CUARTA PARTE
CÓMO CONVERTIR EL FRACASO EN ÉXITO
Hemos tirado nuestra moneda al aire y nos ha salido cruz. Nuestra inexperiencia, nuestra falta de conocimientos, nos ha hecho cometer un error y el resultado ha sido un fracaso.
¿Se puede invertir esa situación? ¿Es posible transformar el fracaso en éxito?
La respuesta es sí y tienes tres maneras de hacerlo:
a) Dale la vuelta a la moneda.
b) Mira la moneda desde abajo.
c) Lanza otra moneda al aire.
Dale la vuelta a la moneda | 02 |
Lo primero que se nos ocurre al ver nuestra moneda con la cruz boca arriba es: «La cara está detrás de la cruz, así que si le doy la vuelta a la moneda invertiré la situación».
¿Cómo se le da la vuelta a la moneda? ¿En qué se traduce eso a la hora de la verdad? ¿Cómo se le da la vuelta a la moneda en la práctica? ¿Qué hay que hacer para que ese fracaso real se transforme en un éxito contante y sonante?
De todos los trucos de magia que vamos a desvelar en las próximas páginas de este libro para que el fracaso se convierta en éxito, éste es, sin duda, el más difícil. Por ese motivo tal vez debería reservarlo para el final de mi actuación, a modo de gran colofón, pero creo que hay que dejar siempre lo mejor para el principio, no para el final, porque si uno deja lo mejor para el final, puede que el final llegue antes de lo previsto.
¿Con qué contamos para nuestro truco? ¿Alguna varita mágica tal vez? ¿Alguna chistera de la que salga de pronto el éxito que buscamos? Nada de eso. Esto es magia de verdad, sin engaños, sin dobles fondos, sin ases en la manga. Lo que tenemos, lo mostramos. Y lo que tenemos es lo que sabemos: que detrás de la cruz está la cara, es decir, que el éxito está a la vuelta del fracaso.
No es que tengamos localizado a nuestro éxito, no es que sepamos dónde encontrarlo y cómo hacernos con él, pero la información que manejamos es mucho más valiosa de lo que creemos. Información es poder. Si sabemos que el éxito está a la vuelta del fracaso, pegado a él, colindando con él, entonces solo nos resta buscar en los alrededores del fracaso y el éxito aparecerá. Tenemos una buena pista. Sigámosla, pues.
Os contaré una historia real y así lo veréis mejor: Javier, Jon y Víctor, amigos desde la infancia, querían montar un negocio juntos. Después de barajar distintas alternativas, decidieron abrir un restaurante y constituyeron una sociedad a partes iguales. Alquilaron un local, contrataron al personal... Cada uno invirtió 30.000 euros y con el respaldo de un banco arrancaron.
El primer mes las cosas fueron razonablemente bien, pero no se consiguieron los ingresos previstos. Lo mismo sucedió el segundo mes. Pasaron tres meses y la situación no variaba: el restaurante perdía dinero. Javier, Jon y Víctor decidieron que tenían que hacer algo.
Javier, en la confianza de que las cosas mejoraran, era partidario de esperar, de no tomar ninguna medida todavía. En su opinión aún era pronto para sacar conclusiones y que había que darle tiempo al tiempo y dejar que el restaurante tomara cuerpo.
Jon, mucho más drástico, propuso traspasar el negocio porque no veía otra manera de salir más o menos airoso de la situación.
Víctor, por último, pensaba que vender el negocio no era la solución porque habían trabajado mucho y no podían claudicar así como así. Y tampoco creía que la solución pasara por dejar las cosas como estaban, esperando que cambiaran por sí solas, porque cuando algo no funciona hay que hacer cambios y hacerlos lo antes posible. Para Víctor la solución estaba en darle un giro al negocio. Debían aprovechar lo que el restaurante tenía de bueno y soltar lo que les lastraba. Víctor tenía claro que el concepto de restaurante que manejaban era bueno: estaban bien ubicados, tenían el personal adecuado, tenían un volumen importante de clientes... Lo único que necesitaban era generar más ingresos, pero no podían subir los precios sin más. El negocio tenía que generar más ingresos pero la solución no pasaba tanto por recortar gastos como por cambiar la oferta. Debían ofrecerle otra cosa al público, un producto distinto, que les permitiera subir los precios sin que los costos se encarecieran demasiado y sin que los clientes entendieran el mensaje como una subida de precios pura y dura.
