
- 150 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Pretéritas
Descripción del libro
«Pretéritas» (1921) recoge tres artículos sobre la revolución del 85 de Colombia de José María Vargas Vila: «Pinceladas sobre la última revolución de Colombia», «La revolución de Colombia, ante el tribunal de la historia» y «Siluetas bélicas», que más tarde se publicarían con los títulos de «De la guerra», «De la historia» y «Los épicos», respectivamente.
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Pretéritas de José María Vargas Vilas en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Historia militar y marítima. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
Categoría
HistoriaCategoría
Historia militar y marítimaDE LA HISTORIA
(1886)
I
ELLOS Y ÉL
Hay momentos en que parece como que Dios, indignado con un pueblo, apartara de él la luz de su mirada, y extendiendo su mano, lo sumiera en la sombra.
Entonces surgen esas situaciones caóticas, en que agoniza el patriotismo, vacila la virtud, la fe desmaya, y brotan de las sombras las tiranías, y surgen esos fantasmas sanguinarios y terribles, que se llaman Heliogábalo, Nerón, Rosas, Carrera, O Rafael Núñez.
La nación desamparada, ve desaparecer sus caudillos, sus tribunos, y sus apótoles; grandes hombres y grandes partidos son puestos a un lado, y brotan esos círculos siniestros, que se hacen al poder y danzan en derredor del incendio. Mezcla confusa de histriones y de bacantes; tribunos de taberna y escritores de cafés; retóricos y genizzaros; frailes y lazzaronis que vienen a marcar en las naciones, esos períodos históricos que se llaman la Decadencia en Roma, la Comuna en Francia y la Regeneración en Colomibia.
No traen en sí la fuerza tempestuosa de uno de aquellos quebrantamientos dolorosos de la sociedad, que pasan tocando con sus alas de fuego la frente de los pueblos; que todo lo derriban y lo arrasan para construirlo de nuevo, y que se llaman las revoluciones. No brillan tampoco con la luz apacible de esos renacimientos de ideas, que cambian la faz de los pueblos, desde las regiones serenas de la filosofía. No truenan como Mirabeau ni brillan como Condorcet, pero chillan como Marat, y hacen visos como Núñez. No rugen como los leones, pero aúllan como chacales. No iluminan como los sabios, pero engañan como los farsantes. No son una revolución, sino un trastorno. Todo lo derriban, y no edifican nada. Es un pillaje, no un gobierno. No saben qué quieren, ni para dónde van. Aquello es: da locura de las medianías, la embriaguez de las nulidades, el desenfreno del crimen. Tal ha sido el tristísimo período que ha atravesado Colombia con la Regeneración.
Esta agrupación híbrida que como un miasma pestilencial, se ha alzado de la corrupción de todos los partidos; esta avalancha de hombres de todos los bandos, que ha caído sobre la República como esas invasiones de bárbaros que de todos los cuatro puntos del horizonte cayeron un día sobre Roma, ni es un partido, ni tiene bandera, ni obedece a principios. ¿De dónde ha surgido? De abajo del fondo de todos los partidos. Hombres, y tendencias, todo ha brotado de la sombra. Grupo genesíaco, en que todos han salido do la nada, no sabiendo quiénes son, de dónde vienen, ni para dónde van. La Regeneración es el caos.
¿Queréis oír una pintura que se asemeje mucho, a lo que ha sido entre nosotros este partido del miedo, las traiciones y la alevosía? Víctor Hugo nos la ofrece cuando después de pintar con su pluma de luz, las cumbres serenas de la Gironda, y las tempestuosas de la Montaña, se detiene a describimos ese partido que se agita a los pies de ambos, dispuesto a servirles a todos, lo mismo que a traicionarlos a todos, inclinándose hoy ante Vergniaud, mañana ante Dantón, y debiendo su existencia a su propia inmundicia: «Bajo las pasiones, bajo el heroísmo, el sacrificio, la cólera, la rabia, bullía la triste y obscura multitud de los hombres anónimos. Allí estaba todo lo fluctuante: los que dudaban, los que vacilaban, los que retrocedían, los que aplazaban o esperaban, temerosos unos de otros. Estanque asqueroso, en que se trasparentaba el egoísmo y en que tiritaban las esperanzas mudas de los temblones. Nada más miserable, todos los oprobios y ninguna vergüenza; la cólera latente; la rebelión bajo la máscara de la servidumbre. Los pantanistas, cínicamente asustados, tenían todas las especies de valor que distinguen a la cobardía; preferían a la Gironda y votaban con la Montaña; el desenlace dependía de ellos, y se inclinaban a la causa que ofrecía más elemento de triunfos. Así entregaron la cabeza de Luis XVI a Vergniaud; la de Vergniaud a Danfón; la de Dantón a Robespierre, la de Robespierre a Tallién; así anatematizaron a Marat vivo, y divinizaron a Marat muerto. Lo defendían todo, hasta que llegaba el momento de derribarlo todo. Así, eran el número, la fuerza, el miedo; de aquí su audacia para todas las ignominias.»
