Historia de Roma desde su fundación. Libros XXVI-XXX
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Historia de Roma desde su fundación. Libros XXVI-XXX

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Historia de Roma desde su fundación. Libros XXVI-XXX

Descripción del libro

En la gran disyunción entre una historiografía pragmática, analítica, racional y objetiva y una historia moral, simbólica, subjetiva y retórica, Livio pertenece a la segunda.No está exenta la obra de Livio –no podía estarlo una empresa individual de tamaña envergadura– de algunos defectos y carencias. Adolece de ocasionales imprecisiones, a veces no contrasta fuentes diversas y se muestra parcial a favor de posiciones conservadoras. Aun así, constituye uno de los monumentos más impresionantes que se ha levantado a la memoria de un pueblo y de sus virtudes.Este volumen narra la creciente supremacía romana sobre Cartago hasta el triunfo definitivo: fracasa la marcha de Aníbal sobre Roma, Escipión el Africano conquista Cartago Nova, Roma se hace de nuevo con Capua y Tarento y aniquila a Asdrúbal, expulsa a los cartagineses de la península Ibérica, Escipión desembarca en África y vence a Aníbal en Zama.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN del libro electrónico
9788424932107
LIBRO XXVII
SINOPSIS
AÑO 210 a. C.:
Aníbal destruye Herdónea. Conspiración en Capua (1-3).
Embajada de Sífax a Roma. Expedición contra la costa de África (4-5).
AÑO 209 a. C.:
Elecciones en Roma. Informe sobre Hispania (6 - 7, 6).
Asignación de provincias, nombramiento de decurión y otros (7, 7 - 8).
Rebelión de 12 de las 30 colonias latinas (9-11).
Marcelo persigue a Aníbal, arenga a sus hombres y consigue una victoria (12-14).
El cónsul Fabio recupera Tarento. Emboscada de Aníbal (15-16).
Campaña en Hispania. Victoria de Escipión sobre Asdrúbal en Bécula (17-18).
Escipión aclamado por los íberos. Medidas de los jefes cartagineses (19 - 20, 8).
AÑO 208 a. C.:
Elecciones en Roma. Marcelo, cónsul (20, 9 - 21).
Asignación de mandos. Portentos (22-23).
Medidas respecto a Arrecio y Tarento (24-25).
Emboscada cartaginesa y muerte de Marcelo (26-27).
Tentativa de Aníbal contra Salapia. Incursión naval en África (28-29).
Intervención de Filipo V en Grecia (30-31).
Filipo se retira a Macedonia (32 - 33, 5).
AÑO 207 a. C.:
Muerte del cónsul Crispino. Elecciones en Roma (33, 6 - 34).
Asignación de provincias, censo, juegos (35-36).
Portentos; levas (37-38).
Asdrúbal cruza los Alpes. Reacción en Roma (39-40).
Derrota de Aníbal en Grumento (41-42).
Interceptada una carta de Asdrúbal (43-44).
La marcha de Claudio Nerón para unirse al otro cónsul, Livio (45-46).
La batalla del Metauro (47-48).
Muerte de Asdrúbal. Eco de la victoria en Roma (49 - 51, 10).
Retirada de Aníbal al Brucio (51, 11 - 51, 13).
Aníbal destruye Herdónea. Conspiración en Capua
[1] Así estaban las cosas en Hispania. En Italia el cónsul Marcelo recuperó Salapia merced a una traición y les tomó por la fuerza Marmóreas y Meles 95 a los samnitas. [2] Cerca de tres mil soldados de Aníbal, que habían quedado allí como guarnición, fueron aplastados; el botín —y fue bastante considerable— se les dejó a los soldados. Se encontraron también doscientos cuarenta [3] mil modios de trigo y ciento diez mil de cebada. Sin embargo, la satisfacción que esto produjo no fue tan grande como la derrota sufrida pocos días después no lejos de Herdónea 96 . Con la esperanza de recuperar esta ciudad, [4] que se había separado de Roma después de la derrota de Cannas, el procónsul Gneo Fulvio estaba acampado allí, en una posición poco segura y sin protección defensiva. La negligencia característica del general se veía agravada [5] por su confianza, basada en un informe según el cual la lealtad de los habitantes para con los cartagineses flaqueaba desde que había llegado la noticia de que Aníbal tras la pérdida de Salapia se había marchado de aquella comarca hacia el Brucio. Todo esto, puesto en conocimiento de [6] Aníbal desde Herdónea a través de mensajeros secretos, suscitó en él el interés por conservar la ciudad aliada y al mismo tiempo la esperanza de coger por sorpresa al enemigo. Con un ejército ligero, forzando la marcha para anticiparse casi a la noticia de su llegada, avanzó hacia Herdónea, y para infundir mayor pánico al enemigo se acercó en formación de batalla. El romano, igual a él en [7] audacia, inferior en habilidad y fuerza, sacó precipitadamente sus tropas y se fue al choque. La quinta legión y [8] el ala izquierda de la caballería entraron en acción con gran fuerza. Pero Aníbal dio orden a sus jinetes de que, en