1 (I 5)
(Roma, noviembre del 68)*
Cicerón saluda a Ático.
Tú mejor que nadie, por nuestro íntimo trato, puedes hacerte cargo del dolor que he sufrido y la considerable pérdida que para mí ha supuesto, en la vida pública y familiar, la muerte de mi primo Lucio 1 : todas las cosas gratas que puede un hombre recibir de las virtudes espirituales y morales de otro, yo las recibía de él. Por eso no dudo de que a ti también esto te ha de causar pena, al compadecerte de mi dolor y al perder tú también a un familiar y un amigo sobradamente adornado de todas las virtudes y méritos, que te apreciaba por propia inclinación y por mis conversaciones acerca de ti.
En cuanto a lo que me escribes de tu hermana, ella misma [2] podrá atestiguarte el gran interés que puse por lograr que la disposición de mi hermano hacia ella fuera como debía ser 2 . Pensando que estaba demasiado irritado, le escribí esa carta con objeto de apaciguarle como a hermano, aconsejarle como a más pequeño y reprenderle por su error. Y a juzgar por las reiteradas cartas que él me ha escrito después, tengo la esperanza de que todo vaya como conviene y deseamos.
[3] Respecto al envío de cartas, me acusas sin razón: nuestra Pomponia 3 nunca me ha asegurado que existiese alguien a quien yo pudiera dárselas, y por otro lado resulta que ni he encontrado quien vaya a Epiro ni me había enterado todavía de que estabas en Atenas.
[4] En cuanto al asunto de Acutilio 4 , cumplí tu encargo nada más llegar a Roma después de tu marcha; pero sucede que no habría hecho falta ninguna prisa, y además, convencido como estoy de que en ti hay suficiente capacidad de juicio, preferiría que fuese Peduceo 5 , y no yo, quien te diera consejos por carta. En efecto, como he dedicado muchos días a escuchar a Acutilio, cuya manera de conversar conoces, supongo, no me pareció carga pesada contarte sus quejas cuando me había parecido ligera oírlas, cosa más bien molesta. Por lo demás, recuerda que tú, que me acusas, sólo me has mandado una carta, teniendo más tiempo libre para escribir y más facilidad para dárselas a alguien.
En cuanto a lo que me escribes de que, si bien cierta [5] persona 6 está particularmente enojada contigo, conviene que yo lo recupere, comprendo tus palabras y no lo he descuidado; pero está afectado de un modo sorprendente. Yo no omití nada de cuanto tenía que decir sobre ti; con todo, me pareció oportuno atenerme a las respuestas convenientes conforme a tu deseo: si me lo explicas, te darás cuenta: no he querido dedicar al asunto más interés del que tú le habrías dedicado, ni tampoco menos del que tú habrías querido.
Respecto al asunto de Tadio 7 , según él me ha comentado, [6] le escribiste en el sentido de que no hay razón para preocuparse, porque la herencia ha sido tomada en usucapión 8 . Nos extraña que ignores la imposibilidad de tomar algo en usucapión cuando se trata de una tutela legítima, bajo la cual, según dicen, se encuentra la muchacha.
Me alegra que te guste tu adquisición en Epiro. Las cosas [7] que te encargué y las que tú creas convenientes para mi finca de Túsculo, procúramelas, por favor, como me escribes, en la medida en que puedas hacerlo sin molestias por tu parte, pues sólo en ese lugar descanso de todos mis trabajos y fatigas.
[8] Espero todos los días a mi hermano Quinto. Terencia tiene grandes dolores en las articulaciones. Os quiere muchísimo a ti, a tu hermana y a tu madre: ella y la pequeña Tulia, delicia de mi alma 9 , te mandan muchos saludos. Cuídate, danos tu cariño y ten la seguridad del mío fraternal hacia ti.
2 (I 6)
(Roma, poco después del 23 de noviembre del 68)
Cicerón saluda a Ático.
No permitiré en adelante que me acuses de negligencia a la hora de escribirte: tú sólo procura igualarme en esto, con todo el tiempo libre que tienes.
La casa de Rabirio en Neápolis, que tú ya tenías medida y completamente edificada en tu imaginación, la ha comprado Marco Fonteyo 10 por ciento treinta mil sestercios. He querido que lo sepas por si todavía tiene algo que ver con tus planes.
[2] Mi hermano Quinto me parece mostrar hacia Pomponia la disposición de ánimo que deseamos, y se encuentra con ella en sus propiedades de Arpino, acompañados por un hombre ‘de sólida erudición’, Décimo Turranio 11 .
Nuestro padre ha muerto el 23 de noviembre 12 .
Esto es casi todo cuanto quería que supieras. Si puedes encontrar algunas cosas ‘dignas de un gimnasio’ para el lugar que tú conoces, por favor, no pierdas la ocasión; la finca de Túsculo me agrada tanto que sólo me encuentro a gusto conmigo mismo cuando voy allí. Explícame con el mayor detalle lo que estás haciendo y lo que vas a hacer en todos tus asuntos.
3 (I 7)
(Roma, antes del 13 de febrero del 67)
Cicerón saluda a Ático.
