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eBook - ePub
Descripción del libro
Adolfo López Mateos ocupa un espacio particular en los recuerdos históricos nacionales, y es el ex presidente que se recuerda con más afecto. Pero su vida política y el desempeño de su gobierno no han sido reconstruidos satisfactoriamente. La presente obra reconstruye la biografía del ex mandatario pero sobre todo contextualiza su paso por la política nacional. El propósito ha sido situar y explicar cada momento de López Mateos y no sólo hacer un listado de sus ocupaciones.
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Información
ISBN del libro electrónico
9786076280850Categoría
Biografías políticasII. A LA FORJA DE UN DESTINO: “FITO”, ESCALADOR DE MONTAÑAS
Mílada Bazant
EL “MILAGRO PORFIRIANO”
El “milagro porfiriano” que tanto ponderaba la prensa nacional cobró vida cuando, a fines del siglo XIX, la modernidad y el progreso, objetivos del gobierno de Porfirio Díaz, cambiaban la fisonomía urbana del país. En la ciudad de México la transformación era más evidente; hacía poco tiempo que la luz eléctrica iluminaba algunas calles, el asfalto reemplazaba al empedrado, el teléfono acortaba las distancias y sólo faltaban algunos meses para que el drenaje, por fin, impidiera las inundaciones que tanto afectaban las viviendas, el comercio, la salud y, en general, la vida cotidiana de la población.
Paralelamente a estos cambios de infraestructura, que incluían el inicio de la construcción de fastuosos edificios como el de Correos y el de Bellas Artes, la ciudad empezó a crecer hacia el este, rumbo en el que las condiciones sanitarias eran notablemente mejores, pues así lo requerían las autoridades municipales por medio de un normativo de construcción con nuevas exigencias. Hacia allá, hacia el castillo de Chapultepec, soplaba el aire más puro, el que todos ansiaban respirar, pues la atmósfera contaminada por las inmundicias y los desechos humanos (la gente pobre solía orinar y defecar en las calles) y de los diversos animales de tracción, perros y otros no sólo olía mal sino que los microbios que allí se generaban tenían el caldo de cultivo idóneo para germinar y reproducirse.
Durante el primer lustro del siglo se establecerían, ya con las nuevas condiciones higiénicas modernas, en antiguas haciendas o ranchos, las colonias Condesa, la Juárez, la del Valle y la Roma, donde viviría Elena Mateos de López, madre de Adolfo, con sus hijos. A lo largo del Paseo de la Reforma se edificaban mansiones y palacetes estilo francés con mansardas y techos de teja de pizarra. Con el título “La fiebre de las construcciones. El México futuro” un artículo publicado en el diario El Mundo contaba que prácticamente no había calle en México donde no se viera el hormigueo de los operarios y no se oyera la barreta demoledora. El aspecto “moderno” de la ciudad rebasaba el límite de las antiguas garitas[1] construidas durante la época colonial para controlar la entrada de personas y mercancías.
En este marco de pujanza económica empezó a crecer una clase media constituida sobre todo por profesionistas, intelectuales, maestros y comerciantes. La pareja formada por Mariano Gerardo López San Román y Elena Mateos Vega, padres de Adolfo López Mateos, provenía de esta incipiente clase media. Vivía en forma acomodada de los honorarios que percibía el dentista López San Román. Se habían casado en la ciudad de México el 12 de agosto de 1899. El novio, de 39 años, era originario de Tlaltenango, Zacatecas (hijo de los finados Mariano López y Francisca San Román) y la novia, de 20 años, era hija del abogado José Perfecto Mateos y de la finada Guadalupe Vega, quien procedía de Sinaloa. La boda se había celebrado en la casa del padre de la novia, en la calle de Dolores número 9, en pleno centro urbano, precisamente en la parte este, sitio en el que moraba el sector más acomodado de la sociedad y hacia donde se dirigía el crecimiento de la ciudad. El novio vivía en el número 8 de la misma calle (ninguna de las dos moradas existe en la actualidad); luego, puedo suponer que el cortejo, primero, y el romance, después, fueron producto de aquella evidente cercanía. Ambas casas estaban a un costado de la avenida Poniente 4, lo que hoy en día es avenida Juárez, a tiro de piedra del centenario parque de la Alameda.
LOS LAZOS DE SANGRE LIBERAL
Ciertamente, la familia Mateos era afamada por sus lazos de sangre liberal. El origen de la estirpe viene de Remigio Mateos, quien se avecindó en Toluca hacia mediados del siglo XIX y se casó con María Lozada, originaria de la misma ciudad (véase el árbol genealógico)[2]. En aquellos años turbulentos en los que México se debatía entre el liberalismo y el conservadurismo y luchaba contra fuerzas extranjeras, ya españolas, ya estadounidenses, ya francesas, don Remigio tuvo una destacada carrera política militar. Cuando se reestableció la república federal en 1846 y Francisco Modesto de Olaguíbel asumió la gubernatura del Estado de México lo nombró prefecto de Taxco, que en aquella época formaba parte del territorio mexiquense.[3] Luego, cuando México perdió la guerra contra Estados Unidos y firmó, en enero de 1848, los Tratados de Guadalupe, mediante los cuales cedía más de la mitad del territorio nacional al país del norte, el gobernador Olaguíbel no los aceptó, de tal forma que una columna estadounidense, formada por 600 hombres, hizo su entrada en Toluca la mañana del 8 de febrero de ese año. El gobernador se vio forzado a abandonar Toluca pero fuerzas mexicanas que reconocían aquellos tratados lo apresaron yendo a Sultepec.[4] Precisamente con la misma actitud radical liberal unos meses antes Remigio Mateos había pedido permiso a Olaguíbel para formar una guerrilla y enfrentar a los invasores.[5] Aquellos lazos de sangre liberal se unieron a otros lazos liberales: de la unión de don Remigio y María Lozada nacieron dos hijas y seis hijos: Soledad, quien fue esposa de Ignacio Ramírez, el “Nigromante”, que entonces fungía como secretario de Guerra y Hacienda en el gobierno de Olaguíbel, y José Perfecto, Juan A. Mateos, Miguel, Andrés, Manuel, Romana y Felipe.

