POÉTICA
INTRODUCCIÓN
1. CARÁCTER Y CONTENIDO DE LA «POÉTICA»
La Poética de Aristóteles es sin duda el tratado de crítica literaria con mayor repercusión histórica de cuantos se han escrito. Su irradiación se deja sentir intensamente todavía en nuestros días, buena prueba de que ni siquiera la reacción contra el clasicismo estético característica del período romántico supuso una barrera infranqueable para el influjo ejercido por esta obra. En el siglo XX, artistas como Paul Klee han interpretado expresamente su propia actividad creadora en términos de «imitación de la naturaleza». En la misma centuria, las reflexiones del filósofo de Estagira han sido una fuente principal de inspiración para los miembros de la pujante escuela de crítica literaria a los que suele conocerse como «neoaristotélicos de Chicago» (recordemos los nombres de sus dos figuras más representativas, Ronald Crane y Richard McKeon). Todavía hoy, las ideas expuestas en la Poética de Aristóteles están en el centro de numerosas discusiones que, rebasando el ámbito de la teoría literaria, afectan a la reflexión sobre el arte en su conjunto.
Conviene recordar, sin embargo, que el influjo ejercido por este tratado aristotélico ha sido más bien tardío, y se debe principalmente al imponente trabajo de edición, traducción y comentario llevado a cabo en el marco del humanismo italiano. En la Antigüedad, en cambio, la Poética apenas fue conocida y discutida. Tengamos en cuenta que, al igual que la mayoría de los tratados que conforman el corpus aristotelicum, la Poética no es una obra pensada para su publicación y difusión, sino un texto para uso interno de la escuela. Se trata, según la opinión más extendida, de las notas de que se servía el propio Aristóteles en sus clases. Este origen explica en alguna medida la legendaria dificultad del texto. El docente que toma notas para impartir una lección magistral no necesita formular con entera precisión las ideas que desea exponer, sino que a menudo se limita a expresarlas del modo más económico posible, a modo de simple recordatorio de aquellos contenidos que luego, en el curso de la exposición oral, ampliará y precisará. Este modo de proceder, típico de los tratados aristotélicos, da lugar en ocasiones a textos de increíble condensación. Es célebre a este respecto un pasaje de la Metafísica en el que, en el reducido espacio de cuatro líneas (I 9, 990b 11-15), se mencionan tres argumentos platónicos con sus correspondientes refutaciones aristotélicas. También en el caso de la Poética el estilo es con frecuencia elíptico, lo cual ha proporcionado numerosos quebraderos de cabeza a los intérpretes. Además, es muy probable que el ciclo de lecciones recogido en esta obra fuera impartido varias veces por Aristóteles, el cual habría ido añadiendo nuevas consideraciones al texto original con el paso de los años, pero sin llegar a darle una forma definitiva que eliminara las incoherencias y los defectos de construcción que han sido señalados por la crítica.
A las dificultades señaladas se suman las derivadas de la azarosa transmisión del texto. La Poética, tal como hoy la conocemos, es un texto mutilado. En vano buscaremos en ella el tratamiento de lo cómico al que se alude en dos ocasiones en la Retórica (I 11, 1372a 1-2 y III 18, 1419b 6-7) o el tratamiento de la kátharsis al que se hace referencia en la Política (1341b 38). Posiblemente, ambas piezas teóricas formaban parte del libro II de la Poética, que no ha sobrevivido. Sabemos, en efecto, gracias a un catálogo helenístico de los escritos aristotélicos que nos ha sido transmitido por Diógenes Laercio (V 21-24), que la Poética constaba originalmente de dos libros. Conservamos únicamente el libro I, en el que se estudian la tragedia y la epopeya, pero ya en fecha muy temprana se perdió el libro II, dedicado a la comedia y quizá también a la poesía yámbica. (Sin embargo, en París se conserva el llamado Tractatus Coislinianus, un manuscrito griego medieval que, en opinión de algunos, contiene un resumen del libro II de la Poética).
El texto no solo nos ha llegado incompleto, sino que la parte que conservamos se encuentra en un estado muy imperfecto, donde abundan las lagunas y corruptelas. Generaciones de filólogos han sugerido enmiendas y conjeturas, hasta llegar a la edición que hoy se considera como canónica, publicada por Rudolf Kassel en 1965. Pero resulta sintomático que todos los tra...