La reinvención de Obama
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La reinvención de Obama

Descripción del libro

Los dos primeros años de la presidencia de Obama fueron un paseo triunfal, en los que gozó de una popularidad excepcional y sacó adelante reformas revolucionarias, como la sanitaria y la financiera. Pero todo cambió tras las elecciones legislativas de noviembre de 2010 que ganaron los republicanos. Estados Unidos es hoy un país más conservador que nunca y Obama ha tenido adaptarse: ha dado un giro hacia el centro y se ha reinventado a sí mismo. El mayor conservadurismo de la sociedad americana, la debilidad de la economía y la pérdida de la primacía de Estados Unidos como única superpotencia mundial, se convierten en una bomba de relojería que pone en peligro la posible reelección de Obama para un segundo mandato presidencial en 2012, a pesar su reinvención política y personal.

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Información

Editorial
LID Editorial
Año
2011
ISBN de la versión impresa
9788483566046
ISBN del libro electrónico
9788483566053
Categoría
Liderazgo
Primera parte
De la reforma sanitaria a las elecciones legislativas de noviembre de 2010: América se hace aún más conservadora
Introducción.
La población, decepcionada con los políticos
Cuando me dispongo a ir a un mitin político de Obama, ya en campaña electoral presidencial, en Miami, varias cosas pasan en América:
Un nuevo Obama que busca compromisos con la oposición está en campaña electoral. La oposición le define como Campaigner in Chief (el campañeador electoral en jefe haciendo un juego de palabras con lo que realmente, según la Constitución, es el presidente: Commander in Chief o comandante en jefe). Obama quiere negociar con los republicanos el presupuesto para 2012, evitar un posible cierre del Gobierno en 2011 en el caso de que no pueda hacer frente a sus pagos y garantizar el lanzamiento de sus nuevas iniciativas.
Obama viene a Florida, concretamente a Miami, donde hay profusa población latina: según el censo de 2010, los hispanos suponen ya un 16% de la población de Estados Unidos, y sigue creciendo. Son gente trabajadora y emprendedora que se hace un sitio en la sociedad americana.
La oposición tiene un gran problema en América y no es precisamente Obama, sino ellos mismos, que están profundamente divididos entre el establishment tradicional, los advenedizos extremistas del Tea Party y la repentina aparición de Donald Trump, quien, contra todo pronóstico, dedica un equipo de investigadores privados a trabajar durante cinco semanas para averiguar si de verdad Obama es americano o si, por el contrario, nació… ¡Dios sabe dónde! (pero, según su teoría de la conspiración, no en América).
Las encuestas, multitud de ellas (Associated Press/Ipsos Public Affairs, CNN, ABC/Washington Post, WSJ, etc.) dicen que una gran mayoría de americanos no está de acuerdo con el rumbo que toma el país ni con la forma en que Obama maneja la economía.
Sin embargo, cuando esas mismas encuestas enfrentan a Obama con posibles candidatos republicanos, Obama los bate y gana a todos, por mucho que hayan publicado libros contra él o tengan los altavoces de la cadena Fox a su favor: Obama gana en las encuestas sobre las elecciones presidenciales de 2012 a todos sus posibles oponentes: Mitt Romney, Micke Huckebee, Donald Trump, Sarah Palin, etc.
No hay librería en Estados Unidos en que uno no encuentre docenas de libros críticos, algunos de naturaleza insultante, hacia el presidente. Parece que, tras dos años al frente del Gobierno, periodistas, políticos y expertos han convertido su animadversión en odio profundo hacia Obama. Algo parecido a lo que le sucedió a Bill Clinton, quien, cuando se dio cuenta de lo mucho que le odiaban desde la derecha política, le dijo a su mujer: «ellos creen que no tenemos derecho a estar aquí, en la Casa Blanca, en primer lugar».
Es como si la América profunda y unilateral en sus juicios, la que niega la existencia de 47 millones de hispanos legales y otros 11 millones ilegales, se opusiera a la posibilidad de que gobiernos de centro asuman el poder en Estados Unidos. Obama, en su peor momento político, se lanza entonces, con calculada intención, a sacar adelante la reforma de la inmigración, que le dará enormes quebraderos de cabeza, pero atraerá el voto hispano, que al igual que el afroamericano sigue viendo en Obama a su principal aliado.
