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El cuadro emergente del abuso espiritual
Navegar por el laberinto
Cuando era niño o joven –dice Justin– recuerdo haber sentido emoción, miedo, y ganas de competir y colaborar cuando recorría laberintos en parques temáticos y casas de campo históricas. De niño entraba en ellos con una sensación de emoción porque quería ser el primero en encontrar el camino hacia la salida, antes que mis amigos o familia. En ocasiones, mi entusiasmo se convertía en miedo, ya que invariablemente volvía a los mismos puntos que ya había pasado varias veces antes y me preguntaba si alguna vez encontraría la salida. Llegar a callejones sin salida y entrar en caminos que eran solo vueltas de regreso al mismo lugar eran parte del desafío planteado por el diseñador del laberinto. La analogía del laberinto es una imagen poderosa del camino que emprenderás en este libro. Para llegar a explorar las características de las culturas cristianas sanas debemos primero navegar la difícil experiencia del abuso espiritual.
Puede parecer extraño pasar un tiempo considerable discutiendo el abuso espiritual en un libro que también busca explorar la creación de culturas cristianas sanas. Sin embargo, creemos que realmente no podemos explorar lo que es sano sin antes examinar lo que no lo es. Si realmente queremos construir culturas más sanas debemos entrar en el laberinto, mirar los callejones sin salida, investigar los caminos en círculo, explorar las múltiples rutas y finalmente encontrar la salida. Además de esto, también dedicaremos tiempo a considerar lo que es sano, ya que centrarse en lo que es bueno y sano es igualmente útil para evitar lo que no lo es. Así estaremos en una mejor posición para guiar a otros a través del laberinto e, idealmente, evitar que algunos entren en él.
¿Quién quiere estar en una Iglesia como esta?
“¡Eso me pasó a mí, y nunca nadie me creyó!” Los ojos de la mujer estaban llenos de lágrimas cuando se detuvo frente a mí en un salón repleto de gente –recuerda Lisa–. Estábamos tratando el tema del abuso espiritual y por primera vez ella escuchó su historia en voz alta. El impacto fue tan grande que en medio de la charla fue incapaz de permanecer en su asiento. Necesitaba hablar y ser escuchada. La imagen de ese momento está grabada en mi mente. Su dolor y alivio eran claramente visibles mientras hablaba: el sufrimiento de lo que había experimentado y el alivio de finalmente escucharlo en palabras. Estaba claro que su historia –y la de muchos otros– requería ser oída y respondida. Necesitábamos entender cómo la coerción y el control pueden desarrollarse en las relaciones cristianas, ya que “deja a la gente sintiéndose aplastada e indefensa” (LO). La Iglesia está lentamente aceptando el hecho de que el abuso sexual ocurre dentro de sus muros y que pasan cosas horribles en lugares donde no debería. Necesitamos alzar la mano sobre el abuso espiritual y reconocer que a veces las cosas han salido mal. Personas han sido controladas y han salido dañadas. Como dijo alguien, ella se sintió “insegura en un lugar que debería ser seguro” (LO).
Por otro lado, en una conferencia nacional que dirigió el CCPAS (ahora Thirtyone:eight) y que se celebró en 2017 en el Reino Unido para los coordinadores de prevención, hubo un debate sobre la cultura eclesiástica sana y sus características clave. Esta discusión incluía estar en una Iglesia donde podías hacer preguntas, estar en desacuerdo (¡con respeto!), trabajar en tu propio itinerario espiritual y ser nutrido mientras alimentabas a otros. Tras la conversación, se planteó la pregunta: “¿Quién quiere pertenecer a una Iglesia como esta?” La respuesta fue unánime: todos querían pertenecer a una institución sana. No fue una respuesta sorprendente, pero surgió dentro de una discusión sobre el abuso espiritual. Las personas que asistían a la conferencia habían estado en un itinerario, que comenzó con ellos explorando el abuso espiritual y que terminó con ellos enfocándose en la cultura sana de la Iglesia. Al principio de la charla se les animó a decir que “lo mejor estaba por venir”.
