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eBook - ePub
Descripción del libro
Durante nuestra vida todos tenemos que enfrentarnos a numerosas crisis (económicas, de pareja, laborales, familiares, etc) y no contamos con los recursos necesarios para poder superarlas con éxito. A lo largo de la obra, Leila Navarro ofrece numerosas claves para desarrollar las habilidades imprescindibles para convertir las crisis en oportunidades de crecimiento y de verdadero desarrollo personal. Valiéndose de numerosos ejemplos, historias y experiencias de todo tipo (también muchas en primera persona), el lector comprenderá la importancia del autoconocimiento para explotar su propio talento.
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Información
ISBN del libro electrónico
9788483566374Categoría
Desarrollo personalCategoría
Salud mental y bienestar| El microcosmos en un plato de la balanza | 01 |
«No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí
todos los sueños del mundo».
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí
todos los sueños del mundo».
Fernando Pessoa
1. La importancia del autoconocimiento
El autoconocimiento es de una importancia tremenda. A través de él nos llegarán la autoconfianza, la autoestima, la automotivación, la autorregulación, la autoconciencia. El autoconocimiento te hará ser cómplice de ti mismo, que te comprometas contigo mismo, que crees tu propia realidad. Pero sólo con un alto nivel de conciencia podemos entrar en contacto con nuestro verdadero sentido de vida y pasar a ser personas comprometidas de hecho con nosotros y con los que nos rodean. Sabiendo quién soy, conociendo mis límites, puedo motivarme para superarlos, respetándome a mí y al otro.
Aun así, no basta con descubrir aquello que te molesta o lo que más relevancia tiene en tu interior —aunque ése sea un buen principio de autoconocimiento— para afirmar que te conoces suficientemente. El autoconocimiento es un proceso que debe empezar necesariamente con el reconocimiento de quiénes somos, del poder interior que tenemos y del mundo en el que vivimos. En este proceso es fundamental una gran duda: ¿quiénes somos a fin de cuentas? Esta pregunta nos conducirá, a través de nosotros mismos, a nuestra esencia, donde residen la fuerza y el talento de que gozamos, nuestra misión y nuestra meta, nuestro sentido de la vida, el gran poder interior. Todos estos elementos cooperarán para que podamos hacer frente a sentimientos destructivos como la envidia, el miedo al ridículo y la desconfianza. Cooperarán también para liberarnos, porque si sabemos quiénes somos y qué queremos, nos mantendremos fieles a nuestra misión, no temeremos la envidia ni la competencia, ganaremos cada vez más confianza en nosotros y, finalmente, nos convertiremos en personas poderosas y libres. De esta forma, con la etapa final del proceso de autoconocimiento llegará la fortaleza interior y el nacimiento de una nueva persona, más sabia, más consciente de sí misma, más confiada, más motivada y con mayor autoestima. Es decir, más poderosa porque asume el poder de sus elecciones y, por lo tanto, más libre.
Debemos ser conscientes, con todo, de que el hecho de que asumamos nuestro poder y conquistemos libertad de acción supone una gran responsabilidad que, por lo general, viene acompañada de cambios que en ocasiones llegan a ser drásticos, aunque siempre son positivos.
En mis conferencias suelo ilustrar este proceso al principio. Subo al estrado intentando llamar bastante la atención, para ello me sirvo de plumas y prendas brillantes y monto un poco de espectáculo; lo hago a propósito, porque quiero atraer la atención de todos. Una vez conseguido, empiezo a despojarme de mis adornos, con lo cual causo verdadera inquietud entre los asistentes, que se fijan en mí para ver cuál será mi siguiente paso. Me quito las plumas, me deshago de las prendas brillantes, me quito los zapatos, es decir me voy librando de todo aquello que llama mucho la atención pero que no forma parte de mí, y me sitúo ante el público vestida sólo con ropa normal, discreta, por lo general oscura, sin adornos y descalza. Así me siento cómoda, absolutamente equilibrada, en armonía conmigo misma, conectada y en sintonía con el universo. Paso a ser yo misma realizando mi misión, sin miedo a ser o a parecer ridícula. Y cuando alejo el miedo, adquiero libertad de acción. El autoconocimiento facilita esta libertad.