He ahí la pintura de nuestro Partido Nacional o Regenerador. Traicionando a los liberales, y pronto a traicionar a los conservadores. Despreciado de ambos, y temeroso de juntos; pronto a apoyarlo todo y a venderlo todo; tan listo para hacerse monárquico como republicano; arrodillándose ante ídolos que mañana ayudaría a voltear. El entregó la cabeza del partido liberal a los conservadores; la de Prestán inocente, a Cleveland, y a su Gabinete; la de Gaitán a Núñez, como entregaría la de este último si hubiera un partido tan loco que se la pidiera.
Este partido tiene su personificación siniestra en un solo hombre: Rafael Núñez.
Altísima y sombría personalidad política, su frente brilla con los resplandores del talento que hacen más visibles las manchas de sangre que la cubren ( 8 ).
Como inteligencia, tiene pocos rivales; como perverso, no tiene ninguno.
La mitología cristiana no ha creado más que una figura semejante a él: Luzbel.
Esphialte, ha sido su modelo y ha logrado sobrepasarlo.
Como hombre, lo ha violado todo; como filósofo, se ha reído de todo; como político, lo ha prostituído todo. Adúltero en el hogar y apóstata en la política.
La historia del país no presenta otra figura más odiosa.
Núñez es la personificación del crimen.
No tiene más título a la admiración, que su talento.
No ha sido un piloto, sino un escollo.
Muchos lo han creído grande y no ha sido sino siniestro.
En el revuelto mar de nuestra política , no se le halla como un faro salvador, pero alza su frente ceñuda y triste como un desnudo promontorio, como un arrecife peligroso en que ha encallado y, se ha roto la nave de la República.
No tendrá nunca la belleza de lo grande; pero tendrá lo que alguien llamó: la belleza del horror.
Lo grande, inspira admiración, lo horrible, espanto; por eso Núñez es espantoso.
Será un hombre nefandamente histórico, no una figura histórica.
No será olvidado, pero más le valiera un olvido piadoso, que un recuerdo maldito.
No representa una causa, sino un delito.
Habiendo sido un castigo, no será una gloria.
Habiendo sido un verdugo no puede tener aureola.
Sólo la virtud da luz, el crimen no tiene fulgores.
Núñez, como tirano, no significa la gloria, ni la grandeza. Es una personificación terrible: la venganza. Tiranos como César y Napoleón, deslumbran; tiranos como García Moreno y Núñez, horrorizan.
Melgarejo era una espada, Núñez es un puñal.
Hay tiranos rayo, como Sila, y tiranos sombra, como Núñez.
Itúrbide combatía. Núñez maquina.
Hay tiranos de batalla y tiranos de sacristía.
Tiberio, era un tirano soldado, Núñez es un tirano jesuíta.
Núñez es grande a estilo de Caracalla.
Tiene la resonancia de Eróstrato y la inmortalidad de Caín.
Su nombre tiene una gloria: la de Judas.
¡Aquel grupo y este hombre, son la Regeneración!...
Así juntos, mezclados, impelidos, agitándose en aquel caos, son, un acontecimiento histórico, una descomposición, un fenómeno.
Han hecho época en la histroria: son un eclipse.
Si no hubieran hecho víctimas tan ilustres, se les podría olvidar, porque las instituciones caídas se levantan, pero lcs hombres muertos no podrán hacerlo.
La Regeneración representa: no un principio, sino la negación de todos los principios. No una doctrina, sino la carencia absoluta de doctrina.
Ella se ha encargado de probar, que la ineptitud puede ser legisladora, y la maldad Gobierno.
Le Regenerción no ha sido la muerte del país, sino la locura. No ha sido los funerales de la libertad, sino la orgía del despotismo. ¡Horrible carcajada de la estupidez ebria, en los senos de la historia!
Cuando esta gran mascarada se pone seria, su seriedad tiene algo de sombrío como el rostro de «L’homme qui rit» de Víctor Hugo.
En uno de esos momentos de seria ferocidad nos arrojó al rostro su Constitución de 1886.
Hécuba aulló, dice Homero.
La Regeneración aulló, decimos nosotros.
Aquella Constitución es su grito y su reflejo.
Los espectros también alumbran, con el brillo de su putrefacción.
Torquemada y Núñez se besaron, y de aquel ósculo del despotismo y la traición, brotó ese código sangriento
Los inquisidores aplaudieron desde su tumba. En los confines de la historia, Judas y Felipe II se alzaron para saludarla. El primero reconoció a su hermano, el segundo saludó a sus siervos. Ambos tenían imitadores.
La Regeneración es la Constitución; jamás monstruo alguno tuvo hijo, más semejante...
II
SOMBRA Y SANGRE
La Constitución, vista de lejos, tiene el aspecto de un castillo feudal envuelto en la sombra. Vista de cerca es la Bastilla.
De lejos inspira horror, de cerca risa.
Es la ferocidad reducida al ridículo.
