El Ser Confinado
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Disponible hasta el 6 May |Más información

El Ser Confinado

Diarios de una Pandemia

  1. 902 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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El Ser Confinado

Diarios de una Pandemia

Descripción del libro

"El Ser Confinado", Diarios de una Pandemia, es una obra para atesorar, ilustra la pandemia mundial iniciada en el año 2019, en la República Popular China, la cual se expandió por la totalidad del planeta tierra, desde una mirada contemporánea y real, a través de los relatos de cien personas, de diferentes edades, desde diferentes lugares y países del mundo. ¿Cómo vivieron el virus Covid-19 desde uno o varios aspectos de su vida?, el libro invita al lector a sumergirse en las historias reales, a emocionarse con ellas y a sentirse parte de una humanidad única y asechada por el mismo evento. Desde la particular vivencia de cada relato el lector será sumergido en una "montaña rusa" de emociones, desde las pruebas y aprendizajes más profundos, hasta las oportunidades y enseñanzas únicas que este hecho histórico nos brinda. Los aportes de las autoras, desde el Psicoanálisis y el Coaching Ontológico, nos permiten analizar, reflexionar, interrogar, sobre cuestiones de la vida cotidiana en Pandemia. Al leer cada historia podemos sentir el amor, por ese desconocido que habita en cada una de sus líneas y nos comparte su ser. Experimentar que somos uno en este mundo, que el actuar, emocionar y sentir individual repercuten directamente sobre el colectivo.

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Información

Año
2021
ISBN del libro electrónico
9789878717395
Edición
1
Categoría
Medicina

SER EN RELACIÓN
A OTROS (lazos)

El Amparo

Belu Lucius, Argentina

Mis deseos

Antes del covid-19 mi vida fue, mi vida siempre fue igual antes y durante, porque a mí me agarra en una época de familia, donde yo tengo que estar muy presente en mi casa, con los chicos. Estoy dando la teta, por ende, no podía salir a trabajar, estaba muy encerrada en casa, y el covid-19 en cierto punto hizo que tenga ayuda, mucha más que la que tenía, porque ya venía con ayuda, pero estuvieron mucho más presentes, porque nos hizo encerrarnos todos en una misma casa, como si fuese la casa de Gran Hermano donde yo estuve mucho más contenida, a nivel persona, en la parte emocional, porque es muy difícil cuando se tiene que salir a trabajar. Y la mamá que da la teta, se tiene que quedar, y relega su vida al niño.
Soy influencer, me dedico a la comunicación en redes sociales, hago contenido de humor en varias plataformas digitales, en Facebook, en Instagram, en Twitter, tengo un emprendimiento se llama Lucius Stork donde vendo productos on line, ahora estoy diseñando pijamas para chicos de cero a tres años para vender a mayoristas, trajimos un molde de Australia de uno de los pijamas que a mí más me gusta, lo re diseñamos, le cambie algunas cosas, lo vamos a empezar a vender en este 2021. Hago muchas cosas, tenemos un fourtrax de helado, este año no lo pudimos sacar al público por el covid-19, las plazas están cerradas y no había eventos, quizá este año lo podamos volver a ubicar.
A la humanidad les pediría que sean más humanos. ¡Humanidad a la humanidad!, que se basa en el respeto al prójimo; que el derecho de uno termina cuando empieza el de los demás, que sean más seres terrenales, que sean buenas personas, que hagan el bien.
Para mí la pandemia me benefició porque mi familia se quedó conmigo, con los nenes chicos, uno y dos años, tienen. Al principio no les voy a mentir, el pase mal. Se me vino la imagen de una película que son unos padres que pasan y crecen toda su vida subterránea, en una casa de subsuelo, y ellos tenían provisiones para cientos de años, y una vez voy al supermercado y digo: “No, no es el fin del mundo, hay un virus, te tenes que cuidar y si la gente es consciente”; por eso digo lo de la humanidad, porque la gente no es consciente, desde los 15 a 35 años prevalece la inconsciencia: “yo todo lo puedo”, la fiesta clandestina, “a mí no me pasa nada”, no se cuidan, y como este virus le da peor al más viejo, ataca fuerte al más viejo, que sufre más problemas, ¿imagínate si esto le hacía mal a los niños? Directamente te digo, que se acaba la humanidad, porque si esto hubiese sido al revés tendríamos generaciones vacías, porque lamentablemente hay mucha inconsciencia.