cuanto las formaciones de infantería atrajesen las miradas y la atención con la lucha entablada, dieran un rodeo y parte de ellos atacaran el campamento enemigo mientras otros sembraban el desconcierto entre los combatientes atacándolos por la espalda; él, mofándose de la homonimia de [9] Gneo Fulvio, porque dos años antes había derrotado en aquel mismo lugar al pretor Gneo Fulvio, aseguraba que el resultado de la batalla iba a ser similar. No resultó [10] infundada esta esperanza. En efecto, a pesar de que los romanos habían tenido muchas bajas en el combate cuerpo a cuerpo en la lucha de la infantería, resistían sin embargo [11] sus enseñas y sus líneas, pero la carga de la caballería por su retaguardia y a la vez el grito de guerra del enemigo desde el campamento hizo dar la vuelta a la sexta legión, que al estar formada en segunda línea fue desbaratada la primera por los númidas, y después a la quinta [12] y a los que estaban en vanguardia. Unos huyeron en desbandada y otros fueron muertos en su puesto, donde cayó también el propio Gneo Fulvio junto con once tribunos [13] militares. En cuanto al número de romanos y aliados muertos en aquella batalla, ¿quién podría darlo como cosa segura, si uno encuentra trece mil en una fuente y no más de [14] siete mil en otra? El vencedor se apoderó del campamento y del botín. Herdónea la quemó porque se enteró de que había estado a punto de pasarse a los romanos y no iba a permanecer fiel si él se marchaba de allí; la población la trasladó toda a Metaponto y Turios 97 , pero hizo matar a los principales convictos de haber mantenido contactos [15] secretos con Fulvio. Los romanos que escaparon de semejante desastre llegaron huyendo medio desarmados por diferentes caminos hasta el cónsul Marcelo, en el Samnio.
[2] Marcelo, sin inquietarse en absoluto por una derrota tan severa, escribió una carta al senado a Roma informando de la pérdida del general y del ejército cerca de Herdónea, [2] pero añadiendo que él, el mismo que había humillado a un Aníbal engreído por la victoria después de la batalla de Cannas, marchaba contra éste e iba a hacer que le durara [3] poco su exultante alegría. Pero en Roma, la verdad, era profundo el duelo por lo que había ocurrido, así como el [4] temor por lo porvenir. El cónsul pasó del Samnio a la Lucania y acampó cerca de Numistrón 98 en una llanura a la vista de Aníbal, pues el cartaginés ocupaba una colina. Dio además otra muestra de seguridad en sí mismo, porque [5] fue el primero en presentar batalla; tampoco Aníbal se echó para atrás cuando vio que las enseñas salían puertas afuera. Formaron sus tropas, sin embargo, de modo que el cartaginés situó su ala derecha colina arriba y los romanos alinearon su ala izquierda junto a la ciudad. Por parte romana entraron en acción la primera legión [6] y el ala derecha de la caballería, por la de Aníbal los soldados hispanos y los honderos baleares, y también los elefantes después de iniciarse el combate. La lucha se mantuvo incierta durante largo tiempo. Como prolongaron el combate [7] desde la tercera hora hasta la noche y las primeras líneas estaban agotadas de pelear, la legión tercera sustituyó a la primera y el ala izquierda a la derecha y por parte enemiga hombres de refresco tomaron el relevo de los que estaban cansados. Un nuevo y encarnizado combate surgió [8] de pronto de las cenizas del que ya languidecía, al renovarse las fuerzas y la moral. Pero la noche separó a los contendientes sin que la victoria estuviese decidida. Al día [9] siguiente los romanos permanecieron formados en orden de combate desde la salida del sol hasta bien entrado el día; en vista de que ningún enemigo salía a enfrentárseles, recogieron tranquilamente los despojos y quemaron a los suyos después de apilarlos en un mismo sitio. A la noche [10] siguiente, Aníbal levantó silenciosamente el campamento y partió hacia Apulia. Marcelo, cuando la luz del día desveló la huida de los enemigos, dejó los heridos en Numistrón con una pequeña guarnición al mando del tribuno militar Lucio Furio Purpurión e inició una estrecha persecución. [11] Les dio alcance cerca de Venusia 99 . Allí durante unos cuantos días se hacían salidas desde los puestos de vanguardia y más que batallas hubo choques desordenados en los que se entremezclaban infantería y caballería, favorables [12] a los romanos casi todos ellos. Desde allí los ejércitos recorrieron Apulia sin ninguna confrontación digna de mención, pues Aníbal emprendía la marcha por la noche en busca de un sitio para una emboscada y Marcelo sólo lo seguía en pleno día y después de reconocer el terreno.