Querido lector, ya me he referido en tres ocasiones a la palabra misión pero aún no me he explicado. A semejanza de aquella serie de televisión ambientada en una nave espacial, pienso que también nosotros somos tripulantes de otra nave llamada Tierra, y que en ella no hay lugar para pasajeros, sino sólo para tripulantes, es decir que todos los que estamos embarcados en ella somos responsables de alguna tarea puesto que la nave tiene una misión. Lo cual equivale a decir que cada uno de nosotros tiene también una misión, un papel que cumplir, que desempeñar. No estamos aquí por casualidad. Formamos parte de un sistema, de un organismo vivo, y el hecho de estar vivos implica un movimiento constante, como los sistemas del cuerpo humano. Que tú no cumplas tu misión sería como si tu estómago dijera: «hoy he decidido que no quiero seguir formando parte del proceso de digestión, que me quiero liberar; he nacido para ser pasajero y me quiero limitar a ser un pasajero y asistir a lo que ocurre por aquí». Si la Tierra fuera entonces como el cuerpo humano, podríamos compararnos con las células, que son específicas, individuales y autónomas, pero interdependientes. Y ésta es la magia del vivir: ser tú mismo, único y especial, pero no eres el único, y dependes además de otros únicos; tener la valentía de ser tú mismo para aprender que sólo la independencia y la autonomía nos conducen a la interdependencia.
El sentido de la vida no cambia porque es más general, pero la misión sí lo hace según la madurez, el desarrollo y la experiencia de cada persona. La misión de las empresas también cambia porque todo lo hace, pero los valores no cambian pues son como el sentido de la vida. Estoy en mi cuarta carrera profesional, antes de ser conferenciante fui fisioterapeuta, empresaria y practicante del método Rolf. Mi misión cambió, pero mi sentido de vida aún es el mismo, ya que mi sentido de vida es servir, poner mis talentos y mis habilidades al servicio de quienes los necesitan. Y entiendo que ese servir tiene que ver con erradicar el dolor de las personas a través de la educación, de mostrar cómo podemos ser felices y crear un entorno feliz. A esto lo llamo prosperidad e inclusión, como veremos más adelante.
Me he dado cuenta de que mi misión hoy es proporcionar poder a las personas, crear un espacio en el que puedan percibir que son poderosas, apreciar su propia grandeza de ser, simplemente de ser, esa magia que es ser y estar presente. A partir de ahora me referiré a ti como poderoso lector.
Hay otras dos cosas que son fundamentales en el proceso de autoconocimiento, mi poderoso lector: la reflexión y la reevaluación. Sabemos que somos el resultado de nuestras experiencias del pasado y, partiendo de este principio, la reflexión sobre los hechos y las acciones del pasados nos ayuda a evolucionar, a reevaluarnos, porque en base a este análisis descubriremos lo que nos molesta, por un lado, y lo que nos motiva, por otro. Podemos incluso percibir que vemos de distinta manera algunas cosas que nos molestaban años atrás, podemos descubrir que lo que antes constituía un problema hoy parece algo muy sencillo, porque hemos evolucionado durante el proceso.
¿Es fácil pensar en un mundo tan acelerado como el nuestro? ¿Quién tiene tiempo para hacerlo? Con tanta información, con tanto estímulo visual y mediático quedamos a disposición sólo de las decisiones que deben ser tomadas. Nos dejamos envolver con las cosas que deben ser dichas o hechas, sin tiempo para reflexionar. Además, la reflexión no está de moda y no interesa al mundo del marketing, ¿no es así? ¿O crees que las campañas de promoción que se hacen en televisión, por ejemplo, se hacen para quien piensa? ¿Es publicidad inteligente? Si la analizas críticamente pronto te darás cuenta de que en ella hay muchos efectos especiales, mucha gente guapa y encantadora, mucho consumismo, pero nada que te haga pensar.
Sin embargo la introspección todavía tiene una gran importancia para el ser humano que pretende dar lo mejor de sí siempre, para quien quiere marcar la diferencia en el mundo. Así que, aunque no sea fácil, te recomiendo que te tomes tu tiempo para estar contigo mismo y con tu conciencia, reflexionando y reevaluándote, digiriendo lo que ves, cómo percibes las cosas que te suceden, lo que sientes, cómo reaccionas ante lo que no te gusta, pensando sobre lo que debes conservar y lo que debes cambiar.
