
- 89 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
El mito del ciudadano ingenuo
Descripción del libro
¿Cuál es el origen de la visión compasiva que el ciudadano tiene de sí mismo, siempre sufriente y engañado? A través de capítulos breves, Mónica Beatriz Bornia nos lleva a reflexionar sobre la responsabilidad que nos cabe respecto de los gobernantes que elegimos y sienta postura respecto de las soluciones posibles para hacer de la sociedad un lugar "vivible". Nos conduce a un espejo que nos mostrará quién es el ciudadano y no quedará margen para la hipocresía, aquella que declama un ciudadano ideal, víctima de gobernantes que lo "traicionan" y de los cuales pretende conductas que él mismo no tiene.
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a El mito del ciudadano ingenuo de Mónica Beatriz Bornia en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Philosophy y Ethics & Moral Philosophy. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
Categoría
PhilosophyCategoría
Ethics & Moral PhilosophyOlvidar la animalidad ancestral
Lo que nos ha distinguido a los sapiens del resto de los animales ha sido nuestra asombrosa evolución cognitiva: es esta característica la que nos ha permitido despegarnos de nuestras limitaciones “de diseño” comunes a todos los seres vivos, los cuales cuentan con sistemas que les permiten adaptarse y luchar en y contra el medio. Así, los pájaros pueden volar o planear dependiendo de las circunstancias del ambiente, los osos pueden estar activos o hibernar, para adaptarse al clima, entre muchas otras dotaciones con que cuentan las especies según el hábitat en el que vivan, aunque solo pueden “contar con la situación preexistente” y operar en consecuencia. No pueden dominar ni modificar cuestiones externas en la naturaleza.
Nosotros somos los únicos que mediante nuestro ingenio podemos escapar al determinismo biológico, podemos inventar aeronaves para volar, desarrollar vacunas para no contraer enfermedades, pero sobre todo tenemos la capacidad de hacer abstracción, llegando mediante ella a generar ficciones y transmitirlas.
El resto de los seres solo puede pensar y comunicar realidades, pero no son capaces de crear ni de inventar cosas que no han estado en su presencia.
Ese poder de ficcionar es el que crea lo que llamamos cultura, que en realidad no existe como tal; un cuadro, un texto, una actitud valiente, todo aquello que valoramos o despreciamos es producto de una toma de posición cultural. Si despojamos de la mirada cultural a los objetos, serán meras cosas o materiales. La capacidad de apreciar y valorar es propia de nuestra especie, en la cual la comunicación de información y la transmisión de conocimiento lleva siempre el sello del emisor. Lo que la cultura sea es un invento de nuestra mente que ha sido transmitido convincentemente y ha servido como elemento de unión entre pueblos distantes, pues el conocimiento y las costumbres en común hermanan a gente que no se conoce entre sí pero que encuentra en la cultura un punto importante de coincidencia.
Al decir de Yuval Harari, los sapiens son los únicos capaces de cooperar con extraños, pues el resto no puede hacerlo más que contingentemente ante un peligro inminente y compartido, y en un grupo reducido de individuos.
Las formaciones multitudinarias, los agrupamientos y las alianzas con otras formaciones solo las puede generar nuestra especie mediante una compleja red de ficciones, mitos y creencias: “Un gran número de extraños pueden cooperar con éxito si creen en mitos comunes”.1
Repasemos varias ficciones que hemos inventado, creído y transmitido a lo largo de los siglos. Lo haremos ejercitando la pregunta retórica:
- ¿Quién le hizo creer al esclavo que lo era y al amo que era su dueño?
- ¿Quién le hizo creer al vasallo que debía todo a su señor feudal y a este que era el acreedor de la vida de su siervo?
- ¿Quién le hizo creer al súbdito que era menos que un rey y a este que era superior?
- ¿Quién les hizo creer a las mujeres que venían diseñadas para el rol hogareño y a los hombres para realizar el trabajo externo?
Actualicemos ahora el repertorio con ficciones vigentes:
- ¿Quién nos hizo creer que nacimos libres e incondicionados?
- ¿Quién nos hizo creer que somos todos iguales?
- ¿Quién nos hizo creer que sexo y género son conceptos a discutir?
- ¿Quién nos hizo creer que los derechos humanos son invulnerables?
Podría seguir listando todo lo que hemos creído a lo largo de los siglos, ejercicio que es muy bueno realizar para tomar conciencia de que los episodios trágicos y felices que han ocurrido y ocurren en el mundo se han iniciado en la imaginación de alguien que ha tenido el poder suficiente como para transmitirlo eficazmente de manera que ancle en la mente de muchos mediante la creencia colectiva en ellos.
Cuando digo “imaginación” me refiero a que los conceptos son entelequias, entes imaginarios. ¿Quién puede demostrar la existencia de la “libertad” o la “inherencia del derecho humano que nos acompaña de por vida”? ¿Cómo podemos explicar el pasaje de una sociedad monárquica convencida a una que cuestiona las vidas de privilegio de los reyes?
