«Según la Clínica Mayo, tu jefe directo es más importante para tu salud que tu médico de cabecera».
–BOB CHAPMAN, consejero delegado de Barry-Wehmiller y autor de Everybody Matters [Todo el mundo es importante].
Los titulares están ahí (y los datos). Joseph Thomas, ingeniero de software de Uber, aun cobrando un sueldo de 170 000 dólares anuales, se suicidó en agosto de 2016 pegándose un tiro. Tanto su padre como su mujer lo achacaron al estrés de su trabajo. «Trabajaba demasiadas horas […], estaba sometido a mucha presión y temía perder su puesto […]. Perdió la confianza en sí mismo […], se sentía incapaz de hacer nada bien». El del señor Thomas no es un caso aislado, pues más empleados de Uber relacionan sus «ataques de pánico, dependencia a fármacos, depresión y hospitalizaciones con el estrés que sufren en el trabajo».
El estrés laboral y su impacto en la salud afecta a la población de todo el mundo. Entre enero de 2008 y la primavera de 2010 se suicidaron al menos 46 empleados de France Telecom, siendo la reducción de costes y las reubicaciones la principal causa según los observadores. En tan solo cuatro meses, entre enero y mayo de 2010, se suicidaron nueve empleados de Foxconn, el gran fabricante chino de componentes electrónicos y proveedor de Apple y HP (entre otras). Otros dos de sus empleados también resultaron heridos tras sus intentos fallidos de suicidio. La presunta causa, según los empleados, eran las condiciones laborales de Foxconn.
Moritz Erhardt, becario de veintiún años en la sucursal londinense de Merrill Lynch (del Bank of America), sufrió un colapso y falleció tras haber trabajado durante 72 horas –es decir, tres días– ininterrumpidamente. Según el informe del forense, Erhardt falleció «debido a un ataque epiléptico, posiblemente causado por el estrés y el agotamiento». Watami Food Service, en Japón, fue «acusada de llevar al suicidio a una nueva empleada tan solo dos meses después de que se incorporara a la compañía […]. Hacía más de 140 horas extra al mes». Los graves problemas económicos que surgieron en el sector agrícola en la India provocaron el suicidio de casi 200 000 granjeros entre 2007 y 2009 debido a las «crecientes deudas que dieron lugar a situaciones económicas y existenciales desesperadas».
Las consecuencias del estrés laboral van más allá de fronteras, tipos de trabajo o jerarquías. Un consejero de los trenes de cercanías de Chicago, al que estaban investigando por embolsarse una bonificación no autorizada, se suicidó arrojándose frente a un tren. Un abogado de Maryland que descubrió que estaban a punto de despedirle se pegó un tiro. En 2008, a medida que aumentaba la inseguridad y estrés laborales por culpa de la fuerte recesión, el índice de suicidios relacionados con el trabajo en Estados Unidos ascendió a máximos históricos.
Los bajos salarios, los trabajos por turnos y la falta de autonomía son algunos de los aspectos más estresantes y problemáticos del ámbito laboral. Por ejemplo, los bajos salarios generan estrés al obligar a las personas a sobrevivir con muy pocos ingresos. Y esos pocos ingresos dificultan el acceso a la sanidad. No en vano, numerosos estudios demuestran que los bajos ingresos aumentan las posibilidades de padecer obesidad, ansiedad, depresión, hipertensión o tener neonatos de bajo peso.
Muchos de estos atributos problemáticos del entorno laboral afectan sobre todo a los niveles más bajos de la jerarquía. Pero no por ello son menos vulnerables los profesionales más cualificados o los altos ejecutivos. Las condiciones precarias también tienen consecuencias para su salud y bienestar. «Carsten Schloter, de 49 años, consejero delegado de Swisscom, no llevaba nada bien el tener que estar disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Pierre Wauthier, de 54 años y director financiero de Zurich Insurance Group, atravesaba un terrible conflicto con su consejero delegado». Ambos se suicidaron en 2013.
