
- 114 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Política revolucionaria
Descripción del libro
«Política revolucionaria» es un ensayo de Leopoldo Lugones sobre filosofía política donde el autor enaltece el golpe de Estado provocado por el Ejército en 1930 en Argentina y la instauración de una dictadura militar.
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Política revolucionaria de Leopoldo Lugones en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Política y relaciones internacionales y Ideologías políticas. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
Categoría
Ideologías políticasOFRENDA DEL BANQUETE
AL CORONEL DON FRANCISCO FASSOLA CASTAÑO, HERIDO DE LA REVOLUCION, EL 19 DE DICIEMBRE DE 1930
Esta manifestación al soldado y al patriota para celebrar el recobro de una vida que jugó como bueno, y la designación con que le ha hecho justicia el jefe supremo de la República, exigen por correspondiente homenaje algo más que el brindis compuesto sobre la copa en decoroso estilo, según, quiza, me tentaron la ocasión y la musa, al ser de suyo tan bella, y con esto tan propicia al poético galardón, la flor de la valentía. Pero antes ya, y mejor que todo verso, premia el laurel la sangre generosa, florido de su color. Limitemos, pues, la ofrenda al merecido gajo, para no hacer literatura ni perder el tiempo en frases con tan grave motivo, desde que son éstos recios días de arar, no de amena jardinería. Todos cuantos cayeron en las jornadas iniciales, merecieron ya la republicana distinción de beneméritos de la patria. Pido para ellos, en la persona de nuestro obsequiado, el único aplauso que deseo obtener.
Nadie ignora que para bien sembrar son indispensables desbrozo y roturación. Ahora bien, toda revolución inspirada por el patriotismo y la rectitud es una siembra que logrará la patria. Así gobierna desde el 6 de Setiembre nuestro general. Por esto para quienes militamos a sus órdenes antes, entonces y después, la revolución empezó el 6 de Setiembre. El gobierno por el gobierno mismo es la sensualidad depuesta aquel día. El gobierno por la patria es ante todo una visión del porvenir. He aquí el justo precio de la sangre derramada, porque fué el objeto de que se la derramase. El país necesitaba tres cosas y sigue precisando dos: la deposición del funesto régimen; el saneamiento de la corrupción que dejaba; la definitiva seguridad de que no se reprodujera. Habremos de repetirlo mientras lo nieguen tergiversadores audaces, porque en ello consiste, precisamente, la trascendencia de la revolución. Tal fué su propósito, y tal, por supuesto, el correlativo deber de proseguirla bajo el mando del jefe que con tanta energía como acierto la encarna, defendiéndola, que esto es hacerla también, de codicias y de añagazas.
Pues resultó que los políticos disponibles, todos enemigos hasta la víspera, como declarados antimilitares que son, presentáronse a reclamar el usufructo de la obra ajena. Abusando de la generosidad y del espíritu de sacrificio de las tropas, empezaron por negarles, no sólo el mérito, sino hasta la iniciativa, para adjudicarse en consecuencia el modesto papel de gobernar al gobierno, con el designio primordial de sustituirlo cuanto antes. Pues claro está que ellos eran los candidatos de la perentoria elección, único objeto de la jornada, según ellos mismos, sin contar los ministerios futuros, distribuídos también, ya, con premioso celo.
Así empezaron a malograr el primer fruto de la revolución, o sea la reconquistada unidad de pueblo y ejército, perturbados por la propaganda izquierdista, para la cual son enemigos o cómplices, y no, como en realidad, una misma patria viviente. El ejército con su virtud y su decisión era a todas luces lo que estorbaba. Mas ¿con qué méritos ante la Nación exigían esos señores su apremiante acomodo? Los mejores de entre ellos habían fracasado dieciséis años consecutivos ante el régimen depuesto, habían sido sus devotos más de una vez, y hasta habíanlo sobrepujado en los presupuestos de soborno electoral. Acudían también, y hay que precisarlo, porque todo esto es más grave de lo que parece, desde el tiburón criollo de vieja y reciente agalla, hasta el aventurero extranjero que negocia con todo, incluso con el disfraz de argentino, como queda todavía tal cual de éstos y en elevada posición acá y allá, sin disimular unos ni otros la insolencia de su conquista. Todos, pues, menos los autores, relegados como la escoba al rincón después que pasó el barrido. Nada más tendrían que hacer, aunque lo mejor está por hacerse. Eso mismo que fué, precisamente, el objeto de la revolución. Y basta enunciarlo para apreciar la insensatez de suprimir en tres meses una corrupción general de dieciséis años. Eso sería, como dicen, “el regreso a la normalidad”. Y bueno: regreso a la normalidad es el saneamiento de la administración; el orden rentístico de la Nación casi fallida: el remedio de la Universidad desquiciada; la prevención de la delincuencia sectaria que por sus vínculos y subvenciones, para no decir más, asume el carácter de una invasión extranjera: otros tantos frutos de la corrupción electoral que es necesario extirpar primero, para que la nueva elección no resulte a la fija un nuevo escándalo demagógico. Ni qué elecciones respetables puede haber con padrones viciados, como lo están, por veintenas de miles de inscriptos falsos, que siendo al propio tiempo infractores militares — otro fruto de la corrupción electoral — ocasionan el desquicio del ejército. Y quedan todavía los analfabetos en proporción desastrosa, a los cuales ha de añadirse cada año las cuatro camadas electorales de menores de edad entre dieciocho y veintidós: iletrados los más, semicultos muchos y malogrados los otros por nuestra enseñanza secundaria, que debiendo ser la más nacional, como que le concierne la formación del ciudadano, se ha vuelto — otro fruto de la corrupción electoral — la más inepta y extranjera.