Lara Pasam, Tailandia

Experiencia en Tailandia

Mi nombre es Lara. Yo había decidido irme de Argentina ya hacía rato, así que el 25 de noviembre del 2019 agarré mis ahorros y me tomé un avión con destino a Barcelona, mi objetivo real era Andorra.
Ahí intenté buscar trabajo, era una temporada complicada porque había muchos argentinos en la misma, y aunque pasé casi un mes tirando curriculums por todos lados, un día dije ¡basta!, y con algunos amigos me fui a Barcelona. Ahí vendíamos comida, hacíamos alguna que otra cosa “para aguantar”, pero realmente el invierno se venía encima, la plata iba bajando a montones, y así fue que decidí un 19 de enero partir para Tailandia.
Primero llegué a Bangkok, donde hice voluntariado en un bar de un Hostel a cambio de desayuno y hospedaje. Ahí todo iba cambiando, mis ganas de quedarme por ahí viajando empezaron a asomarse nuevamente.
Después en febrero decidí irme para el lado de las islas y llegué a Koh Phangan, la famosa isla de la Full Moon, una de las fiestas más grandes del mundo. Así que como la de febrero ya había pasado, me quería quedar en marzo así podía vivir esa experiencia. El 8 estaba destinado, y el 7, mi jefa de ese otro voluntariado, (que era en un hostel como housekeeping) nos dice que la fiesta se suspendía por covid-19, aunque obviamente suspendiendo un día antes hubo mucha gente que fue igual, así que no habrá sido como las demás, pero algo se hizo.
Después pasaban los días, yo tenía un pasaje a Indonesia para el 30 de marzo, que se me suspendió, me lo cancelaron y ¡pum! pandemia.
La isla Koh Phangan fue el mejor lugar del mundo para vivir todo ese momento, y ahí fue que conocí a mi compañero de vida, Fabricio, un uruguayo, que había salido el 6 de marzo para Tailandia con un amigo, para encontrarse con otro allá y así recorrer el Sudeste Asiático y África. A él le pasó algo parecido, lo agarró la pandemia en Koh Samui que era la isla de al lado, así que cuando la vieron venir fea, uno se volvió a Uruguay, y él con el otro amigo cayeron en Koh Phangan.
La pandemia en Tailandia no se sintió, solo en abril hasta mayo hubo un pequeño toque de queda de 22hs a 3:00 a. m. pero solo eso, después todos libres por las playas, te podías juntar con gente, solo uso de tapaboca para entrar a lugares, pero estaba todo abierto.
Una de mis amigas venía hablando con Valen, un amigo de Fabri por Tinder. O sea que sabíamos que había dos uruguayos que habían venido a la isla, pero no teníamos muchos más datos.
Al otro día, 1 de abril fui a la playa sola, y cuando me metí al mar escuché que había dos que hablaban español. Ellos salen del mar, después salgo yo, y uno me dice “vos sos argentina”, y así fue cómo empecé a hablar con Fabri, que casualmente también terminó siendo colega, los dos éramos profes de educación física.
Bueno pasaban los días, nos invitaban a salir los uruguayos y nosotras nada, no sé por qué, pero hasta ahí estábamos en otra, como que no había mucha onda de nuestra parte. Hasta que el 15 de mayo es el cumpleaños de Fabri y hace una fiesta a la que nos invitan, y ese día alrededor de las doce de la noche lo voy a buscar y le dije que quería estar con él; y así fue, no le importó nada y nos fuimos del cumpleaños a dormir juntos.
Después de ese día yo quería verlo siempre, él era como más distante, hasta que pasó un mes y yo ya sabía lo que quería, pero él se hacía el que dudaba, así que ahí decidí irme de la isla. Sí, porque no iba a esperar que él se vaya. El 19 de junio me fui a Koh Tao, en la despedida creo que los dos sentimos muchas cosas, lloramos, algo nos unía, algo nos estaba diciendo que teníamos que estar juntos, pero yo ya lo tenía decidido. Así que me fui, y a los cinco días vino él a la isla para hablar y decirme que quería jugársela y viajar conmigo, yo ya tenía alquiler por un mes ahí, así que le dije que me espere, que en julio volvería a la isla. Él volvió y el 22 de julio volví yo a Koh Phangan, ahí empezamos a convivir.
Amamos Tailandia sin dudas, pero como todo país, las visas se iban venciendo y había que decidir el próximo plan, así que de ahí el 21 de septiembre volamos a Alemania, donde estuvimos hasta el 5 de octubre, fecha que iniciaba mi visa work and holidays en Suecia.
En Alemania fue duro, nos tocó un voluntariado con un señor que estaba realmente loco, dormíamos en un galpón, con mucho frío, nos trataba mal, fue muy fuerte. Pero bueno, sabíamos que teníamos que aguantar porque nos daban techo y comida y nosotros teníamos la plata justa para llegar a Suecia. Así que el cinco partimos y llegamos a nuestro último destino o el que sería el último por un rato.
En Suecia caímos en un pueblo que se llamaba Sd Barker, con dos personas que eran lo más, nos daban habitación y comida y además nos cuidaban como si fuésemos sus hijos, pero obvio trabajábamos cinco horas por día. Yo llegue a hacer todos los trámites de la visa, y estaba lista para salir a buscar trabajo, cuando un 25 de octubre nos despertamos. La mañana se puso cariñosa, y tuvimos un pequeño accidente con el condón. Domingo, lluvioso, con la farmacia más cercana a 80 km, así que nos sentamos y pensamos, ¿qué hacemos? ¿Qué queremos? ¿Y si viene? ¿Lo tendríamos? y miles de preguntas más. Decidimos esperar, el 3 de noviembre era mi fecha estimada del periodo, pero no me venía.
El final fue cantado, yo ya me sentía hinchada, rara, ya lo sabía. Así que como no teníamos una farmacia cerca tuvimos que esperar hasta el diez que una de las chicas volvía de una ciudad y ese día me hice el test. No llegue a salir del baño ya que las dos rayas estaban marcadísimas, así que se venía otra aventura, mucho más difícil, larga y hermosa. A los 10 días ya estábamos volando nuevamente para nuestras casas, yo fui directo a Argentina, Fabri pasó por Uruguay y el 4 de diciembre llegó acá.
Hoy estamos viviendo juntos, felices, con una vida totalmente inesperada. Lo único que sabemos es que este bebé va a nacer con la mochila puesta.

