
- 281 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Las fuerzas extrañas
Descripción del libro
En las historias de estos doce relatos Leopoldo Lugones pone en práctica su característica narrativa fantástica, donde confluyen la tradición romántica, la ficción científica, la mitología y el misticismo.
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Información
Categoría
LetteraturaCategoría
ClassiciENSAYO
DE
UNA COSMOGONIA
EN DIEZ LECCIONES
ENSAYO DE UNA COSMOGONIA
EN DIEZ LECCIONES
PROEMIO
Hallándome cierta vez en un paso de la cordillera de los Andes, hice conocimiento con un caballero que allí moraba desde poco tiempo atrás, por cuenta de cierto sindicato para el cual estaba efectuando una mensura.
Era un hombre alto, moreno, en cuyo tipo resaltaba ante todo una gran distinción, á poco acentuada por el encanto de su lenguaje.
Un accidente montañés, que inutilizó por varios días á mi peón de mano, me obligó á compartir su real de agrimensor con cierto exceso quizá; pero mi hombre merecía aquel corto sacrificio de tiempo, y yo, además, no llevaba prisa.
Arrobado verdaderamente por su conversación, confieso que las horas se me iban sin sentirlo, así las ideas expresadas por aquellos labios fuesen de las más extraordinarias; pero entre ellas y su autor, había cierta correlación de singularidad que las hacía enteramente aceptables mientras él hablaba.
En el hombre aquél, el tipo era tan indefinible como la edad, bien que á primera vista se le atribuyera una vigorosa juventud y una procedencia americana; pero éstas pueden ser ocurrencias mías en las cuales ruego al lector que no insista.
Nuestras pláticas — sus conferencias mejor dicho — dejaron en mi ánimo una gran impresión á la cual contribuirían ciertamente la soledad inspiradora de las noches andinas, la comunión de naturaleza que sugería su serenidad, y el silencio divino de las estrellas; pero cuyo mérito intrínseco bien merecía el estupor de un mortal.
Una de aquellas noches, cerca del fuego medio apagado, mientras los peones reparaban en el sueño las fatigas del día, escuché la revelación que procuraré transmitir tan fielmente como me sea posible, ya que no se me exigió secreto alguno. Por mucho que difiera de las ideas científicas dominantes, el lector apreciará su concepción profunda, su lógica perfecta, y comprenderá que explica bastantes cosas con mayor claridad aún. He meditado bien antes de decidirme á publicarla, pero dos circunstancias me han impulsado sobre todo. La primera es que, á pesar de las más prolijas indagaciones, no he podido encontrar indicio alguno de aquel casual interlocutor, pues todas las señas que me dió á su respecto han resultado inciertas; la segunda es la facilidad con que me hizo el confidente de sus revelaciones. Estas dos circunstancias, me hacen creer que yo fuí tomado como agente para comunicar tales ideas, papel que acepto desde luego con la más perfecta humildad.
La ocultación del revelador podría infundir sospechas; pero el lector verá que ella era innecesaria dada la naturaleza de sus enseñanzas, y que, en todo caso, responde á la decisión de no decir más, ó á la modestia. Ambas cosas respetables.
Para no caer en conjeturas, lo mejor será abordar cuanto antes el asunto,
PRIMERA LECCIÓN
EL ORIGEN DEL UNIVERSO
La vida, que es la eterna conversión de las cosas en otras distintas, abarca con su ley primordial el universo entero. Todas las cosas que son dejarán de ser, y vienen de otras que ya han dejado de ser. Tan universal como la vida misma, es esta periodicidad de sus manifestaciones.
El día y la noche, el trabajo y el reposo, la vigilia y el sueño, son como quien dice los polos de la manifestación de la vida. Engendrándose unos á otros y permutándose, es como engendran los fenómenos. Toda fuerza será inercia y toda inercia será fuerza. Siendo ambas vida en su esencia, su identidad radical es lo que produce sus permutaciones.
Su diferencia aparente, la contradicción en que parecen hallarse, es sencillamente una diferencia de magnitudes: la noche es menos día, y así en lo demás.
Ahora bien, toda magnitud es una progresión y de esto depende que no haya brusquedad en los cambios de estado de las cosas. Así es como la continuidad de la vida se mantiene en la periodicidad.
