Un libro para las madres
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Un libro para las madres

  1. 399 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Un libro para las madres

Descripción del libro

Este libro se divide en dos partes: en la primera –Memorias de una madre para su hija– Sinués llama a las muchachas a saber lidiar con los pesares de la vida y no perderse en ilusiones vanas; en la segunda desarrolla "la teoría general de los deberes de madre", desperdigada en un mosaico de artículos.

La obra permite asomarse a una concepción decimonónica de la maternidad y va en línea con varios ensayos y novelas de la autora, destinados a lo que ella llamaba la educación moral de las mujeres.

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN del libro electrónico
9788726882469
Categoría
Pedagogía

PARTE PRIMERA.

LA DICHA DE LA TIERRA.
MEMORIAS DE UNA MADRE PARA SU HIJA.

PRÓLOGO.

I.

Hace algunos años que, hallándome yo una noche sola en mi cuarto, me entraron un voluminoso rollo de papel atado con una cinta negra y sellado asimismo con lacre de luto.
En la parte superior venía escrito mi nombre.
Creyendo que serian originales para mi periódico El Angel del Hogar, rompí los sellos, y salió una carta que venía en primer término arrollada con un cuaderno de papel fino, pero bastante voluminoso.
—¿Quién ha traido esto? pregunté al criado que aguardaba.
— Un lacayo con librea de luto, me contestó.
— ¿Espera todavía?
— No, señora; al abrir la puerta me lo entregó, y me dijo: «Para la señora»; luégo desapareció.
—¿Sin decir de parte de quién?
— Sin decir nada más.
Hice una señal al criado para que me dejára sola, y dirigí una mirada á la carta que tenía abierta; decia así:

II.

«Los adjuntos papeles, señora, son las Memorias de mi vida, que escribí y dediqué á mi hija, y que la entregué el dia mismo de su casamiento con el hombre que yo la habia elegido.
»Las leyó….. pero no ha podido aprovechar los consejos que yo la daba en ellas….. ¡una cruel enfermedad la arrebató á los cinco meses de casada!
»¡Señora, mi corazon está destrozado! he vuelto á recoger esas Memorias, pero no quiero conservarlas, porque la suerte y mi voluntad han ahondado en torno mio un vacío que sólo Dios puede llenar; ¡sólo á Dios veo en él, sólo á Dios quiero ver! ¡Todo lo que trata de mi vida pasada, de mis sueños de jóven, de mis esperanzas de madre, es muy doloroso para mi herido corazon!
»Hoy salgo para una casa de campo que he comprado léjos de la córte, únicamente acompañada de dos criados antiguos: la que fué nodriza y segunda madre de mi hija, y un anciano que fué ayuda de cámara de mi marido; el mundo ha concluido para mí.
»En él diviso aún una figura circundada de paz, rodeada de una blanca luz..... la de V., la de V., que se ocupa sin cesar de ofrecer á las jóvenes los dulces frutos de su pluma; las sanas máximas de la virtud. Hija mia,— porque por mi edad bien le puedo dar este dulce nombre,—hija mia, yo la confio lo que escribí para mi hija; yo la confio mis sueños y las realidades que al fin de ellos he hallado; délos V. á luz, y la ahorrarán quizá algunas horas de trabajo, si los juzga dignos de figurar entre las bellas y aromadas flores de su moral y recreativa Biblioteca.
»Todas las obras de V. las tengo; de ésta, tal vez llegará un dia en que yo misma vaya á pedirla un ejemplar; pero eso será cuando esta dolorosa llaga de mi alma haya dejado de sangrar; entónces sabrá quién es una de las más desgraciadas mujeres del mundo, y tambien una de sus más fervorosas y apasionadas admiradoras.»

III.

Sentí deslizarse una lágrima por mis mejillas al acabar de leer esta carta, tan llena de tristeza y desaliento; evidentemente detras de aquellos renglones se ocultaba un gran dolor, una de esas penas que sólo la religion puede consolar.
Desdoblé el manuscrito, que era de papel fino y perfumado.
La forma de letra variaba segun adelantaban sus páginas; no se podia dudar al verlas de que se habian escrito en diferentes épocas y en el trascurso de algunos años.
— ¿Quién sería la desgraciada señora, la infeliz madre que me enviaba la historia de su vida?
No podia saberlo; no era posible que yo lo adivinase.
Desistí de mis cavilaciones al cabo de algunos instantes.
Sólo podia sacar en limpio de mis conjeturas que la persona que habia escrito aquello pertenecia á la clase elevada de la sociedad.
¿Era culpable?
¿Era sólo desgraciada?
Mis lectores juzgarán, enterándose del elegante y perfumado manuscrito, que yo empecé á leer al instante, llena de emocion, de curiosidad y de enternecimimeto.
__________

Á MI HIJA.