Para explorar el tema de la cultura sana de una manera equilibrada, debemos considerar qué tan buenas pueden ser las cosas y, al mismo tiempo, ser honestos cuando van mal. Este es el itinerario que nos gustaría emprender en este libro. Para ello, dedicaremos tiempo a comprender y explorar lo que es el abuso espiritual y lo que causa en la gente, y luego pasaremos a revisar lo que es un liderazgo sano y una cultura cristiana sana.
El desafío de explorar el abuso espiritual
Explorar este tema es un desafío. Un encuestado declaró que el silencio sobre el abuso espiritual “a menudo deja a las víctimas transitando por un camino solitario e incomprendido, y el silencio nos impide darnos cuenta de la magnitud del problema en nuestras iglesias” (LO). El tema del abuso espiritual es difícil de abordar para cualquier cristiano, atraviesa el corazón del mensaje del amor, la libertad y la gracia. Puede hacernos sentir incómodos, inquietos e inseguros. En sí mismo suscita fuertes reacciones de los cristianos. Una persona nos dijo que al plantear esto, ¡estábamos “haciendo el trabajo del diablo”! Otro sugirió que nuestro trabajo podría “hacer colapsar a la Iglesia”. En cualquier otro contexto esto podría haber sido suficiente para que decidiéramos rendirnos y desistir, ¡pero esto es demasiado importante!
Hay dos razones que grafican por qué es tan importante pensar en esto. Primero, porque la comunidad de fe cristiana está llamada a llevar esperanza a los corazones rotos. Cuando las personas están heridas y dañadas, debemos ser un modelo de cómo responder bien y cómo cuidar profundamente. Se nos llama a no rehuir a los que están sufriendo. Tiene que haber un lugar para conversar sus historias y reconocerlas. Tiene que haber un espacio para considerar lo que viene después. ¿Cómo avanzas cuando te han herido de esta manera? ¿Qué apoyo se necesita, y cómo se puede proporcionar?
Segundo, porque hay una verdadera esperanza para el futuro. La Biblia nos dice que la Iglesia es el plan de Dios. A él se le ocurrió la idea, y por lo tanto tiene que ser posible que lo que sucede en la Iglesia y los contextos cristianos sean el mejor modelo de cómo nos tratamos y cuidamos unos a otros. Alguien planteó la pregunta recientemente: “¿Cómo puedes hacer lo que haces, ver lo que ves y aun así tener fe y pensar que la Iglesia es buena?” Es una pregunta razonable. Aunque lo que realmente me estaba preguntando era “¿cómo puedes ver los temas de abuso en la fe cristiana y aun así creer en Dios y su Iglesia?” Era una pregunta relativamente fácil de responder. “Cuando veo lo que falla en la Iglesia, me entristece y, a veces, me hace enojar. Pero cuando la Iglesia es todo lo que está llamada a ser, puede ser un lugar de esperanza”.
Este libro proporciona un espacio para conversar sobre el abuso espiritual y cómo responder a él, y también para explorar el liderazgo y la cultura sana en el contexto de la Iglesia, la organización sin fines de lucro, la compañía o el grupo comunitario. Nos han preguntado quién debería leer este libro. La mejor respuesta viene de una de las personas que compartió su historia.
Existe el peligro de que un libro como éste pueda considerarse relevante únicamente para los líderes de la Iglesia o para aquellos que han tenido la experiencia de la cultura eclesial o el abuso, o para aquellos con algún interés en ellas. Si bien esto es válido, la verdad es que este libro es importante para todos los que se consideran cristianos y no cristianos.
Es importante estar abiertos, desde el principio, a un libro que está escrito desde la perspectiva cristiana, que hace referencia a nuestra propia fe cristiana y al contexto más amplio de la misma, y que incluye referencias de la Biblia.