Vivir es estar continuamente viniendo á ser y dejando de ser. Cada uno de los focos donde esto se opera — átomo ó planeta, célula ú organismo — es una vida. Ese equilibrio infinitamente instable, sin duración puesto que la más mínima permanencia en uno ú otro de los estados que lo forman, lo anularía ya; y sin tiempo, puesto que es una coincidencia de ser y de no ser — ese equilibrio es lo que se llama la existencia. Dejar de existir es acabarse ese equilibrio; entrar el sér á un estado inconcebible. En nuestro universo, lo que viene á ser se llama materia, y lo que deja de ser se llama energía; pero claro está que estas cosas figuran aquí como entidades abstractas. No obstante, como las manifestaciones polares de la vida se permutan, lo que viene á ser, es decir, la materia, proviene de la energía y vice-versa.
Si toda magnitud es una progresión, su crecimiento y su decrecimiento deben tener una duración equivalente, y este es otro carácter de la periodicidad en las manifestaciones de la vida. El isocronismo de las oscilaciones pendulares, materializa en forma visible tal ley.
Estas consideraciones que en nada afectan á las ideas científicas y filosóficas de nuestra época, son necesarias para que se comprenda mejor la exposición del sistema cosmogónico.
Un universo que nace, es el producto de un universo que fué, y basta para demostrarlo, que ese universo haya nacido: exnihilo nihil.
Los universos acaban como manifestación material, convirtiéndose en energía pura según la ley fundamental de la vida, y en este último estado permanecen por una duración equivalente á la que tuvieron como materia. Esta duración, que respecto á la materia es un reposo absoluto en el cual no hay tiempo ni ninguna otra idea proveniente de la relación de magnitudes, pues al no existir la materia no hay magnitud de ningún género — esta duración es la eternidad. Eternidad significa, como es sabido, ausencia de tiempo.
Semejante estado, que es el no existir de que hablábamos más arriba, es un estado inconcebible como decíamos también. Hay, pues, una imposibilidad absoluta para especular á su respecto. Sólo podemos saber que es energía incondicionada.
Los antiguos decían que las tinieblas son luz absoluta; y siendo la luz una forma de energía, la forma más elevada mejor dicho para nuestra percepción, luz pura, es decir, energía pura, equivale á aquel estado inconcebible, ó sea á las tinieblas: luz absoluta. La ciencia habla ahora de luz negra, exactamente como el Zohar, libro hebreo más antiguo que la Biblia; y esta luz negra parece ser la forma más sutil del éter, teniendo una absoluta fuerza de penetración. Resulta superior á la otra luz, bien que sea invisible ( 1 ).
Transcurrida la duración de un universo como energía pura, la ley de periodicidad lo llama de nuevo á la existencia material; pero esta nueva existencia no será, naturalmente, una repetición de la antigua. Constituirá, por el contrario, una continuación de las actividades que cesaron al dejar de existir ese universo, y que han permanecido latentes en el seno de la absoluta energía ( 2 ). De otro modo se volvería atrás, y la naturaleza nunca vuelve atrás.
¿Pero qué habrá podido ser, supongamos, el universo anterior al nuestro; aquél de que el nuestro procede?
Siendo una en realidad la ley que rige las manifestaciones de la vida bajo determinadas formas, la más simple desviación de ella implica el cambio de todas estas formas. Así, por ejemplo, nuestro universo tiene por base la curva; todo la presupone en él; todas nuestras percepciones dependen de este acomodo fundamental. Supongamos que en vez de ser la curva fuese la recta. El universo se convertiría en algo enteramente imperceptible para nosotros, y hasta podría coexistir con nuestro universo actual, sin la más mínima sospecha de nuestra parte. Ahora, si conjeturamos — lo que es bien posible — otros conceptos geométricos y otras formas de universos, el problema se simplifica más aún. Quizá el “mundo invisible” que nos rodea y se comunica á veces con nosotros bajo formas tan extrañas, no sea sino esto; y con una existencia tan real, tan material como el nuestro, nos resulta del todo imperceptible.
El universo antecesor del nuestro, había regresado, pues, á su estado de éter puro, de pura energía al concluir un ciclo de evolución bajo determinadas formas, cuyo desarrollo al entrar de nuevo en el período material, engendraría nuestro uníverso curvilíneo.
Este determinismo cósmico, nada tiene de violento para nuestros conceptos científicos; y quizá más pronto de lo que se cree, las especulaciones sobre la cuarta dimensión del espacio puedan darnos un esquema del origen de nuestra geometría.
Pero lo interesante es describir el proceso de la organización de la materia tal como la conocemos.
SEGUNDA LECCIÓN
EL ORIGEN DE LA FORMA
Cuando el éter puro en que se disolvió un universo, ha tenido una duración equivalente á la de éste, ocurre en él un cambio de estado. La vida, ya lo hemos dicho, es un eterno cambiar de estado.
