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La inteligencia artificial ha salido del laboratorio (y de los estudios de cine). Ya está aquí. Está en nuestros hogares, en nuestras oficinas, incluso está calando en las instituciones que sostienen la economía global. Estamos rodeados de sistemas inteligentes como Alexa, Nest, Siri, Uber o Waze que funcionan en plataformas increíblemente potentes y que aprenden por sí mismas. ¡Y esto no ha hecho más que empezar!
En realidad, ya llevamos bastante tiempo beneficiándonos de la inteligencia artificial (IA), sólo que ha sido en una forma tan sutil que apenas nos hemos dado cuenta. Así es como Amazon te recomienda el regalo perfecto, como Netflix te sugiere las mejores películas o como Facebook te muestra las noticias que te gustan. Son formas de IA que hemos acogido de buen grado porque hacen nuestra vida más cómoda y agradable. En pocos años nos hemos acostumbrado a su uso y se han integrado tanto en nuestro día a día que ya casi pasan desapercibidas.
Sin embargo, la IA está evolucionando hacia algo más potente y disruptivo a medida que las máquinas superan las capacidades del ser humano, hasta las de los más brillantes, en diferentes ámbitos como, por ejemplo:
• Juegos de estrategia. Las plataformas de IA ya nos ganan en algunos de los juegos más difíciles como Jeopardy!, el ajedrez o Go. Un claro ejemplo de ello fue la victoria 4 a 1 de AlphaGo, el programa de inteligencia artificial de Google, contra el campeón mundial de Go, Lee Sedol, en marzo de 2016; una victoria contundente, pero tampoco una derrota. Aun así, al ritmo al que avanza la tecnología, en pocos años será inconcebible que un ser humano pueda vencer a una máquina en este tipo de juegos.
• Circulación. Aunque el coche autónomo apenas está en sus inicios, ya circula mejor que cualquier conductor promedio. Según un estudio de Virginia Tech, el ser humano provoca 4,2 accidentes cada 1 600 000 km frente a los 3,2 accidentes del coche autónomo, una diferencia que, sin lugar a dudas, continuará creciendo en los próximos años. Así, el coche autónomo no tardará en imponerse, lo cual será muy positivo ya que evitaremos los accidentes producidos por conductores borrachos o por los que se dedican a mandar mensajitos por el móvil mientras conducen.
• Compraventa de valores. En 2015, seis de los ocho principales fondos de alto riesgo de Estados Unidos ganaron alrededor de 8 000 millones de dólares gracias, principalmente, a los algoritmos de la IA. Las máquinas ya nos ganan la partida en lo que a selección de valores se refiere.
• Sanidad. Las máquinas también están superando a gran velocidad las capacidades de los radiólogos. Los investigadores del hospital Houston Methodist utilizan un software de IA que interpreta las mamografías 30 veces más rápido que un médico y con una precisión del 99 %. Por el contrario, la revisión de mamografías por un médico suele derivar en biopsias innecesarias en casi un 20 % de los casos.
• Sector jurídico. Los sistemas informáticos dotados de IA ya consiguen ejecutar las diligencias preliminares a los juicios y los procesos de due diligence mejor, más rápido y más barato que el mejor equipo de juristas del bufete de abogados más prestigioso. Muchos estudios predicen que gran parte del trabajo que ahora realizan los asistentes legales se automatizará muy pronto. De hecho, puede que en un futuro no muy lejano incluso llegue a estar mal visto dejar estos procedimientos únicamente en manos de estos profesionales.
Podríamos contarte muchos más ejemplos, pero suponemos que has captado la idea: las nuevas máquinas ya nos superan en muchos sentidos. Además, estas plataformas progresan geométricamente en potencia y sofisticación, así que lo que te hemos contado no es más que una cata de lo que está por venir.
Esta rápida expansión de la IA suscita preocupaciones como:
• ¿Me sustituirán por un robot?
• ¿Van a «uberizar» mi empresa?
• ¿Cómo será mi sector dentro de diez años?
• ¿Vivirán mis hijos mejor que yo?
Iremos respondiéndolas ordenadamente a lo largo del libro. Basándonos en los cien años de experiencia que sumamos entre los tres, analizando y elaborando gráficos sobre los cambios en los negocios y en la tecnología, estamos plenamente convencidos de que nos hallamos en la antesala de una nueva era económica. Una era en la que cambiará la naturaleza del trabajo y los fundamentos de la competencia en todos los sectores. En esta nueva economía, trascenderemos los límites de lo que es posible y pasaremos de tener máquinas que simplemente ejecutan, a máquinas que aprenden y piensan.