Esperamos que este libro ayude a las personas a comprender mejor cómo la coerción y el control pueden suceder en un entorno de fe, o entre personas de fe en entornos no religiosos, y el impacto que esto tiene en quienes lo experimentan. Ayudará a los lectores a reflexionar acerca de cómo utilizan el poder en ciertas situaciones y cómo podrían formar parte de la construcción de una cultura sana. Tal vez ahora es el momento, como nos dijo un sobreviviente, de “despertar y oler el café” (LO) y discutir abierta y honestamente el abuso espiritual.
La historia hasta ahora
En casa –cuenta Lisa– tengo una colección de libros que mi marido llama mi “biblioteca de rarezas”. Es una colección de todos los libros que he podido encontrar publicados sobre el tema del abuso espiritual. Cuando la biblioteca estaba abajo, mi esposo solía poner las fotos de nuestro matrimonio delante de estos libros cuando nos visitaban, especialmente si eran personas nuevas en la Iglesia.
Esta colección cuenta una historia. Uno de los mensajes es que los problemas de coerción y control han existido en la Iglesia durante mucho tiempo. Una de mis posesiones más preciadas es una edición del libro de Richard Baxter, El Pastor Reformado (1981), escrito por primera vez en 1656. En él su autor habla de la manipulación y el control. No usa el término abuso espiritual, ya que aún no se había desarrollado el concepto, pero los sellos distintivos están ahí.
Hay libros como Churches That Abuse (Enroth, 1993), Healing Spiritual Abuse - How to Break Free from Bad Church Experiences (Blue, 1993) y quizás el más conocido, El sutil poder del abuso espiritual (Johnson y VanVonderen, 2005).
Estos libros se centran en las experiencias de abuso espiritual. Demuestran que mucho de lo que hablamos ahora tiene sus raíces en lo que se llamó “pastoreo agobiante”, que a menudo se encuentra en las iglesias domésticas, así como otras expresiones de la Iglesia. Un sello distintivo del liderazgo en estos entornos era el requisito de que los seguidores fueran sumisos, estuvieran dispuestos a compartir detalles de sus vidas y de consultar al “pastor” antes de tomar decisiones importantes, incluyendo las opciones relativas al trabajo y a la pareja. Cuando este modelo de liderazgo y discipulado de la Iglesia comenzó a ser criticado, muchas iglesias domésticas se disolvieron, y muy pronto en los Estados Unidos comenzó a usarse el término “abuso espiritual”. Muchas de sus características reflejan el control que existe en el pastoreo agobiante.
El trabajo en el área del abuso espiritual ha continuado desarrollándose, pero todavía se encuentra en sus primeras etapas. Hemos tenido muchas conversaciones en las que nos han dicho “seguimos en el mismo lugar, al igual que con el abuso doméstico hace 50 años”. El mensaje que rescatamos de esto es que hace 50 años la gente empezó a darse cuenta de que el abuso doméstico sucedía y que era real. Esto nos llevó a entender que no se trataba solo de un “asunto doméstico” y que no era “culpa de las mujeres”. Como en todas las formas de abuso, el conocimiento sigue creciendo en la medida en que se cuentan historias y se comparten las investigaciones. Ahora reconocemos a las víctimas masculinas y femeninas de la violencia y el abuso doméstico, y admitimos que los niños pueden ser violentos con sus padres o cuidadores. Sabemos que los adolescentes experimentan esto y que los servicios se desarrollan continuamente para satisfacer sus necesidades.
En relación con el abuso espiritual, el término se utiliza cada vez con más frecuencia. Se está empezando a entender de qué se trata, algunas políticas de prevención de la Iglesia mencionan esta forma de abuso, se están llevando a cabo conferencias que incluyen charlas sobre este tema, pero todavía hay mucho trabajo por hacer y muchos obstáculos que superar o repensar.
El elefante en la habitación
En unas vacaciones recientes –cuenta Lisa–, salí una noche con mi familia a tomar algo. Había una plaza en la que tocaban música en vivo, con mesas y sillas para sentarse y relajarse. También había un elefante de plástico gigante afuera de una tienda cercana. Mi yerno dijo, a modo de broma, que probablemente había llegado el momento de que “habláramos sobre el elefante en la habitación”.