Sin embargo, al decir de los políticos, el pueblo pide elecciones. Todos somos pueblo bajo la República; pero salvo unas pocas agrupaciones urbanas, la entidad grande no aparece. Falta, desde luego, ese valiente pueblo rural, verdadero sostén de la Nación, perpetuamente sacrificado al obrerismo extranjero de las ciudades; mientras lo que sí reclama con toda la voz, es crédito para su cosecha; tierra barata para su trabajo; subsistencia llevadera; caminos, graneros, seguridad comercial: todo eso que las elecciones nunca le dieron, siendo, en consecuencia, muy natural que no las pida. Mas, el gobierno provisional tiene que dárselo, porque además del patriotismo se lo impone la urgencia. Y lo propio, quiéralo o no, tiene que hacer con la crisis económica; esta crisis más grave que todas cuantas ha sufrido hasta hoy el país. No hay tiempo para que de ello se encargue un congreso más, afectado en dichas materias por el precedente fatal de dieciséis congresos inútiles. Esto no es desconfiar del pueblo, sino de la pésima institución. Esto no es negarse a elegir, sino querer hacerlo con honrado patriotismo.
La obra del gobierno revolucionario defínese, pues, por el imperativo de estos problemas formidables. Abandonarlo en ella, sería traición a la patria. Véase lo que ha pasado con la Universidad de la reforma, o sea la sucursal socialista que sus mismos corifeos se vanaglorian de mantener, en libros, discursos y manifiestos. Bastó respetarla, para que se mostrase indigna de consideración. Adviértase lo que ha sucedido con la justicia. Bastó respetarla, para que ella misma se encargase de mostrar que en muchos de sus tribunales, sin exceptuar los más altos, seguían comprometiendo su majestad turbios favorltos de la política, no siempre personalista o radical, ni extirpados todavía como merecen. Pero qué mucho, si el propio gobierno tiene que resistir a la doble tentación de la política y la burocracia. Por esto no queremos oficialismo, ya que en él ha de haber siempre algún resabio electoral.
El objeto del gobierno es que sea bueno; vale decir que satisfaga los propósitos contenidos en el preámbulo de la Constitución, y para eso lo instituye la ley. Pero como la ley sólo puede prescribir fórmulas, suele pasar que hay gobiernos legales malos, como el derrocado en setiembre, y gobiernos ilegales buenos, como el provisional que lo sucedió. Cuando un gobierno legal es malo, y se repite catorce años seguidos, es porque el sistema legal con arreglo al cual se forma, produce ese resultado infeliz o carece de eficacia para evitarlo. Hay que reformar, pues, aquel instrumento. Los filósofos fáciles dicen que no es la ley lo que debe cambiar, sino la naturaleza humana, origen verdadero de la maldad; pero este argumento pesimista es falso, y sus mismos autores no lo aplican en carne propia. Cuando toman un vehículo que resulta torpe, descompuesto o incómodo, lejos de intentar ellos modificarse para seguir usándolo, lo arreglan o lo cambian por otro mejor, y esto es lo que llamamos progreso en todos los órdenes de la vida: el mismo concepto sencillo y claro de la revolución. Desalojar para exponerse a recaer en lo mismo poco después, no valía la pena. Es lo que quieren, sin embargo, los políticos, sin una sola excepción, puesto que los radicales piden la misma cosa. Pero aquí la lógica liberal ofrece una conclusión inesperada.