1. Está pasando, te guste o no
Ya estamos ante la cuarta Revolución Industrial que vaticinaba el Foro Económico Mundial en 2016. Es un periodo de dislocación económica en el que los viejos sistemas de producción darán paso a los nuevos, y en el que quienes sepan sacar provecho de las nuevas máquinas recogerán los frutos de la expansión económica. Así como el telar mecánico dio paso a la primera Revolución Industrial, la máquina de vapor a la segunda y la cadena de montaje a la tercera, la cuarta se desencadenará con estas máquinas que parecen pensar, a las que de aquí en adelante denominaremos «sistemas inteligentes».
Vamos hacia lo que nosotros llamamos «negocios sabelotodo», cuyos directivos pueden y deben conocer en todo momento todos los pormenores operativos. Lo que antaño sólo se podía intuir ahora puede saberse. Estas nuevas máquinas, que siempre están encendidas, aprenden y piensan constantemente, estimularán y acentuarán el intelecto y la experiencia hasta de los profesionales más avezados de cada sector. No hay escapatoria a su atracción gravitatoria y a los modelos de negocio a los que darán lugar.
Tanto si eres director de una gran empresa como si acabas de incorporarte al mercado laboral, tu actitud ante las nuevas máquinas —este nuevo cóctel de IA, algoritmos, bots y big data— será el gran condicionante de tu éxito en el futuro.
2. La digitalización que importa
La de la última década ha sido una digitalización que nos divierte y entretiene. Hemos visto nacer a Twitter (2006), al iPhone de Apple (2007) e incluso hemos sido testigos de la salida a bolsa de Facebook (2012). Estas y otras empresas como Google, Netflix y Amazon han cosechado éxitos comerciales sin precedentes en términos de adopción y uso diario por parte del consumidor y por el valor que han creado al cambiar nuestra forma de comunicarnos y de socializar. Aun así, la Historia contará que la revolución digital empezó siendo ociosa y frívola, con publicaciones en Facebook, hilos en Twitter y fotos en Instagram. Es decir, que estamos ante la innovación más importante desde la aparición de la corriente alterna y la estamos utilizando para charlar, compartir vídeos de gatitos y etiquetar nuestras trifulcas políticas. En realidad, esto ha sido sólo un calentamiento, aún no alcanzamos a imaginar el potencial que albergan estas máquinas.
Kara Swisher, experta en tecnología, lo resumió a la perfección cuando dijo que «en Silicon Valley hay muchos grandes cerebros persiguiendo ideas pequeñas». Sin embargo, en la nueva era que está a punto de comenzar, los grandes cerebros trabajarán en las grandes ideas que marcarán la diferencia —la digitalización que importa— y se servirán de la nueva tecnología para transformar nuestros sistemas educativos, alimentario, sanitario, gubernamental y medios de transporte.
Las grandes empresas como Facebook, Amazon, Netflix y Google (también denominadas «FANG», acrónimo que resulta de las iniciales de dichas compañías) parecen haberse erigido como presuntos y eternos vencedores de la digitalización. Seguramente se les recordará como los precursores de un cambio económico mucho más democrático y transcendental. No obstante, la siguiente oleada de titanes digitales no estará protagonizada por startups de Silicon Valley, sino por empresas ya asentadas y de sectores más tradicionales —ubicadas en sitios como Baltimore, Birmingham, Berlín o Brisbane— que sepan sacar provecho de su larga experiencia en el mercado y combinarla con el potencial de las nuevas máquinas.
Ahora es cuando empezamos a verlo. Ahora que se están aplicando los sistemas inteligentes a fines sociales más serios en los que la tecnología no es un mero entretenimiento, sino que cambia vidas. Sin duda, es el momento oportuno para reformar muchas de nuestras instituciones —los pilares de nuestra sociedad y de nuestra vida diaria.
Por poner un ejemplo, cada año mueren 1 200 000 personas en accidentes de coche en todo el mundo y el 94 % se deben a un error humano. Sólo en Estados Unidos, estas tragedias tienen un coste social de más de un billón de dólares, lo que equivale a casi un tercio de la recaudación del IRPF del Gobierno federal de Estados Unidos. Sin embargo, el coche autónomo podría salvar muchas vidas y ahorrarnos esos disgustos.
Por otro lado, un tercio de la producción mundial de alimentos acaba en la basura. Toda esa comida que se desperdicia en los países desarrollados servir...