
- 540 páginas
- Spanish
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eBook - ePub
Descripción del libro
Treinta y dos conferencias pronunciadas por Jacques-Alain Miller.
Las conferencias, que se extienden desde 1982 hasta 2001, están ahora ordenadas en un volumen, en transcripciones de una exposición oral realizadas por colegas españoles que han puesto por escrito la palabra de Jacques-Alain Miller, quien se dirigía al público español siempre en castellano. Las ponencias dan cuenta de la fundamental labor realizada por Jacques-Alain Miller en el impulso del Campo Freudiano en España: la creación de los Seminarios del Campo Freudiano a principios de los años 80, las Secciones Clínicas a finales de esa década, la creación de la Escuela Europea de Psicoanálisis en los 90, la creación de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis en 2000.
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Información
Categoría
PsicologíaCategoría
Psicoanálisis1
Dos dimensiones de la experiencia analítica:
síntoma y fantasma (1982)
Conferencia pronunciada el 27 de noviembre de 1982 en la
Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la
Universidad de Barcelona, como clausura del ciclo de
conferencias y debates «Freud en la Universidad».
Transcripción de A. Torres
Inédita.
Síntoma y fantasma: es importante distinguir estas dos dimensiones clínicas, ya que sobre ellas descansa el conocido axioma de Lacan: el del inconsciente estructurado como un lenguaje. Mis problemas actuales se refieren a ese tema, que me preocupa teórica y prácticamente, es decir, en mi propia práctica psicoanalítica y al mismo tiempo en mi curso de la Sección Clínica del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII.
Podría pensarse que el axioma lacaniano del inconsciente estructurado como un lenguaje es una matriz para unificar el campo de la experiencia analítica. Y es así, en general, como fue entendida su enseñanza: como un privilegio dado unilateralmente al lenguaje, al significante, al deseo.
Mi esfuerzo actual se dirige a demostrar que eso no es verdad, que eso no es lo único que enseña Lacan. Durante dos años mi tema general ha sido el otro Lacan, el que no fue percibido durante veinte años; otro Lacan que aquel vulgarizado como el pensador del significante en la experiencia psicoanalítica. Este año intento demostrarlo a partir de lo que llamo «las dos dimensiones de la experiencia analítica»: la dimensión del síntoma y la dimensión del fantasma. Mi hipótesis es que la matriz de la enseñanza de Lacan durante treinta años fue esa vinculación, precisamente los problemas de esa vinculación.
EL FUNCIONAMIENTO DE NUESTRA CLÍNICA PSICOANALÍTICA
Por una parte tenemos ese fenómeno del que solemos decir que pertenece a un primer nivel, a la fenomenología de la experiencia analítica, es decir, lo que se puede ver, oír, en el paciente. Éste habla mucho de su síntoma. Habla para lamentarse de él, y es el síntoma lo que lo mueve a ir al analista.
Respecto del fantasma, la situación es otra. El paciente no va al analista a lamentarse de su fantasma. Bien al contrario, ya que el sujeto obtiene placer a través de él. Es algo que puede constatar cada analista. Esta observación es suficiente para colocar fantasma y síntoma en dos vertientes diferentes: la del placer y la del displacer.
De esta manera funciona nuestra clínica psicoanalista. Podemos decir que el sujeto, el paciente, recurre al fantasma en contra de su síntoma. El fantasma tiene una función de consolación. Esta función es una observación de Freud y así es como introduce el fantasma en el psicoanálisis, como una producción imaginaria que el sujeto tiene a su disposición en ciertas ocasiones, más o menos frecuentes, y a la que en ese momento llama «ensueño diurno». Esta es la primera forma en la que el fantasma irrumpe en el discurso analítico, como ensoñación diurna. Puede encontrarse esta vinculación entre fantasma y función de consolación en los Estudios sobre la histeria, de Freud y Breuer, cuando la famosa Ana O. habla de su teatro privado. Podría decirse que es la consolación filosófica por excelencia, la consolación de masturbación. Cuando leemos Pegan a un niño, paradigma analítico del fantasma, vemos que Freud abre ese texto con la vinculación entre el fantasma y esa satisfacción masturbatoria, precisamente, como goce. Un goce que podemos llamar goce fálico, si con esta expresión pensamos, como Lacan, en una satisfacción tanto para los hombres como para las mujeres, en un goce distinto del goce del Otro.