La capacidad de pensar y pensarnos más allá de nuestra básica subsistencia es un rasgo único de nuestra especie y esa misma característica nos obliga a comportarnos de una manera que no sea instintiva. Podemos aprender a postergar, a sacrificarnos, a soportar sin quejarnos, a hacer cosas por otros sin obtener beneficios, pero también somos capaces de dañar a otro sin que esté en juego nuestra supervivencia, de mentir, de hacer trampa, en definitiva, de crear situaciones que no existen en la realidad y con ella convencer a otros también. Podemos hacer que una persona se sienta feliz o se deprima simplemente contándole un relato. La ilusión es inexistente antes de imaginarla y darle entidad; muchas cosas nos ilusionan y otras tantas nos decepcionan. ¿Qué animal conocemos aparte de nosotros que se plantee el “sentido de la vida”?
Evidentemente, más allá de las diferencias biológicas con nuestros parientes mamíferos, somos seres que revestimos una gran complejidad generada por nuestro pensamiento.
¿Qué león conocen que se invente una vida que no tiene para relatársela a otro león y jactarse de ella?; ¿Cuántos hombres conocen que se inventen una vida que no tienen para que otro consuma el relato?; ¿Qué importancia tiene que el vecino crea que mi vida es maravillosa, cuando en realidad no lo es?
La capacidad ficcional del ser humano es enorme y sirve para múltiples propósitos, y ha sido eso lo que nos ha permitido dar el salto comparativo a diferencia del resto de las especies, permitiéndonos prever peligros futuros, realizar proyectos a largo plazo y dominar a otros seres humanos mediante mitos.
Para Platón el mytho era una historia que se contaba y con la cual se educaba en virtudes y vicios. El envío de un héroe hacia lo que significaría su muerte fue un recurso extremadamente corriente, como lo fue el tema del padre que intenta evitar el matrimonio de su hija porque un oráculo le ha profetizado que su descendencia usurpará su trono, o el de los hermanos que se traicionarán, entre otros muchos que nos han alertado a lo largo de los siglos sobre los peligros que se ciernen sobre nosotros cuando somos confiados o ingenuos. No debemos dejar pasar la oportunidad de señalar que, a través de los relatos, ha permeado la idea de que el héroe no deja de ostentar un aspecto violento y destructivo, desde el momento en que generalmente es un guerrero, características que pasan inadvertidas, pues el héroe hace “justicia”. Esto no es menor, ya que este concepto se mantiene hasta nuestros días bajo el disfraz de los mitos modernos, que aparecen como ideologías. Así se nos trata de educar en la convicción de que las guerras son necesarias si sus motivaciones son justas; de tomar riesgos supererogatorios, pues nacimos para ser héroes; de sacrificarnos por una abstracción inasible como la patria o el bien común. A ningún otro ser vivo se le podría convencer de hacer algo cuyo beneficio o conveniencia no sea real, evidente e inmediata.
Basta con este pasaje de Geoffrey S. Kirk referido a los griegos para dimensionar la importancia de los mitos en la educación:
En cierto modo, la historia de la cultura griega es la historia de las actitudes que adoptó ante el mito; ninguna otra civilización occidental importante se ha visto tan controlada por una tradición mítica evolucionada.2
Las formas en que se ha ejercido históricamente el control social también tiene su origen en nuestros parientes lejanos, los animales inferiores; si bien ellos no utilizan los sofisticados métodos de la argumentación y la retórica, sí utilizan la amenaza directa, que causa el mismo efecto persuasivo.
En todas las formas superiores de la vida animal ha existido una pronunciada tendencia en esta dirección: la del combate convertido en rito. La amenaza y la contraamenaza han sustituido en gran parte a la verdadera lucha física. Desde luego, hay luchas sangrientas de vez en cuando, pero solo como último recurso, cuando la disputa no ha podido solventarse con señales y contraseñales.3
Como puede entrever el lector, nuestro recorrido en este mundo no es más que un permanente intento de dejar atrás nuestra animalidad ancestral; el problema es que demasiadas personas no luchan lo suficiente por distanciarse de este pasado.
Muy distinta es la postura del filósofo Francisco Romero, para quien el hombre se define como ente intencional, como el ser que es un sujeto y que tiene un mundo objetivado, en el cual su afectividad, sus emociones y su voluntad son específicamente humanos. De ahí que sostenga que ninguna agrupación animal puede equipararse a la sociedad humana y su vida en comunidad, pues solo en esta cada individuo participa con su mundo de objetos y es capaz de objetivar el grupo y de concebir objetivamente a cada uno de sus compañeros.
