Folclore en las grandes ciudades
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Folclore en las grandes ciudades

Arte popular, identidad y cultura

Alicia Martín, Alicia Martín

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Folclore en las grandes ciudades

Arte popular, identidad y cultura

Alicia Martín, Alicia Martín

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Nuevos escenarios de la identidad local y suramericana son explorados hoy en día por creadores populares. Estas búsquedas recurren a interpretaciones del pasado para dar sentido y autoridad a la acción presente.Nueve jóvenes investigadores de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires analizan tradicionalizaciones que generan saberes y modos de acción alternativos, es decir, no integran los circuitos de las llamadas "bellas artes", la cultura oficialmente reconocida o la producción destinada al consumo de masas. Justamente, los artículos que presentamos estudian las líneas de cruce o interfase entre estos desniveles culturales.Se recorren las actuales actividades de jóvenes artistas callejeros, inmigrantes recientes, viejos inmigrantes, minorías étnicas, que se insertan en la periferia de la vida urbana, impulsando proyectos autogestivos de participación, ganando espacios de reconocimiento, reclamando derechos y cuestionando las recetas de exclusión social.

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Información

Año
2021
ISBN
9789875994119
Introducción
Así como creemos en el poder transformador y reflexivo del arte, visto en tanto componente sustantivo y siempre presente de la vida social, nuestra investigación se contextualiza en el proceso de activa apropiación privada del sector público y del consumismo en que se desarrolla hoy la cultura. Como sucedió después de 1890 y de 1930, Buenos Aires vuelve a adquirir una cara oculta –y ocultada– que produce y pone a prueba modos informales de asociación, participación, resistencia y elaboración de las condiciones presentes.
Los siguientes artículos identifican algunas de las transformaciones socioculturales que tienen lugar en la ciudad de Buenos Aires, investigando su actual folclore. Puede parecer una contradicción estudiar el folclore de una ciudad, por cuanto se asocia al primero con la vida campesina, alejada del orden masificado y cosmopolita, reticente al cambio, aferrada a la tradición, centrada en lo permanente y ancestral. Sin embargo, estas nociones han sido discutidas en los últimos 40 años por los especialistas para concebir al folclore de una manera menos estática y esencialista.
Desde un análisis de la dinámica cultural, investigamos la vigencia de prácticas sociales centradas en tradicionalizaciones que se apropian de saberes que se creían perdidos en nuestra ciudad o que resignifican formas culturales al nuevo contexto urbano, y los reelaboran. Los modos en que se activan viejas prácticas que se daban por extinguidas –retradicionalizaciones– y la lucha por el reconocimiento ilustran la génesis constitutiva de discursos que resignifican el pasado. De manera que el folclore no remite a la repetición automática, acrítica o irreflexiva de los hábitos y tradiciones culturales. El pasado se transforma en un activo configurador del presente.
El Folclore ha aportado al análisis cultural una dimensión centrada en prácticas cuya eficacia reside en la puesta al día de una memoria selectiva del pasado (tradición), que es invocada para dar sentido a la actividad presente. Se trata de espacios simbólicos –social e históricamente establecidos– que se producen y circulan más allá de las previsiones institucionales. Esto no quiere decir que las prácticas folclóricas vivan fuera de la sociedad mayor. Consiste más bien en la generación y la producción de saberes y modos de acción que no integran los circuitos de las llamadas “bellas artes”, la cultura oficialmente reconocida o la producción destinada al consumo de masas. Justamente, muchos de los artículos que presentamos problematizan y se posicionan en las zonas en que las prácticas folclóricas se cruzan e intersectan con otras formas culturales.
El folclore que estudiamos despliega un recorrido alternativo a los modelos culturales dominantes. Este recorrido incluye tanto el consenso y la negociación como también la oposición y lucha frente a la imposición ideológica que fuerza a interiorizar modelos, roles y valores constitutivos de la actual era de mundialización. Hoy, ante la consolidación a escala planetaria de nuevas redes de comunicación, se vuelve a actualizar el balance entre lo nuevo y lo antiguo. Por debates anteriores, sabemos que estos procesos homogeneizantes y de interdependencia global impactan sobre las sociedades generando redefiniciones de las identidades sociales, así como la puesta en valor de las tradiciones y los saberes locales.
Procuramos entonces relevar transformaciones socioculturales en la ciudad de Buenos Aires a través de la construcción, circulación y recepción de discursos que producen un efecto de identidaddiferenciación
(Blache y Magariños de Morentin, 1980). Estos discursos asientan su autoridad en la conexión histórica con el pasado (tradición). Tal ejercicio de la memoria, con distintos acentos, signos y objetivos, es compartido no sólo por los grupos folclóricos sino también involucra a agencias de patrimonio y políticas culturales.
La investigación en Folclore