De este modo, el fantasma le produce placer al sujeto mientras que el síntoma le produce displacer. Además, un hecho constante en la experiencia cotidiana es que el sujeto habla con abundancia de sus síntomas, pero tiene muchas reticencias sobre sus fantasmas. Puede ser una paradoja, decía Freud, que el sujeto sea tan prolijo sobre sus sueños, pueda gustar de sus propios lapsus o del witz, pero del fantasma motus –como se dice en francés o en latín–, ni palabra, nada de nada. Sin embargo, en la fenomenología misma de la experiencia analítica se produce una inversión entre síntoma y fantasma.
Es interesante observar, cuando se trata del sujeto obsesivo, que sobre el tema de sus inhibiciones no es inhibido. En cambio –también es una observación de Freud–, el fantasma del sujeto obsesivo es una de las cosas más escondidas del mundo. En una pequeña conferencia titulada «Der Dichter und das Phantasieren», un pequeño texto de diciembre de 1907, Freud lo dice claramente: el fantasma parece como el tesoro del sujeto, su propiedad más íntima. No es el caso del síntoma.
¿Cómo entender, articular, teorizar esta diferencia clínica tan aguda? Podemos hablar de la vergüenza del fantasma. Es cierto, existe una vergüenza del fantasma porque generalmente éste se presenta en relación con los valores morales, con los valores éticos del sujeto. En el neurótico, el fantasma se manifiesta como tomado del discurso de la perversión. De una manera muy general, los fantasmas del neurótico son fantasmas perversos, lo que no quiere decir que el neurótico sea un perverso, al contrario. Pero su fantasma es tomado del discurso de la perversión, es decir, es tomado del campo de un goce que no es el goce propio del obsesivo. Esto explica también la vergüenza del fantasma. No es infrecuente en psicoanálisis encontrar a una mujer feminista que tiene un fantasma masoquista ni encontrar, tal vez, a un hombre humanista cuyos fantasmas sean peculiarmente agresivos.
Hay una contraposición entre lo que llamamos posiciones éticas del sujeto y el elemento fantasmático, elemento que no está en armonía con el resto de la neurosis. Freud lo dice al finalizar la segunda parte del texto que llamamos el paradigma analítico del fantasma: por lo general el fantasma permanece aparte del resto del contenido de la neurosis. Es precisamente de este tipo de observación de lo que un analista no suele desear acordarse. Mi idea es que esta es una manera de decir que el fantasma está en otro lugar que el resto de los síntomas del sujeto, que es distinto. El fantasma incomoda al sujeto, lo inhibe, aunque en general él sabe qué hacer con su fantasma: obtener placer de él.
LA MAQUINARIA DEL FANTASMA
Una hipótesis lacaniana dice que el fantasma es como una maquinaria que transforma el goce en placer. Una máquina para domar el goce, ya que por su propia inercia el goce no va al placer sino al displacer. Esta es la investigación freudiana que encontramos en Más allá del principio del placer. Más allá del principio del placer en el sujeto hay una dimensión de goce. Así, el fantasma aparece como un medio para retrotraer ese «más allá del principio del placer» a la dimensión del placer. Esto, en mi opinión, se ve en la función del famoso juego del fort-da que Freud presenta en este texto. También aquí el sujeto aprende a dominar una situación a través de esa pequeña maquinaria del juego y a obtener placer de esa maquinación. En esta conferencia Freud dice que, si bien los adultos –según parece– ya no juegan como cuando eran niños, el fantasma viene a sustituir en ellos la actividad lúdica infantil; el fantasma tiene una función semejante a la del juego. Se trata de una función de producción de placer en una situación que es al mismo tiempo una situación de goce y de angustia. Con su maquinación lúdica, el niño obtiene placer de una situación angustiosa, porque no debemos olvidar que la condición necesaria del juego del fort-da es la ausencia de la madre. Hay un sentido en la ausencia de la madre que reside en que el niño no es suficiente para satisfacerla, para procurarle una satisfacción completa. La función esencial de esa ausencia del Otro materno es que ella tiene otro objeto, otro diferente del niño. Más adelante veremos esta función en la emergencia del deseo del Otro como tal, en la producción del fantasma.
La reticencia a comunicar el fantasma, apreciable en la observación fenomenológica, es solamente un primer paso para destacar la diferencia entre síntoma y fantasma a propósito de la interpretación del analista. Para decirlo rápidamente: se trata del fantasma fundamental, de ese tipo de fantasma que Freud acentúa en Pegan a un niño, es decir, ese segundo tiempo del fantasma que nunca aparece en la experiencia misma como tal. Podemos decir que ese fantasma fundamental nunca es verdaderamente interpretado. Mi tesis es que la interpretación es, sobre todo, una interpretación de síntomas y nunca una interpretación del fantasma. El fantasma es objeto de construcción del analista y no, propiamente, objeto de interpretación. Es difícil afirmar cosas así, máxime cuando nadie las ha dicho de esta manera, y lo es también porque hay cierta comunidad de experiencia de los analistas. Se debe ser muy cuidadoso antes de introducir ese tipo de distinciones. Sin embargo, es interesante constatar que, desde este punto de vista, Freud decía lo mismo, aunque de un modo menos evidente.
