Disertaciones por Arriano
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Disertaciones por Arriano

Epicteto, Paloma Ortiz García

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Disertaciones por Arriano

Epicteto, Paloma Ortiz García

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Las enseñanzas morales del estoico (y durante un tiempo esclavo) Epicteto, transmitidas por Flavio Arriano, tienen un fin práctico: que sus discípulos alcancen una vida feliz mediante la serena comprensión de la naturaleza humana.Debemos nuestro conocimiento del filósofo estoico griego Epicteto (Hierápolis de Frigia [actual Turquía] 55 d.C. - Nicópolis, 135) sobre todo a uno de sus discípulos, Flavio Arriano, que fue biógrafo de Alejandro Magno. Porque Epicteto no dejó doctrina escrita, sino que limitó sus enseñanzas a la transmisión oral y directa. Arriano anotó y publicó sus explicaciones, según él literalmente, aunque algunos estudiosos sostienen que intervino de forma notable en el escrito. Sin embargo, predomina la opinión de que, en lo sustancial y en el estilo, los Discursos (noventa y cinco breves conferencias o sermones) y el Manual (resumen de los Discursos consistente en una cincuentena de extractos) expresan con fidelidad las enseñanzas morales de Epicteto. Éste pasó parte de su vida siendo esclavo en Roma (fue propiedad de Epafrodito, secretario y liberto de Nerón, y tal vez esta circunstancia le movió a insistir tanto en la dimensión de libertad que posee todo ser humano, el de la actitud ante la vida: sus enseñanzas pertenecen casi por completo a la ética, y la exponen con un estilo vivo e informal, que abunda en anécdotas y conversaciones imaginarias. Se refieren a la vida serena y contemplativa, por encima de las turbaciones y las pasiones, basada en la virtud entendida como vivir de acuerdo con la naturaleza según la razón, con plena aceptación del destino propio. Se trata, en suma, de una filosofía muy práctica y antiespeculativa, destinada a a aprender a manejarse en la vida según los mencionados principios estoicos. Por eso hace mucho hincapié en la vida cotidiana, en las situaciones concretas, pues el fin de sus disertaciones era ayudar a sus discípulos a alcanzar una vida feliz mediante la correcta comprensión de sí mismos y del mundo en general.Se ignora en qué fecha y por qué fue manumitido, pero sabemos que fue desterrado de Roma e Italia, junto con los otros filósofos, por Domiciano en el año 92-93, y que se instaló en Nicópolis, en el Epiro, donde siguió pronunciando conferencias que atraían a muchos foráneos (entre ellos, Flavio Arriano), pues su fama era grande: según Orígenes, en vida gozó de tanta como Platón.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424932176
SALUTACIÓN DE ARRIANO A LUCIO GELIO 1
Ni redacté yo los discursos de Epicteto como cualquiera [1] hubiera podido redactar notas de ese tipo, ni fui yo, que afirmo no haberlos redactado, quien los dio al público. Sino [2] que cuanto le oí decir intenté transcribirlo con las mismas palabras en la medida de lo posible, con el fin de conservar para mí mismo en lo futuro memoria del pensamiento y la franqueza de aquél. Por tanto, estas notas son, como es natural, [3] del estilo de lo que uno podría decir a otro, movido por la espontaneidad y no como uno lo hubiera redactado para que más adelante otros lo leyeran. Siendo así, no comprendo [4] cómo fueron a parar a manos del público contra mi voluntad y sin mi conocimiento.
Por lo que a mí toca, no tiene gran importancia si parezco [5] torpe al escribir, y para Epicteto no tiene ninguna el que alguien desprecie sus discursos, puesto que era evidente que al pronunciarlos no deseaba cosa alguna que no fuera [6] mover hacia lo mejor los ánimos de sus oyentes. Si estos discursos consiguieran al menos eso, tendrían, creo, lo que [7] han de tener los discursos de los filósofos. Si no, sepan al menos quienes los lean que cada vez que él los pronunciaba, quienes le oían experimentaban por fuerza justamente lo [8] que él quería que experimentaran. Pero si estos discursos no lo consiguen por sí mismos, quizá sea culpa mía, quizá sea forzoso que así ocurra.
Que sigas bien.
LIBRO I
CAPÍTULOS DEL LIBRO PRIMERO
