Juan Adrián Fernández Cornejo y Rendón
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Juan Adrián Fernández Cornejo y Rendón

  1. 124 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Juan Adrián Fernández Cornejo y Rendón

Descripción del libro

Juan Adrián Fernández Cornejo y Rendón (1737-1797) fue el propulsor de la introducción y siembra de la caña de azúcar en territorio argentino pues instaló, con dos de sus hermanos, el primer ingenio azucarero en Salta; se trata del Ingenio San Isidro localizado en el departamento de Güemes. Fue un enérgico promotor de la navegación del río Bermejo, por el que realizó dos expediciones, en la segunda de las cuales arribó hasta el río Paraná a bordo de una embarcación construida por él. Esta obra forma parte de la colección "Salta en la historia política y cultural de la Argentina", que responde a un propósito cultural y educativo de gran proyección: presentar un conjunto de obras breves que rescatan del olvido a una serie de personalidades de la Provincia, que realizaron un aporte significativo a la conformación del pensamiento y la historia política, social y cultural de nuestro país.

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Información

Año
2021
ISBN del libro electrónico
9789506232351
Edición
1
Categoría
History

Según el historiador Atilio Cornejo, tataranieto de don Juan Adrián Fernández Cornejo, fue una de las más interesantes figuras criollas de la época colonial en el norte argentino, a quien se deben, entre otras empresas, la navegación del río Bermejo, y el origen y organización de la industria azucarera argentina en su hacienda de La Viña, departamento de Campo Santo, provincia de Salta.
Nacido en Locumba (Perú) el 12 de marzo de 1737 en el seno de una familia que se dedicaba al cultivo de la caña y a la producción de azúcar, cosas que trajo a Salta, donde fundó el primer ingenio azucarero y fue la cabeza de una larga progenie que se extendió por todo el país. Hijo de D. Juan Fernández Cornejo y Escudero, natural de Moquegua (Perú), dueño de la hacienda de La Viña en el Valle de Locumba y de ingenios azucareros en la Villa Imperial de Potosí. Maestre de campo, familiar del Santo Oficio de la Inquisición y Teniente General de Corregidor del Valle de Locumba; testó el 20 de enero de 1750.
Fue la quinta generación nacida en Perú de una antigua estirpe castellana que llegó con los primeros conquistadores y donde entroncó con la familia imperial de los Incas. Su madre fue doña Juana Martina Rendón de Igarza Delgadillo, hija de don Alonso Rendón y de doña Josefa de Igarza Delgadillo.
Tuvo seis hermanos: 1) Josef Fernández Cornejo y Rendón, casado con Martina Fernández de Córdoba; 2) Pedro Vicente, uno de los que vino a Salta, donde murió en 1782, casado con María Antonia Arduz; 3) Fernando, casado en Moquegua con Teresa Peralta; viudo volvió a casar con su prima hermana María Josefa de Araníbar y Fernández Cornejo; acompañó a su hermano Juan Adrián en sus expediciones al Chaco y río Bermejo; 4) Antonio, maestre de campo, alcalde del Cabildo de Salta, coronel de milicias, casado en Salta con María Teresa Castellano y Arias Velázquez, viudo contrajo segundas nupcias con Margarita Sánchez; fue otro de los hermanos que Salta fundó en Salta su propia familia; 5) Tomás, casado primero con Josefa Luján y en segundas nupcias con Cecilia de Vargas; 6) por último, la única hermana mujer, Cipriana, casada en Arequipa con el coronel de milicias José Joaquín de Araníbar y Fernández Cornejo.
Murió Juan Adrián en su hacienda de Campo Santo, Salta, a los 60 años, el 10 de diciembre de 1797.