[3] Mientras tanto, en Capua, cuando Flaco mataba el tiempo vendiendo los bienes de los principales y arrendando la tierra que había sido confiscada 100 —con una renta a pagar en trigo, en todos los casos—, para que no faltase un motivo de ensañamiento contra los campanos se descubrió, gracias a una denuncia, una nueva conspiración quese [2] estaba tramando en secreto. Había hecho que los soldados desalojaran las viviendas de la ciudad por una doble razón: para alquilarlas juntamente con las tierras, y por temor a que los demasiados placeres de la ciudad enervasen también a su ejército igual que al de Aníbal, y los había obligado a construirse sus propios barracones militares [3] junto a las puertas y los muros. Ahora bien, la mayoría de éstos estaban hechos de zarzos y tablas, y otros de cañas entretejidas, cubiertos de paja, todo ello como hecho a [4] propósito para servir de pasto a las llamas. Ciento setenta campanos capitaneados por los hermanos Blosios 101 se habían conjurado para prenderles fuego a todos ellos a [5] una determinada hora de la noche. Denunciado el plan por los esclavos de los Blosios, se cerraron inmediatamente las puertas por orden del procónsul y a una señal dada los soldados corrieron a las armas; fueron detenidos todos los culpables y después de una investigación sumaria fueron condenados y ajusticiados; a los delatores se les concedió la libertad y diez mil ases a cada uno. Fulvio mandó [6] a Roma, al senado, a los nucerinos y acerranos que se quejaban de no tener dónde vivir al haber sido parcialmente incendiada Acerra y destruida Nuceria 102 . A los [7] acerranos se les dio autorización para reconstruir lo que había sido incendiado; los nucerinos fueron trasladados, de acuerdo con sus preferencias, a Atela, y se obligó a los atelanos a emigrar a Calacia 103 .
Entre los muchos e importantes acontecimientos tan [8] pronto favorables como adversos que ocupaban los pensamientos de la gente, tampoco quedó en el olvido la ciudadela de Tarento 104 . Salió para Etruria una delegación [9] formada por Marco Ogulnio y Publio Aquilio a comprar trigo para mandarlo a Tarento, adonde se envió junto con el trigo una guarnición de mil hombres del ejército urbano, mitad romanos y mitad aliados.
Embajada de Sífax a Roma. Incursión en la costa de África
El verano tocaba ya a su fin y se echaba [4] encima la fecha de los comicios consulares. Pero una carta que envió Marcelo manifestando que no era buena política alejarse ni un solo paso de Aníbal, que retrocedía y rehusaba el combate y él le iba pisando los talones, suscitó en los senadores la preocupación [2] de tener que retirar del frente al cónsul que entonces estaba comprometido tan a fondo en la acción, o bien que no hubiese cónsules para el año siguiente. [3] Se estimó que lo mejor era hacer venir de Sicilia al cónsul Valerio, aun a pesar de que estuviese fuera de Italia. [4] Siguiendo instrucciones del senado, el pretor urbano Lucio Manlio le envió una carta adjuntándole la del cónsul Marco Marcelo para que supiera qué motivo tenían los senadores para hacerle venir de su provincia a él y no a su colega.
[5] Más o menos por las mismas fechas llegaron a Roma embajadores del rey Sífax 105 dando noticia de las victorias [6] obtenidas por éste sobre los cartagineses. El rey, afirmaban, consideraba al pueblo cartaginés su peor enemigo, y al pueblo romano su mejor amigo; anteriormente había enviado embajadores a Hispania, a los generales romanos Gneo y Publio Cornelio, pero ahora había querido ir a buscar la amistad romana en su misma fuente, por así decir.[7] El senado no sólo les respondió con cordialidad a los embajadores sino que envió sus propios embajadores, Lucio Genucio, Publio Petelio y Publio Popilio, con regalos [8] para el rey. Los obsequios que llevaron eran una toga y una túnica de púrpura, una silla 106 de marfil, y una pátera [9] de oro de cinco libras. Recibieron instrucciones de visitar también a continuación a otros reyezuelos de África; igualmente llevaron para regalarles togas pretextas y páteras de [10] oro de tres libras cada una. Enviados asimismo a Alejandría Marco Atilio y Manio Acilio como embajadores ante los reyes Tolomeo y Cleopatra 107 para conmemorar y renovar la amistad, llevaron como regalo una toga y unatúnica de púrpura y una silla de marfil, y para la reina un manto bordado y un vestido de púrpura.