La reflexión es un ejercicio continuo que te llevará a pensar de forma consistente, para llegar a una conclusión, decidir y realizar.
Volvamos a hablar de cambios ahora. A la gente le da miedo cambiar, porque no es consciente de que cambiamos para seguir siendo los mismos. ¿Cómo es posible? Es una buena pregunta. Imagina que nos comportáramos como un ordenador. Está claro que queremos tener siempre a mano un equipo de última generación, que sea rápido, eficiente, que esté a nuestra disposición y que no nos dé problemas. Cuando tu ordenador empieza a fallar y ya no es tan rápido como antes, ¿qué haces? Lo llevas a un servicio técnico para que cambie el procesador, añada placas de memoria e instale los programas más modernos. Es decir, lo cambias todo para seguir teniendo un equipo puntero, ¿no es cierto? Es lo que hacemos nosotros cuando reflexionamos y nos reevaluamos constantemente, porque queremos seguir siendo lo mejor que podemos ser. Cuando digo que cambiamos para seguir siendo nosotros me refiero a esto: cambiar para mantener el equilibrio conmigo y con el mundo.
A veces el mejor camino es el cambio radical, pues a fin de cuentas es preciso que muera lo viejo para que nazca lo nuevo. Puede que ya hayas hecho todo lo posible para mejorar el rendimiento de tu ordenador, y con eso no ha bastado. Así que llegas a la conclusión de que lo mejor es cambiar el equipo. Hace algunos años conocí a una empresaria del sector gráfico que me dijo que había hecho tres actualizaciones en su equipo en menos de dos años y que al final optó por comprar uno nuevo, porque necesitaba lo mejor para trabajar bien. Claro que sí. Pero lo que no explicó, porque todavía no lo había descubierto, es que quien necesitaba un cambio radical era ella porque, en sus propias palabras, no conseguía tantos contratos como antes. Sabía valorar su equipo, pero no era capaz de hacer lo mismo con ella misma; seguía desempeñando su tarea de la misma manera que hacía diez años, alegando que confiaba en su habilidad, esta mujer manejaba su vida como si el mercado, las personas y ella misma fueran inmutables.
No se trata de una actitud aislada. Conozco a mucha gente que invierte en equipamientos pero evita reflexionar sobre sus habilidades y actitudes. El problema es que la mayoría de las personas tiene dificultades para evaluarse y determinar lo que está bien y lo que debe ser erradicado en su forma de actuar, tanto en la vida personal como en la profesional. Y temen tanto la crítica —la propia y la de los demás— y los cambios que se revelan como imprescindibles cuando algo no va bien que creen mejor confiar eternamente en sus habilidades, como si nunca envejecieran, quedaran obsoletas o dejaran de funcionar.
Cuando te involucras en un proceso continuo de autoconocimiento, y reflexionas y te evalúas, te será más fácil descubrir tu talento, tu propósito y tu misión. Y resulta de mucha ayuda escuchar lo que los demás tengan que decir de ti. Siempre que te sea posible, pregunta a otras personas —jefe, compañeros, clientes, amigos o familiares— cómo te ven. Pero es importante que sepas escuchar. Y sólo escucha, no intentes defenderte ni justificarte. Te parecerá difícil al principio, pero vale la pena superar los miedos y descubrir cómo se valoran tu rendimiento y tus actitudes. En base a esa información podrás trazar las estrategias de cambio.
Recuerda que todo madura a su debido tiempo. Por mucho que la medicina evolucione, los bebés aún necesitan nueve meses para nacer. Eso también es de aplicación a los cambios necesarios. No basta con identificar lo que debes modificar para que el cambio se lleve a cabo. No. Pero habrás recorrido la mitad del camino.
Muchas veces las personas nos volvemos víctimas de nuestras expectativas. Adoptan un modelo o un ejemplo a seguir y olvidamos quiénes somos, o simplemente desconocemos quiénes somos y de lo que somos capaces. Suelo oír frases como éstas: «quiero ser una persona de éxito, como el presidente de la empresa para la que trabajo», «quiero ser una cirujana famosa, porque sólo así seré feliz», «seguiré los pasos de mi padre, que fue un gran hombre», y otras que expresan ambiciones parecidas. Cuando estas personas no consiguen alcanzar sus objetivos se sienten frustradas, fuera de lugar, pues creen que el Universo conspira contra ellas. ¿No crees que es muy pretencioso? A veces el modelo que sirve para uno no sirve para otro.