Sin detenerme en reseñar las glorias militares liberales y las destacadas incursiones intelectuales de los Mateos, que fueron muchas y muy destacadas, baste decir que José Perfecto, abuelo de Adolfo López Mateos, se había recibido de abogado en el afamado Instituto Científico y Literario de Toluca. Hermano político y alumno de Ignacio Ramírez, se volcó de por vida a defender las ideas liberales. Después de una memorable carrera militar que incluyó la batalla decisiva en la que perdieron los conservadores y los franceses, la del 2 de abril de 1867, entró victorioso a la ciudad de México al lado del general liberal más admirado en esa época, el que reestableció la república: Porfirio Díaz. Al año siguiente de aquella memorable fecha, en la que el triunfo del liberalismo había sido rotundo y México, por fin, empezaba a saborear las delicias de la paz, José Perfecto abrió su despacho de abogado en la calle de contraesquina de la Ex Acordada, y paralelamente ejercía el puesto de secretario de la tercera sala de la Suprema Corte de Justicia.[6] Dieciséis años más tarde José Perfecto ya era magistrado del Tribunal Superior[7] y se codeaba con los altos funcionarios del gobierno y con otros destacados profesionistas.
Uno de los hermanos de José Perfecto, Juan A. Mateos, fue igualmente discípulo de Ignacio Ramírez en el Instituto Científico y Literario de Toluca. También fue hombre casado con los ideales de la Reforma y peleó en varias batallas al lado de Juárez; después fue diputado, historiador y poeta. Miguel, por su parte, luchó por la misma causa y más tarde colaboró con Vicente Riva Palacio en la obra Historia de la Intervención y el Imperio. Manuel, escritor y fogoso orador, también peleó por la patria; murió a los 24 años fusilado por las fuerzas conservadoras cuando luchaba al lado del liberal Ignacio Zaragoza en la batalla de Molino del Rey.[8]
Los Mateos estaban emparentados con otro insigne liberal, Francisco Zarco Mateos, hijo de María Mateos, hermana de Remigio.[9] Como otros liberales de su familia y de su época, Francisco conjuntó las armas, la política y la pluma y como otros mexicanos de su tiempo estuvo dispuesto a perder la vida con tal de defender sus ideas y sus ideales. Fue paladín de la Constitución de 1857 y su biografía está unida de por vida a la causa de la Reforma. Su re...
Índice
- PORTADA
- PORTADILLAS Y PÁGINA LEGAL
- ÍNDICE
- INTRODUCCIÓN. Rogelio Hernández Rodríguez
- PRIMERA PARTE. LOS PRIMEROS AÑOS
- I. LA OTRA REVOLUCIÓN MEXICANA: LOS AÑOS DE LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL RÉGIMEN (1924-1940). María José García Gómez
- II. A LA FORJA DE UN DESTINO: “FITO”, ESCALADOR DE MONTAÑAS. Mílada Bazant
- SEGUNDA PARTE. LA FORMACIÓN POLÍTICA
- III. ADOLFO LÓPEZ MATEOS Y LA GENERACIÓN DEL 29: EL VASCONCELISMO Y LA LUCHA POR LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA. Pedro Castro
- IV. LÓPEZ MATEOS, DIRECTOR DEL INSTITUTO CIENTÍFICO Y LITERARIO DEL ESTADO DE MÉXICO, 1944-1946. Carlos Escalante Fernández
- V. ADOLFO LÓPEZ MATEOS Y LA GRAN POLÍTICA NACIONAL. Ariel Rodríguez Kuri
- TERCERA PARTE . LA PRESIDENCIA, 1958-1964
- VI. LA POLÍTICA. LOS DESAFÍOS AL PROYECTO DE NACIÓN. Rogelio Hernández Rodríguez
- VII. LA POLÍTICA EXTERIOR: EN BUSCA DEL EQUILIBRIO. Ana Covarrubias
- VIII. ESTABILIDAD Y CRECIMIENTO: LA POLÍTICA ECONÓMICA EN EL SEXENIO DE ADOLFO LÓPEZ MATEOS. Graciela Márquez
- IX. ENTRE LA CELEBRACIÓN DEL PASADO Y LA EXIGENCIA DEL FUTURO. LA ACCIÓN EDUCATIVA DEL GOBIERNO DE ADOLFO LÓPEZ MATEOS. Aurora Loyo Brambila
- X. EL DESARROLLO DE LA SEGURIDAD SOCIAL EN EL GOBIERNO DE ADOLFO LÓPEZ MATEOS. Ricardo Pozas Horcasitas
- EPÍLOGO. EL RETIRO. Rogelio Hernández Rodríguez
- LOS AUTORES
- COLOFÓN
- CONTRAPORTADA