Mapa de Perú, Bolivia y el norte argentino
Mapa de Perú, Bolivia y el norte argentino.
No ha quedado retrato de él, pero según cuenta la historia «como todos los de su casa, era hombre seco, blanco y rubio; cualidades estas dos últimas muy dignas de observación, ya que la raza peruana, cobriza por naturaleza, entraba en la composición de su sangre».
Con poco más de veinte años, cerca de 1760, deja a sus padres y a su tierra y junto con su hermano Antonio, una recua de mulas para el transporte y un grupo de gente que conocía el oficio del cultivo de la caña y la producción del azúcar, parte hacia el sud, hacia el valle de Siancas, donde se establece y planta la caña semilla que, con tantos cuidados, había trasportado desde tan lejos. Lo hizo en las tierras que otro de sus hermanos, Pedro Vicente —que los había precedido en su viaje a Salta—, había adquirido en Campo Santo. Los hermanos Cornejo se lanzan a la aventura de plantar caña de azúcar y fundar un ingenio en el Río de la Plata, aprovechando la disposición del rey de España Carlos III, que permitió que además del Perú, Caribe y Colombia, donde sí estaba permitido, se pudiera fabricar azúcar de caña en el resto de sus dominios. Antes de esta disposición el precio de este producto en esta parte de América era muy caro, pues tenía que importarse del Brasil. Al respecto el historiador Dr. Bernardo Frías, dice:
… no era solamente una especulación para satisfacer el personal egoísmo, sino que el beneficio público de la nueva industria se mostraba a toda luz visible; como que la arroba (medida de peso que equivale a 11.5 kg) de azúcar se pagaba de 17 a 29 pesos en aquella época en Salta y a más subido precio en las comarcas siguientes del sud.
La caña traída desde el Perú correspondía a la variedad de caña morada, que se adaptó muy bien en estas latitudes.