La idea de Víctor no convenció ni a Jon ni a Javier. Entonces, Víctor, demostrando la fe que tenía en sus planes, les hizo a ambos una oferta por sus acciones y sin apenas negociación, puesto que tanto Jon como Javier veían en esa opción la salida perfecta del atolladero, Víctor se convirtió en propietario único del negocio. Sin pérdida de tiempo, puso en marcha los cambios que tenía pensados y poco a poco el restaurante fue aumentando sus ingresos. Hoy en día Víctor es el único propietario de un restaurante de éxito.
Javier quería seguir andando por un camino que no conducía a ningún sitio. Jon no planteó más alternativa que rendirse. Víctor localizó el problema y planteó un nuevo camino.
Entonces, ¿Cómo se le da la vuelta a la moneda cuando ha salido cruz? ¿Cómo se invierte una situación de fracaso?
Tres cosas son necesarias:
1) Estate alerta y reacciona con rapidez. Se trata de que el fracaso dure lo menos posible. El problema no es fracasar, sino no librarse del fracaso oportunamente.
2) Disecciona tu muerto. Es preciso saber a qué nos enfrentamos. Ya que no vale cualquier decisión, ya que cualquier salida no es buena, si queremos darle la vuelta al fracaso debemos saber, con la mayor exactitud posible, donde está el problema. Tenemos un muerto entre manos y es imprescindible que le hagamos la autopsia. A Einstein se le atribuye la siguiente frase, que no deberías olvidar nunca: «Si tuviera una hora para salvar el mundo dedicaría 55 minutos a estudiar el problema y cinco a buscar la solución».
3) Separa y recicla. No todo se pudre cuando algo fracasa. En todo lo que hacemos hay siempre algo bueno, una parte que se puede y se debe aprovechar. Así pues, debemos separar lo bueno de lo malo, arrojar lo malo a la basura y reciclar lo bueno. No debemos olvidar nunca que tan importante es desprenderse de lo malo como conservar lo bueno.
Mira la moneda desde abajo | 03 |
Hemos tirado la moneda al aire y ha salido cruz. Como primera medida, hemos intentado darle la vuelta a la moneda, pero ha sido en vano y la cruz sigue ahí, dando la cara. Tenemos que cambiar la realidad, pero ¿es posible?
Lo es. Podemos tener nuestra ansiada cara, nuestro éxito, sin voltear la moneda. Solo tenemos que cambiar la mirada, ver las cosas desde otra perspectiva, ser nosotros quienes nos volteemos.
Si vemos la moneda cenitalmente, vemos la cruz, el fracaso. Y eso quiere decir que vemos lo que tiene de desolador, lo que nos quita, lo que nos arrebata. Sin embargo, podemos coger la moneda y observarla desde abajo. Si la levantamos y la situamos por encima de nuestros ojos, lo que vemos entonces es la cara de la moneda, es decir, el éxito.
Ver la moneda desde abajo supone ver el otro lado del fracaso, contemplar, no lo que el fracaso nos arrebata, sino lo que nos aporta, sus beneficios.
Estos son los seis beneficios del fracaso:
1) Fracasar es aprender.
2) El fracaso nos enseña lo que valen las cosas.
3) El fracaso nos enseña lo que valemos nosotros.
4) El fracaso como motor de cambio.
5) El fracaso es una liberación.
6) El fracaso nos impulsa.
1. Fracasar es aprender.
1.1 Donde la vida da clases los demás profesores son solo intrusos
En mi primer libro Los osos ya no comen salmón (LID Editorial Empresarial) intenté poner por escrito la visión que tengo de los negocios, del emprendimiento, del fracaso... desde mi condición de emprendedor, de persona que ha aprendido las cosas haciéndolas. Lo que quería dejar claro es la gran diferencia que hay entre cómo nos venden las cosas y cómo son en realidad. Reflexionaba sobre supuestas verdades universales e incuestionables (como la incompatibilidad de la amistad y los negocios; la motivación para crear una empresa —aparentemente se ponen en marcha sólo para ganar dinero, cuando creo firmemente que el primer objetivo es construir algo—; ideas como que llegar es mucho más fácil que mantenerse; o el propio sentido del fracaso...). En el libro rebato las ideas de gente como Michael Porter, Daniel Goleman o Stephen Dyer, critico sin tapujos a las escuelas de negocios... pero siempre desde una perspectiva práctica.
Los osos ya no comen salmón me permitió adentrarme en un mundo desconocido para mí y me otorgó nuevas titulaciones: escritor, conferenciante... Sin embargo, yo no me considero nada de eso.
Lo que nos define es aquello en lo que creemos.