Sofía Dalesio, Italia

Apocalipsis

La cuarentena en el sur de Italia me encontró viviendo con mi hermana, un amigo argentino que estaba de vacaciones y mi novio, quien ahora es mi marido.
Me di cuenta que todo había cambiado cuando dejé de sentir los ruidos de los autos que atravesaban todos los días mi ventana. Era todo más silencioso. De pronto escuchaba los pájaros cantar más fuerte que nunca.
Al principio se decía que eran quince días de encierro en Italia. Desde el 9 de marzo hasta el 3 de abril. Lamentablemente fue mucho más.
¿El miedo mayor? El del trabajo. No podíamos trabajar, tampoco sabíamos si nos iban a pagar, si íbamos a recibir alguna ayuda. Invadía una enorme incertidumbre mientras estaba encerrada en mi casa. No podía trabajar, pero nadie estaba pensando en la gente que realmente no tiene ahorros guardados para subsistir. Era vivir el día a día para dejar de pensar en el futuro y en lo que podía pasar. Pero daba miedo. Muchísimo miedo.
Todavía hacía frío en Sorrento. Entraban todas las tardes rayitos de sol por la puerta entreabierta. No hacía calor, pero no dejaba de pensar en que iba a ser difícil atravesar el encierro si subían las temperaturas.
Mientras pasaban los días, tomaba medicinas para reforzar mi sistema inmunológico, me lavaba las manos de forma exagerada cada veinte minutos, aunque no saliera de mi casa. El uso del alcohol en gel era constante y ni hablar que si me tocaba ir al supermercado no tocaba nada que no fuera necesario y usaba hasta guantes. En mi cabeza todo podía poner en riesgo mi salud y la de mi hermana, novio o amigo. No quería ser culpable de eso, pero al mismo tiempo la situación era obsesiva.
Los días pasaban jugando, un poco al Monopoly o al poker para pasar el tiempo. También ver series y películas, jueguitos online y cocinar nuevas recetas. El problema es que estaba muy confundida con los tiempos, ya que todos los días parecían iguales.
Leía las noticias constantemente. Cada día subía el número de muertes. Me asustaba y me ponía a limpiar mi casa. Paredes y pisos con lavandina y alcohol. Puse una regla: nadie puede entrar con los zapatos que usó para caminar por la calle o nuestro jardín. Entre estas paredes estábamos protegidos o, al menos, eso elegí creer.
En dos meses de encierro, salí solo dos veces al supermercado, porque me aconsejaban comprar miles de productos para que así no tuviera que salir de casa. Me sacaba el pijama para ponerme ropa un poco más presentable y caminar diez minutos al negocio más cercano de casa.
En general, siempre dentro había poca gente y varias góndolas vacías. Ya no quedaban servilletas ni papel higiénico. Hay escasez de frutas y verduras, casi nada de pastas y arroz y los productos en oferta se terminaron. El gobierno había asegurado que no había desabastecimiento de alimentos, que se iban a encargar de que todo siga funcionando normalmente. Por un tiempo dudé un poco de eso. Con el pasar de las semanas, la situación se regularizó.
En la calle todo estaba desierto, nadie estaba. Me sentía sola. La situación parece salida de una película apocalíptica.
No había mucho para hacer. Mi televisión se rompió antes de la cuarentena y no funcionaba, por un lado, lo agradezco. No se escuchan ruidos. Mi cabeza y las cuatro personas que vivíamos eran demasiado como para seguir sintiendo voces.
Mis pensamientos constantes estaban en Argentina. Tenía miedo por mi familia, no podía dejar de pensar en la impotencia de estar lejos y no poder cuidarlos. Fue duro vivir con miedo y pánico. Era un miedo multiplicado por dos.
Por suerte a mediados de mayo se terminó. Nos dieron vía libre para volver a salir de casa. De a poco todo volvía a la normalidad. Empezó a hacer calor, los negocios abrían. De a poco fuimos volviendo al trabajo. Pasamos un verano con barbijo y con menos turistas, pero parecido a lo normal. Había que recuperar el tiempo perdido, ir a la playa, caminar, ver a amigos y familiares.