La única persona con la que puedes compararte eres tú mismo. ¡Somos únicos cuando nos comparamos con el mundo entero! Somos únicos en la manera de pensar, sentir y actuar. Cuando nos conocemos en profundidad, asumimos quiénes somos y dejamos de compararnos con los demás. Así, poderoso lector, una vez más afirmo que el autoconocimiento aporta libertad. En este caso, la libertad de ser tú ante los demás y ante ti mismo, sin necesidad de interpretar papeles que pertenecen a otros.
Y, hablando de papeles, vamos a ver qué afirmarías con relación al talento:
A. Las personas talentosas son aquellas que muestran grandes aptitudes, más allá de lo que es normal.
B. Sólo considero talento la capacidad intelectual, porque no veo ningún mérito en que te elijan empleado del mes.
C. Talento es la predisposición hacia alguna actividad artística, como el teatro, la música o las artes plásticas en general.
D. Las grandes empresas buscan los cerebros con talento ya en la universidad y les ofrecen prácticas atractivas.
E. Ninguna de las opciones anteriores.
Piensa tu respuesta ahora.
2. ¿Para qué tienes talento?
Talento es la capacidad de explorar los frutos de la experiencia personal para alcanzar la realización. Cuando descubrimos el talento que tenemos y lo alineamos al propósito llegamos a la motivación, que para mí es la felicidad a la que todos tenemos derecho.
Cuando escribí el libro Supervocê tuve acceso a un estudio realizado por investigadores estadounidenses que apuntaba a que cerca del 60% de las personas con un empleo estable tenían intereses distintos a los de las empresas en las que trabajaban. Otros datos revelaban que los problemas de dirección se debían, en la mayoría de los casos, a la falta de motivación más que a la de capacidad. ¿Sabes qué significa esto? Que muchas veces las personas no identifican sus verdaderos talentos y que asumen actitudes, cargos y propósitos que no son los suyos.
Somos fruto de lo que pensamos, sentimos y hacemos. Hoy, además de ser conscientes de este hecho, las organizaciones reconocen la importancia de la contribución de las personas capaces de integrar en armonía el pensamiento, el conocimiento, el sentimiento y la acción. Aunque sigan valorando los conocimientos profesionales técnicos o teóricos de un especialista, las empresas buscan profesionales que añadan otras características aún más valoradas, como la creatividad, la flexibilidad, la generosidad y la afectividad, y que tengan un estilo de vida compatible con sus valores.
Ya no tienen sentido actitudes como: «en el trabajo soy una persona muy distinta de la que soy en casa» o «no me llevo los problemas de trabajo a casa ni los de casa al trabajo», de las que hacían gala en otros tiempos incluso profesionales con cargos de dirección, que preconizaban y alardeaban de no mezclar vida personal con vida profesional. No podemos activar determinadas cualidades en nuestro trabajo, durante cierto tiempo, y no hacerlo el resto del día. Nadie es creativo sólo en el trabajo, del mismo modo que nadie es hábil sólo en casa. ¡Somos creativos y habilidosos en la vida!
Cada vez más las organizaciones buscan profesionales que se destaquen por sus cualidades humanas y por la aptitud de aumentar sus recursos y sus potencialidades de forma continua e integrada. Todos los días, en encuentros, conferencias y reuniones, presencio testimonios que confirman esta afirmación. Al mismo tiempo, también veo que las empresas se preocupan por el bienestar físico, mental y emocional de sus colaboradores, en una nueva gestión de los recursos humanos donde el colaborador ya no se ve como una persona dividida entre profesión y vida particular.