Aún debemos admitir una paradoja antes de poder afirmar que no hay interpretación del fantasma fundamental. En la experiencia psicoanalítica existe una dimensión, un movimiento, de demanda: por un lado la demanda y, por el otro, lo único con lo que el analista responde a esa demanda: la interpretación. El analista no da ninguna otra cosa que interpretación, nada más que palabras. Como vemos, la demanda fundamental de un paciente en el análisis es una demanda de interpretación, de obtener palabras, nada más. Entonces, es en el orden fenomenológico, en el primer nivel de la experiencia, donde el analista puede presentar algunos fantasmas que están en su propio lado. El fantasma de alimentar al paciente es un fantasma analítico muy conocido. El fantasma habitual del analista es dar el pecho al paciente, pero los pechos de los analistas sólo son pechos significantes. El fantasma topa, justamente, en este punto porque el sujeto no lo ofrece a la interpretación, se lo queda escondido. Pero si generalmente el fantasma no se ofrece al movimiento de la interpretación, el trabajo del analista consiste en obtener su revelación; es una cuestión de dirección de la cura.
El fantasma se presenta entonces como no tocado por el significante. Mientras que, a la inversa –y con esta hipótesis de la cura analítica–, se trata de que el significante que el analista da en la interpretación permita una modificación del síntoma.
LA PROBLEMÁTICA DEL FIN DEL ANÁLISIS
Cuando se hace una teoría de la experiencia analítica fundada unilateralmente en la dimensión del síntoma, es decir, exclusivamente a partir del fundamento de la demanda inicial del paciente, el análisis aparece sólo como terapéutica del síntoma. Esta es la problemática de la cura, de cómo curar los síntomas.
Podemos ver en la literatura psicoanalítica que nunca se trata de curar a un paciente de sus fantasmas. Cuando un paciente se preocupa demasiado de sus ensueños diurnos, podemos hablar de una emergencia sintomática de esos ensueños, pero, cuando se trata del fantasma fundamental –y no sólo desde el punto de vista lacaniano, aunque fue Lacan quien lo acentuó–, nunca consiste en curar al sujeto de ese fantasma. De manera general, la razón por la que Lacan distinguió claramente la dimensión del síntoma de la del fantasma es porque colocó la problemática del fin del análisis del lado del fantasma y no del lado del síntoma. El fin del análisis, como tal, no es el momento en que el sujeto cree sentirse lo suficientemente bien como para retomar sus cargas en la vida cotidiana; esto es la terapéutica analítica. No se trata de una cuestión de más o menos síntomas.
En Análisis terminable e interminable, Freud dice que desde el punto de vista del síntoma, de la normalización ideal del sujeto, de la cura como tal, no podemos pensar que los analistas estén completamente curados –le parecían más bien un poco enfermos–. El objeto del fin del análisis es una modificación mucho más profunda que la del nivel del síntoma. Lo que se persigue es cierta modificación de la posición subjetiva en el fantasma fundamental. No es, pues, una cuestión de cura.
La propuesta de Lacan para formular esa modificación del fantasma fundamental es la de traversée du fantasme [atravesamiento del fantasma], pero lo importante no es mantener esta expresión como un sintagma, sino ver en ella el esfuerzo por definir cierta modificación, que no desaparición, ya que no se trata de hacerlo desaparecer.
El fantasma en la práctica analítica puede entenderse a la vez como esos sueños diurnos más o menos frecuentes, que está a disposición de la conciencia, así como también aquello más escondido del sujeto. Hasta tal punto que Freud dice que lo verdaderamente fundamental en el fantasma nunca aparece y es siempre reconstruido por el analista. Hay, por tanto, una amplitud extraordinaria de la dimensión del fantasma en la práctica analítica.
El análisis particular de un sujeto confluye en ese fantasma fundamental. En cierto modo, el fantasma se decanta, acaba resultando el residuo del desarrollo de un análisis, el residuo precisamente de la interpretación del síntoma.