Algunas personas enferman o mueren si trabajan en malas condiciones. Otras se suicidan si el ambiente laboral es tóxico. Y otras matan a los demás cuando llegan a un nivel de estrés insoportable. En junio de 2017, un antiguo empleado de Fiamma (empresa fabricante de toldos y demás accesorios para vehículos recreativos) al que habían despedido llegó a la empresa y asesinó a cinco personas a quienes había elegido premeditadamente, después se suicidó. Son casos que se dan con demasiada frecuencia. En 1986, un cartero asesinó a catorce compañeros y disparó a otros seis –de ahí la expresión «going postal», que en inglés significa «volverse loco».
En 2013, 397 personas fueron asesinadas en sus puestos de trabajo en Estados Unidos. La supuesta buena noticia es que era una cifra inferior a los 475 homicidios laborales registrados en 2012. Entre 1992 y 2010, las víctimas por homicidios laborales ascendieron a casi catorce mil. El número de muertos en el lugar de trabajo por violencia laboral es «superior al total de fallecidos por incendios y explosiones, accidentes con máquinas y por exposición a sustancias peligrosas». Por supuesto, el asesinato es la peor y más dramática forma de violencia laboral. La Administración de Salud y Seguridad Ocupacional de Estados Unidos (OSHA, por sus siglas en inglés) estima que unos dos millones de empleados son víctimas de la violencia laboral al año, además de los casos de los que no llega a informarse. Claramente, la violencia laboral representa un grave peligro para la salud.
Las personas se sorprenden a sí mismas –sobre todo si están formadas y cualificadas– por sus reacciones ante el estrés laboral. Un autodenominado «banquero convaleciente» de Sudáfrica me escribió contándome su «caída de la “rueda de hámster” corporativa» en picado hacia una fuerte depresión clínica, algo para lo que dos títulos universitarios en empresariales y numerosos cursos de liderazgo no le habían preparado ni por asomo. Aquella experiencia le pilló por sorpresa:
«Ignorante y arrogante de mí, creía que la depresión no afectaba a las personas “de éxito” con buenos trabajos, chalés en las afueras y un coche familiar. Nunca me reincorporé tras mi crisis, sino que me apunté a un máster de Psicología Aplicada. Realicé un estudio sobre los síntomas del estrés y escribí un libro sobre mi experiencia. Los datos recabados de 2500 trabajadores de oficina revelaron que en todas las organizaciones que participaron en el estudio se daban estos síntomas a niveles preocupantes, los cuales estaban repercutiendo en todas las áreas clave del negocio».
Asimismo, una empleada de Salesforce.com de San Francisco, titulada en empresariales por una prestigiosa universidad, me contó que cuando se incorporó a la empresa en un puesto de gerente, casi de inmediato se vio en la necesidad de tomar antidepresivos para poder lidiar con aquel entorno laboral. Con los años, fue recurriendo a la psicoterapia, un coach profesional, escapadas de fin de semana, el apoyo y los mensajes de su marido, entre otras cosas, para soportar la presión a la que le sometían sus diversos jefes, las largas jornadas laborales y la amenaza constante de perder el trabajo en cualquier momento por cualquier desliz en su desempeño o por cualquier cuestión política.
Como la mayoría de trabajadores «de éxito» del sector de la tecnología punta, no tenía apenas control sobre su trabajo ni sobre su vida personal. Estando embarazada de su primer hijo, en las últimas semanas de gestación, le avisaron un jueves de que tenía que coger un vuelo para llegar a París el domingo y así poder asistir a una reunión el lunes, lo que le suponía perderse un compromiso social que tenía previsto aquel sábado. Esto no es más que un ejemplo de cómo su cambiante horario y el nivel de exigencia al que está sometida le dan la sensación de no poder controlar su entorno. Sus estrategias para hacer frente a tal situación, todas ellas muy costosas (pues, en total, la terapia, el entrenador personal y demás recursos superan los 2000 dólares al mes), solo se las puede permitir porque tanto ella como su marido tienen un nivel educativo excelente y buenos trabajos. ¿Cómo hará, entonces, la gente con salarios más bajos para combatir el estrés en sus respectivos trabajos?