El jefe de seguridad e higiene en el trabajo que conocí en una industria química, por ejemplo, se había propuesto reunirse una vez al mes con todos los colaboradores para reafirmar la idea de que eran tan importantes para la empresa como para la familia y para la comunidad en la que vivían. Así, todos debían procurar que las mismas normas de seguridad puestas en práctica en la empresa fueran aplicadas en los demás aspectos de sus vidas. Me explicó las directrices de la empresa: «queremos que nuestros empleados lleguen al trabajo con buena disposición, tranquilos y seguros. También queremos que vuelvan a casa de la misma manera, con buen ánimo, tranquilos y con seguridad. Deben entender su responsabilidad como padres de familia, ciudadanos y profesionales, de la misma manera que nosotros entendemos nuestra responsabilidad social en la formación de una nueva clase hombre: el ciudadano consciente».
Aunque todavía existan personas, sobre todo con cargos directivos, que consideran recomendable separar lo personal de lo profesional, las organizaciones modernas valoran a las personas armoniosas y equilibradas, capaces de aunar competencia, habilidad y eficacia en el trabajo con la alegría y el afecto con que marcan su vida, y, asimismo, que trasladen a su vida personal el respeto y el empeño que dedican a su trabajo. Es decir, que no sean personas compartimentadas, sino integradas en cualquier circunstancia.
Así, nada más justo que reunir a empleadores y empleados, contratantes y contratados, para que ambas partes se evalúen y escojan con quién y cuándo desean trabajar. Un empresario puede exigir determinado perfil profesional de un colaborador, pero un profesional también debe escoger con qué empresa desea trabajar.
Esta propuesta puede parecer un tanto irreal en nuestro país y en tiempos de crisis y desempleo, pero me reafirmo en la tendencia mundial de unir trabajo y satisfacción, porque es un hecho comprobado que la productividad aumenta en proporción directa a la satisfacción de las personas involucradas. En líneas generales, la idea es que tanto organizaciones como profesionales busquen la felicidad, pues esa búsqueda sólo puede aportar beneficios: rendimiento, reconocimiento, realización, tranquilidad, alegría y bienestar.
Estos beneficios, con todo, no caen del cielo. Debemos luchar por ellos, empeñarnos y comprometernos en ese camino. Si ni aun así nos sentimos felices es porque hay algo que no va bien y que debemos modificar. Para cambiar es necesario hacer una reflexión profunda para hallar el fallo, algo que sólo se puede hacer, como hemos visto, por medio del autoconocimiento, en un proceso que nos muestre cuáles son nuestros talentos, propósitos y misión.
Como he dicho, el autoconocimiento es fundamental, pero no suficiente. Precisamos también conocimiento. Gestionar es distinto a administrar, y es necesario tener técnica, poseer una base teórica; no es posible escribir una historia de éxito sólo por el método del acierto y el error. Puede que tengas talento, algo que te haga diferente, pero también necesitas conocimiento.
El autoconocimiento es un proceso continuo, y del mismo modo deberíamos encarar el conocimiento. Ésa es la tónica hoy en día, la educación continua. Las empresas esperan de sus empleados, de quienes colaboran con ellas, que se reciclen que inviertan en sí mismos en busca de técnicas y métodos más avanzados, probados a escala mundial; algunas incluso ofrecen programas de apoyo a la educación del trabajador.
No obstante, a veces oigo historias que me sorprenden. Un directivo que acababa de obtener el certificado ISO 14000 se mostraba orgulloso del logro, pero me confesó que se veía obligado a aprender, a perfeccionarse continuamente, a mejorar todos los días, y que su salario seguía siendo el mismo. No le dije nada, pero pensé: «¿es que no aprecia la oportunidad que tiene de crecer? ¿No cuenta la experiencia?».
Cuando lo único que cuenta es el salario, ciertamente es porque la persona no hace lo que le interesa, porque no ha descubierto su talento. Sí, porque sólo hace las cosas bien quien se interesa por lo que hace, quien percibe la relevancia de su trabajo, y la relevancia tiene mucho que ver con el sentido de vi...
Índice
- Cover
- Título
- Derechos de Autor
- Dedicación
- Índice
- Prólogo de José María Gasalla
- Introducción. ¿Qué es esto de la crisis?
- 1. El microcosmos en un plato de la balanza
- 2. En el otro plato de la balanza, el macrocosmos
- 3. ¿Qué tiene que ver la crisis con todo esto?
- Ahora que has hecho todos los test...
- La Carta de la Tierra
- El camino hacia delante
- Notas