Jesuitas, liderar talento libre
eBook - ePub

Jesuitas, liderar talento libre

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Jesuitas, liderar talento libre

Descripción del libro

¿Por qué dirigentes tan diversos como Lenin o Hitler propusieron el modelo de los jesuitas como ideal para sus seguidores? En este libro su autor propone un estudio riguroso sobre el estilo de gobierno de la Compañía de Jesús desde Ignacio de Loyola a nuestros días, analizando cómo el fundador y sus seguidores han liderado a lo largo de casi cinco siglos. El management y la historia se funden en estas páginas, que ofrecen aportaciones prácticas para pilotar con éxito en los actuales tiempos de incertidumbre. Liderazgo, talento y libertad están continuamente presentes en un libro lleno de profundidad antropológica y enseñanzas aplicables.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Jesuitas, liderar talento libre de Fernández Aguado, Javier en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Negocios y empresa y Liderazgo. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
LID Editorial
Año
2018
ISBN de la versión impresa
9788417277185
ISBN del libro electrónico
9788417277192
Categoría
Liderazgo
1
El líder nace y se hace
Cada persona contiene dentro de sí una inestable combinación de acto y potencia. Acto: lo que en ese momento es. Potencia: todo lo que puede ir desarrollando. De algún modo, cada uno somos causa sui. Es decir, causa operativa de nosotros mismos. Somos hoy lo que quisimos ser ayer. Seremos mañana lo que estemos actuando hoy. Así, sobre las inclinaciones naturales, vamos alzando la estructura de lo que llegaremos a ser. Se siembran actos y se recogen hábitos, explica Aristóteles en Ética a Nicómaco. Puede añadirse: se siembran hábitos y se recoge el carácter; del carácter se recolecta el destino.
Cada persona contiene dentro de sí una potencialidad diferente, y ha de aprender a manejar con equilibrio sus aspiraciones con sus posibilidades específicas dentro del ecosistema en el que cada uno nace y en aquellos en los que va desarrollándose.
Ignacio fue hombre del Renacimiento, orientado hacia la modernidad. Sin embargo, había vivido en un hábitat que puede calificarse de medieval. Es una de esas personas que experimentan –y entienden– cómo muere una época y nace otra, como les sucedería, en circunstancias muy distintas, a Chateaubriand, Henry James o Sándor Márai. Uno de los grandes méritos de Ignacio fue promover la superación del pasado, convirtiéndose en aventurero, promotor de novedades. Su proyecto se insertará en otro milenario, el de la Iglesia católica, pero con primicias apreciables.
Todos somos hijos de una época. A Ignacio, nacer en el entorno histórico de una cruzada, la de expulsión de los moros de España, le marcaría.
Ignacio sintió inclinación por el mundo militar. Su madre fue Marina Sáenz de Licona y Balda. Su padre, Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola, en 1506 lo remitió a Arévalo para que fuese formándose bajo la férula de Juan Velázquez de Cuéllar, tesorero mayor de la Corte. Velázquez formaba parte del séquito oficial de la reina. Durante los años que lo tuvo como mentor, Ignacio fue disponiéndose como gentilhombre, y adquirió educación, modales y refinamiento. También desarrolló afición por la lectura. Mucho contribuiría aquella etapa de formación a los frutos que irían llegando.
El liderazgo es la pleitesía que una persona genera independientemente de la posición jerárquica que ocupe en una organización. Se logra sobre todo con el ejemplo, no con facundia. Así lo entendió Ignacio y quedaría escrito en las Constituciones: «lo primero ocurre ser el buen ejemplo de toda honestidad y virtud cristiana, procurando, no menos, sino más, edificar con las buenas obras que con las palabras».
Ignacio demostró desde el comienzo astucia –cualidad que de una u otra forma está presente en cualquier líder, pues reconoce las oportunidades de forma más cabal que los demás–, y la fue desplegando con el tiempo. En 1554, y es un ejemplo de su última época, deseaba incrementar las rentas para sustentar a los estudiantes del Colegio Romano. Consideró que el Papa y algunos cardenales serían los destinatarios más adecuados de aquella solicitud. Para lograr su meta indicó a sus fieles en España que acudiesen a Felipe II para demandarle una misiva en la que instase al Romano Pontífice a apoyar económicamente. Logrado el documento, no lo presentó de forma inmediata, sino que esperó a que tuviese lugar la boda con María Tudor. Como muchos calibraban que eso supondría el regreso de Inglaterra a la Iglesia católica, gracias a la actuación del rey español, Ignacio de Loyola hizo llegar la carta a Julio III en ese momento. En aquellas circunstancias, ¿podría rechazar el Santo Padre aquel sablazo reclamado por el soberano español?
Poco después, con ocasión del consistorio del 6 de febrero de 1555, el Papa anunció que había decidido aplicar al Colegio Romano 2000 ducados y entregar mensualmente 50 más de sus rentas, comenzando aquel mismo mes. El inesperado fallecimiento del Romano Pontífice truncó el propósito, pero la gestión manifiesta las capacidades de negociación del fundador de la Compañía.
Ignacio, como líder que era, emprendió o impulsó a emprender nuevos lances tantas veces como consideró preciso. Cuando ofrecieron a los padres Mirón y Cámara que se convirtiesen en confesores del rey de Portugal y del infante, ellos rehusaron. Ignacio les indicó que era una respuesta errada y les empujó a asumir esas funciones, pues, tal como les explicitó, la Compañía no había sido creada para mantenerse al margen de los riesgos. Todo líder se expone, pues sin desafíos no brota el cambio.
No por el hecho de ser nombrado superior alguien sabe gobernar y mucho menos liderar. Sucedió en Filipinas con el padre Antonio Sedeño. Era una buena persona, pero comenzó con un notable error. Optó por una casa fuera de la ciudad, en un arrabal conocido como Laguio. Considerando el calor de aquellas islas, que la gente fuese hasta ellos era poco menos que imposible. No cayeron en esa evidencia y estaban perplejos sobre qué debían hacer, pues los frutos no llegaban. La situación se complicaba por aplicar irrestrictamente la indicación fundacional de no atender parroquias.
La llegada de cuatro nuevos jesuitas el 7 de junio de 1584 no introdujo novedad. La indecisión se prolongaba a causa del padre Sedeño y de su segundo, el padre Alonso Sánchez. Este, además, dedicado plenamente a la ascesis, no dejaba, sin embargo, de discrepar sobre decisiones tomadas por sus superiores. Entre uno y otro generaron ociosidad en el equipo. El carácter del padre Sánchez fue agriándose y criticaba con aspereza a cualquiera que le llevara la contraria. Se multiplicaron las solicitudes a Acquaviva, prepósito general del momento, para que le retirase de Filipinas. Bastó, al fin, aquel traslado para que se tomasen medidas dictadas por el sentido común y la labor comenzó a desarrollarse.