Anónimo, Australia

Protocolo covid-19 para enamorados

Yo soy argentina y todo empezó el 2019 en Dinamarca. Empecé a salir con un compañero de uno de los trabajos que tuve que me encantaba, y me encanta. Él es dinamarqués.
Al principio sabíamos que mi tiempo allá era finito y hacia fin de año él me contó que la empresa para la que trabaja estaba interesada en ofrecerle un puesto en Bangkok.
Cada vez teníamos más ganas de vernos y más seguido, y cada vez armábamos planes más divertidos y compartíamos más cosas. Pero el tiempo corría y yo, previniendo que se me acababa el tiempo para estar en Holanda y sin ganas de volver a Argentina, aplique a otra visa work and holiday pero esta vez en Australia.
Cuando conocí a la mamá que fue súper dulce conmigo, en la cena nos dijo: “you guys, know how to make things complicated”.
Pero nosotros sin miedo a lo que nos esperaba, decidimos disfrutar y compartir lo máximo posible. Nos pusimos de novios, y dejamos que fluya.
En diciembre nos despedimos en Dinamarca con alegría por todo lo que habíamos pasado juntos y porque estábamos confiados de que le íbamos a encontrar la vuelta, considerando que Tailandia y Australia no están tan lejos (solo ocho horas en avión) y que no nos iban a faltar oportunidades para visitarnos y seguir compartiendo.
En febrero él viajó a Tailandia por trabajo y luego, se tomó unas semanas de vacaciones para recorrer Australia juntos.
Ya en ese momento a mi mamá le daba miedo que no pueda llegar a visitarme por el covid-19 (Tailandia era uno de los países con más infectados en ese momento), pero por suerte para nuestra relación pudo llegar y pasamos unas semanas increíbles juntos.
Se fue a finales de febrero y a los pocos días se empezaron a complicar las cosas tanto en Dinamarca (que cerraron su oficina y todo el mundo tenía que trabajar desde casa) como en Australia (que comenzó el primer lockdown con todas las ciudades cerradas y la frontera internacional cerrada también).
Su plan era mudarse a Bangkok en mayo, pero recién pudo hacerlo en julio después de infinitos papeleos, tres test de covid-19 y dos semanas de aislamiento extremo. En algún momento nos dimos cuenta que visitarnos iba a ser imposible este año y que si llegamos a poder reunirnos iba a tener que ser para quedarnos juntos (ya que por ejemplo si yo saliera de Australia no podría volver a entrar). Desde ahí que estamos buscando la manera de poder encontrarnos, esperando que se flexibilice la frontera tailandesa, pero parecía que para la monarquía recibirme era su última prioridad.
Seguimos optimistas de que la distancia es eventual y que ya nos encontraremos para estar juntos por mucho tiempo. Pero extrañándonos. Ya está terminando el 2020 y todavía no tenemos una fecha concreta para poder encontrarnos.
En fin.
Video llamadas diarias: promedio dos por día siempre encontrándole la vuelta a la diferencia horaria más la diferencia de actividades.
Mensajes: infinitos
Dato de color: alguna noche en que me pase de copas he googleado cosas como “protocolo covid-19 para casarse con alguien que no vive en el mismo país” (en Tailandia para tener un visado de pareja hay que estar casado, no es como otros países, especialmente lo occidentales que consideran la pareja de hecho para estos fines).