Imagen de san Isidro Labrador
Imagen de san Isidro Labrador, proveniente del ingenio San Isidro.
Instalados en Campo Santo los hermanos Cornejo inician el cultivo de la caña de azúcar que habían trasportado a lomo de mula desde Arequipa, pasando por caminos de altas cumbres que llegaban a 4000 y 5000 m sobre el nivel del mar. También comienzan la construcción del ingenio azucarero, para lo cual habían traído gente idónea. Al año siguiente obtienen su primera cosecha y molienda de caña en el que fue el primer ingenio azucarero de nuestra patria. Escribe el Dr. Bernardo Frías en sus Tradiciones históricas:
Las introdujo (a las cañas) cargadas sobre las mulas, frescas y verdes, como correspondía a quienes iban a desempeñar la misión de semillas, envueltas, se comprende, con los infinitos cuidados que requería un viaje tan largo, tan penoso y tan expuesto como aquél. La planta se produjo y creció, dando el fruto como en el dulce Perú, según la expresión del poeta Chocano. Hizo Cornejo, a la usanza de su tierra, el trapiche o máquina de moler la caña, y de sus caldos dulces y hervidos hasta la cristalización se obtuvo el azúcar en el Río de la Plata, y se imitaron los dulces del Perú, las masas, con toda su dulce y azucarada familia; como también el uso por la mañana, tarde y noche, en la ciudad o en el campo, en la tienda como en el viaje, del mate dulce, a diferencia del usado hasta hoy en los pueblos del litoral, que es el mate amargo, más sano, dicen, pero no más rico. Todo es cuestión de gustos, usos y costumbres.
Se dedican los hermanos Cornejo a consolidar la producción de caña de azúcar en sus propiedades y a su molienda para la fabricación del azúcar que como dice el Dr. Frías:
… era, como la mayoría de las cosas de entonces, de forma primitiva. El producto se llamaba pilón; lo formaba un cono de sesenta centímetros de altura por cincuenta de diámetro en su base, por medida general, y se lo expendía en el mercado envuelto en la misma hoja seca de la caña, con ligadura de cinta de cuero, que se empleaba para todo ajuste, supuesto que el ganado vacuno abundaba hasta el exceso en todas partes. Así se lo introducía a la plaza, se lo internaba al Perú y se lo repartía en todas las provincias limítrofes (…) Nos avanzaríamos a pensar que el gusto del mate tan diferente en las provincias litorales del Plata y del Paraná y los interiores, tomándoselo amargo en las primeras y dulce en estas últimas, era debido a la carencia por allí del azúcar, y a la abundancia de la misma cosa por las del interior.
Muy poco tiempo después de su llegada a lo que hoy es la provincia de Salta, Argentina, y asentado en las tierras que había adquirido en Campo Santo —con sus hermanos Pedro Vicente (abogado) y Antonio—, Juan Adrián contrajo matrimonio canónico en Jujuy con Clara de la Corte y Rosas, bautizada en esa ciudad el 29 de octubre de 1741, descendiente de las principales familias de esa provincia y emparentada con la madre del Gral. Güemes (Magdalena de Goyechea y la Corte).
Según la tradición familiar Clara era una mujer muy bonita. De ella tuvo siete hijos, a saber: 1) Gaspar Fernández Cornejo, casado con Micaela Fernández Cornejo y Castellanos; 2) Cnel. mayor José Antonino Fernández Cornejo, que fuera tres veces gobernador de Salta, casado con Josefa de Usandivaras y Figueroa; 3) María Ignacia, casada con Ignacio de Goyechea y la Corte; 4) Juan José, casado con Gertrudis de Medeiros y Martínez de Iriarte; 5) María Mercedes, casada con Apolinario de Figueroa y Toledo; 6) Francisco María, casado con Catalina Femayor y Córdoba; 7) María Melchora, que murió soltera.
Es importante señalar acá lo que dice el Dr. Atilio Cornejo refiriéndose a su antepasado:
… tócanos ocuparnos de los antecedentes relativos a los títulos de propiedad de la Hacienda de La Viña en Campo Santo, para advertir también, de paso, cuál fue el empuje de aquellos varones de la Colonia, quienes debieron luchar, no solo con la naturaleza y el aborigen, sino también en las rudas lides tribunalicias para defender sus propios intereses y, sobre todo, la tierra nueva en donde resolvieron asentar sus reales y dejar sus huesos (…) Cuando analizamos los documentos no es el lugar especial o la figura determinada a que se refieren lo que nos llama la atención, es España misma que se adentra y la América que quiere nacer vigorosa con savia fecunda en tierra virgen. Es también el individualismo del derecho español que se consagra y se reconoce solemnemente.
Dice esto porque enfrentó numerosos pleitos para sanear los títulos de las propiedades que había adquirido.
Prestó servicios en numerosos cargos como corregidor de varios pueblos de reducciones, regidor de la provincia de Salta, y comisionado para la expatriación de los jesuitas en el Tucumán. En estos oficios acreditó suma actividad y honradez, por lo que fue promovido a Coronel de caballería de milicias del regimiento de Nuestra Señora de la Viña.
Cuenta Pedro de Angelis:
… no contento con estos honores, aspiraba al título de Marqués del Bermejo, «libre de lanzas», para sí y sus descendientes. Con esta esperanza luchó trece años continuos, (desde el primer oficio que dirigió al virrey Cevallos en 1777, hasta su último viaje al Bermejo en 1790), contra los obstáculos que encontró en la ejecución de sus planes: y después de realizado, formó otros, animado siempre del deseo de sacar a su provincia del estado de aislamiento en que yacía. Los recuerdos de su familia, grabados de un modo honroso en los anales de la conquista (de los Cornejo de Arequipa, de donde proceden los de Salta, véase lo que dice Garcilazo en sus Comentarios Reales del Perú, par II 315 y 427), hacen escusable esta ambición, que por otra parte nada tiene de extraño en una monarquía, donde los títulos de nobleza, son como los académicos, que solo ridiculizan a los que no los han merecido.