El desembarco de los dominicos volvió a sumir en el desconcierto al padre Sedeño. En vez de aprender de ellos, se limitó a lamentarse. Escribía el 17 de junio de 1588 a Roma: «los dominicos han tomado sitio y hecho casa en lo mejor del pueblo, y como vinieron Padres principales y ellos y el Obispo, que es de la misma orden, acuden tan de veras a llevarse gente, nos quedamos sin casi ninguna». Poco más tarde, y tras reformas administrativas referentes a la provincia de la que dependerían, todo acabó por encauzarse y comenzó la expansión fuera de Manila. Uno de los artífices de la nueva fase fue el padre Pedro Chirino. Así describiría el cambio de ritmo:
«… al cabo de diez años yo solía decir, a imitación de San Gregorio Taumaturgo, que daba a Nuestro Señor muchas gracias, porque cuando entré allí [en Taytay y Antipolo] había apenas cuarenta cristianos, y al cabo de este tiempo no había cuatro infieles, habiéndose bautizado por mano de los nuestros, si no me engaño, más de siete mil almas, y hoy son de las mejores cristiandades que tiene la Iglesia, y que ninguna de las de estas partes le hace ventaja».
Cuando se gobierna de forma correcta, los frutos llegan: la paciencia es cualidad imprescindible del líder. Ya en 1612, tras las múltiples penalidades sufridas, el padre Gregorio López informaba a Roma de los logros, detallando uno a uno los alumnos de los colegios que se habían ido inaugurando desde Manila a Cebú. Mencionaba también las casas de probación como la de San Pedro, y las residencias de Antipolo, Bool, Dulac, Carigara y Palapag.
Francisco de Borja disponía por cuna y preparación de enormes capacidades de liderazgo mostradas en el ámbito civil, que luego irían aplicándose a sus funciones dentro de la Compañía. Cuando inauguró sus siete años de generalato, mostró una de las cualidades más precisas en un alto directivo, por raro que pueda sonar en algunos oídos: la humildad. Al concluir la Congregación que le había elegido, solicitó que le tratasen como a un borrico. Detalló: no se le carga con más peso del que puede soportar; si tropieza, le ayudan a alzarse. Concluyó: «soy vuestro jumento; vosotros me pusisteis la carga. Tratadme como a uno de estos». Para manifestar con hechos lo que afirmaba, se dispuso a besar los pies de los asistentes. A partir de ese momento procuró atender al cumplimiento estricto de las Constituciones, y también a otras cuestiones como que ni príncipes ni magnates pudiesen contar de forma estable como confesores o asistentes con padres de la Compañía.
El líder no ve masas, sino individuos. Francisco de Borja lo vivió así. Cuando supo de la compleja situación del padre Juan Bonifacio actuó con agilidad. Se trataba de una persona bien preparada y dispuesta, que transitaba por momentos de desconcierto, y que acababa de ser trasladado al colegio de Ávila. A través del cauce ordinario, el padre Diego Carrillo, provincial de Castilla, se le propuso que si lo deseaba podía concedérsele una excedencia para que se centrase en el estudio de la teología. Se le ofreció también como opción que siguiese impartiendo sus clases de latín como hasta el momento. Optó el padre Bonifacio, tras agradecer la deferencia, por permanecer en su ocupación sin aspirar a otras posiciones sin duda atractivas, pero que él no veía convenientes. Francisco de Borja extrajo conclusiones de aquella información: no todo el mundo pone su foco en los ascensos. Cuando una organización es sana, importa más el sentido último de la organización que el del individuo. En realidad, el triunfo de la organización es el del individuo y viceversa.
La buena voluntad no es suficiente para convertirse en líder. Lo aprenderían con dolor los jesuitas en un enfrentamiento que surgió en Perú en los umbrales del siglo XVII. El provincial, padre Juan Sebastián, era hombre severo y sobrio, pero poco cabal en la toma de decisiones, sobre todo en el modo arisco con el que exigía. Este modo de actuar excitó un movimiento de desintegración.
Al igual que muchos directivos seguros de su valía de manera desproporcionada, al conocer que iba a ser trasladado, reaccionó con acritud y abandonó responsabilidades, como las debidas visitas a las casas. Se trataba de una manifestación del clásico escaqueo del ofendido. La situación degeneró. El visitador, padre Esteban Páez, tendría que empeñar mucho esfuerzo para enderezar de nuevo aquella región, incluyendo expulsiones. En su análisis detalló que una de las causas del desbarajuste había sido no haber contado con gente preparada para la dirección, motivo por el que se habían entregado puestos de preeminencia a personas sin capacitación suficiente. Habían olvidado que ser nombrado superior no implica que por ósmosis se adquiera preparación para desarrollar ese trabajo.
El liderazgo no puede ser mimetizado. Cada uno lo ejerce a su modo. Tanto Ignacio como Acquaviva fueron sumamente laboriosos, primera condición para lograr objetivos. La diferencia consistía en que Ignacio tendía a trazar principios generales. Acquaviva, por el contrario, se detenía en detalles, y como estos evolucionan, sus normas pronto se tornaban obsoletas. Con la ayuda de sus asistentes, Acquaviva trataría de obviar aquella carencia.
Múltiples son los ejemplos de jesuitas que fueron transformándose en líderes. El padre Antonio de Mendoza gobernó la Compañía en México desde 1585 hasta 1591. Sabía sacar lo mejor de las personas y lo lograba con suavidad y educación. Conseguía que todos cumplieran lo debido, sin malos modos, a pesar de ser numéricamente escasos, promoviendo la expansión. Su estupendo trabajo le llevó a ser elegido asistente de España.
El padre Juan de Atienza fue provincial en Perú desde 1585 hasta 1592. Tuvo una capacidad notable de perspectiva. Superó las dificultades más notables de la provincia, incluida la tendencia a la incuria de algunos de los locales. Fundó el colegio de Quito y envió misioneros a Tucumán. Desafortunadamente fallecería sin haber cumplido el medio siglo.
El padre Ángel Ayala, ya en el siglo XX, mucho supo de gobierno. Entre sus consejos, uno que deberían tener grabado a fuego los directivos de cualquier organización: «un buen jefe debe ser muy reposado en sus juicios para actuar como ser humano; y no fijarse, con una lupa, en cosas menudísimas: franco, claro, transparente, perspicaz, ha de unir dulzura con energía [para] exigir el cumplimiento del deber».
Y en otros momentos:
«No hay vidrio tan frágil como el prestigio de esta [la autoridad], ya que exige: sabe oír, pensar, dirigir, alegrar, no sobrecargar. Y para todo esto: hacerse cargo, innovar, hacer hacer, saber negar […]. Gobernar no es solo mandar, aunque se mande bien. Gobernar es, muy principalmente, orientar y dirigir. Y dirigir es ordenar, observar, precaver, vigilar, amar y sufrir, disgustar, tener un plan, aconsejar, rectificar, edu...