1. Yuval Noah Harari, Sapiens, Barcelona, Penguin Random House, 2014, p. 29.
2. Geoffrey S. Kirk, El mito, Barcelona, Paidós, 2006, p. 304.
3. Desmond Morris, El mono desnudo, Barcelona, Plaza & Janés, 1967, p. 72.
Sobreviviendo en la sociedad
Si tomamos los estudios del zoólogo y etólogo animal Konrad Lorenz y comparamos algunas de sus conclusiones con lo que ocurre en nuestra sociedad, veremos que muchas de nuestras conductas obedecen al criterio de supervivencia dentro de la especie. Lorenz sostiene que bajo todas las variaciones de la conducta individual subyace una estructura interna que puede caracterizar a miembros de un grupo taxonómico más grande que una especie; estos patrones de conducta forman indudablemente una unidad natural de herencia. La mayoría de ellos se transforman solo de manera muy lenta en el transcurso de la evolución de las especies y se resisten obstinadamente al aprendizaje individual; a causa de su estabilidad, constituyen un objeto ideal para los estudios comparativos que aspiran a aclarar la historia de las especies.
Muchos animales son sociables, pero solo el humano puede adoptar una posición única en la sociedad, al poseer una combinación de individualidad y sociabilidad que le permite, si lo desea, rebelarse contra la voluntad colectiva y ganar independencia interna, reaccionando sobre la comunidad.
Tenemos rasgos de primitivismo cuando nos comportamos como “muchedumbre”, pero somos capaces de separarnos de ella mediante nuestra percepción de nosotros mismos o autoconciencia, nuestro sentido de responsabilidad y de cuestionar los sentidos que nos han sido impuestos. Es propio de los escalones inferiores de la vida social priorizar a la sociedad por sobre el individuo; mientras los animales inferiores se subordinan, el hombre es capaz de integrar comunidades por sentimientos de fidelidad y solidaridad, los cuales es capaz de desarrollar desde su autopercepción de sujeto individual, claro y distinto del otro.
Para algunos autores la esencial peculiaridad de la agrupación humana radica en la capacidad de rebelarse contra las imposiciones comunitarias; sin embargo, creemos que el tema reviste mayor complejidad.
El ser humano posee una interioridad que puede ser comunicada a los demás; él crea y vive en un mundo cultural. Las demás especies carecen de la posibilidad de transmitir lo vivido, pues si bien son capaces de exteriorizar estados y expresarlos, quien los aprehenda lo hará como meras señales momentáneas, sin que pueda realizar una traducción y representación del fenómeno que las haya provocado. El único ser capaz de realizar lecturas competentes de las situaciones es el ser humano.
Nuestra especie es diferente, al ser capaz de mutar su conducta colectivamente en un breve lapso de tiempo. Esto sucede pues nuestro pensamiento es pasible de ser influido por otras personas mediante la comunicación, y hacer que nuestras conductas varíen.
Fue Aristóteles quien más nos enseñó sobre la utilidad de las técnicas de la argumentación y la persuasión, donde la metáfora era la forma para redescribir la realidad, pues el recurso metafórico oscilaba entre la sumisión a la realidad y la invención fabulosa, más allá de la arbitrariedad que pueda existir entre significante y significado, “pues en ninguna parte tiene escrito el ciprés que es un ciprés, por seguir con el conocido ejemplo orteguiano tomado de un poeta de Levante, el señor López Picó”.4
Es mediante el lenguaje y la comunicación como el ser humano piensa y revisa sus convicciones. Es así hoy, y ha sido así siempre. Tendemos a creer que nuestro pensamiento ha sido elaborado ex novo por nosotros mismos, pero en realidad todo pensamiento es producto de variadas influencias, de algunas tenemos registro; de la mayoría, no. Nadie genera convicciones de hoy para mañana, uno vive, convive, escucha, habla e intelige todas las vivencias, y un buen día nos damos cuenta de que sostenemos firmemente una idea, que creemos original y propia.
4. Alejandro Rodríguez...
Índice
- Cubierta
- Acerca de este libro
- Portada
- Índice
- Olvidar la animalidad ancestral
- Sobreviviendo en la sociedad
- La amistad y la polis
- Autopercepción individual y representaciones colectivas
- ¿Toda cultura es aceptable?
- La religión civil de dudoso cumplimiento
- Los derechos no existen en la biología
- ¿Por qué obedecemos?
- Cooptación y adicción
- Incoherencia sostenible
- Ideologías convincentes
- ¿Quién quiere ser pobre? La hipocresía pobrista
- La queja enseñada y aprendida
- ¿Por qué no votamos a los honestos?
- Ética posicional y escándalo
- El desinterés ciudadano es un búmeran
- La discriminación piadosa
- El funcionario no es el dueño del circo
- El buen ciudadano dispuesto a obedecer
- Gobierno de gobernantes o gobierno de gobernados
- La falaz necesidad del capacitador en derechos humanos
- El descontento del pueblo
- Una mente representativa
- Kant y la militancia
- Justificar al caudillo de pobres valores
- El que representa a todos es un impostor
- El trabajo y el hedonismo
- Conclusión. Los fundamentos de nuestra insatisfacción
- Bibliografía
- Créditos