Es muy importante ser abierto y honesto al comienzo de este libro, y aceptar que el abuso espiritual puede ser un verdadero elefante en la habitación. Nuestra más reciente encuesta muestra una considerable preocupación por explorar este tema y las posibles consecuencias para la Iglesia.
Muchas de las respuestas que recibimos nos decían que había que hablar al respecto, pero teníamos que asegurarnos de tener mucho cuidado. “Este proyecto me pone nervioso” (O&H). Si bien volveremos a explorar estas preocupaciones con más detalle en el capítulo 2, queremos ser honestos y abiertos desde el principio: esta es un área desafiante y compleja que causa cierta ansiedad y preocupación. Una vez más, reiteramos nuestro deseo de explorar este tema, de hacer justicia a quienes lo han experimentado y de promover culturas sanas y seguras para el futuro.
“¡Si sigues haciendo lo que estás haciendo,
nadie será capaz de liderar!” (O&H)
Las culturas sanas incluyen líderes juiciosos que nutren y estimulan al resto. Un obstáculo –y uno de los mayores retos que se plantean al trabajar en esta área– es el posible impacto que podría tener en los líderes y en el liderazgo la discusión sobre el abuso espiritual. A menudo se plantea la preocupación de que, si discutimos temas de coerción y control, los líderes serán incapaces de dirigir eficazmente. Muchos han comentado que su trabajo ya es bastante difícil y que se les debe permitir ejercer autoridad. Otros han reflexionado sobre la posibilidad de que se hagan acusaciones falsas. Si bien nos parece importante abordar brevemente este tema al comienzo de este libro, habrá una reflexión más detallada al respecto en el capítulo 6.
Sin embargo, el mensaje más fuerte que recibimos fue que no dejáramos de hacer nuestro trabajo, pero que entendiéramos que los líderes también lo experimentan.
A lo largo de nuestra investigación, la gente nos pidió que consideráramos cómo podemos proteger y nutrir mejor a los líderes religiosos y ayudarlos a responder cuando experimentan actos de control no deseado. Queremos hacer una pausa y señalar que muchos de ellos son víctimas de este tipo de comportamiento y necesitan apoyo para enfrentarlo. De hecho, sería bueno para el liderazgo y la formación ministerial incluir estos temas.
Pero, para que haya equilibrio es importante entender que –como muestran los relatos– los que están al mando sí coaccionan y controlan a los demás.
Muchas historias de abuso espiritual incluyen el papel del liderazgo o de un líder en su relato, y muchas de las respuestas a la encuesta se referían al control por parte ellos. Obviamente, puede ser más fácil controlar a los demás si tienes una posición de liderazgo, ya que podemos sentir que es más difícil cuestionar o argumentar en contra de las autoridades. Sin embargo, también hay muchos ejemplos de líderes que ejercen esta autoridad con cuidado, compasión y por el bien de sus seguidores. Allí donde la coerción y el control forman parte del patrón de comportamiento de un líder, hay razones que lo explican . A veces es simplemente un mal uso y abuso del poder y de la autoridad que va con el cargo. Y hay otros casos en los que el control coercitivo por parte de los líderes ha sido extremo y no puede ni debe ser justificado. Sin embargo, a veces debemos tratar de entender de dónde viene este comportamiento.
En algunos casos, los líderes se sienten fuera de control, sin apoyo y no están realmente equipados para hacer las tareas que se les pide que lleven a cabo. Más tarde tendremos tiempo para considerar plenamente estas cuestiones, pero por ahora hay que reconocer que el liderazgo es difícil y a menudo ejercemos una enorme presión sobre los líderes para que sean “todo para todos”. Esto puede llevar a desarrollar formas de comportamiento poco sanas para hacer frente a las presiones y expectativas de los demás. Por ejemplo, a menudo colocamos a las personas en posicio...