Mabinogion. Relatos galeses medievales
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Mabinogion. Relatos galeses medievales

Varios autores, Luciana Cordo Russo

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Mabinogion. Relatos galeses medievales

Varios autores, Luciana Cordo Russo

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Los once relatos galeses medievales reunidos aquí, por primera vez traducidos directamente al castellano, nosintroducen al maravilloso mundo de una de las literaturascélticas más antiguas.

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Información

Editorial
LOM Ediciones
Año
2021
ISBN
9789560013521
Categoría
Littérature

Culhwch y Olwen

Cilydd hijo de Celyddon Wledig deseaba una esposa de su mismo rango, nada menos que a Goleuddydd hija de Anlawdd Wledig. Después de pasar la noche con ella, el país entero fue a rezar para que tuvieran un heredero y nació un hijo gracias al rezo de todo el pueblo. Pero desde el momento en que quedó embarazada, ella se volvió loca y no se acercaba a ninguna vivienda. Cuando llegó su hora, recobró la razón. Esto ocurrió en un lugar donde un porquerizo estaba cuidando una piara de cerdos. Y debido al miedo que le tenía a estos animales, la reina dio a luz y el porquerizo cargó al niño hasta que llegó a la corte. El niño fue bautizado y lo llamaron Culhwch, dado que había sido encontrado en el chiquero de los cerdos173. Sin embargo, era de noble linaje, primo hermano de Arturo. Y fue entregado a una familia para su crianza.
Luego de esto, la madre del niño, Goleuddydd hija de Anlawdd Wledig, cayó enferma. Entonces llamó a su esposo y le dijo:
–Yo moriré de esta enfermedad y tú querrás otra esposa. Ahora las dispensadoras de regalos son las esposas; no obstante, harías mal en dañar a tu hijo. Lo que te pido es que no busques esposa hasta que veas una rosa de dos cabezas sobre mi tumba.
Él se lo prometió. Enseguida ella convocó a su tutor y le pidió que podara su tumba todos los años, de modo que no creciera nada sobre ella. La reina murió y a partir de ese momento el rey envió todas las mañanas a un sirviente para ver si crecía algo sobre la tumba. Sin embargo, al final del séptimo año el tutor descuidó aquello que le había prometido a la reina.
Un día, el rey estaba cazando y se dirigió al cementerio; quería ver la tumba mediante la cual podría buscar una esposa. Entonces vio la rosa. Al hacerlo tomó consejo respecto de dónde podría conseguir mujer. Uno de los consejeros le dijo:
–Yo conozco una mujer que te convendría mucho. Se trata de la esposa del rey Doged.
Decidieron ir a buscarla. Mataron al rey, se llevaron a su mujer y a su única hija y tomaron posesión de sus tierras.
Un día, la dama salió a pasear y llegó a la casa de una vieja bruja sin dientes que vivía en el pueblo. La reina le dijo:
–Bruja, por el amor de Dios, ¿me responderás lo que te pregunte? ¿Dónde están los hijos del hombre que me abdujo violentamente?
–No tiene hijos –respondió la bruja.
–¡Ay de mí por haber llegado a un hombre sin hijos! –se quejó la reina.
–No debes preocuparte por eso; está profetizado que tendrá descendencia. Quizá la tenga de ti, puesto que no la ha tenido de otra. Tampoco estés triste, ya que tiene un hijo –señaló la bruja.
La dama regresó contenta a su casa y le dijo a su esposo:
–¿Por qué escondes a tu hijo de mí?
–Ya no lo ocultaré más.
Llamaron al muchacho y llegó a la corte. Su madrastra le dijo:
–Es tiempo de que busques esposa, muchacho. Yo tengo una hija digna de cualquier noble del mundo.
–Aún no tengo edad para casarme –dijo el muchacho.
–Juro que tu destino será que tu costado no se encuentre con el de una mujer hasta que conquistes a Olwen hija de Ysbaddaden Bencawr –respondió ella174.
El muchacho enrojeció y el amor por la joven penetró en todos sus miembros a pesar de que nunca la había visto. Su padre le preguntó:
–Hijo, ¿por qué te sonrojas? ¿Qué sucede?
–Mi madrastra ha jurado que no tendré esposa hasta que consiga a Olwen hija de Ysbaddaden Bencawr.
–Para ti es fácil obtener eso, hijo –le dijo el padre–. Arturo es tu primo hermano. Acude a él para que te corte el cabello y pídele que te regale eso175.
El muchacho partió en un corcel de cuatro inviernos de edad, reluciente cabeza gris y buen paso, casco de caparazones y un bocado tubular de oro en la boca; debajo de él, una montura de oro precioso. En su mano, dos lanzas plateadas y afiladas, y un hacha de guerra del tamaño del antebrazo de un hombre desde la punta hasta el filo; haría sangrar hasta al viento y sería más veloz que la gota de rocío más rápida desde el tallo hasta el suelo, cuando el rocío es más abundante durante el mes de junio. Sobre su muslo, una espada con empuñadura y hoja de oro, con un escudo grabado en oro, del color de los rayos del paraíso y bordes de marfil. Dos sabuesos pintos y pechiblancos corrían frente a él, cada uno con un collar de oro rojo alrededor del cuello, desde la nuca hasta la oreja. El que estaba a su izquierda se cruzaba hacia la derecha y el que estaba a su derecha se cruzaba hacia la izquierda, como dos vencejos retozando alrededor de él. Los cuatros cascos del corcel lanzaban cuatro terrones de tierra a su paso, como cuatro golondrinas en el aire sobre su cabeza, algunas veces delante de él, otras veces detrás. Vestía una capa púrpura de cuatro puntas con un distintivo de oro en cada una de ellas; cada distintivo valía cien vacas. El precioso oro de sus botas y de su estribo, desde el comienzo de su muslo hasta la punta del pie, valía trescientas vacas. Ni uno solo de sus cabellos se movía debido a la ligereza del galope de su corcel en su marcha hacia la entrada de la corte de Arturo176.
Dijo el muchacho:
–¿Hay un guardia en la entrada?
–Sí. Y tú ojalá pierdas la cabeza por preguntar. Yo soy el guardia de la entrada de Arturo el primero de enero y tengo reemplazantes para el resto del año, a saber: Huandaw, Gogigwr, Llaesgymyn y Penpingion, quien camina sobre su cabeza para proteger sus pies, sin mirar el cielo o la tierra, sino como una piedra que rueda sobre el suelo de una corte.
–Abre la puerta.
–No lo haré.
–¿Por qué razón no lo harás?
–El cuchillo está en la comida, la bebida en el cuerno y una multitud en la sala de Arturo. Solo el hijo de un rey legítimo o un artista que traiga su arte puede ser admitido. Tendrás comida para tus perros y para tu caballo, y para ti chuletas calientes condimentadas con pimienta, vino rebosante y canciones placenteras. En la casa para huéspedes te llevarán comida para cincuenta hombres. Allí comen los viajer...

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