Para que tengamos una idea de la biblioteca que tenía en su casa, a la que acudía frecuentemente, y por lo tanto su preparación e inquietudes intelectuales, figuran en el inventario de sus bienes 4 tomos de Leyes de Indias; la Política de Villadiego; 4 tomos de la Historia general de las Indias de Herrera; el Espectáculo de la naturaleza por el Abad de Pluch en 16 tomos; la Historia del Nuevo y Viejo Testamento por el padre Herrera en 8 tomos; Filosofía moral por el conde Tesauro; Descripción del Gran Chaco por el Padre Lozano; Madame Fouquet y Compendio de España de P. Duchens traducido por el P. Isla en 2 tomos; Elementos mineralógicos por Campuzano (Atilio Cornejo, Contribución a la historia de la propiedad inmobiliaria de Salta en la época colonial).
Nos toca ahora ocuparnos de la otra gran empresa de D. Juan Adrián; dice al respecto la historiadora Florencia Cornejo:
… el Gran Chaco Gualamba atrajo a Cornejo desde los primeros días de su entrada en Salta. Como peruano, entendía la imperiosa necesidad de encontrar una vía de comunicación entre el Perú, el Paraguay y el Plata. Y ahora, afincado en estas tierras, emprenderá uno de los proyectos que pudo ser la solución de tantos quebrantos y enfrentamientos no solo entre argentinos sino entre los países hermanos: navegar el Bermejo.
Era una idea que se venía gestando desde hacía tiempo y a la que se hicieron muchos aportes pero que por diferentes razones no pudo concretarse. D. Juan Adrián, acicateado por su espíritu emprendedor, la retoma y se pone a estudiar lo que habían hecho quienes lo precedieron en la empresa. Y así, con un prolijo estudio, eleva su proyecto a las autoridades competentes a fin de conseguir autorización y aclarando que todos los gastos que se ocasionaran correrían por su cuenta. Al no obtener el apoyo de las autoridades locales, sino todo lo contrario, resolvió elevar su petitorio al virrey Ceballos y al mismo rey de España. Dice Florencia Cornejo:
… de su correspondencia con el virrey Ceballos se conservan dos cartas: una del 24 de diciembre de 1777 y otra del 21 de febrero de 1778, como así también las cartas del virrey Ceballos al gobernador Mestre. También se encuentra una carta de Martínez de Tineo, quien a pedido del gobernador Mestre, da su opinión sobre el proyecto de Cornejo.
La citada carta al virrey Ceballos dice así:
Conociendo el beneficio universal que resultará a estas provincias del Tucumán, Paraguay, Buenos Aires y el reino del Perú de la navegación por el río Grande o Bermejo, conduciendo los efectos de Castilla y los de la tierra que producen las citadas provincias en barcos de Buenos Aires y Paraguay a estas ciudades de Salta, Jujuy y Tarija, hasta cuyas inmediaciones es navegable; y siendo sin comparación ventajoso el transporte por agua que en cabalgaduras, es consiguiente se aumente el comercio, llevando de unas provincias a otras los frutos que producen que el tráfico en cabalgaduras no se costearían y en embarcaciones sacarían crecidas utilidades; solo de esta provincia se logrará conducir al puerto de Buenos Aires quina que tanto abunda, trigos en tiempo de carestía en aquella capital, zuelas, cueros, sal en panes blanquísima, brea, maderas diferentes, algodón, ají, azúcar y otra infinidad de drogas, los caudales del Rey y comercio, y del Perú variedad de metales. Igual beneficio logrará el Paraguay con la yerba; se podrán transportar las milicias de estas provincias y Tarija con prontitud y poca costa siempre que se necesiten en Buenos Aires y sobre todo se logrará lo más importante que es la conversión de las dilatadas naciones de indios infieles que están poblados sobre las riveras de dicho río y que tanto afligen en estas provincias y ciudades fronterizas como son Jujuy, Salta, Santiago, Santa Fe, Corrientes.
En ella podemos descubrir el espíritu emprendedor y visionario de su autor al proponer un transporte más económico y fluido que por tierra, lo que beneficiaría el comercio, la administración y la evangelización de los infieles del Chaco. Y todo a costa de su propio peculio. Los estudios previos a la marcha fueron de utilidad para la futura fundación de San Ramón de la Nueva Orán, última ciudad establecida por los españoles en el actual territorio argentino.
Luego de que el coronel Cornejo consiguiera ser investido con el carácter de capitán y cabo subalterno del Virrey, activó los aprestos de su flotilla, para lo cual fue personalmente a escoger las maderas y presenciar su corte. Falto de conocimientos en esta clase de obras, tuvo que empezarlas dos veces, consumiendo cinco meses en la construcción de tres canoas y trasladando su astillero de la reducción del Río Negro al otro lado del río de Ledesma. Los comandantes de estos establecimientos, desconociendo el rango y la misión de este jefe, le negaron sus auxilios con una descortesía que rayaba en la insubordinación; y un capitán que mandaba en el Fuerte de Centa, contestó a su pedido de hospitalidad un día de lluvia, cerrándole la puerta en la cara.
A pesar de estas intrigas, zarpó Cornejo del astillero de Ledesma el día 5 de agosto de 1780, en sus embarcaciones —un barco y dos canoas—, a las que llamó Descubridora, Esperanza y María Domingo. Llevaba consigo al Dr. Mariano Sánchez de Velasco, abogado de la Real Audiencia de La Plata, como asesor general; a Gaspar Fernández Cornejo de la Corte, su hijo, como capitán del segundo buque de división; a Ángel de Escobar Fernández de Córdova, como teniente; al R. P. fray Francisco Morillo, como capellán; como práctico a Francisco Miguel Guzmán; y como intérprete a Félix Cabrera; además de la tripulación compuesta por veintitrés personas de las que desertaron tres, dos quedaron sin embarcar por enfermedad y otros dos no llegaron a tiempo. De esta primera expedición no participó su hijo José Antonino, que a la sazón contaba solamente con quince años.