En casa de tu madre todo va bien y yo me ocupo de ella. He decidido facilitar a Lucio Cincio 13 veinte mil cuatrocientos sestercios para el 13 de febrero. Quisiera que tú te ocupes de hacerme llegar cuanto antes lo que, según escribes, me has comprado y dispuesto. También quisiera que pienses, siguiendo tu promesa, el modo de formarme una biblioteca. Toda la esperanza del disfrute que deseo tener cuando me retire a descansar la tengo puesta en tu amabilidad.
4 (I 8)
(Roma, después del 13 de febrero del 67)
Cicerón saluda a Ático.
En tu casa todo está conforme a nuestros deseos: tu madre y tu hermana cuentan con mi cariño y el de mi hermano Quinto. He hablado con Acutilio: dice que nada le ha escrito su agente, y se muestra sorprendido de que haya surgido esa disputa por haber rehusado aquél ofrecer garantías de que tú no reclamarás una suma mayor. La solución que me dices has dado al asunto de Tadio entiendo que le ha agradado e incluso alegrado en gran manera. Aquel amigo nuestro 14 , hombre, por Hércules, extraordinario y gran amigo mío, está muy enojado contigo; si yo supiera en qué medida te importa esto, podría saber cómo debo actuar.
[2] He pagado a Lucio Cincio, de acuerdo con tu carta, los veinte mil cuatrocientos sestercios por las estatuas de Mégara 15 . Tus Hermes pentélicos 16 con cabezas de bronce, acerca de los cuales me hablas en la carta, me agradan plenamente ya desde ahora; por eso quisiera que los mandes junto con las estatuas y demás objetos que te parezcan apropiados a ese lugar, a mis preferencias y a tu buen gusto, en la mayor cantidad y con la mayor rapidez posible; pero sobre todo los que te parezcan apropiados para el gimnasio y el pórtico: pues tengo tanto interés en esta cuestión que he de recibir tu ayuda, aun cuando también poco menos que la censura de otros. Si no está el barco de Léntulo 17 , flétamelas donde te parezca.
Mi pequeña Tulia, delicia de mi alma, reclama tu regalillo [3] y me pone a mí como fiador: pero seguramente voy a rechazar la deuda antes que pagarla.
5 (I 9)
(Roma, marzo o abril del 67)
Cicerón saluda a Ático.
Nos llegan cartas tuyas con demasiado intervalo, cuando es mucho más fácil que tú encuentres quien venga a Roma que yo quien vaya a Atenas, y además tú estás más seguro de mi permanencia en Roma que yo de la tuya en Atenas. Y precisamente por esta incertidumbre mía, esta carta es más breve, pues, al no saber con seguridad dónde estás, no quiero que nuestras conversaciones familiares acaben en manos extrañas.
Las estatuas de Mégara y los Hermes que mencionabas 2 en tu carta los espero con impaciencia. Todo cuanto tengas de ese género y te parezca digno de la Academia 18 , no dudes en mandármelo y cárgalo a mi cuenta. Éste es mi género de diversión: las cosas que son especialmente ‘dignas de un gimnasio’, ésas busco. Léntulo promete sus barcos. Te ruego que atiendas esto con prontitud. Tiilo 19 te pide, y yo me uno a su petición, los ‘Ritos patrios de los Eumólpidas’.
6 (I 10)
(Finca de Túsculo, hacia mayo del 67)
Cicerón saluda a Ático.
Estando en la finca de Túsculo (para ti esto será como tu «estando en Cerámico»); estando allí, pues, un esclavo mandado desde Roma por tu hermana me dio una carta que le habían entregado de tu parte y me anunció que hoy mismo por la tarde sale el que va adonde tú estás. Ello hace que para contestar algo a tu carta me vea obligado a escribir tan poco, dada la escasez de tiempo.
[2] En primer lugar me comprometo a calmar a nuestro amigo, o incluso a reconciliarlo contigo; aunque ya antes lo hacía por propia iniciativa, pondré ahora mayor empeño y me esforzaré más en hacerle reaccionar, porque creo apreciar en tu carta el gran interés que tienes en este asunto. Quiero que entiendas una cosa: está gravemente ofendido, pero como veo que en el fondo no existe ningún motivo grave, confío plenamente en que atenderá a razones y se nos rendirá 20 .
[3] Mis estatuas y los Hermeracles quisiera que, como escribes, los embarques en cuanto puedas hacerlo con la mayor comodidad, y también, si lo encuentras, alguna otra cosa ‘apropiada’ para el lugar que no desconoces, sobre todo aquello que en tu opinión lo sea para la palestra y el gimnasio 21 . Precisamente aquí sentado te escribo, de forma que el propio lugar me lo recuerda. Además te encargo unos bajorrelieves que pueda incrustar en el estuco del atrio pequeño 22 , y dos brocales labrados.
No se te ocurra prometer a nadie tu biblioteca, aunque [4] encuentres a un aficionado ansioso, pues yo estoy reservando todas mis pequeñas economías para conseguir ese consuelo de mi vejez.
Respecto a mi hermano, confío en que esté como siempre [5] he querido y procurado: hay muchos indicios de ello, y no es el más pequeño el embarazo de tu hermana.
Respecto a mis elecciones 23 , no olvido que te he dado [6] permiso, y ya llevo tiempo diciendo a nuestros amigos comunes, que te esperan, que no sólo no te he llamado, sino que incluso te he prohibido venir, en la idea de que interesa mucho más a tus asuntos hacer lo que se ha de hacer en este momento que a los míos tu asisten...