Índice

  1. Portada
  2. Contraportada
  3. Dedicatoria
  4. Índice
  5. Prólogo de Manuel Revuelta, S.J.
  6. Presentación de Marco Trombetta
  7. Agradecimientos
  8. Introducción
  9. 1. El líder nace y se hace
  10. 2. El mito
  11. 3. La captación de talento
  12. 4. Descubrir el camino
  13. 5. Aprender a gobernar
  14. 6. Buscar soluciones
  15. 7. La importancia de la formación
  16. 8. Obstáculos
  17. 9. Intraemprendedores
  18. 10. Disidentes
  19. 11. El fuego amigo
  20. 12. La competencia
  21. 13. Compromiso con el proyecto
  22. 14. Humor
  23. 15. Expansión
  24. 16. Normas y riesgo de la rigidez
  25. 17. El cesaropapismo
  26. 18. Luces y sombras
  27. 19. Poderoso caballero…
  28. 20. Pérdida y recuperación del proyecto
  29. Conclusiones
  30. Corolario de José María López Rodríguez
  31. Epílogo de Marcos Urarte
  32. Anexo I. Cronología de San Ignacio de Loyola
  33. Anexo II. Lista de los generales de la Compañía
  34. Anexo III. Carta de la obediencia
  35. Anexo IV. Dominus ac Redemptor, breve de disolución
  36. Anexo V. Sollicitudo omnium ecclesiarum, bula de restauración
  37. Bibliografía básica
  38. Créditos
  39. Javier Fernández Aguado
  40. LID Editorial publishing