Yo soy un emprendedor y, por muchos libros que escriba, siempre me veré a mi mismo como un emprendedor, alguien a quien le gusta experimentar, probar cosas nuevas, estar siempre en movimiento, dinamizar la realidad que le rodea... No me gusta la teoría. La conozco bien y lo que he sacado de ella no me ha dejado mucho poso.
Mark Twain escribió «Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación».
Pavarotti dijo «Aprender música leyendo teoría musical es como hacer el amor por correo».
John Wilmot, segundo Conde de Rochester, afirmó «Antes de casarme tenía seis teorías sobre el modo de educar a los pequeños. Ahora tengo seis pequeños y ninguna teoría».
Como decía antes, mi primer libro me llevó entre sus páginas a lugares en los que no creí nunca que estaría. Ahora sé cómo funciona el mundo editorial, los medios de comunicación... .Y lo sé de primera mano, lo sé porque me lo han dicho las cosas y no porque alguien me lo haya contado.
Los libros por sí mismos tienen poco valor si no se rodean de hechos. El problema es que no todo el mundo sabe leer... los hechos. A leer libros nos enseñan desde pequeñitos, pero no existen escuelas donde uno pueda aprender a leer la realidad. Y esa lectura es muchísimo más ilustrativa que la de los libros.
La realidad también es un libro, un libro especial, un libro distinto a los demás. Y lo es porque, a diferencia de los libros ordinarios, la realidad no nos da una información unívoca, no nos transmite un mensaje del que todos —con matices, eso sí— hacemos la misma lectura. La realidad provoca distintas lecturas y en nuestra capacidad para escoger la lectura correcta reside una de las claves para conducirnos con éxito.
Un libro escoge por nosotros uno concreto de entre todos los posibles mensajes que la realidad nos transmite. Puede que nos gusten los libros porque sabemos leerlos. Puede que no nos guste leer la realidad porque somos analfabetos, porque no entendemos lo que los hechos nos quieren decir. Es muy difícil leer la realidad, entender lo que nos dice, especial-mente lo que nos dice entre líneas. Pero hemos de ser nosotros quienes decidamos cuál es el mensaje que la realidad nos está transmitiendo, no debemos dejar esa elección en manos de otro.
Duda siempre de las palabras,
nunca de los hechos.
Un libro puede despertar en ti sentimientos intensos y llevarte incluso a tomar una decisión crucial en tu vida, pero en realidad esa decisión ya la habías tomado anteriormente. El libro simplemente te abrió la mente, te dio el empujoncito que precisabas, te despertó. Lo que el libro hizo fue hablarte al oído. Pero tú has sido quién le ha dado sentido a las palabras. Tú has escrito ese libro. Tú eres el gurú al que debes seguir.
Prueba a seguirte a ti mismo,
prueba a ser tu propia sombra.
Sigue a otros si quieres,
pero deja tus propias huellas.
Sigue a otros si quieres,
pero no les sigas la corriente.
Seguir incondicionalmente a alguien
es la definición misma de la estupidez.
Te aseguro una cosa —y, por tanto, debes ponerla en duda—: la práctica nos dice que casi siempre hay más de una manera de hacer las cosas. Descartes hablaba de duda metódica. Yo soy partidario de la negación sistemática.
Las reglas son solo puntos de partida, soluciones normalizadas para un problema que casi nunca se presenta en la realidad tal y como se contempla en la regla.
Las normas deben ir detrás de la realidad, es decir, es la pro-pia realidad (o, mejor dicho, la perspectiva que tenemos de la realidad) la que crea las normas. Y dado que cada uno de nosotros tiene su propia perspectiva de la realidad, entonces la conclusión es que debería haber tantas normas como perspectivas haya de la realidad.
La excepción no confirma la regla. Es la regla misma
1.2 Teoría frente a práctica
Se dice que la teoría y la práctica son dos mundos complementarios. Que la teoría necesita a la práctica y la práctica necesita a la teoría. Ese es el punto de partida de la teoría oficial —valga la redundancia— en relación con esta polémica. Sin embargo (y ésta es la valoración de un hombre de negocios que, no obstante, ha tenido una importante formación teórica y por tanto puede hablar con propiedad del asunto) considero que hablar de matrimonio entre la teoría y la práctica es un error toda vez que son dos mundos esencialmente distintos.
Sería deseable que entre la teoría y la práctica no hubiera nexos de unión. Que lo único que compartieran fuera una bien trazada frontera que ninguna de las dos pudiera traspasar.
¿Qué fue antes, la teoría o la práctica?
Si la pregunta nos la hicieran con la gallina y el huevo, aplicando la lógica más elemental diríamos que, siendo la gallina una evolución del hue...