles mensajes que trae y que pueden ayudar a resignificar nuestras conductas, comportamientos y estilos de vida.
Recomiendo que este libro sea un instrumento para que reflexione sobre aspectos de su vida relacional y/o de su actuación profesional. Como decía Reich (1995): “el amor, el trabajo y el conocimiento son las fuentes de nuestra vida”. Propongo que no se use como un mero diccionario de síntomas con respuestas sobre una dolencia o sufrimiento.
Espero que sirva como herramienta para no profesionales y profesionales deseosos de profundizar la comprensión de la experiencia de sufrir y quedar enfermo, proveyendo pistas importantes para que cada persona explore en sus historias (anamnesis), los aspectos específicos de determinadas enfermedades y sufrimientos, dialogando consigo mismo, con el otro, con el mundo y con lo transcendente; haciendo de esos fenómenos una ocasión de reflexión sobre el ser total que es.
Cuando la boca calla, los órganos hablan
Cuando la boca habla, los órganos sanan
Pretendo llamar la atención de los profesionales para que conduzcan su investigación, sus cuestionamientos y registros de las historias personales (anamnesis) para cuestiones específicas que el síntoma puede señalar, mostrando en qué “lugar” está situada la problemática a ser comprendida y cuidada.
¿Qué dice nuestro cuerpo cuando aparece el síntoma? Es la invitación que hago, resaltando que la lectura de este libro no debe ser absolutizada, ni entendida como una verdad inmutable, o un dogma a seguir a toda costa, sino como pista para dialogar con uno mismo, partiendo del síntoma expresado en el cuerpo.
PRESUPUESTOS FILOSÓFICOS
Al considerar al ser humano como un ser biológico, compuesto de células, tejidos, órganos y sistemas, estaremos limitándonos a la materialidad, a la funcionalidad de los órganos, de modo que cualquier síntoma sería una mera expresión de una disfunción orgánica; entonces, el tratamiento quedaría limitado a regularizar su funcionamiento por medio de medicamentos o de intervenciones quirúrgicas necesarias.
Una visión multidimensional del ser humano
Si consideramos al ser humano como un ser que tiene un cuerpo que actúa (soma = bio), una mente que piensa (psyche = psíquico), un espíritu que transciende (pneuma = espíritu) y una necesidad de tener relaciones interpersonales (social), el abordaje y la lectura de cualquier síntoma de las enfermedades y/o del sufrimiento humano se hará de otra manera. Pensemos en estas cuatro dimensiones:
Ser biológico:
Como ser biológico, tenemos un cuerpo físico constituido por células que se organizan en tejidos y órganos que constituyen los sistemas responsables por la regulación y funcionamiento de este cuerpo. Las enfermedades interfieren en esos sistemas, dejando marcas visibles y detectables mediante exámenes físicos, bioquímicos, imagenes, etc.
Las enfermedades son consideradas como fenómenos objetivos y científicos, son tratadas con drogas y/o con intervenciones de bisturí y tienden a ser reducidas a fenómenos puramente biológicos.
Es verdad que el ser humano, antes que todo, es un ser biológico; sin embargo, reducirlo a esto, muchas veces trae consecuencias desastrosas para la persona como, por ejemplo mutilaciones y iatrogenias; o sea, añadiendo nuevas enfermedades y dificultando más la relación de cuidado, toda vez que el paciente no se siente comprendido en su sufrimiento.
Para tratar estos fenómenos la biomedicina dispone de todo un arsenal técnico que permite intervenir en las diversas enfermedades y/o patologías con eficacia, de uso exclusivo de los profesionales de la salud.
Ser psíquico:
Nuestra mente (cerebro), nuestro cuerpo psíquico, registra en nuestro cuerpo físico todos los acontecimientos que vivimos. Guyton (2009) afirma que la memoria humana registra con más facilidad e intensidad las experiencias que son muy dolorosas o muy placenteras...
La información queda archivada en la memoria del cuerpo, desde el momento de la fecundación, momento en que también quedan gravados los registros de las memorias de nuestros ancestros que, muchas veces, condicionan y determinan nuestras conductas.
El cerebro registra todo por medio de los sentidos: visión, audición, tacto, olfato y gusto. Lo registrado se procesa en el cerebro que elimina lo que no interesa; distorsiona y deforma las cosas que no entendemos, y codifica los registros como símbolos y creencias. Esos códigos son archivados en el inconsciente y anclados en el cuerpo. El sueño, por ejemplo, tiene la función de archivar lo que ocurrió en la vida diaria.
Deepak Chopra, filósofo y médico hindú especializado en endocrinología, en su libro la Salud perfecta (2009), afirma:
¡“ Somos las únicas criaturas en la faz de la tierra capaces de cambiar nuestra biología por lo que pensamos y sentimos! Nuestras células están constantemente fisgoneando nuestros pensamientos y siendo modificadas por ellos. Un ataque de depresión puede arrasar su sistema inmunológico; una pasión, por lo contrario, puede fortalecerlo tremendamente.
Nuestras células están constantemente procesando las experiencias y metabolizándolas de acuerdo con nuestros puntos de vista personales. Por ejemplo, una persona deprimida por la pérdida de un empleo proyecta tristeza por todo el cuerpo, la producción de neurotransmisores por el cerebro se reduce, el nivel de hormonas baja, el ciclo del sueño es interrumpido, los receptores neuropeptídicos en la superficie externa de las células de la piel se vuelven distorsionados, las plaquetas sanguíneas quedan más viscosas y más propensas a formar grumos y hasta las lágrimas contienen trazos químicos diferentes de las lágrimas de alegría.
Todo este perfil bioquímico puede ser alterado cuando encontramos una nueva posición frente a la vida, lo que refuerza la gran necesidad de usar nuestra consciencia para crear los cuerpos que realmente deseamos”.
¿Quiere saber cómo está su cuerpo hoy?
Acuérdese de lo que pensó y sintió ayer.
¿Quiere saber cómo estará su cuerpo mañana?
Mire sus pensamientos hoy.
Por lo tanto, nuestros pensamientos y estado de espíritu desencadenan procesos químicos. Los neurotransmisores son responsables por la transmisión de esos mensajes a cada célula del cuerpo y las células alteran sus propios procesos químicos. Nuestro sistema inmunológico luego responde a esas modificaciones, reforzándose o debilitándose. Los innumerables recursos para tratar las enfermedades psíquicas, permiten a las personas hacer su opción: desde una breve atención, como una consejería, hasta una práctica psicoterapéutica como el Psicoanálisis. Existen más de 300 abordajes psicoterapéuticos disponibles.
La dimensión psíquica nos califica como seres humanos, sin embargo no podemos olvidar las otras dimensiones implicadas en la existencia humana, pues corremos el riesgo de tomar nuestras fantasías por realidad.
Ser espiritual:
La fe en un ser superior ha acompañado a la humanidad en su proceso evolutivo, y ha sido un recurso inestimable en la superación del sufrimiento y en la construcción de vínculos sociales. Ella nos hace transcender la materia visible, palpable y mensurable, permitiéndonos entrar en contacto con aquello que pertenece a las diversas realidades vividas.
Debido a la pluralidad de nuestra sociedad, la dimensión espiritual es vivida bajo una divers...