LA FORMACIÓN DE LOS PSICOANALISTAS
Ahora podemos tratar de entender las tres dimensiones del fantasma. En primer lugar, hay un carácter imaginario del fantasma, el de la producción de las imágenes de los aspectos del mundo, una producción imaginaria de los personajes del ambiente del sujeto. En segundo lugar, siempre según Lacan, encontramos la dimensión simbólica. Se trata cada vez de una pequeña historia que tiene que obedecer a ciertas reglas, ciertas leyes de construcción, que son las leyes de la lengua. Hay que destacar que el texto fundamental de Freud, Pegan a un niño, lo dice claramente: un fantasma es solamente una frase. Cuando se ha decantado completamente, el fantasma resulta una frase, con algunas variaciones en su gramática. Los tres tiempos de ese fantasma son ciertas variaciones gramaticales del mismo. Hay, pues, una gramática del fantasma, pero es importante tener en cuenta que esto no se ve en un primer nivel, como es el caso de la dimensión imaginaria, sino únicamente cuando se reduce de manera esencial, se limita a una frase.
Constatamos con facilidad el hecho, realmente extraordinario, de que en la clínica psicoanalítica permanecemos en contacto directo con los fenómenos que Freud observó. Es cierto que, en el curso del tiempo, se han transformado muchas cosas de la práctica analítica porque el análisis es parte del mundo, parte del discurso universal general. Hoy ya no se puede interpretar como lo hacía Freud cuando al comienzo de un análisis decía, por ejemplo, a una señora: «Usted desea a su padre y, en cambio, no le gusta su madre». Es admirable, pues aquellas eran curas de tres meses, ocasionalmente de dos o tres semanas. Hablar dos o tres veces con Freud era consuelo incluso para los analistas. Pero las mismas interpretaciones ya no tenían idénticos efectos después de algunos años de práctica analítica. La transformación del discurso general producida por el psicoanálisis significaba para Freud, ya entre los años veinte y treinta, la constatación de un problema técnico.
En los años ochenta, es el paciente quien llega a la consulta diciendo: «Tengo un problema edípico». De este modo se ha producido un cambio en las p...
Índice
- RELACIÓN DE SIGLAS
- PRESENTACIÓN, por Vicente Palomera
- ¿CÓMO EMPEZÓ TODO?, por Anna Aromí
- 1. DOS DIMENSIONES DE LA EXPERIENCIA ANALÍTICA: SÍNTOMA Y FANTASMA (1982)
- 2. A PROPÓSITO DE LA PSICOSIS: SÍNTOMA Y FANTASMA (1983)
- 3. EL GENIO DEL PSICOANÁLISIS (1984)
- 4. LOS PREGUNTONES (1984)
- 5. LA PASIÓN DEL NEURÓTICO (1986)
- 6. CÓMO SE INVENTAN NUEVOS CONCEPTOS EN PSICOANÁLISIS (1987)
- 7. INSIGNIA (1987)
- 8. SALUD MENTAL Y ORDEN PÚBLICO (1988).
- 9. OBSERVACIONES SOBRE PADRES Y CAUSAS (1988)
- 10. LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS (1988)
- 11. MÁS ALLÁ DE LAS CONDICIONES DE AMOR (1989)
- 12. LA CONTRIBUCIÓN DEL OBSESIVO AL DESCUBRIMIENTO DEL INCONSCIENTE (1989)
- 13. DEL SABER INCONSCIENTE A LA CAUSA FREUDIANA I (1989)
- 14. DEL SABER INCONSCIENTE A LA CAUSA FREUDIANA II (1989)
- 15. EL TRIUNFO DE JACQUES LACAN (1990)
- 16. LA ESCUELA Y SU PSICOANALISTA (1990)
- 17 MODALIDADES DE RECHAZO (1991)
- 18. CLÍNICA DE LA POSICIÓN FEMENINA (1992)
- 19. SOBRE FENÓMENOS DE AMOR Y ODIO EN PSICOANÁLISIS (1992)
- 20. LÓGICA DE LA CURA Y POSICIÓN FEMENINA (1993)
- 21. COSAS DE FAMILIA EN EL INCONSCIENTE (1993)
- 22. LO VERDADERO, LO FALSO Y EL RESTO (1994)
- 23. SOBRE LA FUGA DE SENTIDO (1994)
- 24. LA IMAGEN DEL CUERPO EN PSICOANÁLISIS (1995)
- 25. EL INCONSCIENTE INTÉRPRETE (1995)
- 26. LAS PATOLOGÍAS DEL YO EN EL ANÁLISIS (1995)
- 27. LA PONENCIA DEL VENTRÍLOCUO (1996)
- 28. SEMINARIO SOBRE LAS VÍAS DE FORMACIÓN DE LOS SÍNTOMAS (1996)
- 29. LACAN CON JOYCE (1996)
- 30. SÍNTOMA, SABER, SENTIDO Y REAL (1997)
- 31. EL TIEMPO Y EL SÍNTOMA (1997)
- 32. EL DESBROCE DE LA FORMACIÓN ANALÍTICA (2001)
- Notas