Creo que la forma más clara de ubicar los nuevos desafíos del folclore es hacer una historia de la disciplina para recorrer los problemas que abordaron nuestros antecesores.
Para ilustrar los cambios más significativos en la teoría del Folclore me parece adecuado tomar como punto de partida al sociólogo cordobés Alfredo Poviña, quien editara en 1945 Sociología del Folklore y en
1953 Teoría del Folklore. Poviña perteneció a una generación de intelectuales que produjeron un enorme acopio teórico y empírico sobre el folclore. Juan Alfonso Carrizo, Carlos Vega, Feliz Coluccio, el mendocino Juan Draghi Lucero, el santiagueño Bernardo Canal Feijóo, Augusto Raúl Cortazar fueron algunos de los personajes que entre las décadas del 30 y del 60 protagonizaron la época de oro de la investigación folclórica en Argentina.
Alfredo Poviña nos dice: “Todo el problema de la ciencia folklórica consiste en resolver dos interrogantes: ¿cuáles son los hechos que forman su objeto? ¿A qué parte del grupo humano atribuimos en propiedad dichos hechos?”.
A estos dos criterios me voy a atener para guiar nuestro desarrollo, que será histórico y sistemático. Entonces, ¿qué hechos conforman el objeto del Folclore? Carlos Vega nos hablará de “cosas viejas”. Antigüedades, supersticiones, tradiciones comienzan a interesar a fines del siglo XVIII a los europeos ilustrados. A la luz de la razón iluminista, llaman la atención las tradiciones que se mantienen y resisten al avance de la razón científica. Por eso se llaman antigüedades, porque quedan como testimonio o huellas de un pasado que la Europa racionalista va dejando atrás.
Carlos Vega cuenta que “los anticuarios que florecieron en Europa entre 1780 y 1880 fueron los verdaderos precursores de los folcloristas”. Nos recuerda que ya hacia 1600, Francis Bacon había clasificado las ciencias. Al lado de la Historia había colocado una ciencia de las Antigüedades. Así, tempranamente en la constitución de las modernas ciencias sociales tal como las conocemos hoy en día, en 1846 Williams Thoms (o Ambrose Merton, su seudónimo) acuña la palabra folklore.
La visión racionalista y evolucionista de estos fundadores europeos colocaba en un único eje temporal formas de vida y de sociedad que eran contemporáneas y sincrónicas. Europa iba a ordenar toda la vida humana del planeta –presente, pasada y por venir– en una escala única y ascendente, colocándose ella misma en la cúspide de la civilización. Toda la historia de la humanidad se reducía al desenvolvimiento, lento pero inexorable, de la razón y sus productos excelsos: la ciencia, la técnica y la industria. Desde esta visión, al Folclore le tocará recolectar, clasificar y conocer aquellos saberes que cultivan y mantienen quienes no han arribado aún al saber racionalcientífico dentro de las propias sociedades europeas.
William Thoms definió al Folclore como “aquel sector del estudio de las antigüedades y la arqueología que abarca el saber tradicional de las clases populares de las naciones civilizadas”. Refirió el “saber tradicional” a “todo lo relativo a las antiguas prácticas y costumbres, a las nociones, creencias, tradiciones, supersticiones y prejuicios del pueblo común”. En Alemania asistimos a la creación del movimiento romántico, otra fuente fundamental en el origen de los estudios de Folclore. Los románticos buscaban la unidad espiritual en la emergencia de los Estados nacionales. Iban a encontrar en el pueblo “común”, analfabeto y rústico, y en sus creaciones literarias, las bases de ese espíritu colectivo exaltando sus valores positivos, su pureza y su autenticidad.
Después de esta vuelta por Europa, volvemos a Alfredo Poviña en la década de 1940. Vamos a ir entonces señalando las características de este saber folclórico, tal como fue definido por los años 40, para arribar luego al tipo social que supuso este modelo.
Dice Poviña que el folclore es un saber popular porque se diferencia del saber de otros sectores sociales. Señala que en nuestras sociedades el elemento sociológico fundamental es la clase social. Existen tres clases sociales, y es la clase baja la que aparece naturalmente vinculada con lo popular. Poviña introduce un matiz interesante a esta cuestión de lo popular. Cita al sociólogo francés Marcel Mauss para quien “popular” se opone a “oficial”: “Lo folclórico pertenece a la categoría de los grupos no institucionalizados... Es el mundo de lo social no regulado oficialmente. Lo popular elimina casi totalmente todo lo que sea patrimonio de las clases superiores y resulta ajeno en consecuencia a estas formas superiores de saber” (1945: 20-21). Dado que se trata de un saber popular, el folclore será colectivo. Podrá encarnarse en sujetos individuales, pero no existe folclore individual, debe ser compartido.
El folclore es anónimo, porque en su proceso de colectivización olvida al autor original. Al ser empírico y oral, se transmite por medio del ejemplo, la imitación, la experiencia, y esto refuerza la anonimia de sus creaciones.
Vamos viendo que esta definición del folclore se construye por conceptos que se dan a través de parejas de opuestos. Si colocáramos en columnas estas antinomias, tendríamos:
En la columna de la izquierda nos queda lo folclórico, que es propio de los campesinos o clases bajas, opuesto a la cultura oficial o de las clases superi...

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