Según una encuesta de The New York Times/CBSNews, del 21 de abril de 2011, hay pocos candidatos republicanos con capacidad de batir a Obama en las presidenciales de 2012. Con poco menos de un año por delante hasta que se celebren los caucuses en Iowa, los votantes republicanos todavía tienen que formarse fuertes opiniones acerca de la mayoría de los candidatos potenciales para 2012. Solamente aquellos posibles candidatos que aparecen regularmente en televisión –o se han presentado como candidatos en ocasiones anteriores, sean Sarah Palin y Donald Trump en el primer caso, o Mike Huckabee y Mitt Romney en el segundo, aunque todos tienen programas propios en televisión (en la cadena Fox la mayor parte de ellos)– son lo suficientemente conocidos como para generar opiniones sobre ellos entre los potenciales votantes dentro del campo republicano. La encuesta refleja el intento de los candidatos republicanos por darse a conocer a la población general todavía desde la moderación. Con la excepción de Donald Trump, quien no tiene pelos en la lengua. Trump, junto con el Tea Party, tendría la capacidad y los recursos necesarios para romper por la mitad el campo republicano, alienando a los votantes independientes y a toda la base demócrata conservadora, que no se ve reflejada en un arrogante multimillonario que inicia su campaña electoral insultando al presidente Obama y se dedica a hurgar, de manera indecente, en su pasado.
Candidatos como Newt Gingrich (el neocon artífice de la victoria electoral republicana en las midterms elections de 1994 con su Contrato con América y su repudio a la reforma sanitaria de los Clinton) publicó el libro en To save America para expresar sus ideas políticas, al igual que Mitt Romney (exgobernador de Massachusetts y excandidato presidencial en 2008) en su obra No apology expone su programa electoral, y Sarah Palin hace lo propio en America by heart, reflections on Family, Faith and Flag), aunque ella ya haya anunciado que no será candidata electoral en 2012. El resto de los potenciales candidatos republicanos también están impulsando su notoriedad: aparecen en televisión, levantan fondos para la campaña y publican libros, ayudados por periodistas afines en ideología, como Paul O’Reilly, Glenn Beck y tantos otros, cuyos libros en contra de Obama llenan las librerías y alcanzan ventas millonarias. En cambio, encontrar libros favorables al presidente, como The Promise: President Obama, Year One, de Jonathan Alter, The Bridge, de David Remnick, o Kabuki Democracy: The System vs. Barack Obama, de Eric Alterman, se ha convertido en poco menos que misión imposible. La llamada opinión publicada no está a favor de Obama.
Parece, según la opinión pública manifestada en docenas de encuestas, que si Obama gana de nuevo las elecciones en 2012, se deberá más a que los republicanos las pierden y no tanto porque él las gane: no hay que olvidar las impresionantes y desorbitantes expectativas que Obama despertó en 2007 y 2008. Pero la herencia que le dejó George Bush, con dos guerras abiertas, el déficit público disparado y la peor recesión desde 1929 han gripado el proyecto Obama, justo cuando la gente esperaba que él arreglara todo rápidamente, especialmente la economía. De ahí que Obama, además de por convicciones también por puro realismo, haya decidido poner fin a las operaciones militares en Iraq y en Afganistán, buscar la colaboración de aliados como Pakistán y centrarse en reducir el déficit público, la deuda y el gasto público. La mayor reducción del gasto la ha hecho en defensa, y no tanto en lo que puede ayudar a que la economía se recupere o en lo que es fundamental para tantos millones de americanos que dependen de programas sociales, como Medicaid –el programa de beneficencia pública–, Medicare –el sistema de protección de los ancianos sin recursos– y la Seguridad Social.