1. Sobre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros.2. Cómo podría uno en cualquier situación salvaguardar su dignidad personal.3. Cómo se podrían obtener las consecuencias de que la divinidad sea padre de los hombres.4. Sobre el progreso.5. Contra los académicos.6. Sobre la providencia.7. Sobre el uso de los razonamientos equívocos, hipotéticos y similares.8. Que las capacidades dialécticas no carecen de riesgos para los no instruidos.9. De cómo llegaría uno a las consecuencias de nuestro parentesco con la divinidad.10. A los que se esfuerzan por hacer carrera en Roma.11. Sobre el cariño familiar.12. Sobre la satisfacción.13. Cómo es posible hacerlo todo de modo que agrade a los dioses.14. Que la divinidad contempla a todos.15. Qué promete la filosofía.16. Sobre la providencia.17. Que la Lógica es necesaria.18. Que no hay que enfurecerse con quienes se equivocan.19. Qué actitud hay que mantener frente a los tiranos.20. De cómo la razón es especulativa sobre sí misma.21. A los que quieren ser admirados.22. Sobre las presunciones.23. En respuesta a Epicuro.24. Cómo hay que luchar contra las circunstancias difíciles.25. Sobre lo mismo.26. Cuál ha de ser la norma de vida.27. De cuántas maneras se presentan las representaciones y qué ayudas hay que tener a mano frente a ellas.28. Que no hay que irritarse con los hombres y qué cosas son pequeñas y cuáles grandes entre los hombres.29. Sobre el aplomo.30. Qué hay que tener a mano en las dificultades.
I
SOBRE LO QUE DEPENDE DE NOSOTROS Y LO QUE NO DEPENDE DE NOSOTROS
[1] Entre las restantes facultades no hallaréis ninguna que especule sobre sí misma ni tampoco, por tanto, ninguna [2] que sea capaz de aprobarse o reprobarse a sí misma. ¿Hasta qué punto alcanza la gramática lo especulativo? Hasta el de conocer las letras. ¿Y la música? Hasta el de conocer la melodía. [3] ¿Alguna de ellas especula sobre sí misma? De ninguna manera. Sino que si escribes a un amigo la gramática te dirá que necesitas tales letras; pero la gramática no te dirá si has de escribir o no has de escribir al amigo. Y lo mismo la música respecto a las melodías: no te dirá si ahora debes cantar y tocar la cítara o que ni cantes ni toques la cítara. [4] Entonces, ¿cuál lo dirá? La que se estudia a sí misma y a todo lo demás. ¿Cuál es? La facultad racional. Pues sólo ella nos ha sido entregada como capaz de reflexionar sobre sí misma y sobre qué es, sobre cuál es su capacidad, sobre a qué grado de valía ha llegado, y sobre las demás ciencias. [5] ¿Qué otra cosa es la que dice que el oro es bello? Porque el [6] propio oro no lo dice. Es evidente que quien lo dice es la capacidad de servirnos de las representaciones. ¿Qué otra cosa es la que juzga la música, la gramática, las otras facultades, poniendo a prueba sus usos y señalando las oportunidades que les son favorables? Ninguna otra.
Por consiguiente y como procedía, los dioses hicieron [7] que dependiese sólo de nosotros lo más poderoso de todo y lo que dominaba lo demás: el uso correcto de las representaciones; mientras que lo demás no depende de nosotros. ¿Es [8] que no querían? A mí me parece que, si hubieran podido, nos habrían confiado también las otras cosas; pero no podían de ningún modo. Y es que estando sobre la tierra y atados [9] a un cuerpo como éste y con unos compañeros como éstos, ¿cómo sería posible que lo exterior no nos pusiera impedimentos respecto a eso?
Pero, ¿qué dice Zeus? [10]
«Epicteto, si hubiera sido posible, hubiera hecho tu cuerpecito y tu haciendita libres y sin trabas. Pero en realidad, [11] no lo olvides, no es tuyo: es barro hábilmente amasado [12] y puesto que no pude hacer aquello, te di una parte de nosotros mismos, la capacidad de impulso y repulsión, de deseo y de rechazo, y, en pocas palabras, la de servirte de las representaciones; si te ocupas de ella y cifras en ella tu bien, nunca hallarás impedimentos ni tropezarás con trabas, ni te angustiarás, ni harás reproches ni adularás a nadie. ¿Qué? [13] ¿No te seguirá pareciendo poca cosa?»
—¡Desde luego que no!
—¿Te basta con eso?
—Así se lo pido a los dioses.
Pero en vez de eso, aun pudiendo preocuparnos de un [14] solo objeto y dedicarnos sólo a él, preferimos preocuparnos de muchos y encadenarnos a muchos: al cuerpo, a la hacienda, al hermano, al amigo, al hijo y al esclavo. Así, por estar [15] encadenados a muchos objetos nos vemos oprimidos y arrastrados por ellos. Por eso, si la navegación es imposible, [16] nerviosos, nos sentamos y estamos pendientes continuamente.
«¿Qué viento sopla?» «Del norte». «¡Ése qué nos importa!» «¿Cuándo soplará el céfiro?» Cuando le apetezca, amigo, a él o a Eolo. La divinidad no te hizo a ti administrador [17] de los vientos, sino a Eolo. Entonces, ¿qué? Hemos de organizar lo mejor posible lo que depende de nosotros y servirnos de las demás cosas tal como vienen. ¿Y cómo vienen? Como la divinidad quiera.