Los irigoyenistas creen que ganarían la futura elección. Seguro es que habrían de aprovechar en su propaganda el malestar causado por la crisis, la ojeriza de los que perdieron sus empleos ilegales o inútiles, y la consabida promesa de lo que podríamos llamar el regreso a las cebollas egipcias: todos repuestos en masa; la paternidad de los pobres ejercida otra vez; el desquicio en auge de nuevo. Segurísimo es que lo harían, y acaso con éxito como tantas otras veces. Y si esto pasara, y sus rivales tuviesen a su cargo la responsabilidad del país ¿les entregarían el gobierno? Bajo el criterio exclusivamente legal, no cabe duda. Pero ¿no nos han dicho ellos mismos que se trata de una gavilla de malhechores, para los cuales viven pidiendo el presidio? Entonces ¿porque hubiesen votado ochocientos mil individuos, como la otra vez, iban a entregar los once millones de habitantes de la Nación a la rapacidad y al delito? He aquí lo que vale en realidad el principismo legalitario.
Una cosa es mantener el espíritu de la Constitución y otra encastillarse en su letra inamovible.
Aquel espíritu es la grandeza de la patria, y para defenderla y asegurarla se hizo la revolución. Querérnosla, en consecuencia, republicana, representativa y federal; pero deseamos también corregir en su texto lo que resulta contraproducente o nocivo al pueblo que todos los argentinos formamos. Nada lo ha sido tanto a la vez como el Congreso y el sufragio incondicional, o sea aquello que más defienden los políticos tal cual está: es decir lo peor posible. Ellos sabrán por qué. . .
Señores oficiales: La Constitución Argentina, como la Patria misma, es hija de la victoria. La engendró Caseros y la consolidó Pavón. No es, pues, nueva en la República la acción constituyente del ejército. Forma parte de su destino libertador. Es mandato de su conciencia republicana. Sigue teniendo así parte principal en esta revolución constituyente. La palabra servicio posee distinta significación para el sirviente y el hombre libre. Expresa, según el caso, la bajeza de la condición o la suprema dignidad del sacrificio. La dignidad merecedora de la espada. La que da libertad a los pueblos; prosperidad y seguridad a la Nación; continuidad creadora al esfuerzo de las generaciones que así realizan la construcción de la patria.
Mi coronel: Todo eso vale la sangre derramada en defensa de la revolución. Vale más aún, cuando no postra a los hombres de su capacidad y de su bravura. Porque entonces son los ejemplos vivientes de aquella virtud de la honra que resume en su excelencia el perfecto desinterés y el sacrificio permanente de la disciplina. Bien que los necesitamos, pues lo cierto es que continuamos de guardia. Aquí como en el mundo entero, la partida va a jugarse — porque se va a jugar — entre el comunismo, que por fine reune a todos sus cómplices involuntarios o encubiertos, (3) y el orden jerárquico, que es, en resumen, la civilización. Pero ha de triunfar la Patria. Sobre todo y contra todos, según reza su mandamiento de victoria. Hemos de acabar con la cizaña y hemos de arar a fondo el terreno constitucional. Y entonces, a la hora augusta del descanso ante la lograda mies, acaso nos toque, por generosidad del sol, un rayo de gloria a los que no hemos alcanzado como usted la ventura de merecerla todavía.
CRITICA DEL SUFRAGIO
En un país republicano, donde, por consiguiente, todos somos pueblo, todos nacemos también con igual derecho a contratar, aprender, debatir, gobernar, de acuerdo por supuesto con las condiciones naturales o adquiridas que posibilitan el ejercicio de cada facultad, y que la ley reconoce para prescribirlas en salvaguardia del orden y el bienestar comunes; pues todo derecho absoluto conviértese en privilegio y con ello en atentado a la igualdad republicana, Así, de acuerdo con el derec...
Índice
- Política revolucionaria
- Copyright
- ADVERTENCIA PATRIOTICA
- EN EL ENTIERRO DE LOS CADETES
- LA COMIDA DEL 3 DE OCTUBRE DE 1930
- LA REVOLUCION
- LO GRANDE Y LO CHICO
- POR ULTIMA VEZ
- LA RECONSTRUCCION
- DEFENSA DEL ESTADO
- DERECHOS DEL ESTADO
- LA FORMACION DEL GOBIERNO
- EL COLEGIO NACIONAL
- OFRENDA DEL BANQUETE
- CRITICA DEL SUFRAGIO
- ORGANIZACION DEL SUFRAGIO
- EL GOBIERNO DE LA FATALIDAD
- ALCANCE
- Sobre Política revolucionaria
- Notes