Mientras Obama es objeto de las críticas de la extrema derecha y del silencio de su electorado, la encuesta de The New York Times/CBS News muestra un gran pesimismo de la población sobre la situación económica del país. Los americanos son ahora más pesimistas sobre la evolución económica de América, más incluso de lo que estaban cuando Obama tomó posesión del cargo en enero de 2009. En esa fecha América estaba oficialmente en recesión, algo que dejó de suceder –al menos en el mundo de las estadísticas– en junio de ese mismo año gracias al programa de estímulo de 787.000 millones de dólares que Obama puso encima de la mesa para evitar el desastre, rescatar bancos, empresas aseguradoras y compañías automovilísticas que emplean a millones de americanos. Ahora, cuando los precios de la gasolina se están disparando, el desempleo apenas se reduce (seguía en un 9,1%, en abril de 2011, lo cual supone más de 15 millones de desempleados, cifra récord en Estados Unidos desde la Gran Depresión).
En Washington, los políticos siguen discutiendo sobre si el Gobierno federal será capaz de asumir sus futuras obligaciones financieras (la sombra de las agencias de calificación o de rating es muy alargada y Standard & Poor’s ya ha lanzado el primer aviso: podría revisar a la baja la calificación crediticia americana). La encuesta también refleja que, a pesar de los leves repuntes en la confianza del consumidor que aparecieron a primeros de 2011, en Semana Santa de 2011, tras unas elecciones al Congreso y al Senado ya celebradas en noviembre de 2010, y con las presidenciales a la vuelta de la esquina, los americanos manifestaban su ansiedad por la economía del país, el desempleo y su situación económica personal.
Es interesante –y muy triste– saber que uno de cada seis ejecutivos en Estados Unidos fallece hoy por problemas causados por la angustia y la ansiedad profesionales, que degenera en somatización física y psicológica, y la aparición de serios problemas de corazón y/o de estómago. Es sintomático que el 50% de los anuncios que pueden verse en cualquier canal de televisión norteamericano estén dedicados a medicamentos que tratan la depresión, que se está convirtiendo en el compañero habitual de una sociedad en constante presión por conseguir el sueño americano, pero sin la red social que solían tener los países de la Unión Europea.
El mundo está cambiando y los equilibrios de poder también. Los americanos temen el ascenso de los países emergentes al tiempo que ven a su país en franca retirada, como si ya no fuera la gran superpotencia de la época de la Guerra Fría, cuando Reagan hizo saltar en pedazos el Telón de Acero. Esto es lo que da alas a halcones como Donald Trump, quien, habituado al mundo de los duros negocios, es partidario de dejar de ser el hazmerreír del mundo y adoptar una postura firme y dura con China (y el valor de su moneda), así como hacer pagar a Japón y a Corea del Sur por la protección militar que tienen/disfrutan de Estados Unidos frente a Corea del Norte.
El país está ya (abril de 2011) en precampaña electoral, y las encuestas preelectorales están al orden del día:
• Según WSJ/NBC News, Mitt Romney ganaría hoy las primarias republicanas con un 21% de los votos, mientras que Donald Trump y Mike Huckabee quedarían empatados con un 17%, seguidos por un hombre de otro tiempo, otra era y otra época: Newt Gingrich, con el 11%.
• Fox News da incluso menores calificaciones a todos los republicanos: Mike Huckabee encabeza la calificación republicana con un 15%, seguido por Mitt Romney (14%), Donald Trump (11%) y Newt Gingrich (7%).
• La encuesta de la CNN coloca en primer lugar, empatados, a Donald Trump y a Mike Huckabee, con un 19%, seguidos por Mitt Romney y Newt Gingrich, también igualados con un 11%.
Mientras tanto, ¿de qué situación parte Obama y qué está haciendo en estos momentos? En primer lugar, y lo más importante, es que Obama anunció su campaña de reelección en abril de 2011, casi seis meses después de la debacle electoral de las midterms, medio año en que Obama ha luchado con denuedo para alcanzar acuerdos con los republicanos tanto en política interior como exterior: la amenaza de Corea del Norte, su viaje económico a Asia, los cambios radicales en el mundo musulmán, los acuerdos de desarme nuclear con Rusia, las rebajas de impuestos, la reducción del déficit, la necesidad de tener un nuevo presupuesto de aquí a que acabe su mandato, etc.