Es la imagen fiel del viejo león africano traído a Bogotá; una fiera que se muere de vejez.
Aparición del siglo xvii en pleno siglo xix , es un fenómeno.
Es cómica y sombría, grotesca y triste como el partido que representa.
Los conservadores la hicieron en forma de tragedia, los bufones de Núñez le dieron visos de sainete
Imaginaos una pieza de Shakespeare representada por titiriteros ebrios.
Es la venganza, el despecho, la cólera de veinte años de impotencia.
Es el rugido de un tigre que se pone en pie.
La traición y la intolerancia, la engendraron; es, pues, la obra del partido conservador.
Es el pasado que despierta, y el pasado es siempre vengativo.
Tiene la fuerza plástica del grupo a que pertenece.
Es una gran masa de errores acumulados, de ruinas en reedificación.
Tiene la furia de las reacciones y la desesperación de lo impotente.
Lleva en sí el impulso ciego de la pasión, inexorable como el viento del mar, que empuja las olas, hasta estrellarse en la costa.
Vista en su conjunto es deforme, vista en sus detalles es monstruosa.
Nada más estúpido se ha dado a un pueblo en forma de ley.
Es una Marsellesa contra la civilización.
Principia con una blasfemia, y acaba con una inepcia.
Evoca el nombre de Dios, como para indicar que quiere prostituirlo todo, hasta la divinidad.
No se atreve a nombrar al pueblo, y hace bien, esto pudiera llamarse el pudor del crimen.
No habla de derechos, porque no los reconoce.
Pero habla de deberes, porque los impone.
¡Sólo son ciudadanos los ricos y los ilustrados!...
El pueblo no es nada.
Es una bestia de carga según esa Constitución.
Tiene el derecho de sufrir, y contribuir, pero no tiene el derecho de elegir.
Puede ser soldado, pero no ser ciudadano.
Tiene el deber de hacerse matar en la guerra, pero no se le concede el derecho de votar en la paz.
Dicen los conservadores que es un pueblo imbécil y pobre...
Si es imbécil, ¿por qué no lo ilustran?; si es pobre, ¿por qué no lo enriquecen?
¿Los harapos del pueblo son acaso un crimen que lo priva del derecho de ser salvado?...
¡Qué horrible una legislación en que se castiga la pobreza en vez de aliviarla!... ¡En que se hace un crimen de la ignorancia en vez de disiparla!... y se añaden a las lágrimas y a las sombres del pueblo, la desesperación y el desprecio.
Los conservadores le han dicho al pueblo en nombre de la patria: «Quita de ahí; los hombres del pueblo son demasiado pobres y demasiado ignorantes, para ser mis hijos.» ¡Blasfemia horrible! ¿Quién ha dado derecho a los conservadores, para humillar así al pueblo, para arrancarle sus derechos, y para declararlo su esclavo?
¡Pobre pueblo!...
No se le educa ni se le da modo de trabajar; ¡pero se le castiga porque es ignorante y pobre! El, forma casi toda la República, y no tiene derecho de intervenir en el gobierno de la República.
¡Pobre patria, a quien los conservadores le han arrancado hasta el derecho de tener patria!
El pueblo y la república han sido hechos pedazos en aquel código de barbarie y de disolución.
De nueve Estados Soberanos, esta Constitución ha hecho una sola masa, sobre la cual ha puesto su pie Núñez.
Toda tiranía tiende a concentrar.
El centralismo es un punto menos que la monarquía, por eso todo el que ha aspirado a matar el sistema republicano ha centralizado primero los poderes.
El federalismo es la más amplia expresión de la república, por eso todo pueblo que habiendo salido del centralismo vuelve a él retrocede al despotismo.
El federalismo fué la inspiración de los girondinos, que eran los pensadores de la revolución francesa. Saint-Just mismo, que no estaba con ellos, dijo: «Dividid el poder si queréis que la libertad subsista.»
Con el federalismo se hacen imposibles las dictaduras; porque ante un hombre que quiere dominar como Soberano, hay Estados Soberanos que se oponen a ello.
El centralismo, hasta en manos de un ángel, será un peligro para la libertad.
¿Qué será en manos de un ambicioso vulgar y desorbitado como Núñez?
¿Quién podrá detener a este apóstata siniestro en el camino de la dictadura? ¿Será el Congreso? Está debajo de él. ¿Será la Corte de Justicia? El la ha nombrado. ¿Serán los Gobernadores de los departamentos? El puede destruirlos con una plumada, y enviarlos a presidio. ¿Será el pueblo? Ahí están los curas para que lo contengan. ¿Será el temor a la justicia? ¡Sus siervos le han declarado irresponsable!...
¡Qué absurdo!...
La irresponsabilidad del mandatario sólo ...
Índice
- Pretéritas
- Copyright
- PREFACIO
- A MANERA DE PREFACIO ( ).
- DE LA GUERRA (1885)
- LOS EPICOS (1885)
- DE LA HISTORIA (1886)
- DE LA TRIBUNA
- Sobre Pretéritas
- Notes