Durante el verano en que ocurrieron estos acontecimientos [11] llegaron desde las ciudades y campos cercanos noticias de muchos fenómenos extraños. En Túsculo había nacido un cordero con una tetilla que daba leche, y el pináculo del templo de Júpiter había sido alcanzado por un rayo, quedando sin la mayor parte de la techumbre; aproximadamente [12] por las mismas fechas, en Anagnia 108 la tierra alcanzada por un rayo delante de una puerta había ardido durante un día y una noche sin que nada alimentase el fuego, y en el cruce 109 de Anagnia los pájaros habían abandonado sus nidos en los árboles en el bosque sagrado de Diana; en Tarracina, en el mar, no lejos del puerto, [13] unas serpientes de extraordinario tamaño habían dado grandes saltos como peces juguetones; en Tarquinios había [14] nacido un cerdo con rostro humano, y en territorio de Capena, cerca del bosque sagrado de Feronia 110 , cuatro estatuas habían trasudado gran cantidad de sangre durante un día y una noche.
Estos portentos fueron expiados, por decreto de los [15] pontífices, con víctimas mayores; además se proclamó un día de rogativas en Roma ante todos los altares, y otro en territorio capenate, en el bosque sagrado de Feronia.
El cónsul Marco Valerio, llamado por carta, dejó al [5] pretor Lucio Cincio al cargo de la provincia y del ejército, envió a Marco Valerio Mesala, prefecto de la flota, con parte de las naves a África a saquear y al mismo tiempo observar lo que hacían y preparaban los cartagineses; [2] él partió para Roma con diez naves, llegando sin novedad; convocó inmediatamente al senado y le dio cuenta de lo [3] que había llevado a cabo: después de casi sesenta años de guerra por tierra y mar en Sicilia, con serios descalabros en multitud de ocasiones, él había cumplido su misión [4] allí; no había ni un cartaginés en Sicilia, ningún siciliano estaba fuera; los que se habían alejado huyendo por temor estaban todos de vuelta en sus ciudades y sus [5] campos y araban y sembraban; se cultivaba de nuevo la tierra abandonada, fructífera al fin para sus propios agricultores y reserva segura de alimentos para el pueblo romano [6] en tiempos de paz y de guerra. Introducidos después en el senado Mútines y aquellos que habían prestado servicios al pueblo romano, se les rindieron honores a todos para cumplir el compromiso contraído por el cónsul. [7] A Mútines se le concedió además la ciudadanía romana en virtud de una propuesta presentada por un tribuno de la plebe con el refrendo del senado.
[8] Mientras ocurría esto en Roma, Marco Valerio abordó en África con setenta naves antes del amanecer e hizo un [9] desembarco por sorpresa en territorio de Útica 111 ; devastó una amplia zona, cogió muchos prisioneros y presas de todas clases, regresó a las naves e hizo la travesía a Sicilia, [10] volviendo a Lilibeo a los trece días de su partida. Se sometió a los prisioneros a un interrogatorio, obteniendo las siguientes informaciones, que le fueron comunicadas por escrito con todo detalle al cónsul Levino para que supiese [11] cuál era la situación en África: en Cartago había cinco mil númidas con Masinisa 112 , un joven intrépido hijo de Gala, y por toda África se estaban reclutando otras tropas mercenarias para enviárselas a Hispania a Asdrúbal con el [12] objeto de que éste pasase a Italia cuanto antes con el mayor ejército posible y se uniera a Aníbal; los cartagineses estaban convencidos de que de ello dependía la victoria; estaba siendo equipada además una poderosa flota para [13] recuperar Sicilia, y se creía que zarparía en breve. La lectura [14] de este informe por parte del cónsul causó tal impresión en el senado que decidió que el cónsul no debía esperar a los comicios sino que debía regresar inmediatamente a su provincia después de nombrar un dictador para que presidiera los comicios. Quedaba una cuestión por resolver: [15] el cónsul decía que una vez en Sicilia nombraría dictador a Marco Valerio Mesala, que entonces mandaba la flota, y los senadores decían que no se podía nombrar dictador fuera del territorio romano, y que éste se circunscribía a Italia. El tribuno de la plebe Marco Lucrecio consultó [16] sobre este punto al senado y éste decretó que el cónsul, antes de abandonar la ciudad, preguntase al pueblo quién quería que fuese nombrado dictador, y que nombrase dictador a quien el pueblo mandase; si el cónsul se negaba, que preguntase al pueblo el pretor; si tampo...

Índice

  1. Anteportada
  2. Portada
  3. Página de derechos de autor
  4. NOTA TEXTUAL
  5. LIBRO XXVI
  6. LIBRO XXVII
  7. LIBRO XXVIII
  8. LIBRO XXIX
  9. LIBRO XXX
  10. APÉNDICE HISTÓRICO-GEOGRÁFICO
  11. Índice