Jose Horacio Paz Vermal, Nueva Zelanda

Vender todo y emigrar

La verdad no me puedo quejar porque la cuarentena duró muy poquito. Y me acuerdo que con mis colegas mirábamos en el trabajo como aumentaban los casos. Y pensábamos que no iba a llegar a Nueva Zelanda por ser una isla y estar tan lejos. Pero bueno un día apareció un caso. Ahí estaba trabajando para una universidad, la misma en la que estudiaba, de administrativo.
A mí no me afectó en nada, fue medio raro. Me acuerdo patente que el 22 de marzo Jacinda Ardern anunció el lockdown y sentimos como si fuese que declararan una guerra, la gente estaba muy asustada, la gente en general, siempre tenes los conspiradores.
Las reglas eran quedarse en casa, solo salir para ir al súper, la farmacia o el médico y ante el menor síntoma hacerse un test.
Me acuerdo que salíamos al súper con mascarilla, guantes, desinfectante jaja todo para no tener problemas porque si no cumplías no podías comprar tus cosas y la policía era muy seria.
En Nueva Zelanda establecieron cuatro tipos de alerta: 1, 2, 3, 4 siendo el 4 el más restrictivo
Fueron cuatro semanas de alerta nivel 4 seguidas de dos semanas de nivel 3.
Y después volvió a la normalidad. Vivíamos en Wellington, que es la capital y que está medio recluida. Auckland que está más al norte sería la ciudad donde está la mayor actividad económica.
Ellos tuvieron un segundo brote de infección, pero cerraron sus fronteras y el resto del país no sintió efectos de eso.
Yo trabajé desde casa un tiempo y después volví a la oficina. Mi novia nunca dejó de trabajar en su oficina porque las condiciones estaban dadas para que siga.
Yo creo que el mayor efecto que tuvo en nosotros fue extrañar a nuestras familias.
Y en septiembre a mi novia le ofrecieron un trabajo en Australia y decidimos mudarnos así al menos uno de los dos está cerca de sus familiares.
Cerramos todo en Nueva Zelanda, vendimos auto, cosas, ropa y en octubre estábamos en un avión viajando hacia Australia.
Y de nuevo es muy raro todo porque nos mudamos desde allí que era el paraíso (en cuanto a covid-19) – y ahora acá empezaron a haber casos en Sydney y en Melbourne de nuevo.
Así que las fronteras interestatales están cerrando otra vez.
Para navidad viajamos a Melbourne a visitar al hermano de mi novia y fue todo un drama.
Aplicar a un permiso, parar en un checkpoint por cuatro horas, la policía chequeando que no vengas desde Sydney, porque es el nuevo foco de infección y chequeando el permiso.
Volvimos a Canberra donde vivimos y a los días Melbourne cerró las fronteras porque aparecieron casos. Ellos tuvieron la cuarentena más larga, creo más de ciento diez días.
Pero es increíble como gente de otros países lo ve distinto. Yo comparaba los distintos estados de Australia y Nueva Zelanda. Mis suegros viven en Corea del Sur y ahí también lo tomaron muy en serio.
Pero tengo un hermano que vive en España y todo este año estuvo viajando como si nada, es más, ahora se fue a Brasil de vacaciones, lo escuchaba cuando me contaba y digo: ¡está loco!
Mi mensaje sería: Que tenemos que ser responsables, seguir las reglas, pero tratar de mantener una vida “normal”.
No dejar que la pandemia nos encierre a nosotros si no seguir en contacto con amigos/familia, pero responsablemente, porque este problema no lo resuelve mágicamente un gobierno sino la gente que hace lo que tiene que hacer cuando es necesario, prueba de esto es Nueva Zelanda, lo hicieron fuerte por un tiempo y ahora están todos de vacaciones “despreocupados” por este tema.

Juliana, África

De Nigeria a Escocia

El comienzo

Recién habíamos llegado de nuestras vacaciones en Asia. Habíamos tenido una navidad hermosa con mi hermana y su familia y habíamos recibido el año nuevo en un mercadito en Bangkok los cuatro juntos. Todos celebrando, contentos, listos para tener un...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Índice
  4. Prólogos
  5. Introducción
  6. Ser Covid-19 positivo - Trauma y aceptación
  7. Ser lo que hacemos - Creatividad modo Pandemia
  8. Ser lo que pensamos y sentimos - Torbellino de emociones
  9. Ser niño, adolescente, ser joven - Una población vulnerable
  10. Ser en relación a otros (lazos) - El Amparo
  11. Ser en cualquier parte del mundo - No soy de aquí ni soy de allá
  12. Ser(es) espiritual(es) - Como la flor de loto
  13. Miradas - Observadores diferentes
  14. Nuestra gratitud infinita: Sinergia Mundial
  15. Sinopsis