Ciertamente, el pesimismo de los americanos acerca de la economía y la dirección en que camina el país está machacando los índices de aprobación tanto de Obama como del Congreso, tal y como reflejan las últimas encuestas de The New York Times/CBS. Según estas encuestas de finales de abril de 2011, cuando ya empieza la carrera electoral por la presidencia en 2011 –Obama lucha por su reelección y, cual político pragmático que es, sabe que tiene que reinventarse ante la nación americana para volver a ganar–, el estado de ánimo de los americanos alcanza su punto más bajo en dos años. Los americanos son más pesimistas acerca del panorama económico de la nación y de la dirección general en que se orienta el país de lo que lo estaban en los dos primeros meses del mandato de Obama, cuando el presidente heredó de la anterior administración la peor recesión económica desde la Gran Depresión de 1929. Entre la subida de los precios de la gasolina, el desempleo rampante que se niega a bajar del entorno del 8,8% y el continuo enfrentamiento en Washington por el nuevo presupuesto, la reducción del déficit y la deuda pública, una nube negra se cierne sobre el Gobierno y su capacidad de enfrentarse a futuras obligaciones. La encuesta presenta evidencias de que las pequeñas ganancias en confianza del público americano, manifestadas a principios de 2011, y la esperanza de que la recuperación económica estuviera en camino este año parecen desvanecerse. La encuesta muestra que el número de americanos que piensa que la economía va a empeorar ha aumentado 13 puntos en tan solo un mes.
Aunque ha habido signos de una levísima recuperación económica y un crecimiento económico del PIB en consecutivos trimestres, muchos economistas están advirtiendo de que el ritmo de crecimiento económico podría no ser suficiente para crear nuevos empleos con rapidez. En ese caso las esperanzas de Obama de acceder a un segundo mandato en 2012 podrían desvanecerse entre el pesimismo y la decepción de sus potenciales votantes. Hay que recordar que ocho millones de votos separaron a Obama de John McCain en 2008 gracias a una gran y heterogénea coalición de votantes que optó por el mensaje de cambio y esperanza que representaba Obama.
La actual situación no ayuda a nadie sujeto al escrutinio público, porque tanto los índices de aprobación del presidente y los de la Cámara de Representantes y el Senado están en mínimos históricos: 100 días después de la victoria republicana en el Congreso en noviembre de 2010, cuando un nuevo liderazgo republicano encabezado por John Boehner se imponía en el Congreso con nuevas propuestas opuestas a las de Obama, un 75% de norteamericanos no estaba de acuerdo con la forma en que el Congreso (concretamente la Cámara de Representantes, mayoritariamente conservadora) hacía su trabajo.
El índice de desaprobación de la manera de dirigir la economía que tiene Obama nunca había sido tan alto como ahora, con un 57% de norteamericanos en desacuerdo: un signo elocuente para el presidente, justo cuando se lanza a la campaña electoral adelantándose a sus oponentes republicanos. Un porcentaje similar desaprueba la forma en que Obama maneja el déficit público, aunque un porcentaje todavía mayor desaprueba el papel que desempeñan los republicanos en el Congreso en este punto crítico para la evolución de la economía. A pesar de todo lo que se comenta en los medios de comunicación y el enfrentamiento político en Washington acerca de quién (el presidente o el Congreso) va a recortar más el déficit como fórmula mágica para mejorar la economía, solo un 29% de americanos cree que la reducción del déficit público serviría para crear más empleos. Para un 27%, las políticas restrictivas no tendrían efecto positivo en el panorama del desempleo e, incluso, un 29% opina que la reducción del gasto público costaría puestos de trabajo.
Obama tiene un apoyo considerable a su propuesta de acabar con los recortes de impuestos para los hogares que ganan más de 250.000 dólares al año: un 72% aprueba esta medida como fórmula para reducir el déficit. En lo que Obama podría interpretar como un signo positivo hacia su argumento de que la nación tiene una obligación de proteger a sus ciudadanos más vulnerables, en torno a un 75% de americanos cree que el Gobierno federal tiene la responsabilidad de proveer servicios sanitarios para los mayores, y un 56% cree que el Gobierno tiene el mismo deber de proteger y ayudar a los pobres.
Ahora bien, los republicanos podrían interpretar como una aprobación de sus propuestas de reducir el papel del Estado en América el hecho de que un 55% de americanos preferiría recibir menos servicios de un Estado más pequeño, frente al 33% que aprueba la expansión del Estado y del Gobierno, algo que ha sido una constante no solo en las encuestas, sino en el estado de ánimo de los americanos en más de un cuarto de siglo. Así lo apreció Bill Clinton tras la debacle electoral de 1994, cuando dijo que «es el tiempo de un Estado más pequeño» y «los tiempos de un gran Estado se han acabado».