Para tí, mi querida Honorina; para tí, hija mia, escribo la historia de mi vida; ya has puesto el pié en el umbral que separa la infancia de la risueña juventud; hoy cumples quince años, hija mia; las puertas de la vida se abren para tí de par en par; las ilusiones, los sueños más bellos te cercarán por todas partes; la realidad, la dura y despiadada realidad, te herirá muchas veces en medio de ellos.
Quiero, pues, hija mia, no arrebatarte tus ilusiones; con tu alma tierna y poética esto sería hacerte mucho daño; pero deseo que sepas que la vida es prosa casi siempre, y que el mayor talento de la mujer consiste en poetizar esta prosa y en sacar de ella la parte bella y agradable, á la manera que la abeja saca de las flores sus jugos más exquisitos, para labrar la aromática miel.
Dios, padre indulgente y amoroso; Dios, sabio y eterno regulador del universo, sabe que así como el cuerpo no se alimenta sólo de pan, el espíritu no puede alimentarse sólo de verdades amargas; por eso nos concede algunas dulces ficciones que nos ocultan la rudeza de nuestros deberes.
Él guie mi pluma para aconsejarte, para hacerte ver la santa y augusta verdad, para encaminar tu razon y esclarecer tu juicio; cada dia, al tomarla para continuar la tarea que te dedico, imploraré, como hoy lo he hecho, su favor y el auxilio de su divina Madre, fuente preciosa de toda belleza y poesía.
Es una verdad innegable que las penas comunicadas pierden mucho de su amargura: yo depositaré muchas en este papel, mudo confidente de mis dolores, y espero que su peso se aligerará, y que hasta los recuerdos que me atormentan cambiarán de carácter, dejándome, en vez de la afliccion presente, una apacible melancolía.
Verás aquí cuántas lágrimas inútiles he vertido en este mundo, lo que es tambien una culpa: sólo debemos llorar por lo que lo merece, pues el llanto es un bálsamo precioso, que no se debe derramar inútilmente.
Algunas cosas, que he creido grandes dolores, veo ahora que eran sólo miserias humanas, por las que se debe pasar con la vista fija en el cielo: espinas del camino que hieren los piés: mas ¿á qué gemir por esto? en todos los senderos de la vida corre murmurante y bello el claro arroyo de la resignacion cristiana que lava y cura las heridas.
Basta ya de reflexiones, mi Honorina: no quiero cansarte con ellas: vale más que se desprendan de los hechos que te voy á referir, de la historia de mi vida, de los sucesos, tristes los más, muy pocos felices, que forman esta cadena, cuyo más hermoso eslabon eres tú, hija de mi alma: tú, cuya felicidad me es tan cara, que sólo el afan de asegurarla, en cuanto esté de mi parte, me hace volver atras esta larga y triste mirada.
__________

LIBRO PRIMERO.

I.