Mapa de Bolivia y Perú

Los primeros pasos de esta navegación fueron lentos y difíciles. El río de Ledesma, de aguas mansas y poco profundas, detuvo a los exploradores un mes entero sin que les bastase otro mes y medio para salir del río Grande. En estos 75 días apenas adelantaron 58 leguas, sin tocar siquiera las aguas del Bermejo; mientras que, en la segunda jornada de 1790, el mismo jefe recorrió en 55 días una distancia de 407 leguas y media, desde la confluencia del río de Centa con el de Tarija hasta la desembocadura del Bermejo en el río Paraguay.
Cornejo atribuye la lentitud de su marcha a la escasez de lluvias que se hizo sentir aquel año en todo el Alto Perú, hasta parar la molienda de los ingenios de Potosí: a lo que pudo también haber contribuido la insurrección de los indios capitaneados por el famoso cacique Túpac Amaru. Y no hay duda de que todo conspiró contra el buen éxito de esta empresa hasta llegar el caso de tener que suspenderla.
Dice Pedro de Angelis citando a José Antonio Arias:
Nunca se surcaron los ríos de Jujuy, Tarija y Grande por esta provincia del Chaco con canoas ni con barcos de mediano porte, hasta el presente año de 1780 en que el coronel don Juan Adrián Cornejo, vecino de Salta, intentó cumplir la promesa que estos años pasados hizo a Su Majestad Católica, de descubrir estos ríos y conducirse por ellos a su costa hasta la ciudad de San Juan de Vera de las Siete Corrientes.

Es interesante la transcripción que hace Pedro de Angelis del relato escrito por el propio coronel Cornejo de su viaje de navegación:

Separador

Echáronse al agua el día 4 de agosto, y habiendo pedido al Comandante del Río Negro auxilio de doce hombres para un día, en virtud de orden de su excelencia dirigida a todos los jueces para que se me dieran cuantos auxilios necesite, me los denegó, sin embargo de que en estos presidios los soldados no tienen ocupación alguna, pues están los dichos fuertes en valor: ni me podía valer de los indios Tobas, quienes estaban ocupados, por orden de don Gregorio Zegada, gobernador de armas de Jujuy, en cerrarle un potrero para sus invernadas de mulas en esta propia f...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legales
  4. Prefacio
  5. Juan Adrián Fernández Cornejo
  6. Memoria
  7. Diario de viaje
  8. Bibliografía consultada