Su caso no es ni mucho menos el único, ni siquiera dentro de la propia Salesforce, la cual figura en la lista de las mejores empresas en las que trabajar de la revista Fortune. A una amiga suya que acababa de dar a luz, y que supuestamente estaba de baja por maternidad, la presionaron para que volviera al trabajo dos semanas después del parto para que pudiera dar el discurso inaugural de un importante evento de Salesforce. Naturalmente, esta petición de reincorporación anticipada venía disfrazada de elogios cual caramelo envenenado: «Te han asignado un gran papel en este evento tan importante y de gran visibilidad. Deberías estar orgullosa de que te lo hayan propuesto y no dejar pasar la oportunidad de lucirte ante toda la empresa y demás asistentes». El mensaje no tan implícito era: «¿Qué pasa contigo, que no antepones tu trabajo a tu hijo recién nacido?».
Ambas se han planteado dejar sus trabajos, lo cual demuestra que los entornos laborales estresantes y con jefes difíciles no solo afectan a la salud de las personas, sino que también llevan a situaciones de rotación de personal, insatisfacción laboral y demás causas que minan la productividad de las organizaciones.
Los datos sistemáticos respaldan los ejemplos de casos que he ido descubriendo durante mi investigación. Como el denominado «síndrome del lunes negro» (Black Monday Syndrome, en inglés), es decir, que se producen más infartos los lunes por la mañana que en cualquier otro día de la semana, seguramente ante la perspectiva de tener que volver al trabajo después del fin de semana. La prevalencia de infartos los lunes por la mañana ha llevado a los hospitales a habilitar salas de emergencia específicas para estos casos, cada vez más frecuentes.
El oportunamente denominado Instituto Americano de Estrés (American Institute of Stress) ha recabado numerosos estudios sobre esta enfermedad. Algunos de los datos más destacados son:
- «El estrés laboral es, de lejos, el principal tipo de estrés entre los adultos estadounidenses y […] ha ido aumentando progresivamente durante las últimas décadas».
- El 80 % de los trabajadores que participaron en la encuesta «Attitudes in the American Workplace», afirmaron sentir estrés en el trabajo.
- Dos estudios diferentes revelaron que en torno a un 10 % de los empleados afirmaron que en su lugar de trabajo hubo violencia o agresiones físicas derivados del estrés.
Un informe del Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional (NIOSH, por sus siglas en inglés) «presentaba datos que demostraban que una cuarta parte de los empleados consideraba su trabajo como la principal fuente de estrés en sus vidas y que los problemas de salud se vinculaban más al estrés laboral que a cualquier otro tipo de estrés, incluido el derivado de los problemas económicos o familiares».
Por lo general, el entorno laboral no es muy diferente en otros países: también estresa. Una encuesta que se realiza anualmente en Australia a nivel nacional para medir el estrés mostró que en 2014 el 45 % de los australianos «afirmaron que su trabajo les estresa», que en 2013 el estrés repercutía en cierto modo en la salud física de unas tres cuartas partes de la población nacional y que el estrés laboral llevaba dos años en valores máximos. Un estudio realizado en 2012 por la agencia de estadística del Gobierno de Canadá (Statistics Canada) demostró que el 28.4 % de los canadienses calificaban la mayoría de sus jornadas laborales entre un poco y extremadamente estresantes. Y un informe de Reino Unido concluyó que: «Tenemos pruebas contundentes de que las enfermedades mentales relacionadas con el trabajo son un grave problema de nuestra sociedad y suponen costes económicos, comerciales y humanos considerables».
La gig economy y el estrés laboral
Todo apunta a que los efectos nocivos que el entorno laboral provoca en la salud de los trabajadores podrían empeorar. La...