ELENA.
Cuando yo vi la luz, dejó de verla para siempre mi madre.
Yo le costé la vida; y mi padre, que la amaba con delirio, jamas pudo olvidarla ni perdonarme su muerte.
Yo fuí, sin embargo, la primera víctima de aquella catástrofe.
¿Qué hay en el mundo que pueda reemplazar á una madre?
Mi padre, el conde de los Valles, no podia darme más que lo que justamente me quitó: su amor y sus cuidados.
No es esto decir que me aborreciese; era bueno, humano, compasivo; pero aquel amor, el primero de su vida, habia dejado honda huella en su corazon.
No sé si por dicha ó por desgracia, fuí confiada, ó mejor dicho, fuí casi arrebatada de la casa paterna por la madre de mi madre, señora que merece un retrato detenido, hecho y visto con atencion.
Hija de un rico capitalista de la isla de Cuba, se habia casado con un banquero de la Habana, quedando muy jóven viuda, y sin más hija que mi madre, á la que adoraba con el más ciego frenesí.
Mi padre fué á la Habana con un alto cargo militar, pues á pesar de su título habia querido seguir la milicia: allí vió á mi madre, que entónces acababa de salir de la niñez: era tan hermosa que se enamoró perdidamente de ella, y la pidió por esposa, siéndole concedida al instante.
El jóven matrimonio se vino á la Península y á Madrid, y mi abuela, que no quiso separarse de su hija, los siguió.
Diez meses despues del matrimonio nací yo y murió mi madre.
La variacion del clima, y lo delicado de su temperamento, unido á lo penoso de su embarazo y á lo laborioso de su parto, le abrieron el sepulcro al cumplir diez y siete años.
Entónces pasó una cosa extraña y terrible en aquellos dos corazones que tanto la habian amado.
Mi abuela concibió por mi padre un ódio mortal.
Mi padre concibió por mí una aversion profunda.
Decia mi abuela, que si su hija no se hubiese casado, no hubiera muerto.
Decia mi padre que si yo no hubiera venido al mundo, mi pobre madre viviria.
Otra diferencia habia aún entre los sentimientos de entrambos.
Mi padre amaba á mi abuela porque era la madre de la esposa que tanto habia amado.
Mi abuela me adoraba á mí; llegando su delirio hasta creer ver en mí á su hija, á su querida Margarita, que se habia vuelto pequeña, bonita, encantadora, como ella la recordaba cuando tenía mi edad.
Se me puso el nombre de Valeria, por la razon que voy á decir.
Llamábase así una jóven compañera de pension de mi madre y su única amiga, á la que ésta amaba tiernamente.
Despues de casada mi madre, casó tambien su amiga y se fué con su esposo á los Estados-Unidos.
— Margarita, dijo á mi madre, llevo un gran dolor al separarme de tí, y es el de no tener en la pila bautismal al hijo que esperas.
—Yo te prometo, repuso mi madre abrazándola, que llevará tu nombre si es una niña.
Cumplióse esta promesa y me llamé Valeria.
Así que mi pobre madre pasó á una vida mejor, mi abuela se separó de mi padre, cuya vista le hacía daño, y se fué á vivir sola, más bien que á una casa, á un espléndido palacio lleno de criados y amueblado con la más extraordinaria suntuosidad.
Mi abuela no era una anciana: á la muerte de mi madre sólo tenía treinta y dos años, y era ademas una bella y simpática mujer.
Sabido es lo muy pronto que se desarrollan las americanas, y que se casan á la edad en que en la Península estamos todavía en los colegios.
Verdad es que en aquel caluroso clima envejecen más pronto; pero como mi abuela vino bajo el templado ambiente de España, conservó largo tiempo su belleza, su frescura y sus gracias.
Tenía yo siete años cuando ella era, segun yo la recuerdo, un modelo de hermosura y de elegancia, ó más bien de magnificencia.
Se llamaba Elena, y Elena la llamaban sus aristocráticas amigas y la turba de adoradores que la rodeaba y la colmaba de homenajes.
Segun he oido contar, los primeros dias despues de la pérdida de mi madre los pasó en una absoluta soledad, dando gritos y vertiendo amargo llanto; pero despues, la soledad le pesaba de tal modo, y se puso tan desmejorada y tan triste, que hubo de recibir á sus más íntimas relaciones para no caer en la locura ó en alguna deplorable monomanía.
El primer sér viviente á quien quiso ver fué á mí.
Me llevó mi nodriza, y mi padre nos acompañó yendo todos en un coche cerrado á su casa.
Mi nodriza y tambien mi abuela me han contado despues los pormenores de aquella entrevista.
Mi abuela era extremada en todos sus afectos: era ademas exagerada en la manifestacion de ellos: así es que su palacio se hallaba colgado de negro y alfombrado del mismo sombrío color desde el patio hasta la última de las habitaciones.
Los lacayos estaban igualmente enlutados, y el portero de estrados, que nos introdujo, vestia completamente de negro.
La habitacion de mi abuela...

Índice

  1. Un libro para las madres
  2. Un libro para las madres
  3. Other
  4. Á MIS LECTORAS.
  5. PARTE PRIMERA.
  6. PARTE SEGUNDA.
  7. CONCLUSION.
  8. Sobre Un libro para las madres