Con un índice de aprobación del 46%, frente al 45% que desaprueba su gestión como presidente y con un Congreso republicano al cual los ciudadanos también reprueban (un 57% no está de acuerdo con su gestión), el presidente Obama se lanza a la campaña electoral sin un contrincante claro al que enfrentarse y con la ciudadanía enfadada con él porque la crisis económica continúa, frente a las promesas que Obama hizo en la campaña electoral de 2007 y 2008.
Es hora de que el presidente se enfrente a su peor enemigo, que es él mismo, y se reinvente en los menos de dos años que quedan hasta su potencial reelección. ¿Se volverá Obama hacia el centro político, como sugiere Tony Blair en sus memorias o como hizo Bill Clinton en 1996 para conseguir su reelección? Un nuevo Obama aparece en el horizonte, más presidencial y menos candidato, más realista que nunca y con ganas de lanzarse a la pelea.
Es la reinvención de Obama camino de la reelección electoral presidencial. Un camino que inició en agosto de 2010, como veremos a continuación, se acentuó con la pérdida electoral de noviembre del mismo año con las midterm elections y en abril de 2011 prosiguió con decisión para ser un candidato en la carretera, el primero en el camino a la Casa Blanca.
Los asesores de Obama (David Axelrod, Jim Messina, David Plouffe) quieren establecer ya oficinas locales en Iowa, New Hampshire, Carolina del Sur y Nevada para contactar con potenciales votantes que puedan cambiar la orientación de su voto a favor de Obama (llamados swing voters) y adelantarse a los republicanos. Teniendo en cuenta que la forma en que Obama consiguió fondos para su elección en 2008 fue a través de Internet (casi 800 millones de dólares), este año –2011– y el que viene –2012– será más lenta (sus políticas, y las realidades del gobierno en la Casa Blanca, a la que llegó como un outsider, pero donde ha gobernado como un insider, le han apartado de un cierto porcentaje de votantes liberales y de centro), Obama necesita empezar a hacer caja cuanto antes. Por eso lanza su candidatura electoral adelantándose a sus potenciales rivales republicanos: para conseguir la cifra mágica de recaudar 1.000 millones de dólares para la campaña de 2012, en palabras de su nuevo director de campaña, Jim Messina, y del anterior, David Plouffe.
Mientras tanto, Obama tiene que atender a los nuevos retos que le han aparecido tras las elecciones legislativas de noviembre de 2010. Por un lado, tanto él como su secretario del Tesoro se muestran optimistas sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo económico con la oposición, aunque tal optimismo sea antropológico y alejado de la realidad. Obama no quiere recortes sociales ni en Medicare ni en Medicaid ni en la Seguridad Social. Tampoco cree que sea una buena idea reducir los impuestos a ese 2% de contribuyentes ricos a costa del 98% de los americanos que paga impuestos para reducir el déficit público, que es un problema real y objetivo: a mediados de abril de 2011, Standard & Poor’s amenazaba con rebajar la capacidad de Estados Unidos de asumir sus deudas, haciéndole perder su idolatrada triple A).
Al mismo tiempo, el secretario del Tesoro pide a gritos que le permitan incrementar el techo de gasto federal en un momento en que el Gobierno Obama quiere reducir el gasto en Defensa, y el americ...

Índice

  1. Cover
  2. Título
  3. Derechos de autor
  4. Índice
  5. Prefacio
  6. Introducción. La reinvención de Obama: el presidente da un giro hacia el centro político
  7. Primera Parte. De la reforma sanitaria a las elecciones legislativas de noviembre de 2010: América se hace aún más conservadora
  8. Segunda Parte. De la derrota en las elecciones legislativas al acuerdo sobre el techo de gasto. Nace el nuevo Obama
  9. Tercera Parte. Estados Unidos de costa a costa. El nuevo Obama, un político de centro capaz de generar de nuevo esperanza
  10. Epílogo. De la república al imperio. Del orden unipolar al mundo multipolar. El mandato y el legado de Obama
  11. Bibliografía