La primera manifestación de esto en el éter del cual nuestro universo procede, fué un movimiento. Sabemos que las diversas manifestaciones de la electricidad, son cambios de estado por el movimiento; de tal modo que basta mover con velocidad uniforme un cuerpo cargado de electricidad estática, para que ésta se vuelva corriente voltaica; y que basta con variar esa velocidad, para producir la inducción, es decir, tres electricidades distintas.
Ahora bien, los primeros fenómenos del éter que va á organizarse en materia, presentan una gran analogía con estos cambios de estado, pues la primera manifestación del éter es, en efecto, electricidad.
Para seguir con la analogía, conviene recordar que la electricidad en el vacío produce los rayos catódicos y los rayos x. La ciencia acaba de descubrir los rayos ᵞ, más poderosos aún, pues atraviesan todos los obstáculos y no hay fuerza que pueda desviarlos. Este estado, todavía mal conocido de la electricidad, esta “luz” invisible que sólo presenta una analogía lejana con la luz habitual, es la primera manifestación material del éter. Es electricidad puramente dinámica en una forma que no podemos concebir ahora, según lo prueba su indiferencia ante todos los obstáculos y todas las fuerzas. Es el primer sér del universo, el universo mismo, puesto que todas las formas que han de componerlo, serán sus desdoblamientos; y he aquí por qué la antigua sabiduría llamaba á la electricidad alma del mundo. Representa el mundo de una sola dimensión, el mundo de la longitud absoluta, inconcebible para nosotros á no ser como una mera abstracción.
La propagación de este rayo es rectilínea, pero su forma es ondulada; y á medida que se propaga, van agrandándose naturalmente sus ondulaciones. Como el absoluto dinamismo posee una tendencia á convertirse en electricidad ( 3 ) estática, pues á esto se debe su manifestación en forma de “luz ” ᵞ, llega un momento en que las ondulaciones dividen el rayo en trozos venciendo su cohesión; y como estas ondulaciones son arcos de círculo, sus extremos, libres de toda solicitación por otras fuerzas, se buscan, se unen y forman ruedas en el espacio.
La ondulación, levísima al principio en el rayo Y, empieza siendo una tendencia hacia la segunda dimensión, la latitud; pero ésta no alcanza manifestación real sino al formarse los primeros círculos. El mundo de la longitud absoluta, el mundo de una dimensión, era, como es claro, el mundo de lo uniforme; un simple movimiento sin puntos de referencia, tan abstracto para nosotros como una idea, pero con existencia real. La transformación de la electricidad puramente estática en electricidad dinámica, es, pues, lo que engendra la segunda dimensión — la latitud — y con ella la superficie, es decir la forma.
Esta tendencia de la energía á permanecer, cambiando su movimiento absoluto en equilibrio, ó sea engendrando el principio de inercia, constituye la fuerza original en el nacimiento y organización de la materia; sin serlo todavía en nuestro supuesto universo de dos dimensiones, aunque en él existan ya la forma y la magnitud. Predomina en él todavía el dinamismo, pues la materia, es decir el equilibrio de fuerzas que conocemos bajo semejante nombre, no es posible sino en el espacio de tres dimensiones; cuando el equilibrio entre la electricidad estática y la dinámica, engendra la tercera dimensión.
Sábese, en efecto, que el único carácter constante de la materia, el que permanece bajo los diversos estados que ella puede asumir, es el peso; y el peso no puede existir sin volumen, ó lo que es lo mismo, sin la tercera dimensión.
Así, pues, las ruedas formadas por la división del rayo original, son simples manchas de luz en el espacio, pero carecen de volumen. Tienen magnitud y forma, pero no son materia aún, pues la forma y la magnitud anteceden á la materia. Por absurdo que esto pueda parecer, basta recordar la mancha de luz producida por la reflexión solar en un espejo. Tiene forma y magnitud; pero, es materia?... ( 4 ).
TERCERA LECCIÓN
EL ESPACIO Y EL TIEMPO
En...
Índice
- Las fuerzas extrañas
- Copyright
- LA FUERZA OMEGA
- LA LLUVIA DE FUEGO
- UN FENOMENO INEXPLICABLE
- EL MILAGRO DE SAN WILFRIDO
- EL ESCUERZO
- LA METAMÚSICA
- EL ORIGEN DEL DILUVIO
- LOS CABALLOS DE ABDERA
- VIOLA ACHERONTIA
- YZUR
- LA ESTATUA DE SAL
- EL PSYCHON
- ENSAYO DE UNA COSMOGONIA
- EPÍLOGO
- Sobre Las fuerzas extrañas
- Notes