[18] «¿Sólo a mí han de cortarme ahora el cuello?»
¿Qué? ¿Pretendías que cortasen el cuello a todos para [19] que tú te consolaras? ¿No quieres presentar el cuello como hizo en Roma aquel Laterano 2 a quien Nerón mandó decapitar? Presentó la cabeza, recibió el hachazo y, como el golpe había sido débil, se retiró un poco y la volvió a presentar. [20] Ya un poco antes Epafrodito 3 , el liberto de Nerón, había ido a verle y a preguntarle por la razón de la desavenencia, y le había contestado: «Si quiero algo, se lo diré a tu amo».
[21] ¿Qué hay que tener a mano en semejantes circunstancias? ¿Qué otra cosa sino saber qué es lo mío y qué no es lo mío, y qué me está permitido y qué no me está permitido? [22] He de morir. ¿Acaso ha de ser gimiendo? Ser llevado a prisión. ¿Acaso ha de ser lamentándome? Ser exiliado. ¿Habrá quien me impida hacerlo riendo, de buen humor y tranquilo?
[23] «Dime lo que no debes decir». No lo diré, porque eso depende de mí. «Pues te encadenaré». ¿Qué dices, hombre? ¿A mí? Encadenarás mi pierna, pero mi albedrío ni el propio Zeus puede vencerlo. «Te meteré en la cárcel». A mi cuerpecito, será. «Te decapitaré». ¿Pero te he dicho yo que [24] mi cuello sea el único imposible de cortar? Sobre eso convendría [25] que reflexionaran los que filosofan; sobre eso habrían de escribir a diario; en eso tendrían que ejercitarse.
Trásea 4 acostumbraba a decir: «Prefiero verme hoy [26] muerto que mañana en el exilio». ¿Y qué le respondió Rufo? 5 [27] «Si lo eliges por ser más penoso, ¡qué locura de elección! Si por más leve, ¿quién te ha dado a elegir? ¿No quieres ejercitarte en que te baste con lo que te ha sido dado?».
¿Qué decía Agripino 6 , también en ese sentido? «No [28] quiero ser un impedimento para mí mismo».
Vinieron a decirle: «Se te está juzgando en el Senado».
—Sea enhorabuena. Pero ya es la hora quinta —a esa [29] hora solía ir al gimnasio y tomar un baño frío—, ¡vayamos al gimnasio!
Mientras estaba en el gimnasio vino uno y le dijo: «Has [30] sido condenado».
—¿Al exilio —preguntó— o a muerte?
—Al exilio.
—¿Y qué hay de mis posesiones?
—No han sido confiscadas.
—Nos iremos a Aricia 7 y comeremos.
[31] Eso es haberse ejercitado en lo que hay que ejercitarse, haberse provisto de unas facultades de deseo y rechazo que [32] no pueden ser obstaculizadas ni echadas por tierra. ¿He de morir? Si ha de ser ahora mismo, moriré. Si falta un poco, de momento, comeré cuando llegue la hora, y luego moriré. ¿Cómo? Como conviene al que está devolviendo lo que no es suyo.
II
CÓMO PODRÍA UNO EN CUALQUIER SITUACIÓN SALVAGUARDAR SU DIGNIDAD PERSONAL
[1] Lo único insoportable para el ser racional es lo irracional, [2] pero lo razonable se puede soportar: los golpes no son [3] insoportables por naturaleza. ¿De qué manera? Mira cómo: los lacedemonios son azotados 8 porque han aprendido que es razonable. ¿No es insoportable ahorcarse? Pero cuando [4] alguien siente que es razonable, va y se ahorca. Sencillamente, si nos fijamos, hallaremos que nada abruma tanto al ser racional como lo irracional y, a la vez, nada lo atrae tanto [5] como lo razonable. Mas cada uno experimenta de modo distinto lo razonable y lo irracional, igual que lo bueno y lo malo y que lo conveniente y lo inconveniente. Ésa es la razón [6] principal de que necesitemos la educación, que aprendamos a adaptar de modo acorde con la naturaleza el concepto de razonable e irracional a los casos particulares.
Para juzgar lo razonable y lo irracional cada uno de nosotros [7] nos servimos no sólo del valor de las cosas externas, sino también de nuestra propia dignidad personal; para uno [8] será razonable sostener el orinal, teniendo en cuenta simplemente esto: que si no lo sostiene, recibirá golpes y no recibirá comida, mientras que si lo sostiene no padecerá crueldades ni sufrimientos; pero a otro no sólo le parece intolerable [9] el sostenerlo, sino también soportar que otro lo sostenga. Así que si me preguntas: «¿He de sostener el orinal o [10] no?», te diré que más vale recibir alimentos que no recibirlos y que menos vale recibir golpes que no recibirlos, de modo que si mides lo que te interesa con esos parámetros, ve y sosténselo.
—¡Pero eso no sería digno de mí! [11]
Eres tú quien ha de examinarlo, no yo. Eres tú quien te conoces a ti mismo, quien sabes cuánto vales para ti ...

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