TERCERA PARTE
EL NIÑO Y LA PSICOSIS
LA DECISIÓN DEL SER
He elegido esta formulación deliberadamente: un niño autista, eso habla. A mí me gustaría aportarles la prueba, apoyándome en dos entrevistas con un niño autista, que tuvieron lugar en el marco de la presentación de enfermos que modero, en un hospital de día, con el doctor Patrick Eche y la señora Françoise Anquetil.
La primera entrevista tuvo lugar cuando este niño tenía seis años; la segunda, cuando tenía siete años. Me veo obligado a indicar el verdadero nombre del pequeño en cuestión, Lassana; más adelante se comprenderá por qué.
LA PALABRA SE OYE POR SÍ MISMA
Evocaré primero la primera entrevista.
—¿Cuál es tu nombre?
—Lassana.
—¿Qué edad tienes?
—Seis años.
—¿Por qué has venido aquí, a este hospital de día?
—Porque estaba enfermo.
Empieza bien. A Lassana se le han hecho tres preguntas. Él las ha respondido. Señalo que él no dijo: «Porque estoy enfermo». Dijo: «Porque estaba enfermo». El uso del pretérito imperfecto concuerda con el momento en que vino al hospital. Tal vez lo está todavía, pero, en todo caso, cuando vino al hospital, estaba enfermo.
—¿Qué te ha ocurrido?
—Mirar, en la televisión.
Se le hizo notar entonces que la pregunta que se le había hecho era: «¿Por qué estabas enfermo?», y que él respondió: «Mirar, en la televisión». Lo que se entiende, de entrada, es que esta vez Lassana no ha respondido a la pregunta. Es como si no hubiera entendido la pregunta. A partir de entonces, se plantea la cuestión: ¿responde? ¿Responde de lado? ¿O simplemente no responde? ¿No podemos decir mejor que Lassana replica? Lassana dijo: «Mirar, en la televisión». Entre «mirar» y «en la televisión», se marcó un breve tiempo de suspenso. Si se escribe lo que él dijo, ¿qué puntuación elegir? ¿Una coma, un guión, tres puntos suspensivos? Por mi parte, doy una gran importancia a esta cuestión.
—¿Qué miras en la televisión?
—Tres cintas de vídeo.
La respuesta parece adaptada a la pregunta. Pero él no dijo: «Cintas de vídeo». Dijo: «Tres cintas de vídeo». ¿Por qué tres?
—¿De qué son esas tres cintas de vídeo?
—Beethoven.
Enuncia un nombre que efectivamente es, como seguramente saben, el título de una película. Sin embargo, se trata de una cinta de vídeo, y no de tres.
—¿Quién es Beethoven?
—Tú, Dorotea en Bercy.
«Dorotea en Bercy», hay una suerte de sintagma inmóvil. No hay ninguna relación entre la pregunta y la respuesta. Manifiesto entonces mi sorpresa.
—¿Tú?
—La bella y la bestia.
—¿La bella y la bestia?
—El libro de la jungla.
Lassana declinó así los tres títulos de películas para niños que ha visto en la televisión. Sin saberlo, respondió a la pregunta que yo le había hecho antes: ¿por qué tres casetes de vídeo? ¿Por qué tres? Tratamos de mostrarle que, aquí también, nos sorprendemos.
—¿El libro de la jungla?
—Tú, comer un pastel. Tú, chocolate. Tú, mirar Évelyne.
Esto se convierte en un diálogo de sordos. Se le ha hecho una pregunta, que trata de tomar en cuenta lo que él dijo, en la medida en que puede considerarse que ha dicho algo. Ahora bien, él dice algo que no tiene ninguna relación con lo que el otro le ha dicho; el otro es en este caso la persona que le hace preguntas y que espera de él respuestas.
—¿Quién es Évelyne?
—Un pastel de chocolate.
—¿A ti te gusta el pastel de chocolate?
—Tú, feliz cumpleaños.
¿Por qué dice: «Tú, feliz cumpleaños»? ¿Quién es ese «tú»? Ese «tú» es una palabra que repite. «Tú, Dorotea en Bercy». «Tú, comer un pastel». «Tú, chocolate». «Tú, mirar Évelyne». «Tú, feliz cumpleaños». Hubiera podido decir: «Yo, Dorotea en Bercy». «Yo, comer un pastel». «Yo, chocolate». «Yo, mirar Évelyne». «Yo, feliz cumpleaños». Sin embargo no utiliza la palabra «yo», sino «tú». Lo único que puede decirse es que el «tú», con el que empieza, ya no sus frases, sino sus seudofrases, es el «tú» que utiliza el Otro cuando se dirige a él, cuando le dice algo que le concierne. Hago notar, en ese sentido, que, si bien no se comprende lo que dice, algo de lo que se trata se capta vagamente. El día de su cumpleaños, habría comido pastel de chocolate. Pero ¿se trata realmente de eso?
—¿Sabes contar historias?
—Sí.
—¿Quieres contarme una historia?
—Tú, tú eres un monito. Tú, tú miras el tigre. Tú, tú mirabas la jirafa. Tú, tú mirabas la cebra.
¿A lo mejor hace alusión al dibujo animado de El libro de la selva? Lo que puede oírse es una serie de nombres de animales: el mono, el tigre, la jirafa, la cebra.
El hecho de que diga «tú» no quiere decir que forzosamente con esas palabras incongruentes él está designando a la persona que le hace las preguntas. En ese momento, construye una frase por medio del verbo «mirar». Para Lassana el uso del verbo mirar, utilizado en infinitivo, indica una posición del ser —ser el niño que mira, que particularmente mira la televisión—. El verbo mirar es la indicación de la operación relativa a la no-relación entre la palabra vacía de significación, «tú», y el animal designado por un nombre: mono, tigre, jirafa, cebra. El uso del verbo mirar ¿no intenta establecer una relación entre la palabra y la cosa a partir de la mirada del Otro? Lo que mira el niño, lo mira el adulto al mismo tiempo.
—¿Mirar?
—Tú, mirar y auto y rojo.
Esta frase está construida de una manera extraña. ¿Qué es lo que es mirado? Él dice: «y auto y rojo». Tal vez quiere decir: «un auto rojo». Si es eso lo que quiere decir, toma el sustant...